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“LA NAVA” DE CASTIELFABIB (VALENCIA): LUGAR DE INTERÉS ARQUEOLÓGICO Y PAISAJÍSTICO.

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A propósito de las necrópolis y el poblado ibérico
descubierto en los años y ochenta.


“A la espera de mejores tiempos para las prospecciones arqueológicas de este tipo,
lo mejor que podemos hacer es proteger nuestros yacimientos,
evitando y denunciando cualquier actuación furtiva.”.



          Los antiguos escritores griegos utilizaron la palabra ibero o íberopara denominar a las gentes y los pueblos que vivían en la zona oriental y meridional de la Península Ibérica, y ello para distinguirlas de las de otros lugares del interior, cuyas costumbres y cultura era distinta. Asimismo, parece que la lengua es el criterio fundamental que desde el punto de vista de griegos y romanos los identificaba como población. De esta forma, conocida la distribución geográfica aproximada de las lenguas paleohispánicas [aquitano, lusitano, ibérico, celtibérico, tartésico], la zona del Rincón de Ademuz se hallaría entre la de uso ibérico y celtibérico.[1]

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Mapa de la Península Ibérica con detalle de la distribución de las Lenguas Paleohispánicas: "Los textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien, aunque en su mayor parte son incomprensibles, pues dicho lenguaje carece de parientes suficientemente cercanos que sean útiles para la traducción" [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
 
            El propósito de esta entrada es dar a conocer y divulgar la existencia de restos arqueológicos del mundo ibérico en nuestra comarca, puestos de manifiesto en excavaciones llevadas a cabo en distintos momentos históricos y que, dadas sus características de especificidad, apenas han trascendido al conocimiento general. Merece la pena divulgar este tipo de hallazgos, “porque se trata de una zona totalmente desconocida, ya que nunca se han podido realizar en ella investigaciones sistemáticas y continuadas, siendo de gran interés dedicar esfuerzos y medios para ello” –el texto se refiere al paraje de las prospecciones, que hacemos extensivas a la comarca en general-.[2] Pues existen otros lugares con yacimientos arqueológicos ibéricos en los que sólo se ha excavado parcialmente, como La Celadilla en Ademuz,[3] o donde no se ha excavado en absoluto, como en el mal llamado Castillo de los Moros en Sesga (Ademuz), "que no es castillo ni fue de los moros, sino un despoblado ibero", Los Villares en Torrebaja, El Plano en Vallanca, Viña Vinagra o la Villa Vieja en Castielfabib, etc.
Llevar a cabo prospecciones arqueológicas en estos y otros lugares serviría para poner de manifiesto su valor cultural, de cara a una revalorización medio ambiental, paisajística y patrimonial que, junto a otros sectores, sirviera de motor económico para una zona tan deprimida social y económicamente como es el Rincón de Ademuz.

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Vista de La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de Los Corrales al fondo, desde el cerro de La Morrita (2014).

            Antecedentes de la investigación.
            El origen de la investigación se remonta a 1970... La historia comienza con ciertas labores agrícolas llevadas a cabo en la partida de La Nava, término de Castielfabib (Valencia),[4]cuando una excavadora que se hallaba en la zona rebajando unos bancales puso al descubierto algunos restos arqueológicos: Parte de los mismos fueron recogidos por vecinos del lugar, entre los que se dispersaron... –dice don José Aparicio Pérez, arqueólogo director de la investigación-.[5]Desconocemos cuáles fueran aquellos restos, pero nunca más se supo de ellos. El probable que las personas que recogieron los restos actuaran inconscientemente, ignorantes del verdadero valor que pudieran tener para una investigación. Con mejor criterio, otra parte de aquellos restos fue recogida por el entonces director del instituto local, propiamente “Colegio Libre Adoptado” Ademuz (Valencia), quien consciente de su valor los remitió a un reputado arqueólogo especialista en Prehistoria y Edad Antigua, don Juan Maluquer de Motes(1915-1988).[6] Entre los objetos enviados al estudioso había “fragmentos cerámicos y varios colgantes e idolillos”, cuyo paradero es también desconocido. Basándose en estos materiales, el doctor Maluquer estableció que “la necrópolis (podía datarse) como de alrededor del s. IV a., de C.” (Aparicio, 1990:179).
            Siete años más tarde –esto es, en 1977- la zona del hallazgo fue visitada por el señor Enrique Pla Ballester,[7]a la sazón subdirector del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) de la Diputación de Valencia, acompañado por la profesora Milagros Gil-Mascarell Boscá[8]y el señor Albert Ribera Lacomba,[9]quienes tras un examen ocular en superficie “vaticinaron su destrucción total y su difícil localización”, aunque “todavía pudieron recoger fragmentos cerámicos y dos pellas de escorias férricas” (Aparicio, 1990:179).
           Ocho años más tarde –esto es, a finales de marzo de 1985-, doña Carmen Vilajeliu Serra (PSOE), a la sazón alcaldesa en funciones del Ayuntamiento de Castielfabib, comunicó a la Presidencia de la Diputación de Valencia “la realización de determinados hallazgos de probable interés arqueológico en su término municipal” a la par que solicitaba el envío de personas especializadas para que “dictaminaran” al respecto. La Presidencia de la Entidad Provincial  mandó se investigara el asunto.Los responsables de aquella investigación recabaron previa información telefónica en el Ayuntamiento de Castielfabib, deduciendo “que junto a determinados hallazgos arqueológicos se habían realizado otros de índole geológica y paleontológica”, estableciendo la necesidad de realizar una “exploración urgente y completa”, lo cual llevaron a cabo el día 19 de abril del mismo año de 1985. En aquella visita, el arqueólogo responsable, señor José Aparicio Pérez fue acompañado por don Manuel Nieto, geólogo especialista en Paleontología y por don Fernando Robles, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia, “cuya colaboración se solicitó para mayor rigor en el estudio”. Respecto a los presuntos hallazgos paleontológicos, los especialistas establecieron “que se trataba de obras de fortuna producida por la erosión diferencial sobre areniscas rojas de Bundsanstein, a las que el azar había dado forma de reptiles de épocas geológicas pretéritas” (Aparicio, 1990:180).
 
El examen de los hallazgos arqueológicos resultó sin embargo de mayor interés, pues tras visitar el paraje del hallazgo comprobaron la existencia de “restos cerámicos ibéricos, correspondientes con toda seguridad a una necrópolis”, seguramente la misma que puso de manifiesto la remoción de tierras de 1970, visitada también por miembros del Servicio de Investigación Prehistórica en 1977. Con todo y no obstante el tiempo transcurrido, los técnicos aconsejaron una actuación de urgencia, “con el fin de recuperar probables restos ibéricos antes de que el campo volviese a ser desfondado de nuevo”, a la vez que “exploraban los alrededores en busca de otros lugares de enterramiento y, necesariamente, del poblado o lugar de habitación” de los antiguos moradores.

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Relación de Necrópolis ibéricas valencianas: 1. Mas Nou de Bernabé (Tirig); 2. Mas de Capero (Traiguera); 3. El Bolavar (Benicarló); 4. Els Espleters (Salsadella); 5. El Puig (Benicarló); 6. Solivella (Alcalá de Xivert); 7-12. Alcalá de Xivert; 13. Vinyets (Canet lo Roig); 14. Mas d`en Rieres; 15. L`Orleyl (Vall d`Uxó); 16. Les Sitges (Torre d`en Doménech); 17. Torre de Foios (Lucena); 18. Torre la Sal (Cabanes); 19. Torre del Mal Paso (Castelnovo); 20. La Mina (Gátova); 21. El Castell (Almenara); 22. La Nava (Castielfabib); 23. Sinarcas; 24. Cerro del Calvario (Albalat dels Tarongers); 25. Monravana (Lliria); 26. Collado de la Cova del Cabal (Lliria); 27. El Puntalet (Lliria); 28. Ebols (L`Alcudia); 29. Els Terrers (Alcudia de Crespins); 30. Las Peñas (Zarra); 31. Corral de Saus (Mogente); 32. Bastida (Mogente); 33. Camí del Bosquet (Mogente); 34. Camí Vell de Pego (Oliva); 35. Puntal (Salinas); 36. Altea la Vella (Altea); 37. Tossal de la Cala (Benidorm); 38. La Illeta dels Banyets (Campello); 39. Albufereta (Alicante); 40. Novelda; 41. Redován; 42. San Antón (Orihuela); 43. El Molar (San Fulgencio); 44. Collado del Zurdo (Balones); 45. Camp de l´Escultor (Agost); y 46. Cabezo Lucero (Guardamar)[Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990) 179].
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            En busca de La Nava de Catielfabib.
            Para ir desde el Rincón de Ademuz hasta La Nava de Castielfabib (Valencia), cabe seguir la CN-420 en dirección a Cuenca: hay que dejar atrás la aldea de Los Santos y el valle del Ebrón, subir el repecho de Las Monjas (donde el antiguo caserío) dejar a la derecha el desvío hacia Castielfabib y El Cuervo (que discurre por Los Centenares), y continuar en dirección al paraje de Hoya Hermosa. Superada la Hoya atravesaremos la zona del Colladillo –de Arriba y Abajo-, para entrar en el paraje del Hontanar, un amplio vallejo con cultivos en cuya cabecera se halla la fuente de este nombre.
            Franqueado el Hontanar pasaremos frente al Vivero Forestal y poco más arriba –a la altura de punto kilométrico 428- veremos un desvío a la derecha, que lleva a Arroyo Cerezo, aldea de Castielfabib. En el ángulo izquierdo de la carreterita se hallaba la antigua Casa Molina, rento cuyas casas desaparecieron con la nueva carretera. Justo al comienzo del desvío nace un camino de tierra a la derecha, es el que deberemos coger para ir a La Nava: a nuestras espaldas queda el pico del Cabezo (1.448 m), en cuya cima se halla la torre vigía.
           Nada más entrar en el camino veremos que de éste parte otro a la derecha, aunque ambos conducen al mismo lugar: el primero se dirige a la hondonada, donde las zonas de cultivo mientras que el segundo, que discurre por la ladera, lleva directamente a los corrales de La Nava. Desde cualquier punto de estos caminos podremos observar una magnífica vista del paraje, destacando el cerro de La Morrita, que queda a nuestra izquierda, que es el noroeste y el cerro de La Garita, que queda a nuestra derecha, que es el sureste. A los pies del cerro, tanto por el sur como por el este se hallan los campos de cultivo. El de Morrita es un cerro de mediana altura, de forma troncocónica, con la ladera oriental abancalada, con abundantes manchas de matorral, aliagas y romeros sobre las antiguas zonas de cultivo, mientras que la occidental aparece totalmente cubierta de pinos y otros árboles habituales de esta zona y altitud, sabinas, enebros, etc.

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Vista del cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), desde el camino que parte de la CN-420, con detalle de una sabina a la derecha (2014).

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Vista del cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), desde el camino que parte de la CN-420, con detalle del cerro Jabalón (1.692 m), al fondo izquierda (2014).


            Respecto de la situación y características orográficas de la zona.
            En el apartado Situación y Características del trabajo objeto de exposición se dice de la partida que “La Nava es una reducida zona endorreica, [...], situada al oeste de Castielfabib, a unos 1.200 m.s.n.m., rodeada de cerros calizos, entre los que destacan (los mencionados de) La Garita y La Morrita por contener restos antiguos”. Aunque vinculado al Rincón de Ademuz, “el yacimiento se encuentra muy próximo y equidistante de las provincias de Cuenca y Teruel”, zonas geográficas pertenecientes a la cuenca hidrográfica del Turia.
            La parte sita en la hondonada corresponde a antiguas fincas de cultivo, siendo la tierra “de color negruzco por la intensa materia orgánica, producto de la descomposición vegetal, abundante como consecuencia de la intensa humedad”, pues como se dice arriba se trata de una zona endorreica, de ahí los manifiestos “problemas de drenaje por las dificultades de escorrentía de las aguas”. Situándonos en perspectiva aérea veríamos que en la partida de La Nava destacan dos cerros -el de Morrita, sito al noroeste y el de Garita, sito al sureste-, estando la zona ceñida al noreste por sendos barrancos -el de la Palomareja y el de la Canaleja-: las zonas de cultivo se hallan entre ambos cerros y barrancos, mientras que los restos del viejo caserío, que fueron casas de ocupación temporal, utilizadas algunas de ellas como corrales, se hallan al este. Sumariamente, “nos encontramos en zona montañosa y agreste, con escasos recursos agrícolas, ganaderos y forestales, que aún presenta graves dificultades de comunicación” –lo cierto, sin embargo, es que los problemas de comunicación se han resuelto desde entonces, pues la antigua CN-420 se ha mejorado enormemente hasta Los Santos-.

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Vista de La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de las zonas de cultivo en el centro: a la izquierda queda el cerro de La Morrita y a la derecha el cerro de La Garita (2014).
 
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Detalle de poste indicador en la zona de los Corrales de La Nava de Castielfabib (Valencia), altitud 1.225 m (2014).

            Noticia de la excavación y las exploraciones.
            De todo lo anterior -visita y hallazgos-, se elevó informe al Servicio de Investigación Prehistórica (SIP), siendo remitido por ésta al Servicio de Arqueología de la Consejería de Cultura de la Generalidad Valenciana. Fue de esta forma como “se solicitó permiso de excavación de urgencia y fondos para realizarla”; ambos fueron concedidos, razón por la que “se procedió a la realización de los trabajos de excavación correspondientes”, que se desarrollaron durante los días 14, 15 y 16 del mes de mayo de 1985: en los trabajos colaboraron don José V. Martínez Perona[10] y don Francisco Martínez Cabrera[11], arqueólogos licenciados en Historia. Para el trabajo manual, “se contrató a seis obreros de Castielfabib” (Aparicio, 1990:180).

 
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Plano de la zona con detalle de la situación de los yacimientos que se citan: Despoblado ibérico de La Morrita, Necrópolis de Los Corrales y Necrópolis de La Umbría en La Nava de Castielfabib (Valencia) [Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)180].
            A] Necrópolis de La Umbría.
            La denominada Necrópolis de La Umbría se describe como “situada en la ladera norte del cerro conocido como La Garita, en cuya cúspide existen los restos de un poblado medieval”. En dicha parte se practicaron tres sondeos, denominados Sectores -con unas dimensiones de 4 metros de longitud por 2 metros de anchura cada uno-:
          --Sector A: Orientación: 310º Norte. Existían allí dos huecos superficiales y equidistantes, que “hacían sospechar la existencia de sendas oquedades subterráneas, en relación con hipotéticas estructuras funerarias”. Según pudo comprobarse, dichas estructuras correspondían a un drenaje, tipo “encaño”, no a “estructuras funerarias”.
            --Sector B: abierto en una zona próxima a la anterior. Orientación: 315º Norte. Se profundizó hasta los 0,80 metros: los restos arqueológicos sólo llegaban hasta los 0,30 m., siendo los restantes estériles. En la capa productiva se hallaron, “numerosos fragmentos cerámicos de pequeño tamaño, cuatro fusayolas y diminutos trozos de huesos humanos calcinados”, todo muy diseminado entre la tierra que formaba esta capa superficial: Era evidente, pues, que aquello era testigo de la existencia de una necrópolis ibérica, aunque por desgracia, totalmente destruida por las labores agrícolas... –dice el investigador-. Esto es, “al rebajar el terreno y dejar las urnas cinerarias al alcance de los aperos agrícolas, (se había producido) la disgregación y dispersión de todos los conjuntos y de sus respectivos ajuares”.
            --Sector C: establecido a 52 metros al Este del Sector B. Orientación: 220º Norte. Aquí sólo se hallaron “diminutos y pequeños fragmentos de cerámica hecha a mano de difícil interpretación, dada su misma escasez y su aislamiento, y un único fragmento ibérico decorado, procedente de la vecina necrópolis ibérica”.

            Material del Sector B:
            --Cuatro fusayolas bitroncocónicas alargadas, tres completas y la una incompleta: “Solamente una de ellas presenta decoración de línea continua quebrada circunvalar sobre la línea misma de carena en el cuerpo mayor y series de líneas pareadas en la base y en el cuerpo menor. La de mayores dimensiones es de color marrón y las otras tres negras” [figura 2 y 3]. “Fusayola/s” es un término arqueológico, para referirse a piezas circulares de barro cocido u otro material (piedra tallada, cerámica reutilizada...) con una perforación central. Usadas para encajar el huso que servía para formar el hilo de tejer, además de tope: aparecen en lugares arqueológicos que fueron habitados y en tumbas de inhumación o incineración, y constituyen una prueba de actividad textil.[12]
            --Pieza de cobre o bronce, de sección cuadrada y extremos apuntados: “se presenta incurvada con los extremos próximos y enfrentados”.

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Figura 2-3.- Detalle de "fusayolas" halladas en el Sector B de la Necrópolis de La Umbría en La Nava de Castielfabib (Valencia)
[Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)181].


            B] Necrópolis de los Corrales.
            Los trabajos no se limitaron a la excavación de la zona arqueológica descubierta con motivo de actividades agrarias, ya que se practicaron también exploraciones sistemáticas por los alrededores, que permitieron “el descubrimiento del poblado ibérico al que, casi con total seguridad corresponden la necrópolis (de la Umbría), y otra necrópolis o núcleo de incineraciones” (Aparicio, 1990:182).
            Esta segunda necrópolis –localizada por José V. Martínez Perona- se hallaba “al Este de la descrita, junto a los llamados Corrales, antigua concentración de construcciones rurales de habitación estacional hoy abandonadas como vivienda, aunque utilizadas algunas para guardar ganado ovino”: Junto a la más septentrional de dichas construcciones y al pie mismo del llamado Cerro se localizó, pues, el otro conjunto, formado por diversas tumbas... Las tumbas poseían estructura rectangular, “con paredes de piedra regularmente labradas, aunque se desconoce el número total por cuanto la mayor parte permanecen cubiertas de tierra y piedras”. Entre las existentes, sólo una fue objeto de excavación:
            Tumba número I: por la erosión se hallaba totalmente al descubierto, tanto su estructura como las urnas cinerarias, razón por la que “consideramos necesaria su inmediata excavación”, ya que se hallaba totalmente expuesta al hallarse en medio de un camino abierto “entre tierras desfondadas para la repoblación forestal”:
  • <Se trata de una tumba de incineración típica del mundo ibérico, colocándose las cenizas del difunto, previamente incinerado en la pira funeraria o “ustrinum”, en sendas urnas panzudas de borde vuelto, las cuales fueron colocadas en una oquedad existente en la roca caliza basal, parcialmente rellena por sedimentos correspondientes a un antiguo hábitat de la Edad del Bronce valenciano, en el que ahondó lo suficiente para la colocación de las mismas. La protección de las urnas y su delimitación se realizó mediante la construcción de un recinto rectangular de 2,40 m., d longitud en el lado conservado en su totalidad, el del N(norte)>[13]

            Sigue exponiendo:
  • <La construcción se realizó con cuidado, cavándose las piedras con regularidad y asentándolas sobre los sedimentos apelmazados de la Edad del Bronce, siguiendo la inclinación propia del terreno. Únicamente subsiste una sola hilada de piedras, la de la base, pudiendo existir otras, hoy totalmente desaparecidas, así como la cubierta tumular protectora de piedras, totalmente desmantelada como hemos indicado>.[14]

Respecto a las incineraciones, se sabe que fue bajo la influencia de los Campos de Urnas cuando se rompió la tradición de las inhumaciones que se venía siguiendo, para pasar al rito de la incineración, que sólo se ve en el período de la primera Edad del Hierro y la época ibérica. El cambio de la inhumación a la incineración sería progresivo, no casual, probablemente “unido a la adopción de nuevos conceptos religiosos que tendrían una difusión más rápida en núcleos de poblamiento más grandes” –aunque se desconoce cómo, cuándo y el por qué de semejante cambio en las costumbres funerarias-.[15]


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Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle de la tumba nº I antes de su excavación (mayo de 1985)
[Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)182].

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Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle de la tumba nº I una vez excavada (mayo de 1985)
[Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)182].
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Figura 5.- Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): plano de la tumba nº I con las urnas cinerarias en su posición
[Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)182].


            Respecto a los Materiales.
           --Urna bitroncocónica de borde recto, ligeramente rehundido y pie cóncavo: “Pasta y superficie interior de color marrón rojiza y exterior ocre amarillo”. Su reconstrucción resultó imposible, “por lo deleznable de la pasta” y “encontrarla fragmentada”. Dice de la decoración:
  • <Presentaba sencilla decoración lineal (basándose en) bandas horizontales de color rojo vinoso. La primera recorre toda la zona rehundida del labio, la segunda el estrecho cuello y las otras tres se distinguen por el cuerpo; son estrechas excepto una que es ancha y se presenta enmarcada por otras dos más estrechas y de tonalidad más oscura (figura 6)>.

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Figura 6.- Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle de la urna grande de la tumba nº I [Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)183].


            --Pequeña urna de base cóncava. “Pasta y superficie rojiza y exterior rojizo-amarillento, de mala calidad, deleznable”, lo que ha imposibilitado su reconstrucción y estabilidad. Sólo conservaba “la base y parte del cuerpo, panzudo, reconstruido a partir de 26 fragmentos que unen”; otros fragmentos diminutos, hasta cincuenta, no pudieron ser unidos. Esta urna se hallaba “a mayor altura que la urna contigua, lo que favoreció el arrastre y destrucción consiguiente”. La tierra que la llenaba se cribó, “recogiéndose numerosos trozos y esquirlas óseas humanas, así como numerosos aritos de cobre” (figura 7).

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Figura 7.- Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle de la urna pequeña de la tumba nº I [Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)183].


            Otros materiales.
     --Conjunto de aritos: veintisiete de cobre o bronce, veintitrés de ellos unidos casualmente, “pertenecientes a alguna pieza de vestido o del tocado, bien a unos lambrequines o collares” (figura 8).
           --Trozo de una barrita de cobre o bronce: “incurvada en su estado actual” (figura 8).
           --Fragmento de cerámica ibérica en superficie, de los llamados de borde “en pico de pato”, “de color rosado la pasta y la superficie interior y ocre amarillo la exterior, correspondiente a algún borde de urna sepulcral de alguna sepultura contigua desmantelada por las labores forestales reseñadas” (figura 4).
           --Trozos de sílex, en las tierras basales de la tumba, “correspondientes a un posible asentamiento de la Edad del Bronce Valenciano en esta zona” (figura 8).

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Figura 8.- Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle de piezas metálicas halladas en la urna pequeña de la tumba nº I y sílex de las tierras basales y contiguas a la tumba [Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)183].
 
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Figura 4.- Necrópolis de Los Corrales en La Nava de Castielfabib (Valencia): detalle del borde "en pico de pato"de una urna ibérica  encontrada superficialmente en la tumba nº I [Tomado de José APARICIO PÉREZ (1990)183].

            Respecto del poblado.
            Según argumenta el investigador, “la existencia de ambas necrópolis (ciudades de los muertos) presuponía la existencia de una ciudad de los vivos, ciudad o poblado en las cercanías”, es por ello que intensificaron las búsquedas por la zona, “lo que dio como resultado la localización del poblado”, el cual se hallaba “en el cerro conocido como la Morrita”, sito “a unos 500 metros al norte de la Necrópolis de la Umbría y a unos 300 al Oeste de la de Los Corrales”.
            Propiamente, resulta el lugar más adecuado para el asentamiento, en lo alto de un cerro fácilmente defendible:
  • <[No obstante] “Distinguimos dos asentamientos distintos, aunque coetáneos al parecer, uno ocupando la cumbre del cerro en disposición alargada y rodeado de potente aparato defensivo con ancha y alta muralla circunvalar, intuyéndose la existencia de un poblado ibérico con disposición longitudinal, vertebrándose a ambos lados de una calle central y única, a la que dan las puertas de las casas adosadas a las murallas; y otro (asentamiento) en la ladera, al parecer sin defensas apreciables>[16]

            El hallazgo de distinto material de superficie -basado en “abundantes cerámicas a mano de la I Edad del Hierro”, “y la cerámica propiamente ibérica”-, permitió a los arqueólogos “darle una datación antigua, desde el siglo VII hasta el IV a.C”.

            No obstante los datos proporcionados por la investigación, la ubicación exacta de las necrópolis descritas resulta en la práctica imposible de localizar, por haber desaparecido. Por el contrario, el cerro de La Morrita es visible desde cualquier punto de La Nava, razón por la que decidimos ascender hasta la cumbre. Emprendemos la escalada por la vertiente oriental, frente al despoblado de los Corrales –sito a 1.225 metros de altitud-, pues resulta ser la más accesible. Hay que atravesar primero una serie de bancales de aspecto alargado y tierra arenosa, que se extienden en disposición este-oeste, desde los Corrales hasta la misma base del monte. En las fincas de labor más próximas ya comienzan a verse pequeños fragmentos de cerámica, que se hacen más frecuentes sobre la ladera del montículo. La cara oriental se halla totalmente abancalada, en cuyas antiguas zonas de cultivo prosperan ahora los quejigos, las encinas, carrascas y sabinas, además del monte bajo, aliagas y romeros.

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Vista del cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), desde Los Corrales (1.225 m), 2014.
 
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Panorámica oriental desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de las fincas de cultivo a nuestros pies y Los Corrales al fondo (2014).


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Panorámica oriental desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de las fincas de cultivo a nuestros pies y Los Corrales al fondo (2014).

            Tras atravesar una última parada arribamos a la cumbre del cerro de La Morrita, desde donde puede admirarse un espléndido panorama. Mirando hacia el este vemos a nuestros pies las alargadas fincas que hemos atravesado en la subida, unas cultivadas y otras en barbecho. En el centro y márgenes de algunas de ellas prosperan frondosas nogueras, y también chopos, sitos éstos en las zonas más próximas al cerro. Entre las casas de los Corrales y las zonas de cultivo discurre el camino que procede de la CN-420 por donde decíamos que hemos bajado a La Nava, y que llega hasta los mismos apriscos. Por detrás de los corrales discurre la rambla de la Canaleja, que hace de divisoria entre Aragón y Valencia por esta parte. El horizonte lejano lo cierran las cumbres de Javalambre y la Sierra de Tortajada. Hacia el oeste vemos el barranco de Arroyo Cerezo, cuyo caserío adivinamos hacia el suroeste, a los pies de la Muela del Royo, que cierra el horizonte al occidente. Hacia el norte vemos la profunda quebradura de la rambla de la Palomareja discurriendo a nuestros pies, mientras el horizonte más lejano lo cierran los montes del Rodeno y la inconfundible mole del Jabalón (1.692 m), que con su forma de naveta invertida aparece hacia el noroeste. Hacia el sur se extiende la zona de cultivos por donde pasa el camino por donde hemos bajado desde la carretera de Cuenca, un terreno en declive con las fincas de cultivo también abancaladas, pero en disposición perpendicular al vallejo –entre el cerro de la derecha, por donde pasa la antigua carretera de Arroyo Cerezo y el del Frontón, que queda la izquierda-. En la hondonada hay plantaciones de chopos maderables, y de nogueras, por allí discurre un ramal del camino que conduce hacia La Vacariza. Por esta parte meridional, el horizonte más lejano lo cierra el pico del Cabezo (1.448 m) y la sierra de Santerón, con su cima el Talayón (1.602 m), cuyas lomas descienden en suave declive hacia el sureste.

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Panorámica septentrional desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de la rambla de la Palomareja a nuestros pies y los montes del Rodeno al fondo (2014).

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Panorámica noroccidental desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle del cerro Jabalón (1.692 m) al fondo izquierda (2014).
 
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Panorámica occidental desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle del barranco de Arroyo Cerezo a nuestros pies y La Muela del Royo al fondo (2014).

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Panorámica meridional desde el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle de las zonas de cultivo a nuestros pies y la sierra de Santerón y el Talayón (1.602 m) al fondo (2014).

          Recorriendo la cima del cerro Morrita observamos que posee forma alargada e irregular, con la parte oriental más elevada que la occidental. Asimismo, podemos comprobar la existencia de los restos del “potente aparato defensivo” que circundaba la zona, cuyo acceso debía estar por la ladera septentrional. No sin esfuerzo de imaginación intuimos “la existencia de un poblado ibérico con disposición longitudinal, vertebrándose a ambos lados de una calle central y única, a la que dan las puertas de las casas adosadas a las murallas” -como dice el arqueólogo-.
La ladera meridional resulta más accesible y despejada, con abundantes piedras desperdigadas por la vertiente, procedentes del derrumbe de la antigua fortificación, siendo también en este punto donde son más abundantes los restos cerámicos de superficie. Los fragmentos hallados en nuestro deambular los dejamos sobre una piedra plana que hay en la cima -junto a una joven sabina-, donde vemos que alguien que nos ha precedido en la excursión ha dejado varias pellas de hierro y pequeños trozos de cerámica, algunos de ellos decorados.

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Detalle de cerámica ibérica de superficie -incluyendo varias pellas de hierro- hallada en la cima y laderas del cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), 2014.
            
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Detalle de fragmento de cerámica ibérica de superficie hallado en el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib(Valencia),
decorado con franjas horizontales y motivos circulares concéntricos (2014).
         A modo de epílogo.
         En sus Conclusiones, el ponente reconoce hallarse “ante un complejo arqueológico de singular interés por un doble motivo”: de una parte “por la existencia de un hábitat localizado, denso y continuado en relación con una necrópolis”; y de otra, “porque se trata de una zona totalmente desconocida, ya que nunca se han podido realizar en ella investigaciones sistemáticas y continuadas, siendo de gran interés dedicar esfuerzos y medios para ello” –habida cuenta la información que sobre el mundo ibérico podrían proporcionar: características del medio, organización económica, relaciones sociales, comerciales, culturales, etc.-.
           Respecto de la Necrópolis de los Corrales, destaca “su estructura tumular sobre base cuadrangular”, poco frecuente en la Comunidad Valenciana -aunque no extraña si recordamos las tumbas ibéricas del Corral de Saus en Mogente (Valencia),[17]entre otras-. En cuanto a la datación, se establece el siglo IV a.C., pues las urnas de la tumba estudiada posen semejanzas con las de La Solivellaen Alcalá de Chivert (Castellón).[18]

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Vista de La Nava de Castielfabib (Valencia), con detalle del cerro de La Morrita, donde se halla el despoblado ibero, desde las laderas septentrionales del cerro de La Garita (2014).

      En suma: los legos en arqueología no podemos menos que maravillarnos ante los hallazgos y conclusiones de los especialistas, cuando nos descubren la existencia de necrópolis (ciudades de los muertos) y castros o despoblados (ciudades de los vivos), correspondientes a una cultura tan antigua y fascinante como fue la ibérica, que se desarrolló hace tantos siglos sobre esta misma tierra que los rinconademucenses y circunvecinos actuales tenemos como nuestro paisaje. Cabe lamentar, no obstante, la ausencia de recursos para llevar a cabo investigaciones sistemáticas, pues habitualmente éstas sólo suelen tener lugar como consecuencia de hallazgos accidentales o fortuitos: actividades agrarias diversas, infraestructuras públicas o privadas, etc. A la espera de mejores tiempos para las prospecciones arqueológicas de este tipo, lo mejor que podemos hacer es proteger nuestros yacimientos, evitando y denunciando cualquier actuación furtiva. Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.


[1] <Las inscripciones más antiguas de esta lengua se datan a finales del siglo V a.C. y las más modernas a finales del siglo I a.C., o principios del siglo I d.C. Los textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien, aunque en su mayor parte son incomprensibles, pues dicho lenguaje carece de parientes suficientemente cercanos que sean útiles para la traducción>. Vid Iberos. (2014, 8 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 08:47, septiembre 29, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Iberos&oldid=76851782.
[2] APARICIO PÉREZ, José. La Nava (Castielfabib. Rincón de Ademuz. Valencia): Poblado Ibérico, en Verdolay 2 (1990) 179-184.
[3] CASTELLANO CASTILLO, Juan José y SABATER PÉREZ, Ana. El siglo IV a.C. en el Alto Turia: el vertedero y la torre de Los Arenales (La Celadilla, Ademuz-Valencia). SAGVNVM (PLAV), 31:195-204.
[4] Castielfabib. (2014, 29 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:45, septiembre 30, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Castielfabib&oldid=77255331.
[5] Acerca de José Aparicio Pérez: Vid Fundación Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=216892.
[6] Juan Maluquer. (2014, 18 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 09:37, septiembre 29, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Juan_Maluquer&oldid=77044109.
[8] Acerca de Milagros Gil-Mascarell Boscá: Vid http://ojs.uv.es/index.php/saguntum/article/viewFile/2219/1801.
[9] Acerca de Albert Ribera Lacomba: Vid http://www.ua.es/personal/juan.abascal/ribera_lacomba.html.
[10] Acerca de José Vicente Martínez Perona: Vid http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=537681.
[11] Acerca de Francisco Martínez Cabrera: Vid http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1997448#ArticulosRevistas.
[12] <Las fusayolas que se encuentran en necrópolis de incineración, ya sea tumular o de tumbas planas, no constituyen un rito funerario constante y general en el mundo ibérico. En algunas están ausentes o aparecen en número bajo de sepulturas, aun cuando en los hábitats correspondientes se documentan./ Sería arriesgado asignar a la presencia de fusayolas un carácter ritual como son las ofrendas de comida y libaciones, por la irregularidad de su aparición. Los ejemplares hallados tanto se encuentran asociados a conjuntos de ajuares masculinos como a los femeninos. En algunos contextos se ha atribuido un significado profiláctico a su hallazgo en necrópolis, relacionado con las actividades de las mujeres que hilaban, mito arcaico que tiene sus raíces en Oriente>. Vid CASTRO CUREL, Zaida. Fusayolas ibéricas, antecedentes y empleo, Gerona, 1979, p. 136.
[13] APARICIO PÉREZ (1990) 182.
[14] Ibídem.
[15] <Es con las primeras influencias de los Campos de Urnas cuando se rompe la línea continua de enterramiento, pasando a un nuevo rito: la incineración, que tan solo se dará en un período concreto, la primera Edad del Hierro y la época ibérica. El cambio de ritual de la inhumación a la incineración, no debió de ser fortuito, sino un proceso lento, que iría unido a la adopción de nuevos conceptos religiosos que tendrían una difusión más rápida en núcleos de poblamiento más grandes. No sabemos cuándo se produce el cambio de la inhumación a la incineración. Debemos pensar que las primeras incineraciones corresponden a gentes de los Campos de Urnas, que se encontraban esporádicamente, en esta zona>. Vid PERIS GARCÉS, Ana. Acerca de la arqueología de la muerte: La necrópolis ibérica de la Solivella, Alcalá de Xivert (Castellón), “Jornades de Foment de la Investigació”, Universitat Jaume I, Castellón.
[16] APARICIO PÉREZ (1990) 184.
[16] FLETCHER VALLS, Domingo. La necrópolis Ibérica del Corral de Saus (Mogente, Valencia), Diputación Provincial, Valencia, 1977.
[17] ID. La necrópolis de la Solivella (Alcalá de Chivert), Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación Provincial, Serie de trabajos varios Número 32, Valencia, 1965.



“LA CRUZ DE LOS TRES REINOS”, HISTORIA Y MITO EN EL PAISAJE (I).

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A propósito de la declaración de la Muela de los Tres Reinos como 
Paraje Natural Municipal.


“[…] mar de cerros, lomas y alcores;
montes primitivos bajo cielos oceánicos,
cuyo oleaje se percibe en el silbo del viento
brizando las punzantes agujas de los pinos;
antiquísimo y pétreo paisaje, mineral, antediluviano”.




            Escribir sobre La Cruz de los Tres Reinos es decir de un paraje insospechado en las proximidades de Arroyo Cerezo, lugar de Castielfabib sito en el extremo noroccidental de su término. El topónimo dice de “una cruz y tres reinos”, ello podría hacernos creer que allí vamos a encontrar dicho símbolo religioso y algo relacionado con la historia medieval. Se engañará quien así piense, pues, lamentablemente, en la cima del monte sólo hay un vulgar pilón geodésico trifinio de obra y un poste de madera con paletas indicadoras de la altitud y distancia a los lugares próximos.
          No es la primera vez que escribo acerca del lugar. En cierta ocasión dije que la fama del singular mojón se relaciona con la presunta reunión que los reyes castellanos, aragoneses y valencianos o sus representantes tuvieron en el lugar, de forma que, sentándose en torno de una mesa, permanecían, no obstante, cada uno en su reino… La trifinitud del lugar se refiere, por tanto, al punto donde confluyen los términos de las tres jurisdicciones territoriales, mientras que la mesa nos dice de un utensilio (mueble) al que acomodarse para comer, también de reunión y asamblea en la que relacionarse y pactar, símbolos ambos para el entendimiento y la confraternidad.[1]

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Detalle del poste y paletas de madera señalando el lugar trifínio de La Cruz de los Tres Reinos (1.560 m), en las proximidades de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2004.
Junto al mito subyace la crónica histórica, que nos remite a los primeros años del siglo XV, época de interregno tras la muerte sin descendencia legítima del rey don Martín el Humano(1396-1410), para cuya solución se recurrió al Compromiso de Caspe (1412). La elección del nuevo rey para la Corona de Aragón recayó en don Fernando de Antequera, a la sazón regente de Castilla y hombre de inmensa fortuna y posibilidades, quien contaba con el apoyo del Papa Luna, Benedicto XIII de Aviñón (1394-1424), a quien prometió la obediencia de toda la Península, y del predicador Vicente Ferrer, confesor del pontífice. Ambos eclesiásticos pensaron en el de Antequera como el hombre apropiado que podría conjurar el ambiente de guerra civil que se respiraba en la Corona, además de contribuir a resolver el Cisma que padecía la Iglesia de Roma. En todo caso, aunque el conflicto sucesorio tenía forma jurídica, los historiadores parecen coincidir en afirmar que prevaleció el argumento de la utilidad y “se votó más política que jurídicamente”.[2]
DonFernando fue proclamado rey de Aragón en Caspe –esto fue el 28 de junio de1412-, recibiendo la noticia al día siguiente, estando en Cuenca con sus hijos: Alfonso, Juan, Enrique, Sancho y Pedro. Esta fue la razón de que los parlamentos le enviaran sendas diputaciones a dicha ciudad castellana, para felicitarle. A tenor del relato de Bofarull, el encuentro entre el nuevo rey y los enviados parlamentarios pudo tener lugar en el entorno de La Cruz de los Tres Reinos. Dice el cronista:
  • <Sucedió, pues, que al llegar a los confines del reino las tres embajadas (Aragón, Cataluña y Valencia) juntas y viendo que ya el rey se aproximaba con su comitiva, los embajadores aragoneses y valencianos traspasaron la frontera y entrados en el territorio castellano, hincaron la rodilla y besaron la mano del monarca…>[3]

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Talla en madera, representando una escena medieval que alude a los Tres Reinos: "Moya, llave de reinos". "Tres Reinos, Tres Reyes, Tres Provincias" -obra del conquense Pedro Soriano García (Fuentelespino de Moya, 1935)- [Foto cedida por el señor José Benedicto Sacristán de Fuentelespino (Cuenca)].

Propiamente, en cuanto topónimo espacial, La Cruz de los Tres Reinos reúne la simbología adecuada para representar, intelectual y formalmente, el punto de encuentro necesario entre la Historia y la geografía de tres provincias limítrofes –Cuenca, Teruel y Valencia-, a las que tantos acontecimientos unieron en el pasado. Nos une también un hermosísimo paisaje, que cada cuál podrá desentrañar a su manera... Asimismo, “La Cruz de los Tres Reinos” fue el rótulo elegido para el I Simposio Interregional e Interuniversitario, celebrado en Ademuz (Valencia), bajo el sugestivo título Espacio y tiempo en un territorio de frontera –que tuvo lugar los días 25, 26 y 27 de julio de 2008-: colaboraron la Universidad de Valencia, la Universidad de Castilla-La Mancha, el Campus de Cuenca y el Ayuntamiento de Ademuz. Asimismo, en razón de su interés ecológico, paisajístico y sociocultural "La Muela de los Tres Reinos" ha sido declarado por el Consell de la Generalidad Valenciana (2014), Paraje Natural Municipal de la Provincia de Valencia, con una extensión de 567,26 hectáreas, cuya administración, gestión y financiación corresponde al Ayuntamiento de Castielfabib.[4]

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Mapa con detalle de la delimitación del Paraje Natural Municipal de la "Muela de los Tres Reinos", con una extensión de 567,26 hectáreas, sito en el extremo noroccidental del Rincón de Ademuz, término municipal de Castielfabib (Valencia) [Tomado del Decreto del Consell de la Generalidad Valenciana, de fecha 5 de septimbre de 2014, por el que se declara Paraje Natural Municipal el enclave denominado Muela de los Tres Reinos].
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Vista parcial de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la CV-483 (2014).

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Detalle de La Muela y Campo del Royo, con el caserío de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), a la izquierda del cerro (2014).

            En busca de La Cruz de los Tres Reinos.
            Decía que La Cruz de los Tres Reinos se halla en las proximidades de Arroyo Cerezo, aldea de Castielfabib… Para ir a Arroyo Cerezo desde el Rincón de Ademuz, la forma más rápida es coger la carretera de Cuenca a Teruel, esto es la CN-420 en dirección a Cuenca, vía el Hontanar, y desviarse a la derecha a la altura del kilómetro 528: lo mismo que cabe hacer si pretendemos ir a visitar el paraje de La Nava, lugar de interés arqueológico y paisajístico.[5]Pasada La Nava hay que continuar por la vieja carretera nacional hasta arribar a la CV-483, cuyo desvío nace a la derecha de la nacional y que lleva en dirección a Arroyo Cerezo.
            Antes de llegar al Royo -forma coloquial de nombrar a la población, así la designa también el botánico Cavanilles en sus Observaciones (1797)- ya se vislumbra el caserío, ubicado a los pies del impresionante cerro de La Muela, que cierra el horizonte al poniente. Arribados a la aldea veremos que tras las primeras casas nace otra carreterita a la derecha, esto es, en dirección norte, que lleva a Veguillas de las Sierra, Alobras y Tormón, poblaciones que son ya de Teruel.
            Para subir a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo pueden seguirse dos caminos principales: uno yendo por Veguillas de la Sierra y otro por la Fuente del Abrevador. Para ir caminando, el mejor a mi entender es el segundo, en este caso hay que atravesar la aldea y coger el camino de la fuente. Los que no puedan o no deseen hacer la excursión a pie deberán ir por Veguillas, ya que la pista que conduce al cerro puede ser utilizada por un vehículo todoterreno y moto de montaña. Lo cierto, sin embargo, es que ambas vías tienen sus pros y sus contras, como casi todo en la vida. La subida por Veguillas tiene la ventaja, por ejemplo, de permitirnos ver una estupenda perspectiva de la mole de La Muela desde el Campo del Royo. Para seguir este camino hay que tomar la carreterita que parte del Royo en dirección a los mencionados pueblos turolenses -Veguillas, Alobras y Tormón-, que se hallan al norte. A la salida de la aldea dejaremos a la derecha el barranco del Regajo, donde se hallaba el viejo molino harinero. Era aquel un artefacto antiguo que molía con el agua de la rambla, remansada en una balsa y que todavía puede verse por encima de la carretera. Sin embargo, el edificio maquilero desapareció hace unos años, al desprenderse un enorme peñasco que tenía encima… La carreterita, estrecha pero con el firme en buen estado, discurre entre estiradas fincas de cultivo por el Campo del Royo, una extensa planicie en suave pendiente hacia levante que se despliega a los pies del cerro de La Muela. Hay fincas en barbecho, otras con rastrojos recientes, las menos abandonadas. Por el contrario de lo que sucede en el regadío estas tierras todavía se laboran: un hombre con el tractor y la cosechadora atiende grandes extensiones en poco tiempo. Antaño, labrar, sembrar y segar era labor de muchos brazos y gran esfuerzo…

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Vista general de La Muela y Campo del Royo, desde la carretera de acceso a Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia): La Cruz de los Tres Reinos se halla en la parte porterior u occidental del cerro (2014).

            Al poco de dejar la aldea veremos una señal en la margen derecha de la carretera, indicándonos un paraje digno de verse, se trata del Mirador del Barranco del Recuenco. Entre la carretera y el barranco propiamente dicho hay una planicie de tierra y hierba, sembrada de grandes losas calcáreas, cual una  calzada ciclópea o gran placeta empedrada. Al borde del cantil hay una estructura metálica con un cartel que, basándose en un texto y unos sencillos dibujos, explica los fenómenos físicos que han dado tan curiosa forma al barranco. Cuando estuve visitando el lugar el panel se hallaba caído; intenté levantarlo, pero pesaba demasiado. Resulta penoso ver la inversión que se ha realizado ilustrando tantos y cuantos lugares de la comarca, sin que nadie se ocupe después de su mantenimiento. En este caso la estructura metálica debía estar sujeta al suelo con cuatro grandes tornillos, pero sólo pusieron dos, razón por la que se ha caído.
            El Mirador del Barranco del Recuenco permite observar un amplio panorama con una hendedura en forma de V, cuyo horizonte lo cierra al levante el picudo cerro de La Morrita, que preside la vega de La Nava: en su cima se halla el castro o despoblado ibero que ya conocemos por la visita a este paraje. El panel se halla al borde de los cantiles que asoman a la depresión, ilustrando sobre la Arquitectura del Paisaje:
  • <Barranco del Recuenco: Los barrancos del Recuenco y del Regajo que descienden hacia el río Ebrón desde el altiplano del Campo del Royo, a más de 1.300 m de altitud, lo hacen de forma abrupta, aproximadamente 400 metros de desnivel en casi 8 kilómetros, creando unos espectaculares valles en forma de V, producto de la erosión lineal de las aguas superficiales sobre el sustrato calizo y margoso./ El perfil de estos barrancos y la regularización de sus laderas contrasta radicalmente con el paisaje de hoces y cortados que esculpe aguas abajo el río Ebrón y algunos de sus afluentes, cuando se encajan en los potentes bancos subyacentes de roca caliza. En este caso, la horizontalidad de los estratos y la sucesiva alternancia de niveles finos de margas y calizas ha evitado que se produjeran por efecto del agua procesos erosivos de escarpado y acarcavamiento lateral, resultando unas laderas muy regulares>.

            Nos hallamos al borde de los cantiles, que forman una amplia y potente cornisa sobre la rambla. Se nombra también aquí el barranco del Regajo, se refiere al que hemos dejado a la salida de la aldea, donde se hallaba el viejo molino maquilero… En la zona abundan los arbustos juníperos, enebros y sabinas que crecen por todas partes, sobre las cimas de los cerros que conforman el barranco, colonizando las laderas y sobre la misma placeta del barranco. Sigue explicando el cartel:
  • <De este modo, las escasas manifestaciones de erosión producidas por la acción de las lluvias se centran principalmente en arroyadas laminares en las márgenes del barranco y en la incidencia que ejercen sobre el fondo y orillas del lecho fluvial los caudales que corren y descienden por el cauce del barranco en las épocas húmedas./ Pero no es ésta la única interpretación geomorfológica del paisaje que podemos ofrecer desde este mirador, sino que también hay que subrayar, por ejemplo, el retroceso que está sufriendo el borde o escarpe de los circos de cabecera de estos barrancos, como en el que estamos ahora, donde es frecuente que se produzcan caídas y desprendimientos de bloques y tormos por zapamiento o socavamiento de la base, como en la cascada del Regajo, y fenómenos ligados a la karstificación (disolución de la roca por acción del agua) y gelifracción (acción del hielo-deshielo), entre otros>.

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Detalle de la placa correspondiente al pilón de la Red Geodésica -Cartografía- de la Generalidad Valenciana sita en el barranco del Recuenco en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.

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Vista del barranco del Recuenco en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde el circo de cabecera, con detalle de las vertientes, pedrizas y canchales, con detalle del cerro de La Morrita al fondo (2014).
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Detalle del circo de cabecera del barranco del Recuenco en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), ilustrando los fenómenos de karstificación y gelifracción que le afectan (2014).
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Detale de la carreterita que desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia),  lleva a Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón (Teruel), 2014.

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Detalle de la carreterita que desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) lleva a Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón (Teruel), en el límite de provincia y Comunidad Autónoma (2014).

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Detalle de sabina (Juniperus thurifera) junto a la carretera, con Veguillas de la Sierra (Teruel) al fondo, en el límite de provincia y Comunidad Autónoma (2014).
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Detalle de cartel indicando la dirección de La Cruz de los Tres Reinos, vía El Saz, al comienzo de la pista que sale de la carreterita que desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), lleva a Veguillas de la Sierra (Teruel), 2014)
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Vista del Campo del Royo en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde el camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos por el camino de Veguillas de la Sierra (Teruel), con las laderas orientales del cerro de La Muela del Royo a la derecha (2014).

            Los fenómenos geomorfológicos descritos son muy frecuentes en la zona, los vemos en las cornisas de muchas de estas montañas, como sucede en los resaltes del cerro de La Muela del Royo, cuya imagen se nos muestra en toda su magnificencia desde el Mirador del Barranco del Recuento, mirando hacia poniente. En la placeta que forma la cabecera del barranco hay un pilón correspondiente a la Red Geodésica de la Generalidad Valenciana. Si continuamos carretera adelante llegaremos de inmediato al límite de provincia y de Comunidad Autónoma, se trata del término municipal de Veguillas de la Sierra, cuya linde la indica una gruesa hita piramidal y un gran cartel de carretera. Frente al cartel veremos a la izquierda de la carretera una formidable sabina, con el interior ennegrecido, probable efecto de un rayo que le cayó, abriéndola de arriba abajo y chamuscándola. Poco más adelante nace una pista a la misma margen de la sabina, con un cartel indicando La Cruz de los Tres Reinos y la partida del Saz, ésta en término de Veguillas. El caserío de Veguillas de la Sierra queda un poco más adelante, al noreste. La pista que lleva a La Cruz de los Tres Reinos es amplia y bien trazada; durante el trayecto pueden verse multitud de seculares sabinas ante las que no cabe más que descubrirse, pues son árboles centenarios que llevan aquí muchos años antes que nosotros, y aquí se quedarán cuando nuestra generación se haya desvanecido. Conforme ascendemos el paisaje amplía su horizonte de forma rápida y espectacular, pero a nuestras espaldas, que es el levante. No resulta éste un itinerario de mi gusto, ya que la última vez que estuve fui con una moto de montaña y me encontré con grandes barrizales en la vertiente occidental del cerro, de los que salí con dificultad… De ahí que aconseje ir por la ruta que atraviesa Arroyo Cerezo, vía la Fuente del Abrevador, y caminando.

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Centenaria sabina (Juniperus thurifera) en el trayecto que lleva a La Cruz de los Tres Reinos por el camino de Veguillas de la Sierra (Teruel), 2014.

            Subida a La Cruz de los Tres Reinos, vía la Fuente del Abrevador.
            Nos encontrábamos a la entrada de Arroyo Cerezo, en la bifurcación que lleva a Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón... En vez de seguir esta vía continuaremos por la aldea, atravesaremos el barrio de Abajo en dirección al de Arriba, donde se halla la iglesia. Entre ambos sectores hay un espacio despoblado, aunque no absolutamente, pues a la derecha, sobre un somero montículo han construido recientemente un edificio común, junto a un singular caballo de madera de nombre “Ciresio”, obra de Phil Bows, ganadora de la I Bienal Internacional de Esculturas al Aire Libre, que bien merece una mirada. Poco más adelante, a la izquierda, queda el cementerio local, “huerto de la muerte” del que dijimos al estudiar la iconografía funeraria en el santo lugar.[6]La iglesia parroquial de San Joaquín y Santa Bárbara se halla en el barrio de Arriba, frente a una placeta cementada que se abre a la derecha de la carreterita.[7]
            Sobrepasado este núcleo de viviendas veremos que la carreterita continúa en dirección a otro grupo de casas que hay un poco más arriba, a la izquierda: ello podría hacernos pensar que el barrio de Arriba posee un anexo, por lo que podría hablarse de tres barrios: el de Abajo, el del Medio y el de Arriba. Aunque tampoco hay unanimidad entre los lugareños, ya que mientras unos dicen del barrio de Arriba para referirse al de la Iglesia, otros se refieren al de Arriba del todo. Pues allí se designan por los nombres o apodos y cada cual sabe donde vive cada uno... En lo que fácilmente nos pondremos de acuerdo es en que nos hallamos en un lugar muy particular, pues aquí se conjugan tres aspectos de interés en medio de un paisaje esplendente: la altitud (1.340 m), la arquitectura de las viviendas (de una sola planta, basadas en lajas de piedra, con porche en la fachada meridional) y la polinuclearidad del caserío.[8]La belleza del lugar queda parcialmente ensombrecida, no obstante, por el cableado eléctrico y los postes que sujetan los hilos, problema estético que afecta a todos los pueblos de la comarca. Asimismo que por el enlucido y jalbegado de las fachadas de algunas casas, que han ocultado la piedra originaria. Resulta evidente que no se ponen en práctica las normas urbanísticas que debieran haber al respecto, pues las construciones del Royo -viviendas, corrales y demás fábricas- poseen peculiaridades arquitectónicas y constructivas que las hacen únicas en la comarca, y que cabría proteger.

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Detalle de figuras (caras humanas, máscaras) incrustadas en el muro de una casa de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), correspondientes a la I Bienal de Escultura al Aire Libre 2001 (2004).
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Detalle de muro exterior de un corral en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), muestra de arquitectura tradicional en la zona (2004).
 
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Detalle de fuente con pilón (1977), junto al camino que conduce de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a La Cruz de los Tres Reinos (2014).
            Entre el grupo de casas del barrio de la Iglesia y el de Arriba del todo, junto a una fuente con pilón (1977), nace un camino de tierra que lleva a La Cruz de los Tres Reinos, vía la Fuente del Abrevador: un poste con paletas de dirección señala un sendero y los tiempos de su recorrido: a la del Abrevador (20 minutos) y a La Cruz de los Tres Reinos (2 horas y 30 minutos). Dejamos el vehículo en un lado y echamos camino adelante: cabe ir bien pertrechados, calzado de montaña, protección contra el sol y un bastón, sin olvidar el agua. Nada más comenzar el trayecto nos encontramos con un gran barrizal que nos obliga a desviarnos, pasando por el bancal que hay en la parte alta. De nuevo en el camino hallaremos enseguida un formidable árbol del género quercus a la derecha, que bien merece un comentario de admiración. Llama la atención que junto a las bellotas el árbol posee unas curiosas pelotitas con un orificio, se trata de las conocidas agallas, que no son más que la respuesta de las hojas a la inoculación de algún parásito, bacteria, hongo, insecto. La vía es cómoda muy agradable de transitar. Nuestra excursión tuvo lugar en otoño, a la sombra de los enormes chopos lombardos (Populus nigra) que crecen junto a las riberas del riachuelo. El camino discurre por la margen derecha del regato, en un punto ambos se cruzan, pasando el sendero a la margen izquierda. Las laderas meridionales del cerro de La Muela se hallan abancaladas, aunque de los antiguos cultivos sólo quedan los muros de piedra. El sonido del agua al correr produce un agradable sonido, alegre y tranquilizador, que nos acompañará un buen trecho. Son de reseñar también algunas enormes nogueras (Juglans regiaL) que crecen en las fincas de labor, árboles que no hubieran dejado de llamar la atención de Cavanilles, cual aquellos monstruosos que viera en Castielfabib. La sombra de la noguera ha tenido siempre mala fama entre la gente del campo, hasta el punto de evadirla, pues es sabido que quién a su vera reposa no podrá impedir un enfriamiento –lo que solía producirse cuando los segadores buscaban su protección, estando acalorados-: La sombra del nogal es a todo animal muy pesada y dañosa, principalmente si a ella se duerme... –dice el doctor Laguna comentando a Dioscórides-. Aunque posee también muchas virtudes, ya que sus hojas y frutos, aún los tiernos, son astringentes (restriñen el vientre), el aceite de nueces es vermífugo (expulsa los parásitos del intestino) y las hojas hipoglucemiantes (disminuyen el azúcar de la sangre).[9]

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Vista del camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con detelle de un munumental ejemplar de quercus junto al camino (2014).
 
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Detalle del tronco de un árbol del género quercus sito junto al camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.


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Detalle del tronco de un árbol del género quercus sito junto al camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.

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Detalle de chopos (Populus nigra) junto al camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.

            Lo cierto es que mientras caminamos observamos variedad de plantas y arbustos, entre los que destacan algunos muy conocidos: endrinos, espinos albares zarzamoras, guillomos, rosales silvestres, serbales... -muchos de ellos comestibles-. Cuescos del espino albar –me refiero al majuelo, la pometa de pastor de la sinonimia catalana- se han encontrado en las habitaciones lacustres prehistóricas, lo que significa que nuestros ancestros ya lo comían. ¡Y qué decir de las moras, endrinas y guillomos! Los frutos del rosal silvestre –me refiero a los escaramujos, popularmente conocidos como “tapaculos”, no son comestibles-: podría pensarse que esta singular forma de denominar al frutillo proviene de parecer un supositorio, pero más bien se debe a las propiedades astringentes del tanino que posee, pues de antiguo se han usado como antidiarreicos. En un punto del camino hallamos un gran serbal doméstico (Sorbus domestica), árbol de la familia de las rosáceas, popularmente conocido en la zona como azarollo. El azarollo produce unos frutos pomáceos semejantes a peritas pequeñas, que sólo pueden comerse cuando están muy maduros. Vemos muchas de estas frutitas sobre el camino, por efecto de la fermentación de su pulpa, al pisarlas producen un aroma dulzón avinagrado –no en vano se obtenía de ellos vinagre y licores-. Entre los niños de mi generación se empleaba un dicho: Eres más borde que las azarollas... –para referirse al carácter áspero o poco amigable de alguien-. Intuyo que los chicos actuales han dejado de emplear esta expresión, porque desconocen el fruto y sus características, ya que aunque viven en el pueblo han dejado de ser rurales. En cualquier caso no resulta fácil definir lo que realmente significa “ser una persona borde”; para saberlo con certeza hay que probar una azarolla verde...

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Detalle de azarollo o serbal común (Sorbus domestica) junto al camino que sube a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.
 
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Detalle de ejemplar de noguera (Juglans regia) en un finca de la ladera meridional del cerro de La Muela del Royo, junto al camino que sube de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a La Cruz de los Tres Reinos (2014).

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Detalle del camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos desde Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), vía la Fuente del Abrevador, con monumentales ejemplares de noguera (Juglans regia) en las márgenes (2014).

            Conforme nos acercamos a la Fuente del Abrevador el camino se empina, quedando la barranca a la izquierda. El centro del camino aparece surcado por una honda arroyada. De trecho en trecho encontramos trozos de tubería semienterrada, corresponde a la antigua canalización del agua potable que abastecía la aldea. Curiosamente, la luz del tubo aparece casi obstruida, efecto de los depósitos calcáreos que dejó el agua. Finalmente llegamos a la Fuente del Abrevador, espacio semicircular a modo de anfiteatro bordeado por una potente cornisa calcárea en la parte alta, en cuyo graderío y foro pueden verse espacios para el ganado: corrales con descubierto y parideras, restos de la antigua actividad ganadera que hubo en la zona. 

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Detalle del paraje conocido como Fuente del Abrevador, en el camino que lleva de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a La Cruz de los Tres Reinos (2014).
 
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Detalle de antiguos corrales y descubiertos  en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2004).



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Detalle de antiguos resguardos para el ganado en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2004).

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Detalle de antiguos corrales y descubiertos en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2004).

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Detalle de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2004).


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Detalle de antiguos corrales y descubiertos en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2004).
 
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Detalle de ortigas (Urtica urens y/o dioica), que crecen junto a los antiguos corrales y descubiertos de la Fuente del Abrevador, en el camino de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a La Cruz de los Tres Reinos (2014).

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Detalle del Corral del Abrevador, labrado en la roca tobácea del monte en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), resto de la antigua actividad ganadera que hubo en la zona (2014).
            Junto a uno de los corrales de la parte baja observamos una tupida pradera de ortigas (Urtica dioica y/o urens), plantas urticantes a evitar, ya que producen un intenso picor con sólo rozarlas, aunque poseen diversas propiedades medicinales y culinarias. Hacia la parte alta de la vertiente un poste con paleta nos indica el Corral del Abrevador, curioso recinto labrado en la toba calcárea, antaño usado como aprisco. Poco más arriba se halla la captación de agua potable que sirve a la aldea, cuyo manantial nace de la misma roca,  protegido por una gran jaula metálica. La parte media y superior de la ladera aparece con la tierra removida, hasta haber hecho desaparecer el camino. Pensamos puede ser por causa de los animales del monte, probablemente jabalís, que escarban buscando raíces y tubérculos que comer. Esta parte es la más dificultosa que vamos a encontrar en el trayecto, y ello como consecuencia de la costanilla y de la tierra removida, que hacen el camino impracticable. Los corrales de la zona son recintos basados en muros de piedra en seco: una parte se halla cubierta de teja y la otra abierta, a modo de descubierto. Podría decirse de ellos que son restos cuasi arqueológicos, razón por la que hay que evitar reconstruirlos o arreglarlos con otros materiales que no sean los propios. En cualquier caso no debe mezclarse la piedra con el ladrillo, y menos con el bloque de cemento, pues el efecto en el monte resulta antiestético, hiriente, por no decir desagradable. Hace algunos años, uno de estos corrales fue cubierto con grandes chapas metálicas, que en la actualidad aparecen sueltas, desparramadas por la ladera. Más que desagradable a la vista y contrapuesto al gusto, esto es de juzgado de guardia… ¡Las autoridades municipales y los responsables del monte debieran dejarse de zarandajas y evitar estos flagrantes atentados contra el Medio Ambiente! Resulta extraño, paradójico y llamativo que los forestales llamen la atención de los vecinos cuando les ven cortar una caña de la ribera, en tanto permiten el uso de chapas metálicas en los antiguos corrales, descubiertos y parideras del monte, y su posterior abandono... Si no es responsabilidad de los forestales, ¿de quién es entonces, a qué entidad corresponde la vigilancia y el cuidado efectivo del monte? Tras la reciente declaración de la zona como Paraje Natural Municipal -el 5 de septiembre de 2014-, hemos de pensar que el ente subsidiario es el Ayuntamiento de Castielfabib (Valencia).


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.



[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La Cruz de los Tres Reinos, lugar de encuentro y mito necesario, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 159-160.
[2]LLORENS Y RAGA, P L., El códice del Compromiso de Caspe. Diario del proceso, según el manuscrito existente en el archivo de la Catedral de Segorbe, Publicaciones de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segorbe, Castellón, 1984.
[3]ÁLVAREZ VILLAMIL, I. Cataluña en el mensaje de la piedra: a través de la obra pictórica de Rafael Moreno/ Introducción de Guillermo Díaz Plaja, Madrid, 1979.Citado por Ricardo FOMBUENA VIDAL en Una gota por el Turia. El poema del río: Albarracín, Teruel y el Rincón de Ademuz, Teruel, 2002, pp. 13-16.
[4] DECRETO 146/2014, de 5 de septiembre, del Consell, por el que se declara Paraje Natural Municipal el enclave denominado Muela de los Tres Reinos, en el término municipal de Castielfabib, en: http://noticias.juridicas.com/base_datos/CCAA/536038-d-146-2014-de-5-sep-ca-valenciana-se-declara-paraje-natural-municipal-el.html.
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La Nava de Castielfabib (Valencia), lugar de interés arqueológico y paisajístico, en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/10/la-nava-de-castielfabib-valencia-lugar.html, del miércoles 1 de octubre de 2014.
[6] ID. Iconografía funeraria en el cementerio de Arroyo Cerezo, aldea de Castielfabib (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/05/iconografia-funeraia-en-el-cementerio.html, del jueves 16 de marzo de 2013.
[7] ID. La iglesia de San Joaquín y Santa Bárbara en Arroyo Cerezo, aldea de Castiefalbib (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/05/la-iglesia-de-san-joaquin-y-santa.html, del domingo 12 de mayo de 2013.
[8] RODRIGO ALFONSO, Carles. El Rincón de Ademuz. Análisis geográfico comarcal, Valencia, 1998, p. 93.
[9]FONT QUER, Pío. Plantas Medicinales. El Dioscórides renovado, Editorial Labor, S.A., Barcelona, 1993, tomo I, pp. 111-113.

“LA CRUZ DE LOS TRES REINOS”, HISTORIA Y MITO EN EL PAISAJE (y II).

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A propósito de la declaración de la Muela de los Tres Reinos como 
Paraje Natural Municipal.




<<-------Viene de: I.
            Superado el último tramo de la ladera, respiramos aliviados... En la parte superior de la cornisa de cabecera vemos una praderita de flores que me parecieron del género crocus, similares a lasdel azafrán (Crocus sativus); florecillas semejantes las encontraremos por distintas parte del sendero, emergiendo de la misma tierra. Antes de proseguir conviene detenerse un momento sobre el cornisamiento de la vaguada, para admirar el magnífico paisaje que se ofrece a nuestra contemplación: el vallejo y barranco por donde discurre la rambla, evidente por la hilera de chopos ya tocados por el otoño que la señalan, las laderas meridionales del cerro de La Muela del Royo y el caserío aldeano al fondo, éste en posición suroriental. El lugar donde nos encontramos responde a la misma interpretación geomorfológica que el barranco del Regajo y el del Recuenco, ya que les afectan idénticos fenómenos de karstificación (disolución de la roca por el agua) y gelivación (acción del hielo y deshielo sobre la roca). Por efecto del socavamiento de su base, grandes bloques de roca del borde del escarpe (tormos) se han desprendido sobre el barranco, produciendo un efecto singular.

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Detalle de flores similares a las del azafrán (Crocus sativus) en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos (2014).

            El camino continúa bajo el saliente del cerro, para internarse en el bosque, ya convertido sendero. Caminamos entre pinos (Pinus nigra y sylvestris), enebros (Juniperuscommunis), sabinas (J. thurifera) y variedad de quercus, quejigos y encinas. La dirección nos la marcan las franjas paralelas blancas y amarillas que hallamos pintadas sobre rocas, sobre los troncos de los árboles y en las mismas losas que jalonan el piso. De trecho en trecho vemos pequeños amontonamientos de piedras delimitando el paso, cual hitas y señales de dirección. El bosque parece cerrarse por momentos, mas enseguida se abre en grandes espacios abiertos de suelo desnudo. El silencio se ve interrumpido por la suave brisa sobre los árboles, por el vuelo rápido de alguna ave asustada a nuestro paso... Con la excepción de alguna avecilla y varias lagartijas, no vimos animales por la zona, quizá porque se esconden ante la presencia humana o por sus hábitos nocturnos; no obstante, evidenciamos rastro de su existencia en la tierra removida de la zona del Abrevador, huellas de pisadas, excrementos, ramaje tronchado y mordisqueado por la fauna cinegética, etc. En todo caso, se han catalogado varias especies vulnerables: alondra ricotí, sapillo pintojo meridional, y otras protegidas: rana común, sapo común, lagarto ocelado, culebra bastarda, alondra común, arrendajo, triguero, garduña, tejón, musgaño de Cabrera. En cierto punto el sendero da sobre un camino ancho, continuaremos por éste, yendo por la izquierda. Poco más adelante dejaremos el camino y retomaremos el sendero, tirando ahora por la derecha: las franjas blancas y amarillas que venimos siguiendo así nos lo indican. Con todo, el sendero no está perfectamente señalizado, bien podría invertirse algún dinero en regenerarlo, renovando las señales borradas por la intemperie y el paso del tiempo, y mejorando el piso.

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Detalle de los roquedos que coronan el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), camino de La Cruz de los Tres Reinos, con el caserío al fondo (2014).
 
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Detalle de los roquedos de cabecera en el paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), a cuyos pies discurre el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos (2014).


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Detalle del abrupto paisaje, superada la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), por donde discurre el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos (2014).
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Detalle del comienzo del sendero que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), superada la Fuente del Abrevador (2014).

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Detalle del sendero que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), superada la Fuente del Abrevador (2014).

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Detalle del sendero que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), superada la Fuente del Abrevador (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde el camino que lleva hasta La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).

            Pasamos junto al enorme ejemplar de pino laricio (Pinus nigra) y después frente a dos gemelos de la misma especie, para dar sobre una penillanura en declive norte-sur. Don Miguel de Unamuno vería aquí el cráneo desnudo de la tierra; porciones, franjas resecas de su calavera que en estas altitudes emergen descarnadas... Con menos imaginación, nosotros sólo distinguimos prosaicas rocas calizas redondeadas entre la vegetación o la tierra descubierta. El sendero prácticamente desaparece bajo nuestros pies, por lo que seguimos las señales en forma de palos o pequeños postes que de trecho en trecho nos indican el curso a seguir. Caminamos en dirección norte, por un canchal en suave pendiente… Junto a los pinos y enebros crecen los rosales silvestres plagados de escaramujos y variedad de plantas rastreras formando pequeñas manchas verdosas sobre el suelo. Abundan también los rabos de gato (Sideritis tragoriganum), variedad usada en medicina humana y veterinaria tradicional contra las heridas y mordeduras, y otras de pequeño tamaño que crecen al abrigo de las lajas erizadas que cubren la zona. Poco más arriba, en un calvero veremos un espacio de varios metros cuadrados, protegido por una tela metálica sujeta por postes de madera, se trata de una Microrreserva de Flora de la Generalidad Valenciana. Pero por la zona hay otras muchas plantas de interés: boca de dragón (Antirrhinum senpervirens), saxifraga (Saxifraga carpetana), variedad de tomillo (Thymus borgiae), ontina plateada (Artemisa lanata), etc. El terreno es yermo, pedregoso, escasamente productivo... Sobrepasado el espacio vallado arribaremos a la otra vertiente del cerro, desde donde ya puede verse la gran fosa tectónica de Calatayud-Teruel-Mira en el segmento que corresponde a esta zona –a nuestros pies se halla el caserío de Veguillas de la Sierra (Teruel), sito al fondo de la planicie que forma la vertiente septentrional del cerro de La Muela-: cabe recordar que nos hallamos en las ramificaciones meridionales del gran Sistema Ibérico.

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Detalle de plantas rastreras en el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).


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Detalle de canchales en el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).

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Detalle de canchales en el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).

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Detalle de plantas rastreras y matas de rabo de gato (Sideritis tragoriganum) en el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre (2014).

            El camino hasta la cumbre continúa por la izquierda: pasamos junto a un apostadero de cazadores, teniendo ya a la vista el pilón geodésico del Instituto Geográfico Nacional y el poste con las paletas de señalización que coronan la cima: nos hallamos en La Cruz de los Tres Reinos, en el extremo noroccidental del Rincón de Ademuz, a 1.560 m de altitud. Una placa metálica en la cara anterior del citado pilón nos advierte que se trata de un "vértice geodésico", esto es, un punto que sirve para localizar una posición geográfica exacta mediante el sitema de triangulación: hay tres categorías de vértices, llamados grados, según la longitud de sus lados. Me llama la atención que en la placa ponga "La destrucción de esta señal está penada por la ley". Razón por la que me pregunto, ¿acaso habrá alguien que se atreva a destrozar o dañar estas señales? Debe ser que sí, ya que se advierte. Ello me recuerda unos cartelitos que había en los tranvías de mi infancia en Barcelona, donde se indicaba: "Prohibido blasfemar y decir palabras soeces", y "Prohibido escupir por la ventañilla", porque había quien blafemaba, decía palabras malsonantes o escupía. Parece que el comportamiento incívico o antisocial está en la naturaleza humana -al menos hasta alcanzar cierto grado de educación-: hasta ese momento hay personas que sólo responden al palo o la amenza de sanción. Propiamente, el visitante puede llevarse una decepción, ya que como mínimo espera encontrar una hermosa cruz de término en el lugar. En Geografía General del Reino de Valencia (1924), el historiador y político valenciano, José Martínez Aloy (1855-1924), anota:
  • <Un desengaño nos aguarda en este apartado lugar, que es el fin de la segunda jornada, aquí estuvo según Cabanilles, la cruz de los Tres Reinos, que dio nombre, aún vigente a la montaña y su abrupta partida, pero hoy ha desaparecido el monumento terminal, y algunas piedras toscas, de cualquier manera amontonadas, constituyen la única indicación visible del trifinio. Un pequeño cuadrilátero, señalado con tinta negra, atestigua el paso de los ingenieros por aquel apartado lugar, que solo, y de tarde en tarde, visitan los pastores y algún ferviente secuaz de Diana. Cuentan aquellos, con la mayor buena fe del mundo, que allí, sentados a una sola mesa, comían antaño los tres monarcas sin salir de sus respectivos territorios>[1]
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Pilón -Punto Geodesico del Instituto Geográfico Nacional- que corona la cima de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.
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Detalle de la placa del Vértice Geodésico del Instituto Geográfico Nacional de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), en la que se advierte: "La destrucción de esta señal está penada por la ley" (2014).

            A la hora de definir los límites del Rincón de Ademuz, Antonio J. Cavanilles(1745-1804) nombra a la aldea del Royo, escribiendo:
  • <El reyno de Aragón desde este segundo punto hasta la rambla de Riodeva forma los límites orientales del Rincón (de Ademuz); continúalos aquella hasta que entra en el Turia; empieza de nuevo á hacerlos Aragón desde la derecha del Turia, y formando allí un arco sigue de oriente á poniente por la parte septentrional del Rincón de Ademuz hasta llegar casi á la altura del Rayo (sic). No léjos de esta aldea (Arroyo Cerezo) está el tercer punto y mojón divisorio de los tres reynos, tocándose allí Valencia, Aragón y Castilla>[2]

            Propiamente, no he encontrado referencias a “la cruz de los Tres Reinos” en las Observacionesde Cavanilles (Madrid, 1797); pienso por ello que la cita de Martínez Aloy aludiendo a la cruz que cita el botánico debe hallarse en otro texto. Llegados a este punto merece la pena disfrutar del pintoresco paisaje que se ofrece a nuestra contemplación, examinando con detenimiento el panorama en el sentido de los cuatro puntos cardinales. Hacia el norte, noroeste se distingue el inconfundible contorno de naveta invertida del cerro Jabalón (1.692 m), la altura más prominente de esta parte, que en nuestra perspectiva todavía conserva su peculiar forma. Hacia el sur, la sucesión de montes poblados de densos pinares, con la serranía de Santerón y su pico el Talayón (1.602 m) cerrando el horizonte. Hacia el levante, se observa la sucesión de montes, cerros y lomas en declive hasta la depresión del Turia y las vertientes occidentales de la sierra de Javalambre, con el pico Javalambre (2.020 m) en posición nororiental y el Alto de las Barracas (1.836 m), en situación sureste. La perspectiva oriental resulta ser la más amplia y despejada, con el caserío de Veguillas de la Sierra en la planicie. Hacia poniente, el horizonte se aleja en una sucesión ininterrumpida de montículos densamente arbolados, conformando la serranía de Cuenca, entre la sierra de Albarracín (noroeste) y Cañete (suroeste). El quebrado paisaje cambia, no obstante, a cada momento, según la evolución de las nubes y la posición solar, cuyos rayos iluminan y sombrean sucesivamente cerros, laderas y vaguadas, en amena sinfonía de formas y colores. No se cansa uno de mirar y mirar, intentando adivinar la posición de las poblaciones conocidas en la inmensidad del panorama, mar de cerros, lomas y alcores; montes primitivos bajo cielos oceánicos, cuyo oleaje se percibe en el silbo del viento brizando las punzantes agujas de los pinos; antiquísimo y pétreo paisaje, mineral, antediluviano.

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Detalle del paisaje que se observa desde el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre, con el caserío de Veguillas de la Sierra (Teruel), al fondo (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), cerca ya de la cumbre, con el caserío de Veguillas de la Sierra (Teruel), al fondo (2014).
 
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Detalle del poste y paletas de dirección y altitud en la cima de La Cruz de los Tres Reinos (1.560 m) en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación noroeste (2014).

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Detalle de apostadero de cazadores en las proximidades de la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con el pico Jabalón (1.692 m) al fondo (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde las proximidades de la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación noreste (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación levante (2014).
Detalle del paisaje que se observa desde la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación noroeste (2014).

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Detalle del paisaje que se observa desde la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación noroeste (2014).
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Detalle del paisaje que se observa desde la cumbre de La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), orientación poniente (2014).


            El camino de regreso, vía La Muela del Royo.
          El camino de regreso a Arroyo Cerezo bien puede ser el mismo que hemos utilizado en la sabida, pero en dirección inversa… Existen, sin embargo, caminos alternativos. Uno de ellos podría ser buscando la pista de Veguillas de la Sierra, vía El Saz, del que dijimos. Sin embargo, si hemos partido del Royo, éste no es el más aconsejable, pues luego deberíamos volver a Arroyo Cerezo por la carretera, vía el barranco del Recuenco. Todo dependerá de las ganas de caminar que tenga cada uno, y del medio utilizado. Por ello aconsejo seguir el trayecto por la cornisa de La Muela, circundándola de norte a sur, hasta arribar a la Fuente del Abrevador, lugar por donde hemos pasado en la subida. Y desde la fuente, bajar por la rambla hasta el Royo…
           Para nuestro propósito, buscaremos el camino de Veguillas, cuyo trazado veremos al pie del cerro de La Cruz de los Tres Reinos, el cual se interna en la pinada en dirección oriental. No hay más que seguir el camino y cuando éste comienza a descender por la ladera septentrional de La Muela, dejarlo y continuar monte a través, hasta llegar al escarpe de la cornisa. Conforme nos acercamos al borde veremos ampliarse nuestro horizonte hasta donde la vista se pierde, quedando a nuestros pies un sotillo de chopos maderables, la cuadrícula de las fincas de labor del Campo del Royo y la ininterrumpida sucesión de montes, cerros y collados, que descienden escalonadamente hasta el valle del Turia, para volver a subir por las laderas occidentales de Javalambre, hasta cerrar el horizonte al levante.

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Vista del Campo del Royo desde la cima de La Muela del Royo en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con detalle de los campos de cultivo, dirección nororiental (2004).

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Vista del Campo del Royo desde la cima de La Muela del Royo en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con detalle de los campos de cultivo, dirección levante (2004).
 
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Vista del Campo del Royo desde la cima de La Muela del Royo en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con detalle de los campos de cultivo, dirección suroriental (2004).
            La cima de La Muela del Royo constituye una planicie irregular, similar a la que vimos en el barranco del Recuenco y el Mirador de la Fuente del Abrevador, hasta el punto de poder aplicar a su paisaje la misma interpretación geomorfológica, basada en fenómenos karsticos, gelivación y desprendimiento de los bloques pétreos por socavamiento de su base. Sobre el cantil hay grandes bloques de piedra a punto de desprenderse: pueden tardar días, años, siglos en caer, tienen todo el tiempo para hacerlo, pero caerán… Otros ya se han desprendido, quedando en posiciones inverosímiles. Las raíces de las añosas encinas y sabinas que crecen por la cornisa colaboran en el desprendimiento, introduciendo sus rugosas raíces entre las grietas de las rocas, cual si de una gelifracción vegetal se tratara. En cierta ocasión estuve en la vertiente septentrional del cerro de La Muela, subiendo por la zona de El Saz. La cornisa del cerro ha sufrido los mismos fenómenos físico-químicos descritos, hasta el punto de formar una cantera natural: ello fue aprovechado por los de Veguillas para construir su iglesia parroquial Santísima Trinidad–erigida en el primer cuarto de siglo XVIII-: La piedra la labraban al pie de la cantera, todavía quedan allí bloques a medio tallar; después la transportaban hasta el pueblo mediante una variedad de aparvadera que aquí llaman barrastra


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Vista de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la cima del cerro de La Muela del Royo, dirección suroriental (2004).

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Vista de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la cima del cerro de La Muela del Royo, dirección suroriental (2004).
            Desde el alto de La Muela del Royo es paisaje resulta espectacular, admirable, glorioso..., en la medida que los parajes terrenales pueden serlo. No basta un adjetivo para calificarlo, se necesitan varios para aproximarse siquiera a lo que pueda ser, a las emociones que pueda suscitar, a la sutil belleza de su armónico colorido, en el que dominan las manchas térreas de los labrantíos sobre el fondo verdioscuro de los cerros más lejanos, bajo el azul pálido de la bóveda celeste. Se dice que "somos lo que comemos, lo que leemos y lo que pensamos"; por el mismo argumento deberíamos ser también lo que vemos y lo que sentimos. No debe extrañarnos, pues, que la gente del campo posea una mentalidad y una visión del mundo distinta de los moradores de las ciudades, en las que predomina un permanente murmullo sordo, cuando no el ruido declarado, las luces multicolores intermitentes, el cemento y el asfalto. Pero no son sólo esas las diferencias entre la ruralidad y la civilidad, está también la diferente valoración del tiempo y el espacio, las relaciones personales y vecinales, y de las personas con el entorno, etc. Las imágenes que conservo del Campo del Royo corresponden al verano de hace unos años, con los campos recién segados, dibujando rectángulos tendidos sobre la línea brumosa del horizonte. Los rastrojales circundados de fincas en barbecho, a su vez rodeados de cerros y barrancos, entre los que destaca el del Recuenco, con sus peculiares vertientes y canchales. Por el contrario del homo sapiens, para el predominante homo videns de la sociedad actual resulta evidente que "una imagen vale más que mil palabras", pero ante espectáculos naturales como éste en el que nos encontramos habremos de reconocer la certeza de lo que escribe Aurelio Arteta en Tantos tontos tópicos (Barcelona, 2012), "que no hay imagen que valga sin palabras que le acompañen", porque "la imagen no dice o enseña nada sin la palabra que la ilustre, la enmarque en sus categorías teóricas y la explique". Lo cierto, sin embargo, es que palabras escritas e imágenes visuales se complementan -el problema se produce cuando unas predominan sobre las otras-, ya que las palabras escritas estimulan el intelecto y tienden a la objetividad y la comprobación, en tanto las imágenes estimulan los sentidos y tienden a la subjetividad y la interpretación; la conjunción de ambas formas de expresión -palabras fijadas (objetividad), imágenes visuales (subjetividad)- constituye la esencia de la humana percepción del mundo y su particular representación.

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Vista de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la cima del cerro de La Muela del Royo, dirección suroriental (2004).

Más allá del Recuenco se divisa el cerro de La Morrita, dominando la planicie de La Nava. Los pobladores iberos del despoblado de La Morrita (siglo VII-IV a.C), algunos de cuyos restos fueron descubiertos en las necrópolis de Los Corrales y La Umbría vieron con sus celtíberos ojos este mismo paisaje, con pocas variantes. Ellos percibirían quizá los montes más poblados, sin los labrantíos, pero la silueta de los cerros y altozanos, su forma y colorido sería similar, por no decir la misma que tras tantos siglos podemos ver hoy nosotros, hispanos pobladores de este mismo paisaje. No sabría decir por qué, pero ante tan impresionante espectáculo me viene a la memoria aquella célebre frase de Marco Tulio Cicerón (106 a.C-46 d.C): Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis... "La historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera del pasado". Es probable que la frase resulte pedante, y tal vez lo sea; pero no me negarán que resulta eficaz para solemnizar el momento. Aunque la Historia ya no es lo que fue... Carlos Marx (1818-1883) dejó escrito: Hasta ahora los filósofos han considerado el mundo, lo que deben hacer en lo sucesivo es transformarlo. A propósito, escribe Ratzinguer: "Con ello la tarea de la filosofía se redefine una vez más de raíz. Traducida al lenguaje de la filosofía, esta máxima quiere decir que el verum quia factum -cognoscible y grávido de verdad es lo que el ser humano ha hecho hasta ahora (la Historia) y puede considerar- es reemplazado por el nuevo programa: verum quia faciendum, o sea, la verdad que importa en adelante es la factibilidad. Dicho de otra forma: la verdad con la que tiene que ver el hombre no es la verdad del ser ni tampoco, en último término, la de sus acciones ya realizadas (la Historia), sino la verdad de la transformación, la configuración del mundo, una verdad relacionada con el futuro y la acción".[3] Por lo demás, nuestro tiempo pasará, como pasó el de los lejanos pobladores iberos de estos parajes, y probablemente vendrán otros moradores detrás de nosotros, cuyo tiempo también acabará pasando. Porque la realidad del ser humano es vivir y pasar, dejando a nuestros legatarios lo mejor de nosotros, como así lo hicieron nuestros predecesores... ¡Al menos eso quisiéramos creer!


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Vista de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la cima del cerro de La Muela del Royo, dirección suroriental (2004).
Avanzamos por la cima de La Muela en dirección suroeste, sin dejar de admirar el grandioso espectáculo... Desde los roquedos de la cornisa que circundan el cerro, en el extremo meridional de la planicie vemos los distintos núcleos de Arroyo Cerezo, cuyo caserío se sitúa en la margen derecha del arroyo que da nombre al poblamiento, entre la vega y el secano. El curso del reguero sigue la orientación oeste-este, señalado por la frondosidad de los chopos que circundan sus riberas, en tanto su ramaje comienza a dorarse bajo el sol del atardecer otoñal. La armonía de colores es perfecta, cual si la paleta que coloreó este paisaje poseyera la experiencia del más sabio de los paisajistas. El caserío se recuesta plácidamente sobre las vertientes septentrionales de la loma frontera, cuyas cimas aparecen peladas de vegetación por la altitud y la infertilidad del terreno, en contraste con las profusamente pinadas del fondo. El núcleo inferior del Royo constituye propiamente el barrio de Abajo, un agrupamiento compacto de casas, en torno a la carreterita que proviene de la nacional de Cuenca-Teruel. Aquí se halla el antiguo edificio de las Escuelas Públicas construido en los finales años cincuenta, principios de los sesenta, hoy reconvertido en Consultorio Municipal donde pasan consulta médicos y enfermeras. De una parte, la carreterita continúa hacia el norte, en dirección a Veguillas, Alobras y Tormón, de otra prosigue hacia poniente para comunicar los demás barrios de la aldea. De esta parte nace también una pista de tierra en dirección meridional, que asciende por las laderas de La Loma. Decía que la carreterita prosigue su curso ascendente, comunicando el barrio de Abajo con el de Arriba, entre ambos queda el Cementerio Local, el menudo “huerto de la muerte” sembrado de cruces blancas que une ambos núcleos, anticipando el símbolo fúnebre que unifica, iguala y junta a los humanos. El barrio de Arriba se halla centrado por el añoso edificio de la iglesia parroquial, sito a la derecha de la calzada, frente a una somera placeta cementada. Del barrio de Arriba sale otro grupo de casas constituyendo el barrio de Arriba del Todo. Entre ambos núcleos nace el camino que lleva a La Cruz de los Tres Reinos, vía la Fuente del Abrevador. Mientras que del barrio de Arriba del Todo parte un camino en dirección suroccidental que comunica con la Hoya del Peral, término Salvacañete, ya en tierras de Cuenca.
No obstante su altitud y alejamiento, y contrariamente a los datos aportados por Philipp Hauser (1887), Arroyo Cerezo no se libró de la epidemia de cólera de 1885 que afectó a la Provincia, incluido el Rincón de Ademuz.[4]Y aunque su paisaje no ha sido escenario pródigo en acontecimientos históricos relevantes, hasta hace pocos años los más viejos del lugar todavía recordaban el trasiego de gentes, soldados y pertrechos por la aldea, pues Alobras y Tormón fueron zona de acantonamiento de la División 64 del XVIII Cuerpo de Ejército Republicano de Levante durante la batalla de Teruel (1937-38).[5]

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Vista de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde la cima del cerro de La Muela del Royo, dirección suroriental (2004).

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Vista del paraje de la Fuente del Abrevador en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), desde La Muela del Royo (2004).

           Avanzando por los cantiles del escarpe de La Muela del Royo en dirección meridional, suroccidental, arribamos a la zona de la Fuente del Abrevador, por donde discurre el camino que seguimos en la subida a los Tres Reinos. Desde aquí descubrimos una nueva perspectiva del vallejo y su circo de montañas, los antiguos corrales de ganado y la potente cornisa pétrea que la corona, incluyendo la captación de agua potable que sirve a la aldea.

            A modo de conclusión.
         La subida a La Cruz de los Tres Reinos es una de las excursiones más completas que podemos realizar en el Rincón de Ademuz, pues en ella se dan cita naturaleza y paisaje, historia y leyenda.
           De un improbable acontecer histórico medieval nos ha llegado una tradición, conforme tres reyes cristianos se sentaron en torno de una mesa, estando cada uno en su reino, y el hecho más factible del encuentro de don Fernando de Antequera (1380-1416) y su séquito con las tres embajadas (Aragón, Cataluña y Valencia), enviadas por las Cortes para felicitar al Trastámara por su elección como nuevo rey de Aragón (1414).
          Respecto del paisaje propiamente dicho, el visitante podrá disfrutar de una continuada lección de botánica y geología, descubriendo variedad de plantas y arbustos a lo largo del recorrido, y los fenómenos de disolución y rompimiento que afectan a roquedos y cornisas. Asimismo, gozará del estupendo panorama pétreo, mineral y antediluviano de la cumbre de los Tres Reinos, y del dilatado panorama del Campo del Royo que desde La Muela puede admirarse.
Asimismo, hemos de pensar que la reciente declaración por parte del Consell de la Generalidad Valenciana de “La Muela de los Tres Reinos” como Paraje Natural Municipal–con una extensión de 567,26 hectáreas, cuya administración y gestión corresponde al Ayuntamiento de Castielfabib-, redundará en una mejora inmediata y perdurable del espacio protegido.

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Camino de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), de vuelta de La Cruz de los Tres Reinos (2014).


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Paisaje aldeano en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), con la iglesia parroquial de San Joaquín y Santa Bárbara al fondo (2014).
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Detalle de construcción típica de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia), 2014.

           En suma: cualquiera que arribe hasta el lugar de La Cruz de los Tres Reinos se sentirá quizá decepcionado por la ausencia de una cruz de termino, pieza que justifique el nombre del cerro trifinio. Es por ello que abogamos por la reposición de aquella “cruz de los Tres Reinos” de la que dice el ilustrado botánico valenciano, Antonio J Cavanilles (Martínez Aloy, 1924). Su renovación debiera ser un compromiso entre los municipios y provincias limítrofes, como muestra de respeto al patrimonio que nos legó la tradición, y de homenaje a su milenario paisaje. Para la elección del monumento de marras convendría hacer una convocatoria pública, corriendo su financiación al cargo de las Entidades municipales y provinciales ligadas al mojón -llegando incluso a la suscripción popular, si fuera necesario-. ¡Ahí queda la propuesta! Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.


[1] Citado por Josep MONTESINOS I MARTÍNEZ en la presentación de El trifinio de los Tres Reinos, lugar de encuentro, libro que recoge los trabajos del I Simposio La Cruz de los Tres Reinos, Espacio y tiempo en un territorio de frontera (2008).
[2] CAVANILLES, Josep. Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del reyno de Valencia, Madrid, 1997, vol. II, párrafo 97, página 71.
[3] RATZINGUER, Joseph. Fe y Ciencia. Un diálogo necesario, Presencia Teológica, Sal Terrae, Santander, 2011, pp. 85-86.
[4] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Estudio epidemiológico del cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 123-132.
[5] MARTÍNEZ BANDE, J.M. La batalla de Teruel, Editorial San Martín, S.L., Madrid, 1990, p. 48 y ss. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Refugios antiaéreos en Torrebaja y otras noticias de la Guerra Civil (1936-39), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 334.

DESDE EL MIRADOR DEL CASTILLO DE ADEMUZ (VALENCIA) [I].

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A propósito de una visita a las ruinas de la ermita de santa Bárbara.


“Casi todas (las casas de Ademuz) gozan la deliciosa vista
que el Turia y campos inmediatos les presentan;
pero el sitio mas ventajoso para disfrutarla es el castillo,
situado en la cumbre del cerro”
-Antonio J. Cavanilles, Observaciones (Madrid, 1797)-.

Dedicado al señor Jesús Blasco Sánchez y a su esposa,
la señora Ana Camañas Peinado,  
amigos de Ademuz.
 

            En nuestro recorrido por los miradores del Rincón de Ademuz arribamos hoy al del Castillo de Ademuz y ermita de Santa Bárbara: un solar devastado donde yacen las ruinas de una capilla del Setecientosy estructuras medievales defensivas, todo ello muy perdido. Si hubiera quien se atreviera a valorar y escoger el mejor mirador entre los existentes en la comarca no cabe duda que lo tendría difícil, pues son muchos y variados los que hay -todos ellos sobresalientes-: el Mirador de la Hoz en Ademuz,[1]el Mirador de las Hoces del Ebrón en Castielfabib,[2]el Mirador de Mirar Bueno en Puebla de San Miguel,[3]el Mirador de San Roque en Vallanca,[4]etc.
            Cuando pronunciamos la palabra “mirador” solemos pensar en un lugar alto, elevado, en una atalaya desde la que contemplar algo hermoso, ya sea paisaje natural o arquitectónico. En mi vida he tenido la suerte de poder viajar, algo que recomiendo encarecidamente, pues los viajes permite al ser humano alejarse de su lugar de origen, conocer gente nueva y otros paisajes, lo que aprovecha para ampliar el horizonte de nuestra mente. Y después regresar para contarlo; porque lo mejor de los viajes es volver a casa. Pero si entre los paisajes que he conocido hubiera de elegir no lo dudaría: primero, el panorama de la Acrópolis de Atenas desde la colina Filopapos al atardecer; segundo, la ciudad de Jerusalén desde la iglesia de Lacrima Christi, también conocida como Jesús flevit –lugar donde dice la tradición que Cristo lloró a la vista de la ciudad-: desde aquí puede verse la ciudad santa en su perspectiva oriental, dos de sus más célebres puertas, la de los Leones y la Dorada, y el cementerio judío a los pies de la muralla. Se trata de lugares de ámbito urbano que reúnen una belleza inefable, sobrecogedora, maravillosa. Decía cierto pintor francés, Jacques-Louis David o Delacroix, que no hay paisaje sin cielo. Pero el verdadero paisaje debe contener a mí entender, además de naturaleza, construcción que lo humanice.
        Propiamente, los paisajes del Rincón de Ademuz carecen de la grandiosidad de las grandes construcciones de la antigüedad, pero poseen en abundancia otros elementos indispensables que los hace igualmente magníficos: valles y montañas, obra humana y cielos despejados. Aunque la obra humana no sea más que una cija de muros desmochados. Porque la belleza de un lugar se halla antes en el que le contempla que en el propio paisaje...

Espectacular vista general de Ademuz (Valencia), desde el Pico Castro (897 m), 2004.

            En busca del Castillo de Santa Bárbara.
            Para visitar los restos del castillo de Santa Bárbara hay que ir a Ademuz, villa del Rincón de Ademuz y cabecera de esta comarca del poniente valenciano, la cual se halla fuera de su provincia de origen, entre Cuenca y Teruel. Una vez en Ademuz pueden seguirse varios caminos para subir al castillo: uno, directamente desde el Vallado, popular barrio situado en la parte más elevada del caserío, bajo el propio castillo; otro, yendo por la calle Cruces, en dirección al cementerio local; otro más, yendo por el camino del barranco de la Virgen, que finalmente confluye con la parte alta de la citada calle Cruces.
            Las dos primeras opciones nos permitirán conocer por dentro el caserío de Ademuz, sus gentes, las callejas estrechas y empinadas, y su complejo urbanismo. Lo de conocer gente es una posibilidad, pues cabe también que no encontremos a nadie. Si pretendemos subir al castillo con vehículo, antes que aventurase por las calles, lo mejor es ir por el camino del barranco de la Virgen, que va por la ladera septentrional del cerro sobre el que se asienta el caserío ademuceño.

Vista de la plaza de la Iglesia en Ademuz (Valencia), con detalle  del acceso al templo, la fuente con pilón en el frontis de Las Gradas y la calle Boticario, al fondo (2014).

Vista de la plaza de la Iglesia de Ademuz (Valencia), con el templo a la derecha, la barbacana a la izquierda y el portal de San Vicente al fondo (2014).
Detalle del muro que sujeta la barbacana de la plaza de la Iglesia en Ademuz (Valencia), 2014.
           Para nuestro recorrido partiremos de la plaza de la Iglesia -anteriormente, plaza de don Blas Mañez-, frente a la parroquial de San Pedro y San Pablo, cuyo edificio fue declarado por la Generalidad Valenciana en 2007 en Bien de Relevancia Local (BRL).[5] Además de la iglesia, lo más característico de esta plaza es la barbacana que tiene al levante, muro de grandes dimensiones que salva el desnivel con la calle inferior, y la fuente con pilón que hay en el frontis de Las Gradas, escalinata de doble vertiente que permite el acceso al templo por su puerta oriental. La plaza tiene su entrada principal por la calle Mesón, que procede de la parte inferior y norte de la villa y sale por el Portal de San Vicente, que guía para la parte más antigua y meridional del caserío, donde se halla la plaza del Ayuntamiento y la Casa Consistorial. Dicha puerta es la única que queda de las que poseía la antigua muralla medieval. Dicho así habremos de entender que el Portal de San Vicente permitía el acceso a la villa antigua por esta parte, de forma que el templo parroquial, fábrica del siglo XVII, se hallaba extramuros. La plaza de la Iglesia posee forma alargada, en dirección norte-sur, con el templo a la espalda (oeste) y la barbacana al frente (este). La barbacana posee un pretil y un banco corrido en su base, constituyendo un balcón natural sobre la vega del Turia. Propiamente, la plaza posee otra vía de acceso por la calle Boticario, que discurre por encima y paralelamente de la del Mesón -aunque lo de paralela es un decir imposible en Ademuz-. Asimismo podría decirse de la calle que pasa por la base del muro de la barbacana, que lleva a la avenida de Valencia, en lo que constituye el acceso meridional de la villa. La plaza de la Iglesia posee otros dos accesos o salidas, circundando el templo por sus fachadas norte y sur, aunque estas sólo son practicables caminando.

Vista de la vega del Turia desde Las Gradas de la iglesia de Ademuz (Valencia), con detalle de La Celadilla al fondo (2014).

Detalle del acceso a la calle Cruces por la escalinata de los Toriles, que pasa frente a la puerta austral del templo parroquial de Ademuz (Valencia), 2014.

Acceso a la calle Cruces por la escalinata de los Toriles en Ademuz (Valencia), 2014.
            El acceso meridional es conocido como escalinata de los Toriles, rodea el templo por su fachada sur y continúa por la occidental, subiendo hasta la calle Cruces. Lo de los Toriles tiene su explicación... Resulta que los lugareños son muy aficionados a los festejos taurinos, hasta el punto de que hasta hace pocos años montaban en la plaza de la Iglesia unas complejas estructuras de madera atadas con cuerdas, formando a modo de coso donde torear los astados. Como corral o toril utilizaban una zona estrecha sita entre el templo y la escalinata que sube hasta la calle Cruces. La plaza de la Iglesia es quizá la más popular entre los lugareños, más si cabe que la del Ayuntamiento, seguramente por ser más lucida. Allí se celebra en la actualidad el mercadillo semanal, siendo también el lugar de paso obligado entre la parte antigua del pueblo y la más moderna. Como fuera de esperar, su aspecto no ha sido siempre el mismo, ya que hasta pocos años después de la guerra civil (1936-39) -muchos vecinos todavía lo recordarán-, hubo allí un copudo olmo rodeado de un murete. Del árbol ya nos dice Madoz a mediados del siglo XIX (1845): debía ser el mismo olmo, pues entre la cita del estadista y la época en que lo talaron apenas pasó un siglo, y estos árboles son muy longevos. Probablemente se secó y lo talaron, aunque hay quien dice que lo cortaron porque quisieron, y que el alcalde de entonces se llevó la leña...[6]

Singular vista de la plaza de la Iglesia en Ademuz (Valencia), con detalle de la fuente antigua y los típicos entablados levantados para los festejos taurinos [Foto de Alicia Mañas, tomada de la revista Ababol 6 (1996), 14].

            Para subir al castillo iremos por la escalinata de los Toriles, rodeando la fachada meridional del templo hasta la citada calle Cruces. Esta vía es la que tradicionalmente se ha utilizado en Ademuz en los entierros: el cortejo fúnebre salía por la puerta austral del templo, ascendía por la escalinata y llegaba al cementerio, que se encuentra en una planicie de la parte alta del pueblo, por encima del castillo. Durante el trayecto, el féretro era portado a hombros por los vecinos, amigos y familiares del muerto: así lo habría querido él, y de esta manera lo entendían sus deudos, además de que durante muchos años no había otra forma de hacerlo. Antiguamente la escalera era más estrecha, pero hace años se estrechó, en detrimento de los Toriles. Los peldaños son amplios y la subida cómoda, dada su disposición en varios tramos. La parte alta sobrepasa en altura a los tejadillos de las capillas laterales, lado del evangelio del templo, y coincide con la capilla de la Comunión, que se halla hacia la cabecera y posee forma octogonal. La escalinata y la parte correspondiente de la calle Cruces poseen una baranda lateral. Desde este punto veremos que los muros de piedra y hormigón para salvar el desnivel son comunes en Ademuz, dada su ubicación en la ladera del cerro sobre el que asienta. Asimismo, veremos unas peculiares construcciones de planta estrecha, sitas entre dos niveles del terreno, muy típicas en la villa.

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), con detalle del templo y la escalinata de los Toriles a la derecha (2014).

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), subiendo por la calle Cruces: detalle de arquitectura local con los omnipresentes muros salvando el desnivel entre calles (2014).
            Siguiendo por la calle Cruces veremos que ésta se dirige hacia la derecha, en posición ascendente. Se trata de una calleja cementada relativamente estrecha y sinuosa, con viviendas a ambas manos. Algunas de las casas muestran su aspecto antiguo, grandes portalones, ventanas rejadas y amplios balcones o solanares de madera torneada. Conforme ascendemos podremos observar que el panorama se abre a nuestra derecha, ampliándose hacia levante, para mostrarnos la vega del Turia a su paso frente a la población. Y ello hasta un punto en que los tejados de las casas quedan por debajo de la vía. Continuamos ascendiendo hacia la parte más elevada de la villa, lo que se evidencia en que los edificios se han convertido en pajares, con sus eras en la parte alta. Puede dar la impresión de que las construcciones se han convertido en pajares, pero es más bien lo contrario, los antiguos pajares se han ido habilitando como viviendas. Uno de los elementos más significativos del paisaje que descubriremos en nuestra ascensión es la mole del Pico Castro (897 metros de altitud), sito en posición norte respecto a la villa, con su típica forma de chimenea: coronado por una amplia cornisa plateada de gran potencia, sus laderas se muestran pinadas hasta casi la base, producto de la reforestación de posguerra. Hacia la derecha, el espectáculo resulta igualmente excelente, con los tejados del caserío a nuestros pies, hasta la vega del Turia que se muestra en un plano más hondo, para volver a elevarse en la loma de la Celadilla, que queda enfrente. Por detrás del montículo el paisaje se amplía hacia el sureste, dibujándonos un panorama ciertamente esplendoroso. La vega discurre por la parte central del valle, con el Turia en su margen izquierda y la carretera que viene de Santa Cruz de Moya, vía Casasbajas y Casasaltas por la derecha. En un punto el río cruza la vega pasando a la derecha, lo que se evidencia por la hilera de chopos ya tocados por el otoño que circundan sus riberas: en ambas márgenes crecen tupidos maizales y árboles frutales. A la altura de Los Arenales observamos un nuevo elemento en el paisaje, nuevo porque no surgió hasta los años noventa del pasado siglo: se trata del gran viaducto que salva la vega, correspondiente a la variante de la carretera nacional 330 que viene de Manzaneruela y se dirige a Torrebaja. Por detrás del puente, a la izquierda aparece el pico de La Muela (905 m), con una cornisa dorada de gran potencia en la parte alta y laderas pinadas, émulo del Pico Castro. Con motivo de las obras de la nueva carretera se realizaron ciertas prospecciones arqueológicas de urgencia en la base de La Muela -junio y julio de 1995-, que llevaron al descubrimiento del yacimiento ibérico denominado "Los Arenales", también conocido como "La Celadilla" de Ademuz.[7] En un plano más alejado se adivina el Pico Picadoras (893 m), al suroeste de Val de la Sabina. El horizonte más lejano lo cierran al sureste las estribaciones de la sierra de Tortajada, frente a Casasaltas y Casasbajas. Otro elemento curioso del paisaje, sito éste en la Vega, margen derecha del Turia, entre éste y la desembocadura del río Boilgues, es la plaza de toros de Ademuz, única en la zona y que evidencia la específica pasión taurina de los ademuceros, compartida por muchos rinconademucenses.

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), ascendiendo por la calle Cruces, camino del cementerio local (2014).

Vista del caserío de Ademuz (Valencia) con detalle de arquitectura local: balconadas y solanares en una vivienda de la calle Cruces (2014).
            Arribados a la parte más elevada de la calle Cruces, ésta hace un brusco giro a la izquierda, junto en el punto donde irrumpe el camino que viene del barranco de la Virgen. Aquí calle y camino se hacen uno para continuar por la ladera hasta el cementerio local. En la parte alta (derecha) de la vía observaremos una serie de pilones con una hornacina en la parte alta, se trata de las estaciones del Vía Crucis.[8] Los pilones son de ladrillo rojo macizo, asentados sobre una base de roca caliza labrada, coronado todo por una cruz sobre la cobertura piramidal. En la hornacina moran las cerámicas con las representaciones de la pasión de Cristo. Los azulejos son bonitos, quiero decir agradables de ver por su hechura y colorido, pero los casilicios se hallan muy deteriorados. Los pilones muestran restos de jalbegue, lo que les resta vistosidad. Sucede lo que con todas las obras de este tipo, que no se sabe muy bien de quién son, si de la Iglesia, la parroquia o el municipio, lo que conlleva que nadie se ocupe de su conservación. Lo cierto, sin embargo es que se hallan en Ademuz y forman parte del patrimonio cultural y religioso de la villa, y como tal debieran tratarse. Este último tramo del camino hasta el Cementerio conviene hacerlo tranquilamente, admirando el hermosísimo paisaje que se nos muestra. Podemos mirarlo y remirarlo una y mil veces, y no nos cansaremos, pues contiene algo en su bosquejo singularmente armónico y  tranquilizador, quizá por la amable y conocido... 

Vista de la vega del Turia desde la calle Cruces de Ademuz (Valencia), 2014.

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), con detalle de arquitectura local (2014)
            Hacia el suroeste veremos aparecer un nuevo elemento en el paisaje, se trata del cerro de Horca, con su forma troncocónica, sito en la margen derecha del río Boilgues, frente a la villa. Desde su base vemos ascender un camino asfaltado que pasa frente a la ermita del Rosel, proveniente de Libros, Torrebaja, El Soto y Ademuz, y que conduce hacia el Pinar Llano: se trata del antiguo Camino Real que lleva para Castilla, vía Pedro Izquierdo y Santo Domingo de Moya. Al final del camino que venimos siguiendo arribaremos al cementerio, cuyo solar se halla a la derecha, cercado de altos muros. Se trata de un camposanto parroquial, dependiente de la Iglesia. Según me hacen saber, la Iglesia ha ofrecido su gestión al Ayuntamiento, pero éste ha rechazado el ofrecimiento, razón por la que los nichos se los fabrican los propios vecinos asociados en cooperativas. Adosada al muro del cementerio se halla la antepenúltima estación del Vía Crucis, los dos últimos pilones se hallan en la placeta que hay frente al recinto cementerial, cuya entrada se halla en la fachada meridional. La explanada frente al muro oriental del santo lugar forma un estupendo balcón natural sobre el valle del Turia, con el caserío de la villa a nuestros pies.
 
Vista de la vega del Turia y pico de La Muela (905 m) desde la calle Cruces en Ademuz (Valencia), 2014.


Detalle de la parte alta de la calle Cruces enAdemuz (Valencia), 2014.

Vista de la vega del Turia, con detalle del caserío de Ademuz (Valencia) a nuestros pies, y el Pico Castro (897 m) al fondo iquierda (2014).

         El Mirador del Cementerio se halla protegido por una sólida baranda de hierro, varios pinos sombrean la placeta del mirador, en cuyo centro se halla la última estación de la Pasión: Jesús es colocado en el sepulcro. Merece la pena detenerse un momento para admirar el espectáculo que desde este punto se ofrece al visitante, ya que se trata de unos de los más fastuosos de la comarca. A nuestros pies, los tejados del caserío de Ademuz. De norte a sur, la vega del Turia, cuyo cauce sinuoso viene señalado por los chopos y sargas que circundan sus riberas. En la margen derecha, en posición septentrional, frente a la población, la eminencia del Pico Castro, con su pétreo capitel coronando la cima y sus laderas pobladas de pinos, por cuya base discurre la carretera que lleva para Teruel. Al otro lado del valle, margen izquierda del río, los Puntales del Mediero, frente a Torrebaja, cerros que forman parte de Los Molares (1.077 m), en cuya parte baja se aprecian las rojizas arcillas de Los Terreros y la zona reforestada de La Dehesa. En la misma margen, el graderío de montañas baja hasta el valle, conformando el paraje de Los Planos, afloraciones terciarias de característico colorido. A los pies del Pico Castro veremos el puente de El Sotillo, que cruza el Turia a la entrada de Ademuz. El camino del puente lleva hacia levante, en dirección a Mas del Olmo y Sesga, vía Val de la Sabina, aldeas de Ademuz. La carreterita, más bien camino rural asfaltado, pasa por detrás de la pinada loma de La Celadilla, por cuya ladera norte discurre la rambla del Val.
            El río Turia fluye sinuoso por la vega y se acerca por el norte al caserío de Ademuz, frente al que forma una amplia herradura, para alejarse de nuevo en dirección sureste: atraviesa el valle y continúa su trayecto por la parte izquierda del mismo, camino de Los Arenales. En este paraje veremos el gran viaducto de la carretera de Manzaneruela a Torrebaja, que desde las Casas de la Balsa salva el valle y se inserta en un tajo del monte abierto a los pies del Pico de la Muela. Decíamos que La Muela constituye otro de los iconos del paisaje ademuceño, junto con el Pico Castro y el Cerro de Horca. Sus eminencias rojizas conforman a modo de doble diadema, una en la parte alta de la cornisa y otra en la inferior. Por detrás de La Muela se abre paso la rambla del Val, cauce que recoge las aguas de las vertientes occidentales de las estribaciones de Javalambre, desde Puebla de San Miguel a esta parte, abocando al Turia en El Sotillo, a los pies del Pico Castro. Frente a La Muela, otro lado del Turia, se alza el Cerro de Horca, cuyas laderas escalonadas fueron antiguas zonas de cultivo hoy en gran parte abandonadas. El cerro se halla coronado por una cornisa pétrea de gran potencia: todas estas formaciones montañosas van desmoronándose por efecto de la karstificación (disolución de la roca por el agua) y gelivación (acción del hielo y deshielo sobre la roca) que la afectan.

Vista del Pico Castro (897 m) en Ademuz (Valencia), desde el camino que sube al cementerio (2014).

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), con detalle del cerro de Horca, desde el camino que sube al cementerio (2014).

Vista de la vega del Turia y pico de La Muela (905 m) en Ademuz (Valencia), desde el camino que sube al cementerio (2014).

Vista de la vega del Turia en Ademuz (Valencia), desde el camino que sube al cementerio (2014).

Vista del Pico Castro (897 m) en Ademuz (Valencia), desde la placeta del cementerio (2014).
Detalle la entrada principal del cementerio de Ademuz (Valencia), desde el camino que baja al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara (2014).
         Dejamos el Mirador del Cementerio para descender por un camino cementado que nace en la plazuela, junto al penúltimo pilón del Vía Crucis: Jesús muerto, en brazos de su madre. A los pies del pilón hay un bloque de piedra a modo de asiento que señala el camino que lleva al “huerto de la muerte”, cuya entrada se halla en el muro meridional: posee un gran portón de dos hojas de madera enmarcado por un arco recto de piedra, cubierto de tejadillo y coronado por una cruz latina: dos añosos cipreses custodian el margen derecho de la entrada. En nuestro recorrido bajamos por el camino cementado que conduce al solar del antiguo castillo medieval de Ademuz y a la ruinosa ermita de Santa Bárbara, ambos sobre la eminencia del cerro que domina la villa en esta parte. En su tramo final el camino desciende en brusca pendiente, entre antiguas labradas, donde todavía se mantienen algunos almendros y oliveras, para dar a una somera placeta frente a unos ruinosos edificios: se trata de viejos pajares con su era. Unos pilones de obra impiden el tránsito de vehículos al recinto histórico. Resultará obvio decir que desde el Mirador del Cementerio hasta la placeta de la era podremos seguir contemplando el grandioso panorama que se nos ofrece por la izquierda y que hemos tratado de describir. Conforme descendemos, el paisaje ademuceño se nos ofrece en una nueva perspectiva, destacando la torre-campanario de la parroquial, cuyo chapitel emerge entre el caserío, casi al alcance de nuestras manos. Asimismo destaca el cuerpo del templo con su cobertura a tres aguas, los tejadillos y contrafuertes de las capillas del lado del evangelio, la cúpula de la capilla de la Comunión...

 
Vista del cerro de Horca en Ademuz (Valencia), desde el camino que baja del cementerio hasta las ruinas del castillo y ermita de Santa Bárbara (2014).
            Desde los pilones que marcan la entrada al recinto propiamente arqueológico puede observarse una singular perspectiva del camino por donde hemos descendido desde el Mirador del Cementerio: lo más llamativo es la eminencia pétrea que corona el cerro de los Zafranares, a cuyos pies se halla el camposanto, y el pronunciado declive de las terrazas, donde todavía perviven viejos almendros resecos. Antes de atravesar los pilones nos acercamos a un panel con texto y fotos que hay en un rincón de la era, hoy placeta: lamentablemente, el texto resulta ilegible y las fotografías borrosas por efecto de la intemperie. Ya hemos manifestado muchas veces este fenómeno, que no hay quien se ocupe del mantenimiento de este tipo de indicadores que hay en tantos lugares de interés... Ello resulta penoso, ya que si un visitante foráneo se acerca hasta este lugar, ¿cómo podrá saber qué es lo que está viendo, su origen y proceso histórico?
          Atravesando la hilera de pilones que marcan el recinto arqueológico nos toparemos con una fuentecita de hierro que hay en la base de unas rocas calizas. La fuente no tiene agua. Junto a un muro de la derecha vemos varios árboles: un cerezo, una higuera, un serval común, un tamarindo… Las mencionadas rocas calizas tras de la fuente forman franjas horizontales de mediana potencia, a modo cimientos aéreos de lo que pudieron ser lienzos de muralla o muros de torreón basados en mampostería de piedra tomada con cal y canto. Dada su ubicación bien podrían corresponder a la entrada principal de la fortaleza, presumiblemente dispuesta entre torreones. De hecho sería la zona mejor fortificada, pues el resto del recinto posee sus propias defensas naturales en la altitud y lo escarpado del terreno. La fuentecita marca el ángulo de dos caminos: uno se dirige hacia abajo, donde el depósito del agua potable que sirve a la población y las ruinas de la ermita de santa Bárbara, y otro hacia arriba, donde una somera plazuela, en cuyo margen meridional pueden observarse restos de muro similares a los descritos. Caminamos hacia arriba, para ver con una mejor perspectiva los restos arqueológicos mencionados. Desde la placeta, en la que hay mesas y bancos de madera, farolas y alguna papelera, puede observarse otro lienzo de muro parejo a los descritos, cuya base caliza se ha desmoronado parcialmente. Estos fragmentos de muro o torreones son lo que queda del antiguo castillo de Ademuz. Pascual Madoz (1845), que fue Ministro de Hacienda y autor de una Ley de Desamortización que lleva su nombre, comenta de Ademuz y su castillo:
  • <Dominando la población, sobre un cerro, cuya falda está ocupada (por el caserío), se ve el antiguo y desmantelado castillo, obra de los árabes [...] Los moros la llamaron Adamuz, y la cercaron de altos muros y torreones: en el año 1212 la conquistó D. Pedro 2º de Aragón, y la pobló de cristianos, pero disfrutaron poco de su posesión, porque el rey moro de Valencia, la tomó luego pasándolos a cuchillo; la reedificó, y á su fort(aleza) añadió un cast(illo), cuyos restos conserva en su parte mas elevada. El rey D. Jaime 1º de Aragón la conquistó por segunda vez en 1259, después de una gran resistencia y mucha pérdida de gentes, y la mandó poblar de cristianos de su ejército á quienes concedió muchos privilegios. Este pueblo fue de los primeros asi en la religión cristiana, como en el señ(orío) de los reyes de Aragón>.[9]

Vista de la vega del Turia y pico de La Muela (905 m) en Ademuz (Valencia), desde el camino que baja del cementerio hasta las ruinas del castillo y ermita de Santa Bárbara (2014).

            Antes de seguir adelante conviene aclarar algunas afirmaciones contenidas en el párrafo citado. Cabe decir, no obstante, que Madoz no es historiador, ni lo pretende. Respecto a los asuntos históricos, él se limita a recoger lo que se sabía o se creía saber en su tiempo, tomando muchas veces la información de los propios lugares que trata. Afirma el texto que “los moros [...] la cercaron de altos muros y torreones”: obviamente se refiere a la localidad, sin mencionar propiamente un castillo o fortaleza. Por lo que sabemos, en tiempo de los moros ya existía algún tipo de estructura defensiva en Ademuz, bien sea torreón o castillejo, formando parte de una línea imaginaria que unía Albarracín con Alpuente, vía Jabaloyas, Tormón, El Cuervo, Castielfabib, Santa Cruz de Moya... Asimismo, había otros castillos, castillejos o torreones a ambos lados de esta línea: Villel, al este, y Huélamo, Salinas, Alcalá de la Vega, Boniches, Algarra, Mira, éstos al oeste. Se dice también que “en el año 1212 la conquistó D. Pedro 2º de Aragón, y la pobló de cristianos”. A tenor de lo que demuestra la historiografía, la conquista cristiana tuvo lugar realmente en 1210, antes de la batalla de las Navas de Tolosa, por Pedro II el Católico de Aragón: el cronista Jerónimo Zurita (1512-80) recoge y comenta en sus Índices (Zaragoza, 1577) detalles de aquel momento: 
  • <A finales de marzo (de 1210) el rey (don Pedro de Aragón) reúne sus tropas en Monzón, y hace una incursión por tierras del reino (almohade de Valencia). [En aquella expedición] Conquistan la villa de Ademuz, Castielfabib y Sertella, con sus castillos. Estas fortalezas no se agregan al reino de Aragón, sino que forman el reino de Valencia, que puestas en la frontera eran como las primicias de una gran expedición. Los castillos próximos se rindieron y aceptaron las condiciones propuestas. [...] y aquel día en presencia del rey, del obispo de Zaragoza se ofreció y entregó a don Pedro de Montagudo maestre del Temple y a su orden>.[10]

            Volviendo al estadista, dice éste que los cristianos que repoblaron la localidad “disfrutaron poco de su posesión, porque el rey moro de Valencia, la tomó luego pasándolos a cuchillo; la reedificó, y á su fort(aleza) añadió un cast(illo), cuyos restos conserva en su parte mas elevada”. Es cierto que tras la conquista cristiana de 1210 existe un vacío documental de varios años sobre la zona, quiero decir que no hay constancia fehaciente de que realmente esto fuera así. En cualquier caso, si Ademuz fue reconquistado por los moros, Zurita afirma que Castielfabib no lo fue. Lo más probable es que la zona constituyera una frontera inestable, con incursiones de ambos bandos. Respecto a los tratados establecidos en los años veinte y treinta entre el rey don Jaime y el destronado rey de Valencia -Zeid Abuceit(1195-1268)-: por el primero, firmado en Calatayud el 20 de abril de 1229, cuando el rey de Aragón se hallaba preparando la conquista de Mallorca, se estipula que a cambio de su amistad y protección, Zeid cedería a don Jaime la cuarta parte de cuanto se recuperase de su reino y fuera de la conquista aragonesa: el Conquistador  deja en prenda los castillos de Ademuz y Castielfabib, permutándolos por los de Peñíscola, Morella, Cúllar, Al puente, Jérica y Segorbe, que deberían ser ocupados por vasallos del rey aragonés (ACA: Pergaminos Jaime I, nº 373). De este momento escribe el cronista aragonés (la negrita es mía):
  • <[Pactos de Jaime I y el rey de Valencia] Por el mes de abril Zeit Abuzeit rey de Valencia, arrojado de su reino, se confedera con el rey (don Jaime) por sí y en nombre de su hijo Zeit Abahomet. En prenda de su pacto (el rey moro) promete entregarle seis fortalezas: Peñíscola, Morella, Cullera, Alpuente; Jérica y Segorbe. El rey (cristiano) le hace juramento de que le prestará su ayuda y le ofreció de entregar Castielfabib y Ademuz. Este (el rey moro), dio las máximas esperanzas al romano pontífice y al propio rey (don Jaime) de que, abjurada la impiedad, abrazaría la religión cristiana y recibiría el sagrado bautismo>[11]

Por el segundo pacto, datado en Teruel a 30 de enero de 1232, el destronado rey de Valencia, previendo la dificultad de volver a reinar, renuncia a los derechos del primer pacto en favor de don Jaime (ACV: Pergaminos de Jaime I, nº 480).[12] Los compromisos firmados entre Zeid y don Jaime no fueron obstáculo para otras transacciones... Así vemos que con fecha 26 de febrero de 1231, el rey  de Aragón empeña ante el rey de Navarra -Sancho VI el Fuerte (1194-1234)- varios castillos, entre los que se hallan el de Ademuz y Castielfabib, con sus pobladores y pertenencias, para la conquista de Mallorca (AGN, Cartulario 3, p. 175). Tras su desempeño, ambos castillos pasaron de nuevo al rey de Aragón...


Vista de la vega del Turia y pico de La Muela (905 m)  en Ademuz (Valencia), desde el camino que baja del cementerio hasta las ruinas del castillo y la ermita de Santa Bárbara (2014).

Vista de la vega del Turia y Pico Castro (897 m) en Ademuz (Valencia), desde el camino que baja del cementerio hasta las ruinas del castillo y la ermita de Santa Bárbara (2014).

            Mediante el tercer acuerdo establecido entre el destronado rey moro de Valencia y don Jaime, datado éste en Teruel el 28 de mayo de 1236, se produce la confirmación de los tratados anteriores y se establecen otros nuevos (ACA, Perg. Jaime I, nº 678).[13] Los castillos puestos en garantía por don Jaime –Ademuz y Castielfabib- debieron quedar en manos del señor de Albarracín, pues hay un documento, de fecha de 13 de febrero de 1241,  por el que el III señor de Albarracín -don Pedro Fernández de Azagra (1196-1246), autotitulado vasallo de Santa María- se compromete devolver a don Jaime los castillos y villas de Ademuz y Castielfabib en el plazo de dos años, contados a partir de la próxima fiesta de san Juan, 24 de junio (ACA, Perg. Jaime I, nº 831).[14] Asimismo, existen varios documentos más que vinculan a don Jaime con el IV señor de Albarracín -don Álvaro Pérez de Azagra (1246-1260)-, a través de nuestras villas -Ademuz y Castielfabib-: mediante el último registro, datado éste en Calatayud, a 7 de febrero de 1256, el rey don Jaime confirma al IV señor de Albarracín los feudos que en ese momento le concede y los que ya poseía –Calatayud, Híjar, Daroca, Teruel y Ademuz-, prometiéndole además su ayuda caso de guerra con Castilla o contra quien le hiciese daño, a cambio de su lealtad y apoyo contra el mismo rey castellano, poniéndole en fianza el castillo de Albarracín (ACA, Perg. Jaime I, nº 1.440).[15] Según el pacto, con fecha de 1256 el "honor" de Ademuz y demás lugares citados (Calatayud, Híjar, Daroca y Teruel), pasaron a manos del señor de Albarracín... (Almagro, 1959:342-343).[16]


Para acabar de complicar el asunto, traemos al texto el primer Testamento de JaimeI -publicado en Barcelona, el 1 de enero de 1242-: mediante éste, el rey Conquistador reparte sus reinos entre sus herederos: deja Aragón y Cataluña a su hijo Alfonso de Aragón (1222-60), además de varios condados feudalmente autónomos, aunque no en lo político. Y al infante Pedro -futuro rey don Pedro IIIel Grande (1276-1285)- le deja "tot el regne de València", además de Mallorca y demás islas, Montpellier y varios condados y castillos de la Occitania. Lo más interesante del asunto, sin embargo, es que cuando se pone a describir los límites del Reino de Valencia usa los definidos en la versión latina de los Fueros; asimismo, cuando establece los límites con Aragón utiliza el cauce del río Alventosa, tal como dicen ambas versiones de los fueros, latina (1240) y romanceada (1261). El testamento incluye un anexo, mediante el que deja al infante don Pedro, además del Reino de Valencia, dos castillos: Castrum Habib et Adamuz.[17] Si le dejó el Reino de Valencia y los castillos de Ademuz y Castielfabib significa que a la fecha del testamento (1242) éstos no se hallaban todavía dentro de los límites del nuevo reino cristiano; de lo contrario no tendría sentido decir que le deja "tot el regne de València" y los castillos del pre-Rincón de Ademuz, bastaría con decir el Reino de Valencia.

Asimismo, el estadista Madoz (1845) afirma que “El rey D. Jaime 1º de Aragón la conquistó (la villa y el castillo de Ademuz) por segunda vez en 1259, después de una gran resistencia y mucha pérdida de gentes, y la mandó poblar de cristianos de su ejército á quienes concedió muchos privilegios”. Propiamente, la cita resulta dudosa, pues da a entender que desde la supuesta reconquista de los moros valencianos el castillo y población de Ademuz habían permanecido en manos musulmanas hasta esta presunta segunda conquista cristiana de 1259. Como hemos visto, ello no es cierto. Además de que no hay documentos que refrenden tal afirmación, la propuesta no resulta creíble, pues a mediados del siglo XIII no podía haber en el interior del Reino de Valencia un reducto musulmán por conquistar, me refiero entre Castilla y la Corona de Aragón por esta parte, como cabe deducir si fuera cierta la tesis de que en 1259 don Jaime de Aragón “la conquisto (a los moros) por segunda vez”. En cualquier caso, como hemos visto, en 1256, Ademuz se hallaba en manos del señor de Albarracín, no de los moros... Bien es cierto, sin embargo, que, como se dice arriba, a la fecha de los Fueros latinos (1240), la zona del Rincón de Ademuz no se hallaba todavía entre las fronteras del nuevo reino cristiano de Valencia. Aunque ya lo estaban en el texto romanceado (catalán) de estos Fueros (1261), en que se nombra específicamente el castillo de Ademuz y el de Castielfabib, afirmando que “aquests dos castels són del regne de València”.[18]Ello no significa que entre ambas fechas (1240-1261) los castillos de Ademuz y Castielfabib estuvieran por conquistar, sólo que todavía no se habían incluidos entre los límites del recién creado reino cristiano de Valencia. En cualquier caso, de estar todavía "por conquistar", esto es, por pasar a la Corona, dichos castillos no se hallaban en manos de los moros, sino en manos del señor de Albarracín.

Detalle de los cantiles que coronan el cerro de los Zafranares en Ademuz (Valencia), con detalle del cementerio local en la base (2014).

Vista del caserío de Ademuz (Valencia), con detalle el Pico Castro (897 m) al fondo, desde el camino que conduce a las ruinas del castillo y ermita de Santa Bárbara (2014).
            Lo anterior parece hallarse en contradicción con lo que hemos visto que dice Zurita (1578): “Estas fortalezas (Ademuz y Castielfabib) no se agregan al reino de Aragón (tras su conquista), sino que forman el reino de Valencia, que puestas en la frontera eran como las primicias de una gran expedición”. O con lo que escribe Madoz (1845): “Este pueblo (Ademuz) fue de los primeros asi en la religión cristiana, como en el señ(orío) de los reyes de Aragón”. Tras la conquista cristiana de Pedro II de Aragón, mal podían nuestras villas agregarse al reino cristiano de Valencia, pues éste no se formaría hasta muchos años después, tras la conquista de la capital por Jaime Iel Conquistador en 1238. Lo razonable es pensar que la zona pasaría a ser administrada y defendida desde Teruel y Aragón, como demuestra la historiografía. Lo que sucede es que los hechos de conquista tuvieron lugar a principios del siglo XIII y el cronista aragonés escribe en el siglo XVI, esto es, sabiendo lo que sucedió después.

© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

--------->> Continua en: y II.


[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Réquiem por la Carrasca de Negrón en Vallanca (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/09/requiem-por-la-carrasca-de-negron-i.html, del martes 23 de septiembre de 2014.
[2] ID. El Mirador de las Hoces del Ebrón en Castielfabib (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/05/desde-el-mirador-de-las-hoces-del-ebron.html, del sábado 24 de mayo de 2014.
[3] ID. Las Blancas de Puebla de San Miguel (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/09/las-blancas-de-puebla-de-san-miguel-i.html, lunes 15 de septiembre de 2014.
[4] ID. El Mirador de San Roque en Vallanca (Valencia), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/05/desde-el-mirador-de-san-roque-en.html, del jueves 8 de mayo de 2014.
[5] Bien de Relevancia Local según la Disposición Adicional Quinta de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV Núm. 5.449 / 13/02/2007).
[6] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. En busca de los olmos desaparecidos del Rincón de Ademuz, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 107-118.
[7] CASTELLANO CASTILLO, Juan José y SABATER PÉREZ, Ana. El siglo IV a.C., en el Alto Turia: el vertedero y la torre de Los Arenales (La Celadilla, Ademuz-Valencia), en SAGVNTUM (PLAV), 31:195-204.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Los Vía Crucis del Rincón de Ademuz: origen y significado devocional, en: Del paisaje, Alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 167-174.
[9] MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, 1845, pp. 83-83.
[10] ZURITA, Jerónimo. Índice de las gestas de los reyes de Aragón desde comienzos del reinado al año 1410, Edición preparada por Angel Canella López, Cronista Oficial de la Diputación Provincial de Zaragoza, Zaragoza, 1984, vol. I, p. 143.
[11] Ibídem, p. 166.
[12] MARTÍNEZ ORTÍZ, José. Referencias a Teruel y su provincia en los documentos de Jaime I el Conquistador, Colección Catálogos Documentales, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1960, p. 35, doc. 22.
[13] Ibídem, p. 39, doc. 33.
[14] Ibídem, p. 54, doc. 82.
[15] Ibídem, p. 74, doc. 149.
[16] ALMAGRO BASCH, Martín. Historia de Albarracín y su sierra, tomo III; El señorío soberano de Albarracín bajo los Azagra, Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1959, pp. 343-343.
[17] GUINOT RODRÍGUEZ, Enric. Els límits del Regne. El procés de formació territorial del País Valencià medieval (1238-1500), Edicions Alfons el Magnánim, Institució Valenciana D`Estudis i Investigació, Generalidad Valenciana, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1995, p. 34.
[18] Ibídem, p. 31.

DESDE EL MIRADOR DEL CASTILLO DE ADEMUZ (VALENCIA) [y II].

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A propósito de una visita a las ruinas de la ermita de santa Bárbara.





<<-------Viene de: I.
            Decía que los cronicones afirman que el rey don Jaime Ide Aragón reconquistó el castillo de Ademuz en 1259, "después de una gran resistencia y mucha pérdida de gentes, y la mandó poblar de cristianos de su ejército á quienes concedió muchos privilegios” -aunque personalmente no me consta que ello fuera así-: y de haber habido algún tipo de “conquista”, ésta no pudo haber sido hecha a los moros, pues, a tenor de los registros expuestos, desde febrero de 1256 el castillo de Ademuz se hallaba en manos del IV señor de Albarracín, don Álvaro Pérez de Azagra (1246-60).[1] Vistó así, de haber habido lucha ésta debió ser contra el señor de Albarracín... Asimismo, llama la atención el hecho de que "la mandó poblar de cristianos de su ejército", como si los moradores anteriores no lo hubieran sido.

Pero Jaime Iel Conquistador estuvo ciertamente en el pre-Rincón de Ademuz en la fecha de la supuesta conquista (1259): procedía de Archos (de las Salinas) y se dirigía a Teruel –quizá la noche le cogió en la zona y pernoctó en Castielfabib-. En cualquier caso, ¡mal camino para venir con una hueste! Si procedía de Arcos debió seguir factiblemente el antiguo camino de Valencia a Aragón y Castilla por esta parte, que pasaba por Hoya de la Carrasca y Puebla de San Miguel. De esta última población pudo bajar hasta el valle del Turia por Torrealta, ascendiendo después a Castielfabib por el valle del Ebrón, siguiendo el Camino de los Callejones. No parece que pasara por Ademuz, adonde obviamente le hubiera sido más fácil llegar. ¿Por qué no fue don Jaime a Ademuz, acaso su villa y castillo no pertenecían ya al reino cristiano de Valencia o cuando menos a la Corona de Aragón? Según lo dicho, el castillo de Ademuz podía encontrarse todavía en manos del señor de Albarracín, siendo quizá ésta la razón de que don Jaime no pasara por Ademuz. En cuanto a si Ademuz pertenecía al reino de Valencia hemos de decir que no, pues no fue hasta 1261, data de los Fueros romanceados, cuando Ademuz y Castielfabib se incorporaron de pleno derecho al nuevo reino cristiano. Lo cierto, sin embargo, es que no sabemos exactamente por qué subió don Jaime hasta Castielfabib, tal vez quiso conocer la villa y ver el estado de la fortaleza o fue por la simple razón arriba apuntada, que el día venció y no halló otro lugar seguro donde pernoctar, lo que le llevó a usar del derecho de cena de presencia... En Castielestuvo sólo una noche, pues en la siguiente jornada ya le hallamos signando en Teruel, donde permaneció varios días. De su estancia en Castiel tenemos constancia por cierto documento que firmó –Datum apud Castrum fabib VI nonas octubris anno Domini MCCL nono- concediendo derechos y posesiones en Valencia al militar Arnaldo de Romaní–esto fue el 2 de octubre de 1259-.[2] Como vemos, se trata más bien de un viaje administrativo o diplomático, no guerrero ni de asedio, batalla y ocupación.


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Retrato idealizado de Jaime Iel Conquistador (1208-76), rey de Aragón (1213-76), por Manuel Aguirre y Monsalbe, en la Diputación Provincial de Zaragona [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
            Diez años después de la estancia en Castielfabib –en 1269-, don Jaime pasó por Ademuz: en esta ocasión procedía de Toledo (de donde había salido en la primera semana de enero) y se dirigía a Valencia (adonde llegó a mediados del mismo mes), e iba en compañía de su yerno el rey de Castilla, donAlfonso Xel Sabio (1252-84), que al parecer iba cazando (Llibre dels feyts, apartado 479). En su crónica, Zurita estableció la dirección de Toledo a Uclés y Moya, quizá no pensó que al decir “e veniem nosen a Daymus” se estaba refiriendo al topónimo Ademuz (=Daymus). En todo caso, el itinerario seguido puede afirmarse que fue el siguiente: Toledo, Illescas, Uclés, Ademuz, Santa Cruz de Moya, Alpuente, Chelva y Valencia -según demuestra la propia crónica y los documentos signados por el monarca en Alpuente y Chelva-.[3]A la fecha de 1269 las villas y castillos de Ademuz y Castielfabib ya se hallaban incluidas de pleno derecho entre las fronteras del reino cristiano de Valencia. El día 7 de junio de este mismo año tuvo lugar un hecho aparentemente sin importancia, cual fue la cesión real de la villa de Arcos (de las Salinas) al Consejo de Teruel, para que formase parte de su Comunidad de Aldeas. Ello significó, sin embargo, la separación definitiva de las tierras de Ademuz y Castielfabib del territorio valenciano, quedando entre la actual provincia de Teruel, por Aragón y la de Cuenca, por Castilla.[4]

Durante el siglo XIII y XIV existen multitud de documentos que aluden a las villas, castillos, universidad y hombres de Ademuz y Castielfabib... Sin embargo, el mayor aprieto en que se vieron envueltas las villas y castillos de Ademuz y Castielfabib fue durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-69): durante la fase inicial de la contienda se produjeron incursiones militares por parte de ambos reinos en el vecino, singularmente en las zonas fronterizas, aunque lo más notable fue el ataque castellano al puerto de Barcelona (1359), que contó con la colaboración de los genoveses. Esta primera fase de la contienda concluyó con la Paz de Deza-Terrer (1361), mediante la que los contendientes se restituyeron las plazas conquistadas e intercambiaron prisioneros. La segunda fase de la guerra (1362-63) se cerró con la Paz de Murviedro y la tercera (1363-69) concluyó con la Paz de Almazán (1375). Las dos últimas fases afectaron intensamente al Rincón de Ademuz, pues sus dos villas señeras –Ademuz y Castielfabib- fueron asediadas y tomadas por los castellanos, pero finalmente liberadas, aunque con muchos daños.[5]
         En la fase final de la guerra castellano-aragonesa, durante el asedio de Castielfabib por los castellanos, el rey de Aragón, don Pedro IVel Ceremonioso (1336-87), estando en Teruel, con fecha 1 de noviembre de 1364, escribe al Maestre de Montesa, don Pedro de Thous (1327-74), reprochándole que no hubiera acudido como le mandaba a socorrer el castillo de Castiel, “en peril de perdres por los forts combatiments que en dona lo Rey de Castellla de dia e de nit” (ACA, Reg. 1.202, fol. 109r). Cuatro años después, estando en Barcelona, con fecha 3 de abril de 1368, el rey de Aragón concede a los habitantes de Ademuz una franquicia por diez años, como premio por el sacrificio de aguantar el cerco castellano (ACA, Reg. 739, fol. 6v-7r).[6]

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Retrato idealizado de Pedro IVel Ceremonioso (1319-89), rey de Aragón (1336-87) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].

        La historia de la villa y castillo de Ademuz -otro tanto podría decirse de la villa y castillo de Castielfabib, pues su acontecer fue parejo- pudo ser más o menos memorable durante toda la baja Edad Media, aunque nada podría deducirse por los restos materiales que quedan de su fortaleza: torreones desmochados y lienzos de muralla muy perdidos. La importancia de estos castillos y sus baluartes está vinculada a su estratégica situación, en la raya de la Corona de Aragón y el reino de Valencia con Castilla. Su momento de mayor gloria y desgracia pudo ser con motivo de las mencionadas guerras castellano-aragonesas de la segunda mitad del siglo XIV: desde la unión de los reinos hispanos en el siglo XV-XVI y la desaparición de las fronteras interiores, la importancia geopolítica de nuestras villas y castillos fue decayendo, hasta desaparecer. Antes de la unión de los reinos peninsulares hubo, no obstante, otros momentos de conflicto entre Aragón y Castilla, como la denominada Guerra con Castilla (1429-30), durante la cual el Rincón de Ademuz, en tanto parte de la frontera castellano-aragonesa por esta parte, fue escenario de luchas, con graves efectos sobre el territorio, la población y su economía:
  • <Las disensiones entre los infantes de Aragón [hermanos de Alfonso el Magnánimo (1416-58)] y don Álvaro de Luna [valido de Juan II de Castilla (1406-54)] acabaron transformándose en una guerra abierta entre Castilla y Aragón, siendo la causa inmediata la expulsión del rey de Navarra, el infante don Juan. Aunque don Álvaro trató de presentar su golpe político como una querella entre hermanos, Alfonso V (el Magnánimo) no estaba dispuesto a tolerar la afrenta, y de las conversaciones en Chelva a principios de 1429 entre los tres hermanos -Alfonso, Juan y Enrique- salió la Liga familiar y la voluntad de recurrir a la guerra como medio de evitar el despojo de los hermanos>[7]


Durante aquella guerra, las localidades del noroeste valenciano -Rincón de Ademuz y Los Serranos- fueron las más afectadas:
  • <A principios de 1430 sabemos que la población de la frontera había disminuido mucho "aixi per mortaldats com per la guerra de Castella", a lo que se sumó la excesiva presión fiscal sobre los vecinos de Ademuz por los gastos bélicos. Ante el peligro en que estaba la villa (de Ademuz) de ser atacada por gentes de Moya, el rey dispuso el rápido envío de 50 ballesteros para su defensa.>[8]

Respecto a los aspectos tácticos de la contienda:
  • <La característica básica de esta guerra en tierras valencianas fue la cabalgada, la escaramuza. No hubo grandes batallas entre ejércitos numerosos, sino golpes de mano sobre las vecinas tierras enemigas, en los que el factor sorpresa era esencial, y el botín en forma de ganado, ropa u otros bienes, así como los prisioneros -por los que luego se cobraría un rescate-, el principal objetivo. [...] En cuanto al armamento, sería el habitual en infantes y caballeros de la época, jugando la ballesta un destacado papel en los combates. La artillería estaba representada por las bombardas, de diverso tamaño, y fue la pieza clave en la defensa de fortalezas. [...] Precisamente, la puesta a punto de los castillos del reino, susceptibles de recibir un ataque castellano, fue una preocupación constante para sus autoridades. Ya en 1425, y ante el peligro de una posible confrontación en las comarcas del Rincón de Ademuz y de los Serranos el rey, a través del baile general, ordenó que se repararan y mantuvieran a puntos los castillos fronterizos, citándose en concreto al de Castielfabib, algunas partes del cual amenazaban ruina y necesitaba urgentes arreglos>[9]

Respecto a las consecuencias de aquella guerra:
  • <Desde un punto de vista territorial no se produjeron cambios en las fronteras entre ambos Estados. [...] Más grave fue la emigración y despoblación de muchos lugares fronterizos, en ocasiones agravados por la opresión fiscal, como en Castielfabib, en el Rincón de Ademuz, cuyas gentes, al no poder sembrar, se marchaban, lo que tuvo que prohibir el rey bajo pena de 1.000 florines y pérdida de bienes. Los que se quedaran verían canceladas sus deudas, amén de otras mercedes>.[10]
  •  
La guerra concluyó con las Treguas de Majano (1430), establecidas por cinco años y que supusieron la victoria del Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna (1390-1453) y la expulsión de los infantes de Aragón de Castilla: éstos se vieron privados de sus bienes, que fueron repartidos entre los nobles castellanos que habían participado en la contienda.

Decía que dado lo perdido de sus ruinas, sin las adecuadas prospecciones arqueológicas, difícilmente conoceremos el aspecto real que tuvo el castillo y la fortaleza de Ademuz; pero dada su ubicación debió ser imponente. También señalaba que las referencias a los castillos del Rincón de Ademuz son muy abundantes en la diplomática bajomedieval. Propiamente, los castillos de la Edad Media eran estructuras militares -“instrumentos” para la guerra defensiva, ubicados en lugares altos y valiosamente situados- para proteger un territorio. Como se dice arriba, los castillos de Ademuzy Castielfabib fueron originariamente musulmanes, tomados por los cristianos y utilizados tras la conquista sin aparentes cambios en su estructura. Ambos poseían una base irregular, adaptada al terreno, al estilo de los castillos roquedos y se hallaban en zonas fronterizas lo que serviría para clasificarlos como fortalezas estratégicas, con todas las consideraciones de este tipo de construcciones.[11]
           Estructuralmente, el castillo de Ademuz reunía las características peculiares del castillo musulmán, con espacios bien diferenciados, según lo describe J. Rueda (2002) siguiendo a Pierre Guichard (2001):
--1)   Una parte habitada en la ladera, rodeada de muralla (correspondiente a la villacristiana).
--2)  Un recinto superior fortificado, formado por dos elementos: el denominado albacar(zona relativamente amplia, incluyendo aljibes, establos, almacenes y mezquita), con función defensiva temporal para los moradores de la villa, donde se refugiaban con sus rebaños y otras posesiones materiales en momentos puntuales de peligro), y la saluqiya (nivel más elevando de la fortaleza y con mejores fortificaciones, que los cristianos conservaron con el nombre de celoquia).

Desde una óptica funcional, en la época musulmana el “albacar” era administrado por los propios habitantes del lugar, mientras que la “saluqiya” quedaba bajo responsabilidad directa del alcaide, jefe militar nombrado directamente por el poder central. Según Guichard (2001), tras la conquista cristiana la función social del castillo cambia, razón por la que se deja el “albacar”, conservándose sólo la “celoquia”. Para López Elum (2000), sin embargo, la totalidad del castillo musulmán dependía del poder militar –lo que parece razonable que sucediera en momentos de peligro-, sin considerar ese espacio gestionado por la comunidad rural. Según el mismo autor, muchos castillos musulmanes fueron abandonados tras la conquista cristiana, dejando que se deterioraran, lo que a la larga sería lesivo para los territorios que se vieron afectados por las guerras del Trescientos que tuvieron lugar entre los reinos de Aragón y Castilla; sin embargo, no fue el caso de nuestros castillos, pues el de Castielfabib se mantuvo activo hasta principios del siglo XVI, en tiempos de Fernando II el Católico (1479-1516).[12]

Las obras de reparación llevadas a cabo en nuestros castillos ha permitido a los estudiosos conocer muchos aspectos acerca de la estructura y materiales de construcción (tapial para edificaciones internas, piedra para murallas y torreones, vigas de madera para edificios...), incluso los nombres de los maestros canteros que las llevaron a cabo. En la memoria de unas obras que se llevaron a cabo en la celoquia del castillo de Ademuz (1462-70), se dice: “Fue principiado a hobrar en la çaloquia del castillo, de la qual obra fueron maestros Juancho et Pedro Durxurbi vizchaínos, maestros de villa (...), toda la obra (...) de sus manos tansolament que havia de fazer el portal (...) de pedra picada con hun torregon en medio et todo el dito muro de piedra sacada todo d`argamasa”.[13]

Tanto Ademuz como Castielfabib fueron villas reales y los alcaides de sus castillos eran nombrados y dependían de la autoridad real, asimismo que su administración. De ahí que las obras fueran siempre hechas a instancias del monarca, a cuyo Baile General en Valencia debía darse cuenta; dichas obras, sin embargo, eran realizadas con cargo a los municipios, utilizando para ello financiación de distinta procedencia. Además, en ocasiones debían trabajar los propios moradores, aportando su trabajo personal como peones, precedente de las tradicionales “concejadas” municipales.[14]

            Por lo demás, sería estupendo poder recomponer, aunque ilusoriamente, la estructura y el aspecto de nuestros castillos... El obispo de Segorbe, fray Francisco Gavaldá Guach (1652-1660) visitó la zona en dos ocasiones: la primera al tomar posesión de la sede en 1653, la segunda en 1656, tras el terremoto que devastó la villa y fortaleza de Ademuz, incluida la primitiva iglesia parroquial intramuros de San Pedro. En su relación ad limina de 1656, anota el prelado –la traducción del latín al castellano es de Luis Miguel Ruíz Almodóvar-:
  • <[...] tanto este pueblo como todo el trazado de la diócesis que se extiende junto a las riberas del Turia y se erigen por muchas millas y altos y escarpados montes, fue sacudido y destruido por un enorme terremoto que ha dejado en estado lamentable tanto los edificios profanos como los religiosos de muchos pueblos y que estuvo en vigor el 7 de junio del presente año, y por todas partes los montes se transformaron en valles y los valles en montes elevados./ Por lo cual no sólo la mitad de este pueblo fue completamente arrasada sino que la otra mitad amenaza la misma ruina; también la antigua parroquial, el cementerio y la fortaleza regia que habían sido construidas con mucha magnificencia en la amplia pendiente del monte, como si nunca hubieran existido han sido completamente sepultados al caer ese monte en la profundidad del valle en una funesta y ruinosa catástrofe, una ruina demoledora y en pendiente; un espectáculo digno de ser llorado, admirado y visto con horror, formado por un cúmulo inaccesible de huesos de los fieles difuntos. Para recoger los cuales piadosa y religiosamente sólo la audacia de la caridad, ignorando peligros, pudo reunir los huesos dispersos para inhumarlos en el novísimo templo>.[15]

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Vista de la fachada oriental del templo parroquial de Ademuz (Valencia), con detalle de Las Gradas, escalinata de doble vertiente por la que se accede desde la plaza (2014).

            Cuando dice del “novísimo templo” se refiere al actual templo extramuros de San Pedro y San Pablo, construido en la somera explanada del Rabal, frente al portal de San Vicente: a mediados del siglo XVII se hallaba a medio labrar y resultó afectado por el terremoto. El relato del obispo Gavaldá puede resultar barroco, incluso exagerado, pero colabora en dar idea de lo catastrófico que resultó el seísmo para el conjunto de la villa, aunque parece que también afectó a construcciones civiles y religiosas de otros pueblos de la zona. Al respecto, dice Madoz (1845): “El día 7 de junio de 1656 esperimentó esta villa un gran terremoto que derribó la iglesia y más de 40 casas; hubo muchos heridos, y solo murió un niño”. Del texto de la Relación ad liminadeducimos que el terremoto de marras constituyó la ruina definitiva del castillo de Ademuz. Asimismo, respecto de los últimos momentos del castillo de Ademuz, señala el estadista que con motivo de la primera carlistada (1833-40), “se fortificó la villa [...]; pero que terminada esta, se volvió à quedar como antes”.

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Detalle de la placeta cementada -antigua era y pajar anexo- por la que se accede a las ruinas del castillo de Ademuz (Valencia), y ermita de Santa Bárbara, con el camino que baja desde el cementerio (2014).


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Lienzos de muralla o torreón tomados con calicanto correspondientes al castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle de una fuente al pie de los estratos horizontales calizos a modo de cimientos (2014).
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Lienzos de muralla o torreón tomados con calicanto correspondientes al castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle de los estratos horizontales calizos a modo de cimientos (2014).

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Lienzos de muralla o torreón tomados con calicanto correspondientes al castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle de los estratos horizontales calizos a modo de cimientos recientemente desprendidos (2014).

            En nuestro recorrido por las ruinas del castillo de Ademuz hemos arribado a una placeta a la que se accede desde la fuente de hierro situada al pie de una zona rocosa basada en estratos horizontales calizos... Desde este punto observamos los desprendimientos habidos en la base de los restos de muralla o torreón que todavía perviven en la parte alta, muros de piedra tomados con cal y canto muy deteriorados. En la parte superior del muro o torreón hay una caseta con tejadito a dos aguas que mira a poniente, cuyo significado se me escapa. La zona aparece cercada por una verja metálica a ambos manos. Desde esta parte ascendemos a un plano más elevado por una escalerita que aparece a nuestras espaldas. La vista desde esta altura es magnífica, permitiéndonos observar el panorama en la orientación de los cuatro puntos cardinales. Mirando hacia el sureste vemos que a nuestros pies se halla la placeta desde la que hemos ascendido, y que tras los restos de muralla o torreón arriba descritos asoma una parte del depósito del agua potable que abastece a la población. En un plano medio se abre el valle del Turia con el puente de la carretera nueva cruzando el valle a la altura de Los Arenales, detrás del cual se alza el pico de La Muela. El horizonte lejano lo cierran las estribaciones de la sierra de Tortajada... La novedad de esta nueva atalaya está en que nos permite ver el vallejo del barranco Seco, sito al suroeste, por donde discurre la carretera de Vallanca, y parte del caserío de Ademuz, eras y pajares correspondientes a La Solana, así como el tramo final del río Boilgues. La carretera de Vallanca pasa en llano a nuestros pies, por la ribera izquierda del barranco, pero llegada a un punto atraviesa la rambla y comienza a ascender por la vertiente opuesta, en dirección al Mirador de la Hoz. A nuestras espaldas queda la parte más elevada del cerro de los Zafranares, en cuya base se halla el cementerio local... A mediados de los años cincuenta -abril de 1956-, el escritor y periodista valenciano Luis B. Lluch Garín visitó las ruinas del castillo y la ermita de Santa Bárbara; según sus palabras, quedó "esclavo de la belleza del paisaje":
    • <A mi espalda, a vista de pájaro, se extendía la cuenca del río Boilgues y la carretera que zigzagueando iba a Vallanca. A mi frente se tendía sobre la falda de la colina todo el caserío desparramado [...]: la huerta dormida en un sueño cromático entre las paralelas montañas, los manzanos en los campos como un bosque pelado de hojas, pero prieto de ramas; el río de plata, con escamas azules y tornasoladas entre los muros verdinegros y verde claros de los chopos, olmos, juncos y zarzamoras, salpicado el terreno de la vega por los rodales blanquecinos de los pueblos y caseríos tumbados voluptuosamente sobre el frescor de la perfumada huerta>[16]
     
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    Vista del barranco Seco, con detalle de la carretera de Vallanca (Valencia), desde el castillo de Ademuz (Valencia), 2014.
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    Detalle del depósito que abastece el agua potable a Ademuz (Valencia), en el camino que lleva del castillo a las ruinas de la ermita de Santa Bárbara (2014).

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    Camino que conduce a las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), desde el castillo, con detalle de cerro de Horca al fondo (2014).
                Dejamos la atalaya y bajamos hasta el nivel de la fuente de hierro, para encarar un caminejo de tierra que nos conducirá hasta las ruinas de la ermita de santa Bárbara, que se halla en la parte anterior del promontorio del castillo y fue declarada Bien de Relevancia Local (BRL).[17] A nuestra derecha queda el depósito del agua potable, en el centro de un recinto protegido por una verja. Dicho llana y claramente, la construcción del depósito constituyó el mayor atentado sufrido por el recinto arqueológico después del terremoto del Seiscientos y las guerras carlistas del siglo XIX. Sin duda debió ser el lugar más favorable para el abastecimiento, pero también el más inadecuado. Las ruinas de la ermita se hallan al fondo del camino que vamos siguiendo, un nivel por debajo del depósito del agua potable, dispuesto a nuestra derecha. Grandes piedras a modo de pretil protegen el camino por la izquierda, a cuya vera queda un banco de asiento sin respaldo. Bordeamos el depósito de agua por la parte inferior, para colocarnos junto al mismo, lugar desde donde puede apreciarse una singular perspectiva de las ruinas de la ermita.

     
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    Vista de la vega del Turia frente a Ademuz (Valencia), con detalle del acceso al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara, puente de la variante de la CN-330 sobre Los Arenales y Pico de la Muela (905 m), al fondo (2014).


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    Vista parcial del caserío de Ademuz (Valencia), desde el acceso al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara, con detalle del Pico Castro (897 m), al fondo (2014).

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    Vista general de las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014.

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    Vista del muro meridional de la ruinosa ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), con detalle de los sillares que lo conforman, y del alero labrado y contrafuerte, este último de fábrica posterior (2014).
     
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    Vista del Pico Castro (897 m), desde las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014.


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    Vista del depósito de agua potable que abastece la población, desde las ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014.

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    Detalle de la fachada principal de la ruinosa ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), 2014.

                La ermita de Santa Bárbara se halla dentro del recinto del antiguo castillo de Ademuz, al borde del cantil de La Solana. Su planta es alargada, orientada en posición este (cabecera) oeste (pies), con la fachada principal mirando a poniente. Posee muros de piedra tallada en todo su perímetro, con un saledizo en la cabecera, lado del evangelio y un machón de fábrica posterior en la fachada meridional. En el saledizo de la cabecera, fachada de levante, puede verse todavía un hueco con arco de medio punto que aprovechaba como espadaña para la campana, y una ventana alargada, tipo arpillera en el muro lateral. Dicho cuerpo saliente albergaba probablemente la sacristía, a la que se accedía desde el interior de la ermita por una puertita abierta en el muro de ese lado. Poseía también una abertura en el de poniente que le comunicaba con otro recinto anexo a la ermita por delante, que servía de vivienda a los ermitaños o santeros que cuidaban del lugar. La puerta principal y única del santuario se halla en la fachada de poniente, posee un arco recto y dos aberturas, una a cada lado. El interior del ermitorio aparece cubierto de piedras calizas, muchas labradas. Sus paredes todavía conservan restos del revoco de yeso. En el muro del evangelio puede verse un hueco a modo de hornacina, junto a la abertura que comunicaba la nave de la ermita con el cuerpo saledizo descrito, presumiblemente la sacristía.

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    Vista del interior de la ruinosa ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), con detalle del revoco y acceso al recinto de la sacristía (2014).

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    Vista noroccidental de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), obra del siglo XVII-XVIII, con detalle del pórtico, vivienda del ermitaño y espadaña, con el recinto saledizo correspondiente a la sacristía en la cabecera, datada en los años veinte-treinta del siglo XX [Tomada de RUBIO HERRERO (2001), p. 107].
                Viendo una fotografía antigua de la ermita, años veinte-treinta de siglo pasado (XX), observamos que la cobertura era de teja árabe, en disposición de canal y cobija, vertiendo a dos aguas. Por la parte del evangelio el tejado se extendía hasta cubrir la vivienda del santero (cuya mampostería evidencia ser obra posterior), a cuyo recinto se accedía por una portilla abierta en la fachada de poniente, la cual se hallaba en línea con la fachada de la ermita. El habitáculo del cuidador tenía una cocina o fuego bajo en el muro septentrional, evidente por las chimeneas que emergen del tejado. El cuerpo saliente del lado del evangelio poseía una cobertura a un agua, sobrepasando en un par de palmos el tejado del cuerpo central del ermitorio, con una ventana a modo de arpillera en el muro externo. Lo más característico, sin embargo, de esta fotografía es el porche que había en la fachada principal, con tejadillo a dos aguas, soportado por una estructura de obra abierta. En la parte superior de la fachada principal, justo por debajo del hastial, se observa una abertura vertical.

     
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    Vista noroccidental de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), en la que ya ha desaparecido el pórtico de la entrada y la techumbre de los recintos anexos al muro del evangelio, datada a mediados de los años cincuenta (1956): cabe observar un dato curioso, y es que a la fecha los montes del fondo izquierda, correspondientes a La Muela (905 m), se hallaban todavía por reforestar [Foto tomada de LLUCH GARÍN (1980), p. 531].
           En otra fotografía de mediados los años cincuenta del pasado siglo (1956), el porche ya ha desaparecido, así como la cobertura del saledizo y de la vivienda del ermitaño. Junto a la entrada puede verse una figura humana vestida de oscuro apacentando unos corderos... En fotografías posteriores, años noventa en adelante, la cobertura de la ermita ha desaparecido en su totalidad, con los muros de poniente arrasados hasta por debajo del alero.
              Según la serie de fotografías comentadas, antes de la guerra civil (1936-39) la ermita se hallaba todavía en buen estado. Mediados los cincuenta, sin embargo, el recinto impresiona ya de abandonado, siendo en los años noventa cuando aparece ya totalmente arruinado. La cronología del deterioro del ermitorio ha corrido pareja a la evolución demográfica de la villa, pues la despoblación no ha sido ajena a la marcha social y económica de la localidad, y de sus edificios.
                Es probable que las piedras de la ermita de Santa Bárbara procedan en parte de las que formaron la primitiva iglesia de San Pedro, derruida durante el terremoto de 1656: el seísmo derrumbó el templo y cementerio anexo, haciéndolos caer por la pendiente, hacia el barranco Seco; pero cabe la posibilidad de que no cayera en su totalidad, lo que justificaría la reutilización de sus piedras para construir el ermitorio, cuya fábrica podría datarse en el intersiglo XVII-XVIII, esto es, finales del Seiscientoso principios del Setecientos. Un texto de la época dice:
    • <En una hermita que hai donde estuvo el castillo, se conserva y venera una pequeña cruz de hierro, que acercándose alguna tempestad, silva, suda, arroja a larga distancia chispas y se corona de una especie de estrellas; de todo lo qual y de algunas otras particularidades informó al Papa el obispo de Segorbe don Francisco Gavaldá a mitad del siglo pasado (XVII) en su vista ad limina. Esto mismo se observa al presente con la dicha Cruz; sus naturales lo tienen por un singular milagro, puede bajaran mucho de este concepto si tubieran los correspondientes conocimientos de la electricidad y sus fenómenos, los que ha caracterizado la ignorancia por milagros>[18]

                Dicho texto se halla en las Relaciones de Vicente Castañeda y Alcover (1921), el cual toma la cita del manuscrito “Descripción del Reino de Valencia por Corregimientos” de Josep Joaquim Castelló (1783), obra de la ilustración valenciana anterior a las Observaciones(1797) de Antonio Josef Cavanilles. Mediado el siglo XVII, el obispo Gavaldá escribió acerca del origen y estado de la cruz silbante de Ademuz –la traducción del latín al castellano es de Luis Miguel Ruíz Almodóvar-:
    • <[...] desde hace setenta años es venerada en este pueblo (Ademuz) una cierta cruz de hierro, menor de un palmo, pero la más venerada de todas, la cual estando oculta bajo las peñas de la colina anexa se dio a conocer con un vehemente silbido largamente repetido. Esta fue colocada con todo el honor junto a la puerta austral de la iglesia parroquial antigua existente en el cúmulo de las rocas y encima de una pequeña columna; y todavía hoy en día cuando el cielo está sereno anuncia las tempestades de rayos y granizo y esas tempestades cuando se están acercando las disipa y ahuyenta totalmente. Ahora con un ruido estridente, ahora silbando, ahora sudando copiosamente y convirtiendo las gotas de sudor en chispas hirvientes, ahora brillando toda ella como gemas del tamaño de una bellota con colores sanguíneos, ruidos estridentes y turgentes, ahora coronándose a sí misma con un conjunto de estrellas silbantes, ahora centelleando como un hierro candente que es golpeado con el martillo y ese centelleo se extiende a unos cien pasos alrededor (de la cruz), o bien finalmente oponiéndose al rayo y al trueno aterrador con serena quietud, coloca en tierra unas relucientes estrellas reducidas en una con un silbido tremebundo, volviendo a cogerlas para ser coronada por ellas>.[19]

                Sigue diciendo:
    • <Consideraría dignas de proponer a Vuestra Beatitud otras cosas de la cruz para otra indagación superior. De esas otras cosas una es que esas estrellas a pesar de ser acuosas y sanguíneas cualquiera puede asirlas con la mano seca y llevarlas por cualquier dirección delante de la cruz pero separadas de ellas súbitamente se van hacia ella con un silbido elevado. Qué se puede decir de las gemas que aparecen hinchadas en las empuñaduras de la cruz, sino que ahuyentan las manos del agresor con mala intención, pareciendo que cuando se tocan con el dedo se esconden en el interior de la cruz con un quejido estridente y si se retira la mano vuelven a salir a las empuñaduras con un musitante silbido. Pero lo que es más admirable de todo es que una pequeña cruz de lignum crucis de Cristo adornada con vainas plateadas que se conserva en esta iglesia, puesta delante de la cruz que venimos hablando en tiempo de tempestad produce n al unísono un silbido mucho más vehemente>[20]

                Cuando dice “Vuestra Beatitud” se está refiriendo al Papa Alejandro VII (1655-1666). Y termina explicando:
    • <Fue destruida con las demás rocas que había debajo la recordada columna, una ruina absoluta del monte, de las rocas, del templo, del cementerio, de la fortaleza, de las torres y muchas casas, una ruina que iba desde la parte posterior de la cruz hasta el valle, sin embargo la misma cruz se mantuvo en pie como levantada en el aire por una fuerza divina. De donde entre amargas y dulces lágrimas pías fue trasladada devotamente a la nueva iglesia y colocada en el altar mayor por mis propias manos con el agrado del pueblo como corona del Santísimo Sacramento. Y de todas estas cosas se ha hecho un informe copioso y con muchos datos de innumerables testigos para perpetua memoria. Empieza pues la Santa Cruz a venerarse muy frecuentemente en las villas remotas de Sesga, Olmo, Casas superiores e inferiores...>[21]

                El texto del crédulo prelado resulta exageradamente recargado, literario y poco creíble. Acerca de la cruz que silba hubo un proceso de la Inquisición Valenciana a mediados del siglo XVII, en el que se descartó la intervención divina en el prodigio.[22]La explicación física del fenómeno la dio Antonio Josef Cavanilles en sus Observacionesa finales del siglo siguiente (1797). En su periplo rinconademucense, arribado a Ademuz dice del pueblo que es de la Encomienda de Montesa,[23] y que en su perímetro viven unos quinientos vecinos, comentando de su ubicación “que está colocado en la cuesta rápida del cerro, que se extiende hasta el rio: á excepcion de algunas casas edificadas con solidez y comodidad, todas anuncian pobreza ó mal gusto, como destinadas á labradores sin luxo. [No obstante] Casi todas gozan la deliciosa vista que el Turia y campos inmediatos les presentan; pero el sitio más ventajoso para disfrutarla es el castillo, situado en la cumbre del cerro”. Según vemos, el botánico no se muerde la lengua, describiendo el caserío ademuceño tal cual lo percibe, pobre y deslucido. Destaca, sin embargo, la belleza del paisaje que puede verse desde la mayoría de las casas... Aún gozando las casas de la agradable vista del Turia, la mayoría de los vecinos no disfrutarían quizá de los encantos del paisaje del valle del Turia, pues la pobreza y tanto más la miseria suele estar reñida con la belleza y su aprecio. Con todo, el botánico subió al cerro del castillo para disfrutar del panorama...
    • <Subí a él (al cerro), y quando admiraba la hermosura de aquel recinto pintoresco, interrumpieron esta sensación agradable lo que me acompañaban, llevándome á ver una columna de piedra, sobre que está una cruz de hierro, alta como medio pie, sus brazos de algo menor extensión, y el uno termina en punta. Es famosa en toda la comarca, y mirada con sumo respeto y confianza del vulgo, que son casi todos los habitantes. Dicen que en tiempos tempestuosos salen penachos de fuego de las partes agudas de la cruz, y que se dexa oir un zumbido particular, lo que atribuyen á virtud milagrosa de ella: creen que ahuyenta las tempestades, y que no puede caer rayo alguno en aquel sitio, como efectivamente no hay memoria de haber caido: y para confirmar sus opiniones traen la de un Señor Obispo que manifestó por escrito ser del mimo dictamen>.[24]

                Sigue explicando:
    • <Una ligera tintura de física, y tal qual instrucción en el artículo de electricidad aclararia el hecho, y disiparia preocupaciones, hijas de la ignorancia. Que la cruz en tiempos tempestuosos se electrice, despida luz, y silve como ellos dicen, nada tiene de milagro, es cosa natural, y que sucede cada dia en el conductor de la máquina eléctrica, y en qualquiera punta metálica que se le adapte. Porque el fluido eléctrico para ponerse en equilibrio pasa de un cuerpo á otro quando se halla con mas abundancia en alguno de ellos: y tal puede ser la copia de dicho fluido, que en algunas tempestades se acumule en la cruz, que en la obscuridad se ve formar penachos, y produzca el zumbido ó silvido que ellos dicen>.[25]

                Y concluye diciendo:
    • <En quanto á lo de ahuyentar las tempestades debe proceder mayor exâmen, y observarse la circunspección debida ántes de señalar la causa de los fenómenos, que pueden ser puramente naturales. La posición de los cerros, que se prolongan según el curso del rio, y el saber que las nubes siguen la dirección de este, presentan una causa poderosa sin recurrir á milagros, que sabemos no se multiplican sin necesidad. Convendría tambien tener á la mano la historia crítica de lo sucedió allí durante la dominación árabe, y saber por este medio si caian entonces rayos, ó si jamas experimentáron los Moros la menor desgracia. Estos hechos averiguados con juiciosa crítica prestarian luz para la decisión de que ahora me abstengo>[26]

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    Vista de "la Cruz que Chilla", con detalle de la basa caliza y columna de piedra compuesta por distintos fragmentos y un medallón labrado, sobre el que se alzaba la célebre cruz de Ademuz (Valencia) [Tomada de Carlos Sarthou Carreres, Geografía General del Reino de Valencia, Valencia (1920-27), vol. II, p. 273].

        Como personaje ilustrado que era, Cavanilles -formado en los refinados ambientes del París pre-revolucionario, donde estuvo como preceptor de los hijos del Duque del Infantado, a la sazón embajador de España ante la corte francesa-, no puede evitar dar una explicación natural, científica, al suceso de la cruz que chillaba, y que presuntamente protegía de las tormentas; cauteloso, se abstiene de emitir otros dictámenes, pues el asunto no dejaba de ser espinoso y resbaladizo. De hecho, el primero que trató libremente el tema en la época contemporánea fue M. Tejado Fernández (1946), al confrontar un fenómeno natural con su exégesis milagrosa.[26] Lamentablemente, el naturalista no dice nada del estado en que se hallaba la fortaleza, castillo y murallas de Ademuz en aquel momento; menciona la ermita de Santa Bárbara, aunque tampoco la describe, quizá porque nada de ella llamó su atención, excepto el asunto de la cruz silbante...

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    Detalle del acceso al castillo y ruinas de la ermita de Santa Bárbara en Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014).

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    Detalle de estructuras arquitectónicas arqueológicas correspondientes a la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), vistas desde el Vallado (2014).

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    Detalle de estructuras arquitectónicas arqueológicas correspondientes a la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), vistas desde el Vallado (2014).

                Podríamos pasar horas y horas contemplando el paisaje que desde aquí se muestra, pero hay que dejar el lugar, aunque con el compromiso de volver. Lluch Garín lo dice de otra manera, pero con el mismo sentimiento: "Saciada mi alma con esta contemplación extática que se exteriorizaba en una inmovilidad física casi absoluta, rompimos el encanto y fuimos descendiendo por las calles tortuosas llenas de piedras...". De la misma forma dejamos nosotros el recinto arqueológico, bajando por una empinada escalerita que nos conduce al Vallado: recorriendo la calle que da nombre al barrio observamos los fragmentos de muralla que todavía quedan, inmediatamente por encima de las casas que por su parte inferior se le adosaban. Por el contrario del periodista, nosotros no encontramos calles llenas de piedra, sino bien cementadas, aunque igualmente tortuosas. Valga el punto para anotar que los pueblos del Rincón de Ademuz pecan de haber empleado demasiado cemento en sus calles -cemento que se deteriora y agrieta, o hay que romper continuamente por averías en el abastecimiento del agua potable o el alcantarillado-: digo esto porque me ha llamado la atención la calle Vallado, que dispone de una bonita y práctica franja de ladrillo en el centro. En nuestro devenir hacia la modernidad pasamos de las calles de tierra a las de cemento; pero ciertamente el cemento no es la solución definitiva, cuando existe la alternativa del adoquín o la piedra...

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    Detalle de la fachada de una antigua vivienda del Vallado, sita bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014.

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    Vista del Pico Castro (897 m) y caserío de Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014).
                Durante la bajada cabe perderse por las callejas adyacentes, para descubrir rincones escondidos, visitar la Cueva del Castillo, el Cubo del Maroto –que forma parte del Plan de Dinamización Turística del Rincón de Ademuz-, la singular arquitectura y el peculiar urbanismo de la parte alta del caserío. En mi descenso, teniendo siempre como guía la torre de la iglesia, arribé a la calle de san Joaquín, donde se halla la recientemente restaurada capilla del antiguo Hospital de Pobres de la Villa. La de San Joaquín es una calleja empinada de fuerte sabor medieval, con tramos escalonados, que discurre bajo altos solanares y balconadas de madera torneada, hasta la calle Empedrado. Desde este punto podemos bajar hasta la plaza del Ayuntamiento, donde pueden admirarse estupendas balconadas de hierro forjado y madera, y la lonja renacentista, bajo la Casa Consistorial. De allí, por la calle san Vicente y el portal de su nombre cabe retornar a la plaza de la Iglesia, nuestro punto de partida.

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    Detalle de banco en un rincón del Vallado, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014.

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    Detalle de una fuente en un rincón del Vallado, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014.

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    Detalle de construcciones y viviendas en el Vallado, bajo la muralla y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014.

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    Calle Vallado, bajo la muralla y fortaleza de Ademuz (Valencia), con detalle del piso cementado (2014).
     
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    Detalle de la torre-campanario de la parroquial de Ademuz (Valencia), desde el Vallado (2014).


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    Detalle de calle y viviendas de Ademuz (Valencia), 2014.

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    Detalle de calles y viviendas en Ademuz (Valencia), 2014.

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    Detalle de calles y viviendas en Ademuz (Valencia), 2014.


                Palabras finales, a modo de epílogo.
              La subida hasta el cementerio de Ademuz y la visita al Mirador del Castillo constituye una excusa para descubrirnos el estupendo paisaje que desde allí puede admirarse –el mismo paisaje que dos siglos atrás Cavanilles calificó con toda propiedad de hermoso y pintoresco-. La excursión constituye también un motivo para dar un somero repaso a la historia local, algo conveniente si pretendemos entender la idiosincrasia del paisanaje.
             Últimamente ha aparecido en las redes sociales cierto impulso de cara a “salvar” el castillo de Ademuz; ello a raíz de los desprendimientos habidos en la base de un fragmento de muralla o torreón de lo que pudo ser la entrada al recinto de la fortaleza. El arrebato no deja de ser loable, aunque tardío, pues en el castillo de Ademuz queda poco que salvar. Como si dice arriba, el mayor atentado sufrido por el recinto arqueológico fue la construcción del depósito del agua potable que abastece a la población. Por parte del municipio, faltó sensibilidad; y por parte de la Generalidad, control. Pues aunque cómodo de instalar, el depósito se puso en el lugar menos adecuado. 

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    Vista de la cueva del castillo en la Solana, bajo la muralla del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia), 2014.

    En los últimos años, sin embargo, se ha tratado de enmendar el error, adecentando y protegiendo la zona como lugar de interés paisajístico. ¡Enhorabuena a los promotores! Este es el aspecto que  realmente debe preservarse a mi entender, pues la belleza del paisaje que se admira desde el cerro del castillo y fortaleza de Ademuz (Valencia) resulta de un valor inconmensurable. ¡Pero para valorar y estimar algo, lo primero es conocerlo! Lo que hace falta ahora para salvaguardar el encanto del paraje es optimizarlo y darlo a conocer. Cabe también mejorar el acceso por el Vallado; pues, pese a las evidentes mejoras, el barrio sigue siendo uno de los más degradados de la villa. Vale.

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.



    [1] ALMAGRO BASCH, Martín. El Señorío de Albarracín, desde su fundación hasta la muerte de Don Fernando Ruiz de Azagra, Teruel 14 (1955), 5-146.
    [2] Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Reg. 10, fol. 120. Vid MIRET Y SANS, J. Itinerari de Jaime I el Conqueridor, Barcelona, 1908, pp. 292-293. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerco historiográfico comarcal: reyes aragoneses y castellanos en el Rincón de Ademuz, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 18.
    [3] MIRET Y SANS (1908), pp. 418-419.
    [4] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Casasbajas, en el Rincón de Ademuz, en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/06/casasbajas-en-el-rincon-de-ademuz-i.html, del miércoles 5 de junio de 2013.
    [5] ID. El sínodo de Castielfabib de 1358, en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/11/el-sinodo-de-castielfabib-de-1358.html, del domingo 11 de noviembre de 2012.
    [6] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Aportación al conocimiento de La Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz, Valencia, 2002, p. 204.
    [7] Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ, Ángel CANELLAS LÓPEZ y Jaime VICENS VIVES: Los Trastámara de Castilla y Aragón en el siglo XV, tomo XV de la Historia de España, dirigida por Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1970, p. 106. Citado por José HINOJOSA MONTALVO en Las fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37 (1987), p. 150.
    [8] Archivo del Reino de Valencia, [ARV], Real 40, fol. 81v-83r. Citado por HINOJOSA MONTALVO (1987), 151.
    [9] HINOJOSA MONTALVO (1987), 153-155.
    [10] [ARV], Real 40, fol. 104v. Citado por HINOJOSA MONTALVO, p 156-157.
    [11] GUITART APARICIO, C., Los castillos turolenses, Zaragoza, 1987, pp. 7-16. LÓPEZ ELUM, P., Los castillos valencianos en la Edad Media, materiales y técnicas constructivas, Valencia, 2000. Vid SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 297.
    [12] Archivo Reino de Valencia [ARV], Bailía, L. 1163, fol. 216r. Vid SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 297.
    [13] [ARV], Maestre Racional, L. 9160.
    [14] RUEDA, J., Dos castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I y II), en: Scripta Manent, Ababol 31 (2002) 27-32 y Ababol 32 (2002) 22-27.
    [15] Archivo Secreto Vaticano [ASV], S. Congr. Concilii, Relationes ad limina. Segobricens, 731 A., 1656. CÁRCEL ORTÍ, Mª M., Relaciones sobre el estado de las diócesis valencianas, Edita Generalidad Valenciana, Valencia, 1989, tomo III [Segorbe], pp. 1.519-1.523. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, A., De paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, 2007, pp. 455-456 y Del Paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2009, vol. III, pp. 295-296.
    [16]  LLUCH GARÍN, Luis B. Ermitas y paisajes de Valencia, Edita Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, 1980, vol. I, p. 531.
    [17] Bien de Relevancia Local según la Disposición Adicional Quinta de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV Núm. 5.449 / 13/02/2007).
    [18] Relaciones Geográficas, Topográficas e Históricas del Reino de Valencia hechas en el siglo XVIII a ruego de don Tomás López. Las publica, con notas, aumentos y comentarios Vicente Castañeda y Alcover de la Real Academia de la Historia, Provincia de Valencia, Madrid, 1921, pp. 1-2.
    [18] CÁRCER ORTÍ, Mª Milagros. Relaciones sobre el estado de las diócesis valencianas, Valencia, 1989, tomo III [Segorbe], pp. 1.521-1.522.
    [19] Ibídem.
    [20] Ibídem.
    [21] SÁNCHEZ GARZÓN (2002).
    [22] RUBIO HERRERO, Samuel. Historia verdadera de la cruz que chilla y fundación del hospital de San Joaquín, Edita Ayuntamiento de Ademuz, Valencia, 2001.
    [23] CAVANILLES, Antonio Josef. Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, Madrid, 1797, vol. II, párrafo 107, pp. 77-78.
    [24] Ibídem.
    [25] Ibídem.
    [26] TEJADO FERNÁNDEZ, M. De Inquisición valenciana. Interpretación milagrosa de un fenómeno natural, en Saitabi IV (1946) 235-246.

    DESDE EL MIRADOR DEL CASTILLO DE CASTIELFABIB (VALENCIA) [I].

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    A propósito de una visita a la villa y al solar de la antigua fortaleza.


    Tiene Castielfabib el asiento muy fragoso,
    por estar entre dos montes, que hacen un valle muy estrecho;
    y es población de cien casas, con su castillo
    -Gaspar Escolano, Décadas(1610-11)-.




    A Vicenta Esparza Esparza(1877-1955),
    natural de la villa de Castiel y mi abuela paterna,
    a la que apenas conocí.



                En nuestro recorrido por los miradores del Rincón de Ademuz arribamos hoy al del castillo de Castielfabib (Valencia), anexo a la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles.[1]El término “iglesia-fortaleza” ha resultado ciertamente afortunado, hasta el punto de haberse popularizado; pero lo cierto es que no se trata propiamente de una iglesia fortificada, como pudiera ser la parroquial de Jabaloyas (Teruel), por nombrar una del entorno próximo, sino más bien de una iglesia en una fortaleza. En cualquier caso, la fortificación religiosa en España es un fenómeno poco estudiado en su conjunto.[2]
                El término paisaje (Del latín pagus), se refiere al lugar o espacio geográfico donde nacemos y vivimos, y con el que nos identificamos. De ahí la íntima relación conceptual y semántica entre paisaje, país y paisanaje, y la correspondencia cultural que se establece entre el individuo, la comunidad y el lugar donde se vive. Por lo demás, el concepto paisaje es relativamente reciente, el castellano lo importó del francés (paysage, pays, paysant/ paisaje, país, paisano), y su etimología indica una fuerte relación entre el mundo rural y la agricultura. Por otra parte, cuando contemplamos la naturaleza (paisaje), no convertimos en observadores, de forma que la propia naturaleza (paisaje observado) se convierte en un suceso o acaecimiento,[3] y como tal en un elemento patrimonial local.
           Dicho de otra forma, y en palabras de Rafael Mata Olmos, Catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM):

    • <El paisaje es el territorio percibido, con toda la complejidad psicológica y social que implica la percepción, desde los aspectos simplemente visuales a los más profundos relacionados con la experiencia estética de la contemplación. El paisaje como territorio percibido constituye, por eso mismo, un punto fundamental de encuentro entre objeto y sujeto, entre el ser y su visibilidad. [...] Además, la referencia a las relaciones entre lo natural y lo humano en la definición del carácter de cada paisaje incorpora implícitamente otro aspecto esencial para su comprensión. Me refiero a la naturaleza dinámica del paisaje (porque dinámicas son tales relaciones) y a la necesidad de considerar el tiempo en el estudio de su diversidad material y de las representaciones sociales. El tiempo histórico es, efectivamente, un componente esencial en la mayor parte de los paisajes, por lo que la historia se convierte en una vía privilegiada de indagación paisajística y, en ocasiones, [...], en objetivo de la planificación del paisaje, en la medida en que los proyectos territoriales y arquitectónicos deberían enraizarse en la identidad paisajística del territorio, que no se comprende sin su historia>.[4]

    En suma, para que la naturaleza se convierta en paisaje precisa de un observador que la contemple, y de un acontecer que implica el paso del tiempo. De ahí que una buena forma de internarnos en un paisaje sea comenzar por describirlo en relación con su historia...

    Vista general de Castielfabib (Valencia), desde Los Planos (2013).

                Consideraciones históricas.
             Comúnmente resulta de interés el conocimiento de la percepción del paisaje de un territorio y su historia por los autores que nos precedieron. En nuestro caso me parece sugestivo traer a estas líneas la visión del eclesiástico, escritor e historiador valencianoGaspar Escolano (1560-1619), cuando dice en sus Décadas (1610-11) de nuestra comarca (el Rincón de Ademuz), zona que en su tiempo era conocida como “tierra de Ademuz”, y como quiera que ésta se halla desgajada del territorio al que se halla adscrita por geografía y por historia, dice (la cursiva es mía):

    • <[...], dá un salto nuestro reino (se refiere al reino de Valencia), y vuelve a cobrar un giron de tierra dentro de Castilla y Aragón, por las espaldas de Santa Cruz (de Moya) y de la Hoya (de la Carrasca); que es la que llamamos tierra de Ademuz, poblada de cristianos viejos, y toda del obispado de Segorbe. Parte della recae dentro desta ribera del Turia, que vamos delineando, y parte de la otra. Desta tenemos, en un territorio de muchas fuentes admirables, á Sesga, de treinta casas; Puebla de San Miguel de setenta; y Torre Alta, de veinte. A esta la llama Viciana Torre Somera, y es el primer lugar de nuestro reino, donde en saliendo de Aragon toca el rio Túria, para despues dar vista en Santa Cruz de Castilla, y volver á entrar otra vez en el reino de Valencia>[5]

                Según vemos, Escolano escribe a principios del siglo XVII y su visión geopolítica es correcta, pues está describiendo lo que hoy conocemos como Rincón de Ademuz, que él denomina “un girón de tierra (valenciana) dentro de Castilla y Aragón”, esto es, un exclave o territorio fuera del suyo propio y situado entre otros con distinta jurisdicción. De estar dentro de otro territorio diríamos de enclave. Yendo aguas arriba del Turia, Santa Cruz de Moya (Castilla) y Hoya de la Carrasca (Aragón), quedarían atrás, a nuestras espaldas, la primera al sur y la segunda al este. Desde un punto de vista religioso define a los moradores como “cristianos viejos”, sin mezcla de moro o judío, pertenecientes entonces a la diócesis de Segorbe, bajo cuya autoridad pertenecieron hasta 1960, año en que las iglesias del Rincón de Ademuz pasaron a la diócesis de Valencia. Propiamente, divide las tierras de Ademuz en dos partes, según caigan a una u otra mano del Turia, río que atraviesa la zona de norte a sur. En la ribera izquierda sitúa a Sesga (30 casas), Puebla de San Miguel (70) y Torre Alta (20). Deja sin mencionar Mas del Olmo y Val de la Sabina, que junto a las nombradas –Sesga y Puebla de San Miguel- eran entonces aldeas de Ademuz.
             Cuando nombra Torrealta dice que Viciana –Rafael Martí de Viciana (1502-1572), historiador, cronista y notario valenciano, autor de una célebre obra -Crónica de la Ínclita y Coronada Ciudad y Reino de Valencia (1500)- la llama Torre Somera, como se la denomina en las crónicas antiguas.[6]Decíamos que Torrealta/Torre Somera pertenecía entonces a Ademuz, y el cronista la nombra por ser “el primer lugar de nuestro reino, donde en saliendo de Aragon toca el rio Turia”, es decir, entrando al Rincón de Ademuz desde Teruel, la primera población que hallaríamos en aquel tiempo sería Torrealta, pues Mas de Jacinto (Castielfabib), sería un rento o masía.
     
    Vista general de la zona meridional (Solana) del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la Vega Zaragoza (2004).

                La Crónica de Escolano continúa aguas abajo del Turia, del siguiente tenor (la cursiva es mía):
    • <Agora para llevar concertado el curso de nuestra descripción, nos hemos de pasar á la otra ribera del rio, y discurrir por ella, dejándonos llevar de su mesma corriente. A esta cuenta vienen por su órden de los primeros, los de la misma tierra de Ademuz; y destos, ocupa el primero puesto la Torre Baja, á quien llama Viciana en dicho libro Torre de Orcheta, con cincuenta casas á la mesma ribera del rio, y en el lugar por donde desboca en él un riachuelo llamado Hebron, que nace una legua mas arriba, en tierra de Aragon, y pasa por una villa real, que llaman Castielfabi (ó como escriben otros Castielfabib), á una legua muy gruesa de Ademuz>[7]

                En su descripción de las poblaciones y lugares de la “tierra de Ademuz” comienza por Torrealta, a la que ubica a la mano izquierda del Turia, sin hacer mención como decíamos de Mas de Jacinto, que queda por encima de Torrealta y a la derecha, quizá por su pequeñez e insignificancia. Nombra después a Torrebaja, sin hacer tampoco alusión a Mas de los Mudos, tal vez por la misma razón que no nombra a Mas de Jacinto, las tres a la mano derecha del río. Al señalar Torrebaja dice que Martí de Viciana la denomina “Torre de Orcheta”, con cincuenta casas. A principios del siglo XVII Torrebaja era un lugarcillo de Castielfabib constituido en mayorazgo, cuyo titular era don Diego Ruiz de Castellblanque, quien en su testamento (1638), se intitula “señor de la Torre Baja del Villar de Orchet” -nombre que entronca con la “Torre de Orcheta” de que dice Viciana-.[8]El padre de don Diego, don Juan Ruiz de Castellblanch se vio envuelto en un juicio interpuesto por la villa de Castiel contra el señor de Torrebaja (1610), en relación con la falta de reconocimiento de los jueces de la villa en el territorio de su señorío, que por entonces no era sino una finca, hacienda, posesión, calle o aldea de Castielfabib, sin término ni delimitación propio.[9]
                Al decir de Torrebaja/ Torre Baja/ Torre de Orcheta, refiere que aquí desemboca “un riachuelo llamado “Hebrón, que nace una legua mas arriba, en tierra de Aragon, y pasa por una villa real, que llaman Castielfabi (ó como escriben otros Castielfabib)”. Ciertamente, en una partida de Torrebaja conocida como Las Ajuntas, el Ebrón rinde sus aguas en el Turia. Al río Ebrón le grafía “Hebron”, como la ciudad de Palestina en Cisjordania. Cuando nombra Castielfabib la escribe también como “Castielfabi”. Seguidamente pasa a describir la villa, haciéndolo de una forma sencilla y absolutamente acertada:

    • <Tiene Castielfabib el asiento muy fragoso, por estar entre dos montes, que hacen un valle muy estrecho; y es población de cien casas, con su castillo. Los historiadores nuestros le hacen tan antiguo, que por nombre de Castiel Fabi sacan, que se le dieron en tiempos de romanos; y que es lo mesmo que decir, Castillo de Fabio. Mas no parece cuadrar con esto el nombre que tuvo en tienpo de los moros que le llamaban Castiel Fabib, ó Habib: que como ellos mesmos confiesa, es palabra arábiga>.[10]


    Vista parcial de la zona septentrional (Umbría) del caserío de Castielfabib (Valencia), con detalle del Torrejón (derecha y arriba) y la iglesia-fortaleza (izquierda y abajo), 2004.

                Siguiendo a Escolano, Vicente Mares, que escribió a finales del mismo siglo (1680), dice de la villa: “Castielfavi, está a la orilla del rio Turia, a una legua de Ademuz. Es villa antiquísima, y fuerte, de 120 vecinos. Es fundación de Romanos y su nombre quiere decir Castillo de Fabio, por ser de este linaje quien le fundó”.[11]Cabe anotar al respecto que en los años setenta del pasado siglo XX, en las inmediaciones del Castillejo en Los Santos (Castielfabib), se halló un ara votiva romana, datada en el siglo I d.C., la cual se conserva en el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) de Valencia (Corell Vicent, 1971).[12]Del mismo modo, en la cimentación de lo que hoy entendemos pudo ser el torreón del Homenaje de la fortaleza de Castiel pueden verse antiguas señales de cantería, pero éstas se interpretan como de la baja Edad Media. Respecto a la grafía y significado, Castielfabib se ha escrito de distintas formas a lo largo del tiempo, aunque aludiendo siempre a un castillo o recinto fortificado. En otro lugar escribí:
    • La grafía latina correspondiente a Castiel aparece con numerosas variantes en las fuentes historiográficas: Castrum, Castri, Castello, Castell, Castiel..., imponiéndose esta última por influencia del romance castellano. La segunda voz, Fabib, también aparece con distintas grafías: Habib, Phabit, Favit, Fabib..., procedentes del árabe Habib, que significa amigo, nombre de varón muy común entre los musulmanes.[13]

    Escolano anota, sin embargo, que “en tienpo de los moros [...] le llamaban Castiel Fabib, ó Habib: que como ellos mesmos confiesan, es palabra arábiga”, lo que parece acordar más con la realidad del topónimo, pues el vocablo Qala en árabe quiere decir “castillo” o “más que castillo”, y de Qala (=castillo), bien podría haber derivado Castiel, siendo Fabib un apelativo personal o de familia –de la misma forma que por ejemplo el castillo de Ajlun (Jordania), o Qala`at Ajlun (anteriormente Qala`at ar-Rabad, debido a que la familia Rabadi tuvo una importante presencia en la ciudad de Ajlun)-. Asimismo, siguiendo la cronología de la invasión musulmana de la Península Ibérica, entre los emires dependientes de los Califas de Damasco hallamos a Ayyb ibn Habib al-Lajmi, que lo fue en el 717. En suma, Castielfabib es una palabra compuesta de Castiel y Fabib: Castiel podría tener un origen latino (de castrum, castri...), pero también árabe (de qala), ambas referidas a "castillo" o "lugar fortificado". Mientras que Fabib puede ser un nombre originariamente árabe, con significado de "amigo", de donde Castiel Fabib significaría "castillo amigo".

                En cualquier caso, que Castiel tiene un origen antiguo nadie lo duda... La zona de lo que hoy es el Rincón de Ademuz fue conquistada por los moros, me refiero a los musulmanes que invadieron la Península en el 711, probablemente, a la vez que lo fue Albarracín y el resto de la zona. Y en manos de moros permaneció hasta la conquista cristiana de Pedro II de Aragón en 1210. Sin embargo, en el fuero de Daroca, otorgado por Ramón Berenguer IV (1113-1162) en noviembre de 1142 ya se dibuja el territorio de lo que se pretendía fuera conquista aragonesa. Al definir sus límites meridionales se nombra a nuestras villas señeras: “... a Sancta Maria, Castil Sabib, a Demuz, a Sarriella, a D` Alpuent, a la Cirab, a Torralba, a Montan, a Linares...”.[15]Pero todo este extenso territorio no debe entenderse de forma jurisdiccional real, sino “d`expansió, pasturatge i saqueig front a altres árees de consells fronterers veïns, de forma que el control cristià sobre aquets pobles esmentats o la idea d`un repoblament efectiu seria inexistent en aquell moment”.[16]La delimitación de aquel extenso alfoz, dice (Agudo Romero, 1992:52):

    "Ego, comes Raymundus Barcilonensis et princeps Aragone, concedo et otorgo istam cartam et istum forum et quidquid boni inuenerint de his decem anni et do illis istos terminos de Villa Feliç ad Atea, a Cemballe, a Cubelo, a Cubellego, a Çafra, a Rodenas, a Sancta Maria, a Castiel Sauib, a Demuz, a Serreilla, ad Alpuent, a la Cirab, a Tor Alba, a Montan, a Linares, a Rio de Martin, ad Vesa, a Fonte de Tosos, a Villa Noua, a Longares, a Consuelda, a Codo, a Miedes, istas prenominatas cum suis terminis".[17]

    Vista de la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles en Castielfabib (Valencia), desde el torreón del Hospital (2012).


                Antes de seguir conviene dejar claro que la conquista cristiana del pre-Rincón de Ademuz fue en 1210, a manos del rey de Aragón, Pedro II el Católico: así lo refiere ya Zurita a mediados del siglo XVI y lo confirma la historiografía moderna. No obstante, apoyándose en autores anteriores Escolanoafirma que fue en 1212 (la cursiva es mía):

    • <Dio vuelta á su casa el rey don Pedro ganada la victoria; y por llevarse ayuda de costa se puso de camino con su ejército sobre dos castillos y villas fuertes del reino (moro) de Valencia, que son Castiel Fabib y Ademúz, en los confines de Aragón, y las entró á fuerza de armas. Así lo refieren Beuter y Carbonell en su vida, y Mármol en el año mil ciento noventa y seis: si bien se engaña en decir que se ganó Ademuz en dicho año noventa y seis; como tambien Carbonell, que en el año mil doscientos y catorce. Lo cierto es, que fue en mil doscientos y doce, despues de la batalla de las Navas (de Tolosa en Jaén); y conforman con esto las escrituras públicas antiguas de aquellas villas>


             En apoyo de su afirmación, conforme los dos castillos del pre-Rincón de Ademuz fueron conquistados por don Pedro II en 1212, Escolano acude a Beuter –me refiero al historiador valenciano Pere Antoni Beuter(1490-1554)-, que escribió acerca de la historia de Valencia y de España en la primera mitad del siglo XVI-,[18]el cual dice que la conquista tuvo lugar en 1212. Nombra también a Mármol –me refiero al militar, historiador y escritor granadino Luis del Mármol Carvajal (1520-1600), que escribió a finales del XVI-,[19]el cual dice que la conquista de la zona fue en 1196, y a Carbonell –me refiero al historiador y humanista catalán Pere Miquel Carbonell (1434-1517), que escribió en el ínter siglo XV-XVI-,[20]el cual dice que aquella conquista fue en 1214. Es decir, el cronista hace mención de tres autores que le precedieron, y que aportan fechas distintas para datar la conquista de nuestra zona, aunque sin hacer mención del aragonés Gerónimo Zurita (1512-80),[21]que ya dejó escrito en sus Índices (1578) que la conquista fue en 1210.[22]Uno no puede por menos que preguntarse, ¿a qué se debe esta disparidad en las fechas de conquista de los castillos del pre-Rincón de Ademuz? -pues hemos de pensar que todos ellos se basarían en otros autores o en documentos originales o transcritos relativos al asunto-. Podríamos especular al respecto, pero lo cierto es que no lo sabemos. Pudieron consultar distintos autores o bibliografías, aunque lo que el baile de fechas señala meridianamente es el desconocimiento relativo del momento histórico concreto.

    Vista meridional del caserío de Castielfabib (Valencia), desde Los Planos (2014).

                Sí sabemos, no obstante, lo que Zurita dice en su Índice (1578) del tiempo de la conquista:
    • <[Expedición contra Valencia.] A finales de marzo (de 1210) el rey (don Pedro de Aragón) reúne sus tropas en Monzón, y hace una incursión por tierras del reino (almohade de Valencia). [En aquella expedición] Conquistan la villa de Ademuz, Castielfabib y Sertella, con sus castillos. Estas fortalezas no se agregan al reino de Aragón, sino que forman el reino de Valencia, que puestas en la frontera eran como las primicias de una gran expedición. Los castillos próximos se rindieron y aceptaron las condiciones propuestas. [...] y aquel día en presencia del rey, del obispo de Zaragoza se ofreció y entregó a don Pedro de Montagudo maestre del Temple y a su orden>.[23]

               La incursión aragonesa por tierras del reino almohade de Valencia se ha visto como una respuesta del rey de Aragón por el ataque de las fuerzas navales del almirante Abuboba contra Barcelona, cuyo puerto había atacado a principios del año (1210), haciendo un importante botín. En dicha campaña fueron conquistados los castillos de Ademuz, Castielfabib y Sistella (=Sertella/Serrella).[24]

            Prestigiosos autores contemporáneos, basándose en la historiografía moderna, han especulado al respecto (GUAL CAMARENA, 1953:42-43):
    <La Incorporación a la España cristiana de los castillos de Ademuz, Castelfabib, el Cuervo y Serralla, se lleva a cabo en el año 1210, entre los meses de Junio y agosto, probablemente en este último (Zurita, Anales, Libro II, cpa. LX). Afirma Zurita que el monarca se encuentra en marzo del año citado en Monzón, allí reúne sus ejércitos, entra en el país valenciano y gana por conquista las citadas fortalezas, continuándose después la lucha con grande furia. La expedición no debió dirigirse exclusivamente contra este sector, pues el mismo cronista nos dice que por la frontera de Ademuzera donde estaba el rey con el mayor cuerpo de su ejército, lo que indica que la lucha se llevaba a cabo, a la vez en otros lugares. La fijación de dicha fecha no presenta muchas dificultades. Por el itinerario real se deduce que en marzo de 1210 pudo estar el monarca en Monzón para marchar enseguida a Languedoc mientras sus tropas luchaban en la frontera, de vuelta permanecería con sus guerreros, de mediados de Junio hasta fines de agosto, fecha en que debieron caer los citados castillos. También el mismo Zurita, al hablarnos incidentalmente de cómo don Diego López de Vizcaya se pone al servicio de los moros valencianos (1206), nos ofrece noticias de una expedición del rey Don Pedro contra Valencia, en la que llega a sitiar la capital y, al caerse del caballo, da motivo a un lance caballeresco, por el que el citado don Diego le salva la vida (Zurita: Anales. Libro II. cap. LIII). Poco sabemos más de esta incursión. ¿Se conquistaron entonces por primera vez los castillos de Ademuz, Castelfabib y Serralla?. Según el Episcopologio de Segorbe se efectuó dicha conquista en 1207, pero creemos se trata de una alteración en la numeración del año>.[25]


                En el siguiente epígrafe de su Índice (1578), Zurita escribe:
    • <[Tortosa entregada al Temple.] El día 19 de setiembre junto a Villafeliche el rey dona la ciudad de Tortosa y su castillo que llaman la Zuda, y las fortalezas de aquella ciudad a don Pedro de Monteagudo maestre de los templarios y a su orden>[26]

                Lo que no dice el cronista es que dicha donación a los templarios fue por su colaboración en la conquista de los castillos de Ademuz y Castielfabib, El Cuervo y Serrella. Posteriores a los Índices (1578) de Zurita(1512-80) y a las Décadas (1610-11) de Escolano (1560-1619) son los Anales del Reino de Valencia (1613) de Francisco Diago(ca.1560-1615), doctor en teología e historiador -nombrado Cronista Mayor de la Corona de Aragón (1614) por el rey Felipe III el Piadoso (1598-1621)-, que también escribió acerca de la conquista del pre-Rincón de Ademuz (la negrita es mía):
    • <CAPÍTULO XXVIII. Que el Rey don Pedro vino con exercito a este Reyno, y ganó los castillos de Ademuz, Castielfauib, y Sertella: y que remunero mucho a las Ordenes Militares de San Juan y del Temple, que se hallaron en la jornada, dando a la vna muchos bienes en Meliana, y a la otra el Alquería de Ruçafa para quando se ganasen a los Moros [Año MCCX Después del Nacimiento de Christo].
    •  Estando Mahamete [se refiere a Mahamete Enacer, hijo del rey de Marruecos Abu Iacob Almançor y hermano de Zeyt Abuzeyt] sobre esta fuerte Villa [se refiere a Salvatierra, hacía poco ganada a los moros por los caballeros de la Orden de Calatrava], muchos dias antes que llegasse a rendirla, se metio por este Reyno de Valencia el Rey don Pedro de Aragón con vn buen exercito que auia jurado en Monçon en fin del mes de Março del mismo año, para hazer guerra a los Moros Valencianos, estando con el en aquella villa los Obispos de Çaragoça, Taraçona y Huesca, y muchos Caualleros principales, y entre ellos don Ximeno Cornel, don Garcia Romeu, don Blasco Romeu, don Guillén de Ceruellon, don Guillen de Moncada, y don Guillen Ramon de Moncada Senescal de Cathaluña. Entro por la frontera que confina con Aragon y Castilla, y continuando la guerra con grande furia, gano por combate y fuerça de armas tres castillos de importancia, que fueron Ademuz, Castielfauib, y Sertella. Señalaronse mucho en el combate dellos don Pedro de Montagudo Maestre del Temple, y los Caualleros de su Orden. Y señalose tambien en la bateria de Castielfauib el señor de Quinto don Atorella, hijo de don Pedro Ortiz: y en aquel mismo dia en presencia del Rey y del Obispo de Çaragoça hizo voto de entrar en la Religion de los Templarios en manos del Maestre della. Por Setiembre deste año ya estaua rematada la conquista destos tres castillos, y era de buelta el Rey don Pedro para su Reyno de Aragon, y hauia llegado a la ciudad de Teruel: porque en seys deste mes y año, y Era de mil y doscientos y quarenta y ocho [Año de 1210], trató en ella de lleuar adelante los fauores que hazia a la Orden Militar del Espital de San Iuan de Hierusalem, para animarla con ellos a que le valiesse con veras en la conquista deste Reyno. Que cierto es (como lo he visto en el Archiuo de la Baylia de Valencia, en el quarto libro grande delos enajenamientos del Patrimonio Real, en la hoja veynte y dos) que para quando se ganasse Burriana a los Moros, dio en dicho dia y Era a aquella Orden y a su Maestre en España Ximeno de Lauata, y a fray Martín de Andos Castellan de Amposta, todas las Mezquitas de aquella villa y de su termino, con todos sus heredamientos, posesiones y derechos, y les otorgo que pudiesen edificar qualesquiera Iglesias y Oratorios, y que las poseyesen libre y francamente con diezmos y primicias, ofrendas y otros derechos, saluo el Episcopal, ordenando juntamente que a ninguna otra persona de qualesquiera Orden le fuesse licito leuantar ninguna Iglesia, o Oratorio en aquella villa. Estauan entonces con el Rey Aznar Pardo Mayordomo de Aragon, Marco de Liçana, Assalite de Gudal, Rodrigo de Liçana, y otros Caualleros. En diez y nueve deste mes de Setiembre ya estaua el Rey mas dentro de Aragon en Villafeliz: y teniendo muy en la memoria lo mucho que le auia seruido la Orden del Temple en la toma de los castillos de Ademuz y Castielfauib, le dio mucha cosa en Tortosa, ciudad de Cathaluña, como lo refiere Curita [Zurita]. Y siempre la favorecio quanto pudo en otras ocasiones. Antes que se concluyesse este año de mil doscientos y diez, huuo de yrse el Rey la buelta de Cathaluña: y en Perpiñan acordose de las nuevas poblaciones que se yuan haziendo en los castillos que auia ganado a los Moros en este Reyno, para que la de Ademuzse prosperasse, otorgò a sus nueuos pobladores, y a los que quisiesen serlo de alli adelante, grandes exempciones, y vna muy liberal franqueza de muchas imposiciones y derechos. He la visto en el Archiuo de la Baylia de Valencia, en vn libro grande de las otorgadas a pueblos deste Reyno, en la hoja ciento y treynta y cinco. Y la fecha es de veynte y dos de Setiembre deste año de mil dozientos y diez. Y aduiertolo con cuydado, para que se vea quan acertadamente he puesto en este año la toma de Ademuz, y se toque con las manos que no se puede alargar hasta el año de mil y dozientos y doce, en que vn moderno la asienta [se refiere a Escolano]. La razon parece de euidente eficacia: y pudo ser que fuesse ella la que obligo a Curita, aunque ni la refiere ni la apunta, a no passar del año que yo digo la conquista y toma de Ademuzy de Castielfauib. En el siguiente pensando el Rey proseguir tan buenos principios, y aun llegar hasta las puertas de Valencia, dio a dos passos de la vna dellas, estando en Teruel en cinco de Nouiembre, la Alquería de Ruçafa con vna torre cercana a ella, a fray Guillen Cadell Maestre de la Caualleria del Temple en la Proença y partes de España, y a su Orden, para siempre y quando se ganasse a los Moros, como lo he visto en el Archiuo Real de Barcelona, en vn libro grande de los desta Orden, escrito en pargamino, en la hoja ciento y treze>.[27]

    Vista meridional (Solana) del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el camino de la Hoya Hermosa, con detalle del Torrejón (izquierda) y el castillo e iglesia-fortaleza a la derecha (2014).

                El texto del cronista Diago es bastante expresivo: la conquista de los castillos del Rincón de Ademuz –Ademuz y Castiefalbib- tuvo lugar el verano de 1210: “Por Setiembre deste año ya estaua rematada la conquista destos tres castillos”, y ello con la ayuda de templarios y hospitalarios, a cuyas órdenes compensó por su colaboración:
    -“en seys deste mes (de septiembre) y año (de 1210), a la Orden Militar del Espital de San Iuan de Hierusalem [se refiere a los hos hospitalarios], para quando se ganasse Burriana a los Moros, dio en dicho dia y Era a aquella Orden y a su Maestre en España Ximeno de Lauata, y a fray Martín de Andos Castellan de Amposta, todas las Mezquitas de aquella villa y de su termino, con todos sus heredamientos, posesiones y derechos, y les otorgo que pudiesen edificar qualesquiera Iglesias y Oratorios, y que las poseyesen libre y francamente con diezmos y primicias, ofrendas y otros derechos, saluo el Episcopal, ordenando juntamente que a ninguna otra persona de qualesquiera Orden le fuesse licito leuantar ninguna Iglesia, o Oratorio en aquella villa”.
    -“En diez y nueve deste mes de Setiembre ya estaua el Rey mas dentro de Aragon en Villafeliz: y teniendo muy en la memoria lo mucho que le auia seruido la Orden del Temple en la toma de los castillos de Ademuz y Castielfauib, le dio mucha cosa en Tortosa, ciudad de Cathaluña, como lo refiere Curita [Zurita]”.
              -“ Antes que se concluyesse este año de mil doscientos y diez, huuo de yrse el Rey la buelta de Cathaluña: y en Perpiñan acordose de las nuevas poblaciones que se yuan haziendo en los castillos que auia ganado a los Moros en este Reyno, para que la de Ademuz se prosperasse, otorgò a sus nueuos pobladores, y a los que quisiesen serlo de alli adelante, grandes exempciones, y vna muy liberal franqueza de muchas imposiciones y derechos”.
               -“En el siguiente (año de 1211) pensando el Rey proseguir tan buenos principios, y aun llegar hasta las puertas de Valencia, dio a dos passos de la vna dellas, estando en Teruel en cinco de Nouiembre, la Alquería de Ruçafa con vna torre cercana a ella, a fray Guillen Cadell Maestre de la Caualleria del Temple en la Proença y partes de España, y a su Orden, para siempre y quando se ganasse a los Moros”.

                Baste una anotación para decir que el cronista Diago no recoge las donaciones específicas del rey don Pedro a las órdenes militares en el pre-Rincón de Ademuz: Ademuz lo dio a los templarios y Castielfabib a los hospitalarios, como veremos que recoge la historiografía contemporánea.

     
    Vista de la zona septentrional (Umbría) del caserío de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo al fondo (2012).

              Notas para una cronología historiográfica de la conquista del pre-Rincón de Ademuz.
              Estableciendo una cronología para la campaña aragonesa de 1210, en la que se conquistó el territorio del actual Rincón de Ademuz y aledaños, incluida “Sertella”, veremos que:
    1] A la fecha de 13 de junio el rey don Pedro II el Católico (1196-1213) todavía se hallaba en Teruel, mientras que el 1 de julio ya se encuentra en el sitio de Castielfabib.[28]
                2]Apenas mes y medio después vemos que Castielfabib ya se halla en manos cristianas, pues existe cierto documentos conforme el rey aragonés, en atención a la ayuda prestada en la conquista (de Castiel), concede a la Orden de san Juan de Jerusalén [hospitalarios], la iglesia de esta villa con sus diezmos y primicias, más el lugar de las Eras, con los términos que cita, para la construcción de iglesias y oratorios... –Datus in captione Castelli fabib, VII kalendas septembris..., Era millesima, Ducentécima, Quadragesima octava-.[29]
    3] Simultáneo del anterior es otro documento firmado por el monarca en el mismo lugar y día -Datum in exercitu iuxta Castellum Habib, ipso iam capto-, esto es,“en el ejército o con las tropas junto a Castielfabib”, ya tomada la localidad.[30]Al respecto, cabe añadir que el rey don Pedro “apoderóse de ellos por cercos y combates y se le entregó la mayor parte de sus habitantes”.[31]
                4]En relación con el documento precedente existe otro datado en Villafeliche (Zaragoza), de fecha 19 de septiembre de 1210, por el que don Pedro concede a los templarios, en recompensa por la gran ayuda prestada en la conquista de los castillos de “Daymuz et Castellum Habib et castellum quod dicitur lo Corbo et castellum quod dicitur Serrella” la ciudad de Tortosa (Dertuse) con todos sus términos.[32]
    5] Asimismo, según otro documento datado en Lérida, el 20 de octubre del mismo año 1210, el rey permutó sus rentas en Ascó (Tarragona), por los antiguos derechos que la Orden del Temple tenía "in Deimus et Castello Habib et Corvo et Serrella eorumque terminis, Dei gracia per nos noviter a sarracenis ablatis".[33]
               6] Del mismo modo, en relación con los registros anteriores, existe otro datado en Ágreda (Soria), de fecha 11 de abril de 1211, por el que Pedro II de Aragón dona las "ecclesias de Serreilla et de lo Corvo et de Pinna de Jahya cum mezchitis et Xecimis et primitiis et oblationibus...", conquistadas el año anterior, al venerable don Rodrigo, arzobispo de Toledo, para que éste las entregue al obispo de Albarracín.[34]Valga el punto para decir que Serreilla (=Serrella), se ha identificado con Alcalá de la Vega (Cuenca), aunque no hay acuerdo entre los investigadores.[35]“Corvo” (=Lo Corbo) se interpreta como El Cuervo (Teruel); en cuanto a “Pinna de Jahya” resulta un topónimo desconocido: existe en la actualidad un lugar habitado llamado Pina (Castellón), pero su ubicación no casa con el contenido del documento: se ha explicado como probable arabización de "Penya de Chuan", aunque otros lo asimilan hipotéticamente a Ademuz y Castiel Fabib.[36]
    7] Respecto al asunto que nos ocupa, la conquista cristiana de la zona, existe otro documento datado en Bhihuega (Guadalajara), de fecha 30 de octubre de 1232, por el que el citado arzobispo de Toledo [don Rodrigo Ximénez de Rada], en relación con el conflicto surgido entre el obispo de Albarracín y su cabildo, dictamina que de las iglesias adquiridas con posterioridad a las primeras constituciones del obispo don Martín (1200), “videlicet de Formón, Corvo, Castiel, Ademuz, Vallanca et Sancta Cruz, et de ecclesiis in posterum, dante domino acquirendis”, el cabildo percibiría sólo el tercio de los diezmos, no la mitad como se hacía hasta ese momento.[37]El dictamen no satisfizo a las partes y el asunto continuó en litigio, pero lo que importa es que a la fecha de 1232 las iglesias de nuestra zona, conquistadas por don Pedro II de Aragón en 1210, ya se hallaban bajo la jurisdicción del obispo de Albarracín, cuya diócesis era sufragánea de Toledo.

    Detalle de El Torrejón, torreón que cerraba al poniente la villa medieval de Castielfabib (Valencia), desde la calle Moral (2014).


                Según escriben Guillermo de León y Luis Mombiedro en su artículo citado (1996, actualizado en marzo de 2001), el territorio conquistado en 1210 por Pedro II de Aragón, tras la ocupación quedó en una posición de inestabilidad. Siguiendo al Anónimo de Madrid y Copenhague (Valencia, 1917), la zona fue vaciada de musulmanes y repoblada con cristianos: a los antiguos moradores de estos castillos –Ademuz, Castielfabib y Serreilla-, “a unos los llevó a su país y a otros los dejó ir a tierras de musulmanes” (Anónimo, p. 115). Es de pensar que otros muchos, ante la proximidad de la lucha huirían hacia tierras musulmanas. El documento visto por Francisco Diago en la Bailía de Valencia (1613), según el cual “el rey concedía en Perpiñán amplias franquicias para los que fuesen a poblar Ademuz”, con independencia del error en la data, pues en esa fecha de 22 de septiembre de 1210 todavía se hallaba en Aragón, manifiesta la preocupación y el interés del monarca por “afianzar la conquista, y seguramente el ritmo repoblador continuó sin interrupciones incluso el año de la campaña de las Navas” en 1212. El fallecimiento de don Pedro en Muret (1213), la minoría de edad del heredero, de apenas 5 años, y la crítica situación socioeconómica, dado el “ciclo de malas cosechas”, constituyeron un frenazo para continuar la conquista del reino moro de Valencia –como pretendía el monarca-: “Los castillos (conquistados en aquella campaña: Ademuz, Castielfabib, El Cuervo, Serrella), pese a todo, permanecieron bajo dominio aragonés con excepción de Serrella, que volvió a manos musulmanas en una reacción valenciana hasta ahora no documentada pero deducible del hecho de que (el arzobispo Ximénez de) Rada la arrancó del poder de los sarracenos, en 1219".[38]

    Vista de la zona meridional (Solana) del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el camino del Hituelo (2012).

                Merece la pena reseñar que las “amplias franquicias para los que fuesen a poblar Ademuz” debieron concederse también a Castielfabib, basta ver la “Carta de población de la ciudad de Santa María de Albarracín, según el códice romanceado de Castiel” (Riba y García, 1913)[39]-pues ambas villas tuvieron un desarrollo similar durante su devenir histórico: desde la época foral y baja Edad Media hasta nuestros días-.


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

    ---------->> Continua en: II.


    [1] GARCÍA LISÓN, M y ZARAGOZÁ, A. Catálogo de Monumentos y Conjuntos de la Comunidad Valenciana, Consellería de Cultura, Educación y Ciencia de la Generalidad Valenciana, Valencia, 1983, vol. I, pp. 305-308. CERVERA ARIAS, Francisco y LÓPEZ VEGAS-MANZANARES, Fernando. Restauración de la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles en Castielfabib, en IV Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico y Edificación (Cuba '98): libro de actas / Miguel Ángel Fernández Matrán (dir. congr.), 1998, pp. 235-236. CERVERA ARIAS, Francisco. La iglesia-fortaleza de Castielfabib, ¿enclave templario?, en Las Órdenes Militares: realidad e imaginario, Universitat Jaime I, Servicio de publicaciones, 2000, pp. 151-158. LÓPEZ GONZÁLEZ, Concepción y GARCÍA VALDECABRES, Jorge. Los orígenes de la iglesia fortaleza de Castielfabib: Análisis gráficos, en EGA: Revista de expresión gráfica arquitectónica, nº 20 (2012), (Ejemplar dedicado a: Conversando con... Kenneth Frampton), pp. 112-123.
    [2] DIMANUEL JIMÉNEZ, Mercedes. La investigación de la arquitectura religiosa fortificada medieval española: estado de la cuestión y metodología, en Anales de Historia del Arte,Volumen Extraordinario, (2009), 295-308.
    [3] GASTO CODERCH, Juan Miguel, GALVEZ NAVARRETE, Maria Consuelo y MORALES ARNAIZ, Patricio. CONSTRUCCIÓN Y ARTICULACIÓN DEL PAISAJE RURAL: PERCEPTION, NATURAL DISTURBANCE AND THE RECONSTRUCTION OF LANDSCAPES. AUS (Valdivia), 7 (2010), pp.6-11.
    [4] MATA OLMO, Rafael. Paisaje e historia. Una mirada retrospectiva por el futuro de los paisajes, del Departamento de Geografía de la UAM.
    [5]Décadas de la Historia de la insigne y coronada ciudad y Reino de Valencia por el licenciado Gaspar Escolano, Rector de la parroquia de san Esteban, Cronista del Rey Nuestro Señor en el dicho reino y Predicador de la ciudad y consejo, por Don Juan B. Perales, tomo II, Valencia/Madrid, 1879, pp. 373-374.
    [6] En las Cortes de Monzón de 1542, el cronista Viciana intervino como síndico por las villas de Burriana, Villarreal y Ademuz. Vid GARCÍA MARTÍNEZ, S. “Estudio preliminar”, en Viciana, Rafael Martí de, Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia, vol I, Valencia: Univ. de Valencia (Departamento de Historia Moderna), 1983, p. 54.
    [7] ESCOLANO, opus cit., p. 374, col. 1ª.
    [8] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Análisis del Testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, señor de la Torre Baja del Villar de Orchet, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, 2007, pp. 341-531.
    [9] ID. Diploma de sentencia en el proceso: la villa de Castielfabib contra don Juan Ruiz de Castellblanch, señor de Torrebaja (1610), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 309-312.
    [10] ESCOLANO, Opus cit., p. 374, col. 1ª.
    [11] MARES, Vicente (1680): La Fénix Troyana, Segunda Edición, Teruel, Imprenta La Federació, 1931, p. 162.
    [12] CORRELL i VICENT, Josep (1996): Inscripcions romanes d`Edeta i elseu territori, Valencia, Nau Llibres.
    [13] IRANZO, E. Topónimos árabes en el Rincón de Ademuz, en Scripta Manent, Ababol 36 (2003), 27-30. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Castielfabib en la primera mitad del Ochocientos, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 264, nota 105.
    [14] MARTÍNEZ MARTÍNEZ, José Luis. La villa de Utiel en el siglo XIII: conquista y repoblación de la comarca de Requeña-Utiel, en Oleana I 2ª Ed (2003), 79.
    [15] MUÑOZ ROMERO, Tomás. Colección de Fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, 1847, p. 543. CORRAL LAFUENTE, J.L.La comunidad de aldeas de Daroca en los siglos XIII y XIV: origen y proceso de consolidación, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1987. Citado por GUINOT RODRÍGUEZ, Enric. Els límits del Regne. El procés de formació territorial del País Valencià medieval (1238-1500), Edicions Alfons el Magnánim, Institució Valenciana D`Estudis i Investigació, Generalidad Valenciana, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1995, p. 15.
    [16] Ibídem.
    [17]AGUDO ROMEO, María del Mar. El fuero de Daroca: Introducción, edición crítica, traducción, estudio léxico y concordancia, Edita Centro de Estudios Darocenses de la Institución Fernando el Católico, Diputación de Zaragoza, Zaragoza, 1992, p. 52.
    [18] Pere Antoni Beuter. (2013, 27 de diciembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 18:22, noviembre 24, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pere_Antoni_Beuter&oldid=71592738.
    [19] Luis del Mármol Carvajal. (2013, 8 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 18:46, noviembre 24, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Luis_del_M%C3%A1rmol_Carvajal&oldid=70084382.
    [20] ALCOBERRO, Agustí. Pere Miquel Carbonell, historiador, humanista, i la historiografía catalana del siglo XVI: tesis doctoral leída en el Departament d'Història Moderna de la Universitat de Barcelona (1993).
    [21] Jerónimo Zurita. (2014, 2 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 18:49, noviembre 24, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Jer%C3%B3nimo_Zurita&oldid=76730406.
    [22] ZURITA, Jerónimo. Índice de las gestas de los reyes de Aragón desde comienzos del reinado al año 1410, Edición preparada por Ángel Canella López, Cronista Oficial de la Diputación Provincial de Zaragoza, Zaragoza, 1984, vol. I, p. 143.
    [23] Ibídem.
    [24]Diccionario de Historia de España, Edita Revista de Occidente, Madrid 1952, vol. II, p. 796. Citado por José Luis MARTÍNEZ MARTÍNEZ. La villa de Utiel en el siglo XIII: conquista y repoblación de la villa de Requeña-Utiel, Centro de Estudios Requeneneses, Oleana I, 2ª edición (2003), 36.
    [25]GUAL CAMARENA. Miguel.: "Precedentes de la Reconquista valenciana". Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Medievales. Instituto Valenciano de Estudios Históricos. Institución Alfonso el Magnánimo y Diputación de Valencia. Valencia 1953, pp. 42-43.
    [26] Ibídem, pp. 143-144.
    [27]Anales del Reyno de Valencia. Tomo Primero, que corre desde sv población después del Diluvio, hasta la muerte del Rey don Iaime el Conquistador. Compuestos por el Padre Maestro frai Francisco Diago de la Orden de Predicadores, Prior del Convento de San Onofrio, y Calificador de los santos Tribunales de la Inquisición de Barcelona y Valencia, Impresos en Valencia, en casa de Pedro Patricio Mey, junto a Sant Martín. MDCXIII,/ 1613, Tomo I, Libro VI, pp. 270-271.
    [28] CARUANA Y GÓMEZ DE BARREDA, Jaime. Índice de los pergaminos y documentos insertos en ellos, existentes en el Archivo de la ciudad de Teruel, Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Madrid, 1950, documento 4, p. 32.
    [29] Archivo Histórico Nacional [AHN], Orden de Montesa, copia simple en papel, siglo XVIII. Inserto en un documento eclesiástico de fecha 16 de abril de 1327. Vid JAVIERRE MUR, Áurea Lucinda. Privilegios Reales de la Orden de Montesa en la Edad Media: catálogo de las series existentes en el AHN, Junta técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid 19(45), p. 119.
    [30] GUAL CAMARENA, Miguel. Precedentes de la Reconquista Valenciana, Valencia, 1952, documento XLVII.
    [31]Anónimo de Madrid y Copenhague, texto árabe y traducción por Ambrosio HUICI MIRANDA (1879-1973), Valencia, 1917, pp. 114-115. Citado por Guillermo de León y Luis Mombiedro en Una cruzada, un noble y un castillo (1996), en http://www.aristarkos.com/8textos/serella/index.htm, actualizado a marzo de 2001.
    [32] Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Chancillería, Pergaminos de Pedro I de Cataluña (=II de Aragón), nº 370; y Archivo del Gran Priorato de Cataluña, pergamino 1 del armario de Tortosa. Publicado por Bienvenido OLIVER y ESTELLER. Historia del Derecho en Barcelona, Barcelona 1886, (I), p. 397. GUAL CAMARENA (1952), documento L.
    [33] GUAL CAMARENA (1952), documento LI. Hemos de entender que el documento alude a la quinta parte de lo que de antiguo pertenecía a los templarios, según los pactos de Ramón Berenguer IV con las órdenes militares, en relación con el testamento de Alfonso I el Batallador. Un papel anexo al documento dice que la permuta no llegó a realizarse para Ademuz y Castielfabib. Citado por Guillermo de León y Luis Mombiedro en op. cit.
    [34] Archivo Catedral de Albarracín, Leg. 1, fol. 1486. ALMAGRO GORBEA, Martín. Historia de Albarracín y su sierra, Teruel, 1959, III, documento 21.
    [35] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. “Buscando el castillo de Serreilla”, obra de Niceto Hinarejos Ruiz, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/01/buscando-el-castillo-de-serreilla-obra.html, del viernes 18 de enero de 2013.
    [36] Alcalá de la Vega y su patrimonio histórico: http://www.alcaladelavega.com/documentos/catedral-de-albarracin/. "Pina (Castellón)."Wikipedia, A enciclopedia libre. 2 abr 2013, 12:37 UTC. 25 nov 2014, 20:20 <http://an.wikipedia.org/w/index.php?title=Pina_(Castell%C3%B3n)&oldid=1518430>.
    [37] VILLANUEVA, Joaquín Lorenzo. Viage literario a las iglesias de España, Madrid, 1804, III, Ap. III, pp. 225-227; TOMÁS LAGUIA, César. Catálogo de la Sección de Pergaminos de la S.I. Catedral de Albarracín, Teruel, 1955, pp. 225-226; MARTÍN ALMAGRO. Historia de Albarracín y su sierra, III, Ap. 23, pp. 130-131.
    [38]Guillermo de León y Luis Mombiedro en su artículo citado (1996, actualizado en marzo de 2001).
    [39] RIBA Y GARCÍA, Carlos. Carta de población de la ciudad de Santa María de Albarracín, según el códice romanceado de Castiel existente en la Biblioteca Nacional de Madrid, Zaragoza, 1915, Estudio Preliminar, I y II.

    DESDE EL MIRADOR DEL CASTILLO DE CASTIELFABIB (VALENCIA) [II].

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    A propósito de una visita a la villa y al solar de la antigua fortaleza.


    “De este monte se va baxando hácia la villa (de Castielfabib),
    situada en la cuesta rápida de un cerro,
    coronado hoy dia por las ruinas de una fortaleza.
    Subí á lo mas alto para descubrir las cercanías
    y los objetos que á pocas leguas cierran el horizonte”
    -Antonio J Cavanilles (1745-1804), Observaciones (Madrid, 1797)-.




                En busca del castillo de Castielfabib.
                Desde el centro del Rincón de Ademuz, para subir a Castielfabib por carretera lo mejor es tomar la CN-420 en dirección a Cuenca... Desde Ademuz y la parte meridional de la comarca, cabe seguir la antigua CN-330, vía El Soto y el Montecillo, donde se halla el Punto de Interpretación Geológica,[1]continuando hasta el cruce con la carretera de Cuenca en el puente sobre el Ebrón en Los Santos (Castielfabib). Y desde Torrebaja y la parte septentrional de la comarca, siguiendo el curso ascendente de la 420 vía Los Santos. Ambas carreteras confluyen en el citado puente del Ebrón frente a la aldea castielfabiense. La Nacional hacia Cuenca discurre en llano y paralela al río Ebrón hasta el desparecido lugar de Las Monjas, para ascender en fuerte repecho de varios cientos de metros, hasta un desvío que aparece a la derecha, en dirección a Castielfabib (3 km) y El Cuervo (6 km), población ésta de Teruel. La Nacional continúa su trazado ascendente en dirección al puerto del Hontanar, vía la Hoya Hermosa y ambos Colladillos –el de Arriba y el de Abajo-: el trayecto resultará conocido para los que hayan visitado Arroyo Cerezo y el paraje de La Cruz de los Tres Reinos.[2]
                La carreterita que parte de la Nacional baja hasta el barranco Hondo y sube por la ladera opuesta para internarse después en el paraje de Los Centenares. En un punto del trayecto veremos un espacio sombreado a la derecha de la vía, frente a un huerto de paneles solares, donde se halla el Mirador de las Hoces del Ebrón.[3]Desde el Mirador ya puede observarse una estupenda vista del caserío de Castielfabib, descorriéndose por la ladera sur-oriental del cerro sobre el que se asienta, entre El Torrejón y la eminencia del castillo, abocado a la Vega Zaragoza. Mucho se ha escrito acerca de la influencia del paisaje sobre el paisanaje, y alguna influencia debe tener, pues entiendo que no es lo mismo vivir en la costa que en el interior, ni son del mismo carácter los que viven en el llano y los que lo hace en un lugar alto y arriscado como Castiel; quizá porque la altura condiciona en ver las cosas con distinta perspectiva que la horizontalidad..., aunque esto está por ver, y quizá no sea más que literatura, impresiones por confirmar.

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    Vista del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el Mirador de las Hoces el Ebrón (2012).

                Dejamos el Mirador y continuamos por la carreterita, hasta llegar a Los Planos, desde donde puede admirarse otra estupenda vista del caserío, ésta más serena y cercana. En este punto de la carretera, junto a unas moreras veremos unas paletas de madera indicando varias direcciones. Se trata de caminos que cruzan o parten de la carretera. El camino de la derecha lleva hacia la Vega Zaragoza, para bajar paralelamente al Ebrón hasta Los Santos por Los Callejones. El camino de la izquierda guía hacia Vallanca, vía Tóbedas de Abajo y Arriba, por el camino de la Hoya Hermosa. Para ir al Mirador del Castillo lo más cómodo y rápido es acercarse hasta Castiel, atravesar los túneles –el de La Solana y el de La Umbría- y subir a la villa por la rampa que nace a la altura del cementerio municipal y ermita de Nuestra Señora de Gracia.[4]Podremos aparcar el vehículo en los lugares señalizados, incluso en la misma plaza Mayor. Y desde allí dirigirnos hacia la iglesia, para subir hasta el castillo por unas escaleritas labradas en la misma roca que nacen al pie de la calle que circunda la fortaleza.
                El camino descrito es el más rápido y cómodo, pero para tener una visión de conjunto lo más aconsejable es seguir antes el camino asfaltado que nace a la altura de la calle los Planos, a la izquierda de la carretera. Disculpen que insista, pero antes de emprender la subida por la calle los Planos merece la pena detenerse para echar una nueva mirada hacia la villa, pues la vista lo merece. Castiel es uno de esos lugares de gran belleza formal –incluso exótico en muchos sentidos-: fotogénico al extremo desde múltiples perspectivas, pero incómodo para vivir… Aunque como habemos gente para todo, algunos lo encontrarán encantador, y seguramente lo es, pues el mejor lugar para vivir es aquel en que uno decide hacerlo. En todo caso, el panorama desde la villa bien merece alguna incomodidad. Decía que para subir hasta El Torrejón iremos por la calle de los Planos, en dirección al camino de la Hoya Hermosa. Atravesaremos primero una zona de cultivos, eras y pajares, naves y almacenes, para enfilar enseguida un fuerte repecho. La subida ofrece un descansillo en un punto donde la carretera hace un brusco giro a la izquierda, ya cerca de la parte llana del tramo. Desde este punto podremos observar una nueva perspectiva del caserío en su vertiente meridional, en la que se hace evidente el declive de la ladera sobre el que asienta la villa. Nos hallamos en un lugar elevado, casi en la horizontal del castillo y fortaleza, aunque todavía por debajo de El Torrejón. Del caserío nos separa la hendidura de un barranco pedregoso que baja hasta la carretera, cuyo trazado discurre en horizontal, hasta internarse en el túnel de La Solana.
    Aunque hay algunas casas dispersas por la ladera, el grueso del caserío se arracima, por no decir que monta a horcajadas entre El Torrejón y el castillo, de forma que aquel quedaría en la grupa y éste en el amarre delantero de la montura. Aguzando un tanto la vista podremos distinguir varios torreones almenados confundidos entre las casas, uno de ellos todavía está habitado y otros lo estuvieron. Siguiendo con la mirada podremos trazar una línea imaginaria uniendo estos torreones, hacia el oeste con El Torrejón y hacia levante con el castillo y fortaleza. Veremos así que la villa medieval intramuros se hallaba en la parte alta de la población, formando apenas un puñadito de casas por esta parte, mientras que las que hay fuera del recinto amurallado, de haberlas entonces quedaban extramuros. Muchas de estas construcciones debieron levantarse con las piedras de la antigua muralla medieval. Como escribió Cavanilles al decir de Ademuz (1797), “Casi todas gozan la deliciosa vista que el Turia y campos inmediatos les presentan; pero el sitio más ventajoso para disfrutarla es el castillo, situado en la cumbre del cerro”–en este caso tan sólo tendríamos que sustituir “Turia” por “Ebrón” y “castillo” por “Torrejón”-. Del Torrejón solamente queda un fragmento de muro esquinado que mira al sureste, mientras que del castillo apenas restan unos muros cercenados, con un lienzo de lo que pudo se la alcazaba o parte más alta de la fortificación musulmana.

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    Vista meridional del caserío de Castielfabib (Valencia), desde Los Planos (2012).
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    Vista meridional del caserío de Castielfabib (Valencia), desde el camino de la Hoya Hermosa (2014).
     
    Poco más arriba de esta cerrada curva el camino se allana, discurriendo entre monte bajo y paradas de almendros, así hasta arribar a un cruce de caminos. Por la derecha sube el que viene de la villa procedente del barrio de La Torreta y que guiaba para Castilla, el cual continúa por la izquierda en dirección a Hoya Hermosa, rentos del Colladillo –de Arriba y Abajo- y ambas Tóbedas. Aquí encontramos las primeras casas de Castiel, frente a las que hay un pilón de obra coronado por una cruz metálica, sito éste en hondo. La mayoría de las construcciones muestran un estilo rústico moderno, aunque otras parecen trasplantadas a un lugar equivocado, tal una de estilo alpino con teja negra. Para llegar hasta El Torrejón conviene seguir el camino que hay al frente, entre dos casas, para continuar en dirección levante. A nuestra izquierda veremos en un alto el nuevo depósito del agua potable que abastece la población. Poco más adelante el camino que venimos siguiendo toma dos direcciones, por la izquierda baja hacia la villa por la calle Moral, que sigue la ladera norte del cerro. Por la derecha el camino lleva hasta unas construcciones a modo de corrales, sitas éstas por encima del viejo depósito del agua potable. Tomaremos este último camino y seguiremos monte a través del cerro por la ladera meridional, hasta arribar al Torrejón… Visto al frente, que es el este, El Torrejón parte el paisaje en dos panorámicas, una al norte y otra al sur. Asomados a los cantiles del panorama septentrional podremos admirar una singular vista de la parte umbría del caserío. A nuestros pies discurre el camino que forma la calle Moral, y por debajo de éste el torreón del Hospital, en cuyas inmediaciones debió situarse el antiguo hospital de pobres de la villa (1446).[5]En un plano medio quedan las casas del barrio de Barrioso, por encima del túnel de La Umbría y el conjunto arquitectónico de la iglesia-fortaleza y castillo de Castiel, asentados sobre un fabuloso peñasco calizo. 
    El conjunto arquitectónico de la iglesia-fortaleza, con sus cúpulas y la torre-campanario ocupan la parte izquierda del promontorio. En el extremo izquierdo del mismo se observa una zona desnuda de edificios, que corresponde a la Villa Vieja, la zona habitada más antigua del lugar, probablemente un castro celtíbero dado el hallazgo de restos cerámicos de ese periodo del bronce valenciano en que se produce el “encastillamiento” de esa cultura.[6]A la derecha del conjunto arquitectónico, en lo que es la parte central y derecha del promontorio se hallan los restos de la antigua fortaleza, coronados por un lienzo de lo que pudo ser la alcazaba de la fortificación musulmana. El baluarte posee varios niveles de muralla, el inferior parte de la esquina nor-occidental de la torre-campanario, sita a la cabecera del templo, lado de la epístola, y continúa circundando la parte superior del promontorio hasta el sureste. Hay otros niveles de muralla, el más elevado decía que corresponde a la alcazaba. Por detrás del promontorio se abre un profundo valle por cuyo fondo discurre el cauce del Ebrón, que circunvala la base del peñasco para dirigirse al sureste. Más allá los montes se elevan de nuevo, son altozanos calizos, grises y verdosos poblados de monte bajo. El horizonte más lejano lo cierran las elevadas cumbres de la sierra de Javalambre…
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    Vista de la panorámica nor-occidental de Castielfabib (Valencia), desde el camino Moral, con detalle de la iglesia-fortaleza y el castillo al fondo (2014).
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    Vista de la panorámica nor-occidental de Castielfabib (Valencia), desde la calle Moral, con detalle del torreón del Hospital a la izquierda y la iglesia-fortaleza y el castillo al fondo (2014).
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    Vista de la panorámica nor-occidental de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y el castillo al fondo (2014).

    La panorámica sur-oriental es distinta, a nuestros pies se halla el camino que sube de la villa hacia Castilla y el barrio de La Torreta, donde todavía puede verse un torreón almenado que fue parte de la muralla medieval de Castiel. Resulta fácil advertir que en dicho lugar debió abrirse una de las puertas de la muralla. Hacia el sureste queda el valle del Ebrón, en cuya margen derecha se halla la Vega Zaragoza, una zona de cultivo por donde discurre el camino que conduce hacia Los Callejones. El centro del valle viene marcado por la profunda depresión de las Hoces del Ebrón, en cuya margen izquierda todavía pueden verse los restos de lo que fuera la iglesia conventual de san Guillermo, sita en una somera planicie donde se hallaban los demás edificios del monasterio.[7]El convento sufrió los efectos devastadores de las desamortizaciones del primer tercio del siglo XIX, y después la demolición y el aprovechamiento de su piedra para la construcción de las infraestructuras de la Central Hidroeléctrica que se construyó en la zona a comienzos del siglo XX: del complejo sólo quedan las ruinas de la iglesia conventual y unas piedras labradas correspondientes al brocal de la cisterna... Del convento de Castiel, dice Escolano en sus Décadas(1610-11):

    • <En par del rio Hebron, se vé fundado un convento de frailes Franciscos, que fué primero de Agustinos ó Carmelitas, y le dejaron por la aspereza de la tierra; y está dedicado á honra y nombre de San Guillén, de quien cuentan los vecinos por tradición, que en una cueva de aquellas enriscadas peñas, en hábito de ermitaño hizo rigurosa penitencia, y resplandeció en milagros; aunque agora no se puede subir á ella, por haberse desgajado de la peña con el tiempo>.[8]

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    Vista de la panorámica sur-oriental de Castielfabib (Valencia), desde el Torrejón, con detalle de la Vega Zaragoza y las ruinas del convento de san Guillermo, sito "en par de rio Ebrón" (2012).

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    Vista general de las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo, con el caserío de Castielfabib (Valencia), al fondo y detalle del brocal de la cisterna y lavadero del convento en primer plano, izquierda (2012).

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    Fachada principal de la iglesia conventual de san Guillermo en Castielfabib (Valencia), con detalle del soporte metálico colocado para consolidar el arco recto de la entrada (2012).

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    Vista de las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo en Castielfabib (Valencia), con detalle de las arcadas correspondientes a las capillas laterales, lado de la epístola (derecha), 2012.

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    Vista de las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo en Castielfabib (Valencia), con detalle de un grupo familiar posando junto a las arcadas de las capillas laterales, lado de la epístola (derecha), ca.1960-65 [Fotografía correspondiente a una serie de postales de la villa, cedida por gentileza del señor Ismael Roger de Chelva (Valencia)].


    Desconozco si Escolanoestuvo en Castiel a principios del siglo XVII, pero escribe como si hubiera estado. Propiamente dice que a la vera del Ebrón “se vé fundado un convento” de franciscanos, pero “que fué primero de Agustinos ó Carmelitas”. Por la expresión parece que duda si fueron uno u otros, lo cierto es que primero estuvo ocupado por Ermitaños de San Agustín y luego por Carmelitas de Aragón -aunque los últimos estuvieron poco tiempo-: ambos, sin embargo, lo abandonaron por el mismo motivo, “la aspereza de la tierra” y lo desabrido del clima. El convento ha estado siempre “dedicado á honra y nombre de San Guillén”. Lamentablemente no se detiene a describir el aspecto del convento, me refiero a los edificios que debieron conformar el recinto conventual: iglesia, cementerio, casa-convento y claustro, y recintos anejos como establos, huertos, etc. Sí se detiene, no obstante, en decirnos del santo Guillermo y su tradición local... Refiere el cronista que los vecinos relatan que “en hábito de ermitaño” el santo vivió “en una cueva de aquellas enriscadas peñas”, “hizo rigurosa penitencia, y resplandeció en milagros”. Cuando decimos de san Guillermo de Castielfabib nos estamos refiriendo al santo de Aquitania, personaje mixtificado por la tradición y la leyenda ya desde la baja Edad Media. Si estudiamos la vida del santo según la cuenta fray Jaime Jordán (1704),[9]veremos que se trata de un personaje irreal, a la vez que de un magnífico constructo hagiográfico, cuya vida se basa en la de varios personajes de nombre Guillermo vinculados por historia o tradición con el ducado de Aquitania (Francia), entre los que se hallan Guillermo el Santo (755-812), Guillermo IX el Trovador (1071-1126), Guillermo X el Tolosano (1099-1137) y Guillermo de Maleval, el Grande (+1157). Jordán hace morir a su personaje en 1157, esto es, a mediados del siglo XII –al tiempo que fallece el de Maleval-: entonces el territorio del pre-Rincón de Ademuz se hallaba bajo dominio musulmán, segundas taifas. En Valencia y Murcia Muhammad ibn Mardanis (1147-1172), alias Lobo, se hizo con el poder y consiguió resistir el avance almohade hasta un año antes de su muerte (1171).[10]Pensar que en aquellas fechas hubo un ermitaño cristiano habitando en una cueva de Castielfabib es un tanto ilusorio, pero creer que dicho personaje era el duque de Aquitania resulta francamente descabellado... Entonces, ¿de dónde procede la devoción castielfabiense por san Guillermo? No lo sabemos con certeza, pero en los estatutos de la Cofradía “Señor San Guillermo” –sancionadas por Juan I el Cazador (1350-1396) en 1393, ya se dice de una iglesia vinculada a esta advocación.

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    Vista suroccidental del Torrejón de Castielfabib (Valencia), torreón que cerraba al poniente la muralla medieval (2014).

    Sigue diciendo Escolano:
    • <Guardan el cuerpo del Santo en la iglesia Parroquial de la villa; y como tal hace memoria dél el doctor Villegas en la tercera parte del Flos Santorum en la vida de San Guillermo; y tambien fray Gonzaga; general de los Franciscos, en la historia de su órden, parte tercera, de los monasterios del reino de Valencia>.

    Se nombra aquí al doctor Villegas –se refiere a Alonso de Villegas Selvago (1533-1603)-, que fue un eclesiástico y escritor español, autor de un célebre libro en seis volúmenes -Flos Sanctorum-, en el que se recogen vidas de santos según la tradición legendaria postridentina, cuya primera parte se publicó en Toledo en 1578 y la quinta en Cuenca en 1594: la tercera parte de esta serie es la que cita Escolano.[11] Fray Jaime Jordán refiere que estuvo en Castielfabib –lo que debió suceder a finales del siglo XVII o principios del XVIII-, donde vio los restos de san Guillermo: pudo ver unos huesos, lo que resulta más difícil de creer es que fueran realmente los del santo de Aquitania. Asimismo, refiere que los feligreses transportaron los presuntos restos del santo desde su tumba en la iglesia conventual hasta la parroquial (los gozos dicen que los llevaron a un lugar próximo al cementerio), para evitar se los llevaran los frailes, y que los lugareños tomaban tierra del lugar de la tumba del santo en la iglesia de san Guillermo y la mezclaban con sal para curar enfermedades del ganado –lo que se corresponde con pías tradiciones locales-: poco importa que fueran o no las reliquias del santo, lo que realmente interesa en estos casos es la fuerza de la fe.[12]

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    Vista sur-occidental del Torrejón de Castielfabib (Valencia), torreón que cerraba al poniente la muralla medieval (2014).

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    Vista sur-occidental del Torrejón de Castielfabib (Valencia), torreón que cerraba al poniente la muralla medieval (2014).
      
    Nos hallamos junto a los restos de El Torrejón, extraordinaria atalaya desde la que se puede contemplar una de las más hermosas panorámicas del Rincón de Ademuz... Decíamos que el torreón dividía la panorámica oriental en dos mitades, teniendo el caserío a nuestros pies. Pero el torreón tiene interés por sí mismo, ya que constituye el cerramiento de la muralla medieval que tuvo la villa en épocas históricas. Visto por su fachada meridional o sur-occidental vemos que se halla sobre un soporte de piedra tosca de gran potencia en posición ligeramente inclinada. Del torreón apenas queda una esquina y los fragmentos de lienzo que la forman. En la base del lienzo que mira al sur hay varias tongadas de piedra tosca bien labrada a modo de zócalo, con un somero saliente a modo de cornisa. Los esquinares son también de tosca bien labrada, con franjas de piedra caliza planas delicadamente dispuesta en los lienzos, esto es, entre las esquinas. Por la parte occidental se adivina el resto de otra arista, lo que induce a pensar que pudo ser un cubo de muralla adaptado al terreno, cuadrangular u octogonal. Desconocemos la altura que pudo tener, pero puede que le falten varios metros. En cualquier caso constituye el punto más elevado del cerramiento de la muralla, muy por encima del castillo. Por la parte norte-nordeste sólo puede verse el relleno, basado en piedras unidas con argamasa de cal y canto. Observando con atención nos apercibiremos que en la base meridional del torreón, éste continúa mediante unos restos de muralla, en dirección al torreón almenado que hay debajo, donde probablemente se hallaba una de las puertas de la villa. El Torrejón se explica por ser este punto de la defensa uno de los más vulnerables, de ahí que sirviera también para proteger la puerta por la que se accedía desde poniente.

    De espaldas al torreón, mirando hacia el noroeste veremos también una espléndida panorámica.. A nuestros pies se halla el camino por el que se accede a la población por la calle Moral, el torreón del Hospital y la rampa que sube desde la carretera. La carretera circunda el cementerio y la ermita de Nuestra Señora de Gracia, que se halla por encima del Polideportivo Municipal del “Huerto del Cura” y continúa por la margen izquierda del valle del Ebrón –según lo miramos desde El Torrejón-. La zona frente al camposanto, por encima de la carretera, esta ocupada por las antiguas eras y pajares del lugar. El valle del Ebrón se halla encajonado por los montes que lo circundan, cuyo punto más hondo lo marca el cauce del río. Parece que las choperas ocupan toda la cuenca, pero otrora sus márgenes fueron auténticos vergeles. En la cabecera del valle se distingue el caserío de El Cuervo, población que es ya de Aragón, de la que destaca la torre-campanario de su parroquial (siglo XVI) y el Castillo, del que no queda más que el nombre, restos de un aljibe y una cueva labrada en la tosca, a la que se accede desde la cima. El castillo de El Cuervo pudo ser un recinto amurallado con un torreón, perfectamente visible desde Castielfabib. Al fondo izquierda de la panorámica se halla la mole del Cerro Jabalón (1.692 m), que desde nuestra perspectiva muestra su inconfundible figura de naveta invertida. Si trazamos una línea recta imaginaria en esa dirección podríamos unir Albarracín (Valencia) con Alpuente (Valencia), pasando por Javaloyas, Tormón, El Cuervo, Castielfabib, Ademuz, Santa Cruz de Moya..., en lo que fue una raya defensiva de la época musulmana.

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    Vista de la Vega Zaragoza y hoces del Ebrón en Castielfabib (Valencia), con detalle de las ruinas del convento de san Guillermo y Peña Tajada (2012).

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    Vista occidental del Torrejón en Castielfabib (Valencia), con detalle de su fábrica, basada en piedra con cal y canto (2012).

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    Vista occidental del caserío de Castielfabib (Valencia), con las ruinas del convento de san Guillermo "en par del rio Ebrón" (2014).


    Del Torrejón al castillo de Castielfabib.
    Dejamos El Torreón para encaminarnos al castillo, bajando directamente por la base del torreón hasta la calle Moral... Lo más prudente, sin embargo, sería volver al cruce de caminos antes indicado y seguir por el camino meridional que baja a la villa por el barrio de La Torreta, aunque también podríamos bajar siguiendo el camino que discurre por la ladera umbría que lleva a la calle Moral. Ambos caminos confluyen en un cruce de calles, allí se dan cita la del Calvario, la del Torrejón y la del Moral. En cualquier caso merece la pena visitar el torreón almenado que hay a la entrada, en lo que pudo ser una de las puertas de la antigua muralla: la puerta de Castilla. En una parte del muro del torreón hay un cartel con un texto borroso que dice:

    • <Resto de la Muralla. Como villa-fortaleza (que fue Castiel) son bastantes los restos que quedan diseminados por el pueblo, unos integrados dentro de las viviendas y otros solitarios como vestigios erectos del pasado./ La parte del castillo que actualmente se conserva es la torre del homenaje, de la que recientemente se ha restaurado el paso de ronda, actualmente adaptada a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles./ La torre del homenaje se alza sobre un promontorio rocoso que domina el valle (del Ebrón), el pueblo y la carretera. Esta posición viene dada por la situación estratégico-defensiva que cumplía en el momento de su construcción, hacia el siglo XII, aprovechando una parte del castillo cuyos orígenes parecen ser inicialmente romanos y posteriormente árabes./ En su parte norte donde (nos hallamos) el relieve en sí no favorece el aspecto defensivo, se hizo necesaria la construcción de un recinto fortificado del que apenas quedas los restos de un lienzo de muralla (se refiere a El Torrejón).>

                Ciertamente, merece la pena visitar esta parte del pueblo y dejarse llevar por la imaginación... Pienso en las generaciones de castieleros que habrán pasado por esta calleja, andando o a lomos de alguna caballería, camino del trabajo o de regreso a casa, y en lo que estas viejas piedras carcomidas por la intemperie y el paso del tiempo podrían contarnos, de poder hablar...
    De esta parte del barrio de La Torreta nos dirigimos a la plaza Mayor por la calle Calvario, que luce un empedrado de piedra rodena en el centro. La plaza de Castiel es un espacio alargado e irregular, con una fuente de pilón en el centro. El edificio más notable es la Casa de la Villa, que luce una fachada renacentista con dos arcadas de bella factura, correspondientes a la lonja del lugar, y que la restauración ha puesto en evidencia: hasta ahora los arcos se hallaban cegados para aprovechar el espacio. El piso bajo estuvo destinado a escuela pública y el alto a las oficinas municipales, siendo de destacar el artesonado que luce. De la plaza parten varias calles, una de ellas es la calle Fuente, que baja en dirección a la parte Solana del pueblo, camino de la carretera, la Vega Zaragoza y el camino de Los Callejones. La otra calle importante es la de la Iglesia, que conduce a la rampa de acceso desde la carretera y a la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles.

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    Vista de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), desde la base del Torrejón (2014).

    Desde la plaza bajamos un trecho y volvemos a ascender en dirección a la iglesia, cuya entrada se halla al pie del peñasco del castillo. Dicha puerta es conocida entre los lugareños como la Reja, aludiendo a una verja que protegía el acceso, y también del Carrejón, atendiendo al paso en forma de callejón sito bajo la iglesia. En tiempos históricos dicha puerta constituyó el acceso natural a la fortaleza con vehículos o caballerías, circundando la cabecera del templo y pasando por el la base de la torre-campanario. En cierto momento, en relación con la construcción del recinto de la sacristía y del alargamiento del testero del templo, el acceso al castillo quedó interrumpido. Ello pudo ser al tiempo que se construía la capilla de los Espejo, en estilo renacentista, hecho que tuvo lugar a mediados del Quinientos, cuando con la unificación de los reinos hispanos los castillos de frontera entre reinos dejaron de tener la importancia defensiva que antaño tuvieron.
    Para llegar al castillo y fortaleza de Castiel hay que trepar por la ladera del cerro en que se halla... Digo trepar, pues la escalerita labrada en la misma roca del monte así lo requiere, o casi. Y hay que hacerlo con precaución, agarrado a la baranda protectora que posee. El final de la escalerita coincide con una abertura en la muralla, lo que nos permite llegar hasta el primer nivel de la fortaleza. El botánico valenciano Antonio Josef Cavanilles (1745-1804) la menciona a su paso por la localidad:[13]esto fue en los primeros días de septiembre de 1792, procede Vallanca, vía las Tóbedas y el Colladillo, y dice:

    • <De este monte se va baxando hácia la villa, situada en la cuesta rápida de un cerro, coronado hoy dia por las ruinas de una fortaleza. Subí á lo mas alta para descubrir las cercanías y los objetos que á pocas leguas cierran el horizonte. Al nordueste caen los montes de Aragon sucesivamente mas altos, de los quales los de Tormón y Cuervo, pueblos de aquel reyno, quedan á media legua de distancia. Por entre sus profundas raices baxa el rio Ebrón, que dexa á su  derecha el Cuervo y Castielfabíb, describiendo un semicírculo por la parte septentrional de esta villa, donde tuerce hácia el mediodia en busca del Turia. Siguiendo con la vista el curso del Ebrón se ven las huertas que fertiliza, y á cierta distancia varios cerros, cuyos cabezos alternan y cortan la vista por aquella parte, donde dexan ángulos entrantes y salientes, y varios recodos aprovechados en huertas>.[14]

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    Detalle de torreón habitado en Castielfabib (Valencia), sito en el barrio de La Torreta (2014).

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    Detalle de la base del torreón habitado de La Torreta, correspondiente a la muralla medieval de Castielfabib (Valencia), 2014.
     
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    Detalle del arco de medio punto en una vivienda del barrio de La Torreta en Castielfabib (Valencia), 2014.

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    Detalle de la calle Calvario en Castielfabib (Valencia), en la confluencia de la calle Moral y Torrejón (2014).
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    Detalle de la calle Calvario en Castielfabib (Valencia), que sube desde la plaza Mayor hasta el barrio de La Torreta (2014).

                En tiempos del botánico Cavanilles, finales del siglo XVIII, en el castillo de Castiel sólo quedaban “las ruinas de una fortaleza”, ruinas que no describe porque seguramente nada de ellas llamó su atención. Sigue diciendo:

    • <Mas adelante como dos horas del punto de observación se descubre el boquete que dexan los últimos cerros, en cuyo fondo queda oculto Ademúz, seguido después de elevados montes en forma de graderías. Entre estos saca su loma obtusa la Serretilla de Campablo (hoy, Campalbo), que se avista casi por el sur, y continuando en arco hácia el oriente se van descubriendo el Cerrellar de Ademuz y los montes de la Puebla (de San Miguel) en el reyno de Valencia; los de Riodeva, Camarena y Javalambre en Aragón. Muy cerca de la villa y del cerro del Castillo en la ribera izquierda del Ebrón parecian hermosas huertas, y la industria de sus dueños, que para regarlas dirigen las aguas por canales excavados en la peña, algunos de ellos a bastante altura>.[15]


    En su descripción, el naturalista no menciona la aldea de Los Santos (Castielfabib), quizá porque en su tiempo no se veía desde el castillo, por ser aldea de muy poco vecinos, aunque hoy día sí que pueden verse algunas casas de la parte septentrional. Hará mención de ella, sin embargo, al pasar por la aldea, camino de Torrebaja. Por lo demás su descripción es ajustada a la realidad geográfica, como si nada hubiera cambiado desde entonces. Con agudeza percibe el problema que para los de Castiel supone el riego de sus huertas, debido a la profundidad de las aguas del Ebrón, “que parecen huir y esconderse de su vista”, comenta:
    • <En otro tiempo quando se fundó el Convento de San Guillermo, que está á la izquierda del rio en frente de la villa, se sabe por tradicion que las aguas pasaban casi á nivel con la superficie del suelo, de modo que sin baxar gradas ni cuesta se tomaban las necesarias; pero actualmente corren 20 varas mas profundas, y cada dia se aumenta la profundidad del cauce, el qual es todo de piedra tosca desde que el rio entra en el reyno de Valencia hasta las cercanías de Torre baxa, y se extiende largo trecho por ambas riberas sin mudar de naturaleza. Ya empiezan á sentirse los malos efectos que causa la profundidad en que se hallan las aguas, principalmente en las huertas altas: las baxas hácia la Torre (Torrebaja) por mejor situadas forman deliciosos vergeles, donde se crian frutales, hortalizas, trigos, maices: algunas de ellas, puestas entre barrancos y defendidas de los vientos por altos cerros de tierra, parecen estufas naturales,...>[16]

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    Vista de la vega del Ebrón en Castielfabib (Valencia), por debajo de la Central Hidroeléctrica, desde el Mirador de las Hoces del Ebrón (2012).


    Aquellos “deliciosos vergeles” que describe el naturalista han desaparecido, pues la mayoría de las huertas se hallan abandonadas; y no por falta de agua, sino de brazos que las cultiven. Deambulando por el solar del antiguo castillo y fortaleza de Castiel nos apercibimos de la escabrosidad del peñasco sobre el que asienta, con el caserío descorriéndose a ambas manos de la ladera –Umbría y Solana-, entre El Torrejón, que queda al poniente y la profunda hoya del Ebrón, que queda al levante. Desde la eminencia del castillo podemos imaginar el cerramiento de la muralla que la circundada por el norte y por el sur, cuyos extremos partían de ambos lados de la fortaleza y ascendían hasta El Torrejón –como resulta evidente por los torreones que jalonan la villa, algunos de ellos habitados-.
    El castillo-fortaleza de Castielasienta sobre un enorme peñasco calizo sito al levante de la población, la que sirve para clasificarla como una “fortificación de altura”, cuya parte más elevada posee forma elongada, en disposición norte-sur, más ancha por la parte central y meridional que por la septentrional, donde se halla el conjunto de la iglesia-fortaleza y la torre-campanario. Decíamos que la puerta de la Reja permite la entrada al Carrerón, único lugar por donde era posible el acceso al castillo mediante caballerías, carros u otro medio de transporte rodado. Dicho acceso fue interrumpido en algún momento histórico, al prolongar el testero del templo y construir el saliente de la sacristía, que queda a la cabecera de la iglesia, lado del evangelio. Esta parte, donde se halla la entrada propia a la iglesia, lo que constituye el atrio interior anexo a la antigua casa del sacristán, da sobre la denominada Villa Vieja. La construcción de la sacristía y el alargamiento del testero interrumpieron el acceso a la fortaleza, cuyo camino pasaba junto a la base de la torre-campanario. Al campanario se accede desde la fortaleza por una puertita que hay en la base de la fachada meridional, que luce la esfera de un reloj; antaño se accedía también desde el recinto anejo al presbiterio, lado de la epístola, mediante una escalerita de caracol, hoy desaparecida.[17]
    Situados a los pies de la torre-campanario, fachada meridional, veremos que ante nosotros se abre el recinto de la fortaleza, con murallas a ambos manos y una eminencia pétrea en el centro, sobre la que todavía se alza un lienzo de muro. El recinto se hallaba amurallado en todo su perímetro, aunque con al menos una abertura, tal la mencionada en el muro occidental que da sobre la población. Las murallas se hallan hoy totalmente arrasadas hasta prácticamente los cimientos... Como se decía en el caso del castillo de Ademuz, “sin las adecuadas prospecciones arqueológicas, difícilmente conoceremos el aspecto real que tuvo el castillo y la fortaleza de (Castielfabib); pero dada su ubicación debió ser imponente”. También hacia notar “que las referencias a los castillos del Rincón de Ademuz son muy abundantes en la diplomática bajomedieval” conservada en el Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona) y Archivo del Reino de Valencia (Valencia):

    • <Propiamente, los castillos de la Edad Media eran estructuras militares -“instrumentos” para la guerra defensiva, ubicados en lugares altos y valiosamente situados- para proteger un territorio. [...], los castillos de Ademuz y Castielfabib fueron originariamente musulmanes, tomados por los cristianos y utilizados tras la conquista sin aparentes cambios en su estructura. Ambos poseían una base irregular, adaptada al terreno, al estilo de los castillos roquedos y se hallaban en zonas fronterizas lo que serviría para clasificarlos como fortalezas estratégicas, con todas las consideraciones de este tipo de construcciones>.[18]

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
    De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).

    ---------->> Continua en:  y III.



    [1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Geografía, orografía y paisaje del Rincón de Ademuz, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/03/geologia-orografia-y-paisaje-del-rincon.html, del viernes 14 de marzo de 2014.
    [2] ID. La Cruz de los Tres Reinos, historia y mito en el paisaje, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/10/la-cruz-de-los-tres-reinos-historia-y.html, del miércoles, 15 de octubre de 2014.
    [3] ID. Desde el Mirador de las Hoces del Ebrón en Castielfabib (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/05/desde-el-mirador-de-las-hoces-del-ebron.html, del sábado 24 de mayo de 2014.
    [4] -BRL (VIRGEN DE GRACIA): Bien de Relevancia Local según la Disposición Adicional Quinta de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV Núm. 5.449 / 13/02/2007).
    [5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Aproximación a la Historia del Convento de San Guillermo en Castielfabib y noticia del Hospital de la Villa, Valencia, 2001, pp. 124-128.
    [6] Respecto de esta afirmación, la he leído en distintos medios, aunque nunca cifrada documental o bibliográficamente; es por ello que aunque la idea sea razonable, cabe ponerla en entredicho. Vid Mauro S. Hernández Pérez. Espacio y tiempo en la Edad del Bronce Valenciano, Serie I, Prehistoria y Arqueología, t. 10, 1997, pp. 279-315. ID.La Edad del Bronce en el País Valenciano. Panorama y perspectivas, Edita Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Alicante, Alicante 1985. Milagros Gil Mascarell. Algunas reflexiones sobre el bronce valenciano.
    [7]BRL (CONVENTO): Bien de Relevancia Local según la Disposición Adicional Quinta de la Ley 5/2007, de 9 de febrero, de la Generalitat, de modificación de la Ley 4/1998, de 11 de junio, del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV Núm. 5.449 / 13/02/2007).
    [8] ESCOLANO, opus cit., p. 374, col. 1ª.
    [9] JORDAN, Jaime. Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada orden de los ermitaños de nuestro gran padre san Agustín, compuesta de quatro Reynos, Valencia, Aragón, Cataluña y las Islas de Mallorca y Menorca; y dividida en quatro partes, Valencia, 1704, parte primera [contiene las fundaciones de los conventos de religiosos, y religiosas del Reyno de Valencia: y las Vidas de sus insignes hijos en santidad, letras, y dignidades], capítulo XX.
    [10] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. San Guillermo de Aquitania y el convento de Castielfabib (Valencia) [I], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/06/san-guillermo-de-aquitania-y-el.html, del martes 24 de junio de 2014.
    [11] Flos sanctorum. (2014, 21 de junio). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 16:14, noviembre 27, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Flos_sanctorum&oldid=75155266.
    [12] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. San Guillermo de Aquitania y el convento de Castielfabib (Valencia) [y II], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/06/san-guillermo-de-aquitania-y-el.html, del martes 24 de junio de 2014.
    [13] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz visto por el botánico Cavanilles, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/03/el-rincon-de-ademuz-visto-por.html, del jueves 15 de marzo de 2012.
    [14] CAVANILLES, Antonio Josef. Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia, de Orden Superior. En Madrid en la Imprenta Real, siendo Regente D. Pedro Julián Pereyra, Impresor de Cámara de S.M., Año 1797, tomo II, párrafo 103, p. 75.
    [15] Ibídem.
    [16] Ibídem, párrafo 104, pp. 75-76.
    [17] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerca de la torre-campanario de Castielfabib (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/04/acerca-de-la-torre-campanario-de.html, del martes 17 de abril de 2012.
    [18] ID. Desde el mirador del castillo de Ademuz (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/11/desde-el-mirador-del-castillo-de-ademuz_8.html, del sábado 8 de noviembre de 2014.

    DESDE EL MIRADOR DEL CASTILLO DE CASTIELFABIB (VALENCIA) [y III].

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    A propósito de una visita a la villa y al solar de la antigua fortaleza.


    “Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas naciones,
    les minaron arruinando las nuevas obras fabricadas”
    -Pascual Madoz, Diccionario(1847)-.



    ---->> Viene de II.
           Respecto de los castillos musulmanes, el hispanista Pierre Guichard (La Côte-Saint-André, 1939), esboza una estructura general:
    --1)Un recinto habitado, la medina rodeada de muralla (posteriormente, la villa cristiana).
    --2)Un recinto superior fortificado, formado por dos elementos: el denominado albacar/albacara(zona relativamente amplia, incluyendo aljibes, establos, almacenes y mezquita), con función defensiva temporal para los moradores de la villa, donde se refugiaban con sus rebaños y otras posesiones materiales en momentos puntuales de peligro), y la saluqiya (nivel más elevando de la fortaleza y con mejores fortificaciones, que los cristianos conservaron con el nombre de celloquia/celoquia), donde se alojaba la guarnición que la defendía y la autoridad militar que la mandaba.

                Dicho así, el medievalista francés incluye bajo el término castillo el conjunto de la villa habitada y la estructura propiamente militar y defensiva: el albacar/albacara y la saluqiya/celoquia. De esta forma, el albacar de la fortaleza de Castiel podría corresponder al recinto inferior que hemos descrito desde la base de la torre-campanario (que dicho sea de paso también formaba parte de la estructura defensiva). Mientras que la saluqiya/celoquia incumbiría al espacio superior, la parte más elevada y mejor fortificada. Para Guichard, el albacar musulmán estaba gestionado por los moradores de la villa, mientras que la celoquia sería de la exclusiva competencia militar (alcaide), nombrado por la autoridad central, en nuestro caso el rey. El mismo autor opina que tras la conquista el albacar se abandonó, a favor de la celoquia.[1]
    Sin embargo, el supuesto albacar de Castielresulta un espacio muy reducido como para albergar a los moradores de la villa, incluyendo sus rebaños y posesiones materiales, aunque ello sólo fuera en momentos de especial peligro, pues ya hemos visto que debía contenía además aljibes, establos, almacenes... Resulta más razonable pensar que el conjunto de estructuras sitas sobre el peñasco amurallado constituiría propiamente la celoquia, mientras que el albacar se hallaría al pie del castillo, extensivo incluso a lo que se denomina Villa Vieja, recinto ubicado al norte de la actual-iglesia fortaleza y en un plano inferior respecto del cerro. Pero esto es sólo una hipótesis, que los arqueólogos deberán dilucidar mediante prospecciones y a la luz de los documentos...

    iglesia-fortaleza-castielfabib-vista-aerea
    Vista aérea nor-occidental de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), con el caserío de la villa en posición inferior [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana].
    iglesia-fortaleza-castielfabib
    Vista frontal de la fachada occidental de la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), después de la restauración, con detalle del "paso de ronda" en la parte superior del cubo, las ventanas geminadas en gótico rural aragonés, la cúpula octogonal de la capilla de los Espejo y el capitel piramidal de la torre-campanario (2013).
     
    castielfabib-castillo-iglesia-fortaleza
    Vista de la parte alta del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la base del Torrejón con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo al fondo (2014).
    El castillo medieval constituye un símbolo de poder o domino territorial, y en una zona montañosa como la nuestra, su ubicación no podía ser otra que en una altura, desde la que dominar el entorno y las vías de comunicación junto al río, además de servir de refugio en momentos de peligro. Ello no significa que desde el castillo debiera verse todo el territorio de su jurisdicción, ya que en su entorno existirían otros pequeños castillos o torreones más o menos alejados, pero vinculados al principal: “Todos esos enclaves conformarán el conjunto castral cuya misión será ejercer una acción directa sobre el territorio que se le adscribía.De ahí que todo castillo principal deba tener en el área de su dominio otra serie de construcciones secundarias, y éstas, a su vez, unos puntos estratégicos en los que se situarán torres de vigilancia”.[2]El castillo de El Cuervo y el de Tormón debieron cumplir esta misión en el “conjunto castral” respecto al de Castiel y Ademuz, junto con distintas “torres de vigilancia” hoy desparecidas por la debilidad de los materiales con que fueron edificadas.
    Del castillo de Castiel sólo se conserva una parte de los muros exteriores, un fragmento de pared en la zona más alta de la celoquia, dos aljibes y algunas estancias en la zona oriental, además del cubo de muralla o presunto torreón del Homenaje donde se aloja la iglesia parroquial, así como la torre-campanario -que también formó parte de su sistema defensivo: al menos la que autorizó construir Alfonso IVel Benigno en 1333-.[3]Estos últimos se han conservado porque tuvieron utilidad posterior como edificios religiosos, pues sin la iglesia el torreón también hubiera desaparecido. Pero al ser habilitado como iglesia en fecha temprana, se conservó… Los muros exteriores han permanecido por el tipo de materiales empleados en su construcción, la mampostería de cal y canto, y también por su grosor. Los aljibes se hallan en la parte más alta, y debían formar parte de otras edificaciones, desde cuyas cubiertas se canalizaría el agua hasta los depósitos. El resto de edificios interiores –habitaciones, establos, almacenes...- han desaparecido, básicamente por la escasa consistencia de los materiales con que se levantaron: “Lo único que se conserva a veces de esas estructuras son las marcas que las cubiertas han dejado en determinadas paredes interiores” (López Elum, 2004:109).

    Dado lo perdido de sus ruinas no se puede saber cómo fuera el castillo musulmán de Castiel, pero en general, “es totalmente absurdo pensar que los escasos restos que actualmente se pueden contemplar (en estos castillos) fueran los únicos que los conformaban en la época musulmana”. Asimismo, “es erróneo suponer que estos castillos islámicos, utilizados posteriormente por los cristianos más de forma esporádica que continua, vieran después de la conquista –salvo casos concretos- aumentar sus instalaciones interiores para transformaciones llevadas a cabo por los repobladores del norte”. Y sigue diciendo, “En términos generales se puede afirmar que pocos castillos cuya datación se remonte a época musulmana, tuvieron después de la conquista, una situación de mantenimiento y conservación superior o mejor a la que habían disfrutado antes. La actuación cristiana rara vez mejoró la existente, y a lo sumo evitó, en escaso grado, que se fuera arruinando más” (López Elum, 2004:108).

    Respecto a la tipología, ya hemos dicho que se trata de un castillo roquedo, adaptado al terreno, cuya misión era controlar el territorio y las vías de comunicación, además de servir de refugio a la población que vivía bajo su protección en momentos de especial peligro, razzias/cabalgadas, invasiones, etc. Poseía los elementos estructurales clásicos: celoquia, albacar, medina o conjunto de viviendas distribuidas por la parte baja (villa, en la época cristiana), esto es, un “hábitat asociado” permanente dedicado básicamente a la agricultura y ganadería, todo ello rodeado de una muralla; aunque dada la disposición abrupta del terreno alguna de sus partes, tal el albacar no esté bien definido. Vemos así que el castillo de Castiel puede incluirse entre los comunes del interior del territorio valenciano:
    • <Se situaban en la zona más montañosa del país, menos poblada, más alejada de la costa, y de menor relevancia económica y política. Concentraban un poblamiento con economía agro-pecuaria, y sus construcciones pueden englobarse bajo el epígrafe de castillos rurales. Dada su escasa importancia política y económica, su superficie era más reducida y sus elementos simplificados notoriamente en cuanto a tamaño>.[4]

    castillo-castielfabib-vista-aerea
    Vista aérea sur-oriental de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), que se alzan sobre un peñasco por cuya base discurre el río Ebrón [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana].
    El castillo de Castiel como centro de poder.
    Según el historiador que venimos siguiendo, vemos que “en la zona del Sharq al-Andalus que aquí estudiamos (el territorio que después sería el reino de Valencia), el poder se concentraba en los centros urbanos o en las ciudades más relevantes, tanto en el siglo X como en el XIII”, ya que “En ellas residían las personas que ejercían el control sobre aquel espacio geográfico dentro del ámbito islámico” (López Elum, 2004:114-115). Al respecto, el autor se pregunta: “¿Dónde se ubicaban esos puntos neurálgicos entre los siglos X y XIII? Indiscutiblemente en las ciudades más importantes de cada cora”. A lo largo del tiempo estas “ciudades” no fueron siempre las mismas (la negrita es mía):

    • <En el siglo XII al-Idrisi -se refiere al geógrafo y viajero hispanomusulmán, Abū Abd Allāh Muhammad al-Idrīsī (1100–ca.1165-66)- más prolijo, hace una relación más detallada, refiriéndose a las ciudades de Orihuela, Elx, Alzira, Xàtiva, Valencia, Borriana, Denia, Alicante, Alpuente y Onda y a los castillos de Aspe, La Mola, Petrer, Crevillent, Biar, Cullera, Ontinyent, Llíria, Domeño, Chulilla, Ademuz, Castielfabib, Orba, Bairén, Palma de Gandía, Ayora, Cortes de Pallás, Torís, Olocau, Buñol, Almenara, Sagunt, Ifach y Morella>.[5]


    El autor nos recuerda que “ciudad era un centro administrativo y militar”; asimismo, "aquélla (la ciudad) era considerada por los árabes como una residencia fortificada que irradiaba poder”. Pues “en la España musulmana, las ciudades sustituyeron a las provincias como unidades administrativas” (López Elum, 2004:115-117). Respecto al sistema defensivo, éste dependía de si el centro de poder (“ciudad”) se encontraba en llano o en una zona montañosa: en este último caso, “la posición geográfica determinaba que aquellos puntos defensivos y de control se situaran allí donde la orografía del terreno lo determinara” –tal el caso de los castillos de Ademuz y Castielfabib, para nuestra zona-. Y en relación con los cursos de agua: Ademuz controlaría el paso del Turia y Castielfabib el del Ebrón, afluente del Turia en Torrebaja.

    “¿Qué fue de estos castillos, una vez realizada la conquista cristiana?” –se pregunta el autor-. La pregunta es pertinente, pues hay interpretaciones distintas: para unos, los castillos se adaptan a las necesidades de una sociedad distinta de la musulmana, siendo lo más notable que “la parte central de la fortificación se convierte en castillo señorial” (Guichard y Bazzana). Para otros, sin embargo, lo que se produce es “un general abandono”, con la excepción de los donados a ordenes militares, hasta el punto “que la documentación de los siglos XIII y XIV no sólo se expresará reiteradamente en esos términos, sino que advertirá de las consecuencias negativas de ese abandono”, hasta el punto que “Esta documentación inmediata a la conquista ofrece la visión de unas construcciones que, al pasar a manos cristianas, ya estaban muy deterioradas. Las obras que se realizaban tenían la finalidad, no siempre conseguida, de reparar los elementos existentes”. […] En este sentido hay que entender los dos diplomas de 22 y 23 de marzo de 1296 referentes a Ademuz: in opere et reparatione.[6] Asimismo, “en 1297 el estado de deterioro del castillo de Castielfabib era tan grande, que a veces ni siquiera tenía agua.[7]Así se desprende de un documento por el que se entregaban 400 sueldos para la actuación destinada a tal provisión: ab defectum et in ipsa aqua in dicto castro necessaria quedam aljupum (López Elum, 2004:123-124 y 127). Los documentos citados son de finales del siglo XIII, ya en tiempos de Jaime II el Justo (1291-1327), y deben verse en relación con la contienda contra Castilla para conquistar el reino de Murcia, conflicto que terminaría con la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y el Tratado de Elche (1305).

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    Vista aérea de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo a la derecha de la imagen [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana].
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    Vista aérea de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y castillo en la parte central de la imagen [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana].
     
    Respecto de los castillos de Sharq al-Andalus (siglos VIII-XIII), y en concreto los del reino de Valencia (siglos XIII-XIV), tras la conquista cristiana, López Elum, concluye:

    • <[...], el sistema de castillos musulmanes se vio deteriorado en los últimos momentos de su dominación, lo que se agravó aún más durante el siglo XIII por lo costoso de su mantenimiento. Esta centuria fue nefasta. Por una parte, la descomposición política anterior a la conquista incidió negativamente en muchos de ellos, ya que se vieron privados no sólo de la fuerza militar, sino también de las reparaciones y mantenimiento adecuado, con lo que se acentuó su deterioro. A esto habría que añadir las destrucciones más o menos amplias que los musulmanes debieron llevar a cabo antes de ser desalojados [y los daños ocasionados por la propia conquista]. Pero el golpe más duro lo recibirían de los conquistadores. Jaime I y sus inmediatos sucesores se encontraron con un territorio que poseía un elevado número de fortificaciones y en el que iba a seguir viviendo una gran parte de la antigua población musulmana. De ahí que tuviera que destruir algunas de ellas, al resultar peligrosa su ubicación, o porque todas no se podían ocupar militarmente, dada la escasez repobladora. Su eliminación se presentaba como una necesidad para evitar riesgos. Por eso Jaime I, en algunas donaciones, dejaba a voluntad del nuevo propietario quedarse con uno y destruir otro. La política real sería, en todo caso, clara en cuanto a los restantes, ya que se debían reparar las partes más dañadas. Muchos diplomas consultados insisten en este aspecto, pero en pocos casos se llevó a la práctica>.[8]


    El resultado de la falta de mantenimiento, la inactividad y el abandono de los castillos valencianos tras la conquista tuvo efectos nefastos en épocas inmediatamente posteriores, “como se puso de manifiesto a mediados del siglo XIV en la guerra con Castilla. Solo en periodos de guerra o conflictos internos cobraron cierta relevancia”. Ello tiene su explicación, pues “Los castillos valencianos se levantaron para hacer frente a unos enemigos concretos, los estados cristianos del norte, los reinos musulmanes colindantes [en la época de las taifas] y, finalmente, los almohades [1147 a 1269]. Tras la conquista desapareció el potencial peligro que les podía sobrevenir por la zona septentrional. Al extinguirse los reinos musulmanes y sólo quedar el de Granada, la fuerza islámica disminuyó, aunque no el peligro de Castilla” –véase la guerra castellano-aragonesa de los dos Pedros (1356-69) y la Guerra con Castilla (1429-30), pues ambas afectaron de lleno a las villas del Rincón de Ademuz-.

    Sabemos que Alfonsoel Benigno (1327-36) concedió permiso “a los clérigos de Castro-Habib” para levantar una torre nueva, “de las primicias del lugar”, cerca de la puerta del castillo, “el cual castillo es contiguo a la iglesia del citado lugar”, añadiendo que “esta torre será para el citado castillo muy útil y participará en la gran fortificación y en la defensa de este castillo” [1333, febrero 17].[9]Asimismo, tenemos constancia de la “asignación de réditos y primicias” del lugar de El Cuervo y otros lugares “para reparar el castillo de Castielfabib” [1336, febrero 7];[10]y de la “aprobación de arbitrios para apresurar las obras de las murallas de Castielhabib” [1336, septiembre][11]y del “permiso para invertir el producto de las salinas en construir una torre y muralla en Castielfabib” [1337, febrero 7].[12]Registros que nos informan de obras previstas o realizadas, esto es, de obras de nueva planta y más de reparación, y de las fuentes de financiación que se propusieron: primicias del lugar de Castielfabib y El Cuervo, arbitrios y el producto de las salinas. También conocemos que el rey Pedro el Ceremonioso (1336-87) estando en Barcelona, ordenó “que los costos de las obras para reparar los aljibes del castillo de Castielfabib fueran a cargo del obispado de Albarracín, puesto que tenía los derechos de las primicias” [1378, junio 25].[13]

    murallas-castielfabib-castillo
    Vista occidental de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle del peñasco calizo sobre el que asienta (2004).
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    Vista posterior (oriental) del conjunto arquitectónico de la iglesia-fortaleza y torre-campanario de Castielfabib (Valencia), con detalle de las cúpulas del presbiterio (izda.) y capilla de los Espejo (derecha).


    Con posterioridad, “ya en 1425, y ante el peligro de una posible confrontación en las comarcas del Rincón de Ademuz y de los Serranos –esto en relación de la Guerra de Castilla (1429-30)- el rey, a través del baile general, ordenó que se repararan y mantuvieran a punto los castillos fronterizos, citándose en concreto al de Castielfabib, algunas de cuyas partes amenazaban ruina y necesitaban urgentes arreglos”.[14]

    Por otros documentos anteriores, referentes a distintas obras de reparación que se llevaron a cabo en el castillo de Castielfabib durante los años cuarentay cincuenta del siglo XIV (1349-52)[15] y posteriores, años cincuenta del XV (1452-58)[16]sabemos que dos siglos después de la conquista la fortificación conservaba una estructura similar a la que tuvo en tiempo de los musulmanes, pues en la memoria de las obras se citan espacios del castillo con funciones bien diferenciadas, típicas del castillo musulmán. Por la memoria de las primeras obras reseñadas, comenzadas el 26 de agosto de 1349, vemos que estas "Començaren en las casas y palacios del dicho castello (de Castielfabib)".[17] Las expresiones "casa y palacio" no deben entenderse en sentido literal, sino "para distinguir dos tipos de construcciones". Para aquellas obras se compraron "Uns tapials, IIII aguelles de ferre, VIII costals de fust y Un frontal de fust", materiales por los que se ha deducido que la técnica a emplear era el tapial (López Elum, 2002:66). El mismo autor dice que el registro de las obras contiene el nombre de los obreros, hombres y mujeres que intervinieron en las mismas. Asimismo, relata el texto que al final de la obra (1352) "se comenzó a escombrar la torre sobre la puerta del castillo en la casa de la entrada de la celoquia". Sabemos que la celoquia era la parte más elevada y mejor obrada de la fortificación, y que la torre a escombrar se hallaba "sobre la puerta del castillo en la casa de la entrada de la celoquia"; no obstante las precisiones, dado lo perdido de las ruinas resulta muy difícil, por no decir imposible, situar con seguridad cada elemento sobre el terreno.


    Durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-69, al final de la segunda fase del conflicto (1362-63), concretamente el 11 de febrero de 1363, Pedro IVel Ceremonioso insta a los jurados de Castielfabib "para que en los momentos de asedio, tanto el castillo como la población se proveyese de agua del río (Ebrón), ya que le habían hecho saber que el canyo qui fue feyto antigament per tomar la dita agua no es apparellado ni adobado,[18] ordenando su reparación "por la manera que se fazia antigament en tiempo de moros".[19] Asimismo, con la misma fecha pide se le informe "sobre los lugares y castillos de Alpuente, Ademuz y Castielfabib y de las obras y avituallamiento que necesitaban". A tal fin manda "visitar y destruir todos aquellos edificios que estuvieran situados en la cercanía del de Castielfabib". (López Elum, 2002:66-67). Esta fase del conflicto castellano-aragonés concluyó con la Paz de Murviedro (1363). 
    Al final de la tercera fase de este mismo conflicto (1363-69), un documento de fecha 22 de noviembre de 1369 evidencia el estado del castillo de Castiel: "Pedro IV le indicaba al lugarteniente del gobernador que el alcaide (de Castielfabib) le había dicho que está muy mal hobrado entre las cosas que no y puede haver agua, e indicaba que las obras de los aljibe concluyeran porque es cosa de poca mission, segun habemos hentendido, es la que es mas neccessaria a toda fuerza de castiello... e si d`aqui por todo el mes de mayo primo vinient no hauremos feta acabar los dits aljups la hora puda detenir e dexar el castiello".[20] Como concluye el autor, de las palabras del texto "se puede constatar que el sistema de aprovisionamiento de agua no llegaba al castillo cuando en época musulmana funcionaba sastisfactoriamente" (López Elum, 2002:67).

              Por la memoria de las obras de 1452 vemos como el notario de Castiel, Pedro Vicente, por mandato del Baile General del reino, Berenguer Mercader, relata el progreso de los trabajos realizados en el castillo de la villa, anotando que se llevaron a cabo, “tanto en la celoquia como en otras partes de dicho castillo, de hacer ciertas paredes y cubiertas y reparar torres y cubiertas que estaban derruidas” –dichas obras comenzaron en marzo de 1452 y concluyeron “en el décimo día del mes de noviembre del año de dicha Natividad de Nuestro Señor”-.[21]

               Como oportunamente hace notar José Rueda (2002:29), aquí se hace mención de la autoridad central, el Baile General del reino de Valencia, por cuya autoridad se emprendieron las obras, y de su delegado local, el notario de Castiel. Se nombran aquí la celoquia(Del árabe: saluqiya), el recinto más alto y fortificado, con función estrictamente militar y defensiva, amén de otras partes como paredes, torres y cubiertas “que estaban derruidas”; se trata pues de obras de reparación, no de obra nueva.

              El domingo 26 de marzo del mismo año subieron al castillo las autoridades de la villa, el justicia, los jurados y otras personas notables, “para ver, reconocer y concordar el modo de la obra y las reparaciones más necesarias de dicho castillo”. Tras la inspección acordaron “que la primera reparación y obra fuera dicha casa de la celoquia, sin la cual el alcaide no podía habitar”. Ello significa que el responsable militar se alojaba habitualmente en esta parte del castillo. Asimismo, tomaron la decisión de que no se les diese de comer a los trabajadores, “solamente de beber". Al respecto, no debemos entender que se le impidiera comer, sólo que el jornal no incluia la comida. En razón del acuerdo, "fue comprado medio cántaro de vino”.[22]Curiosamente, la inspección de las autoridades tuvo lugar un domingo, quizá para no perder jornada de trabajo...
           Atendiendo a lo acordado, al día siguiente, “lunes 27 de marzo de dicho año” se subieron los materiales, “cal y arena”, elementos para elaborar el tapial. A propósito de dicho material y la técnica constructiva, dice López Elum:
    • <Los castillos musulmanes valencianos, realizados en su mayoría a base de mampostería, y, sobre todo, de tapial –técnica que permite introducir en sus encofrados materiales de diversa calidad– fueron construcciones sólidas, pero también muy perecederas. Esto último explica que en la actualidad no se puedan apreciar muchos de sus antiguos elementos y que únicamente se contemple parte de sus antiguas estructuras. Por lo tanto, si tenemos sólo en cuenta los restos visibles para realizar una valoración o clasificación, ésta será errónea, puesto que se basa en una parte reducida de lo que en su día existió>.[23]

    castielfabib-murallas-castillo
    Vista sur-oriental del peñasco calizo sobre el que asienta el castillo e iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), con detalle de la carretera que conduce a El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles, desde la ribera derecha del Ebrón (2004).


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    Vista nor-oriental del peñasco calizo sobre el asienta la iglesia-fortaleza y el castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle de la perforación correspondiente al segundo túnel y el mogote de la Villa Vieja (2004).

              Según esto, los cristianos utilizaron las mismas técnicas y materiales constructivos que habían usado los musulmanes. Según la descripción, las obras iban avanzando, de forma que el viernes 14 de abril, “fueron a hacer cimientos. Y como sobrevino gran lluvia y no obraron sino medio día, por eso sólo tuvieron medio jornal”. La incidencia resulta curiosa, poniendo de relieve que si no se trabajaba, en este caso por una incidencia meteorológica, no se cobraba. El martes siguiente (18) de abril, “fueron a reforzar los fundamentos y reforzar el pie de la torre maestra y a tirar arena”. Cabe preguntarse, ¿a qué parte del castillo se refiere cuando dice “la torre maestra”? No lo sabemos, tal vez alude a la torre del Homenaje en la celoquia u otro torreón importante. Seguidamente, en relación con una incidencia técnica, esto ya el lunes 25 de septiembre, “como no se encontrara quien osase subir las grandes vigas maestras alto al castillo [...] fue dada orden que todos los oficiales pusieran mano a las cuerdas para tirar de dichas vigas. Y los del pueblo, dándose cuenta, se acercaron mas de 30 y 35 hombres y en dos mañanas antes de la hora de ir a faenar en las viñas, a fuerza de brazos las dichas vigas fueron subidas alto al castillo, y por eso se les dio de almorzar cada una de las dos mañanas”. La anécdota no resulta baladí, ya que nos hace saber, de una parte, el material empleado, “grandes vigas maestras”, de otra, el personal técnico, “los oficiales”, y de otra, la colaboración de los vecinos, que durante dos mañanas ayudaron en la subida de las vigas, y el tipo de labor que realizaban en los campos de Castiel, pues su colaboración tuvo lugar “antes de la hora de ir a faenar en las viñas”, en compensación de su colaboración se les dio de almorzar (José Rueda, 2002:30). En el célebre documento datado en Castielfabib el 26 de agosto de 1210, mediante el que Pedro II de Aragón concede a los hospitalarios de San Juan de Jerusalén la iglesia de la villa, con sus diezmos y primicias, ya se menciona la existencia de viñas plantadas. [24]. Estamos diciendo de ciertas obras que tuvieron lugar en 1452 en el castillo de Castiel, y del rasgo de solidaridad que tuvieron los hombres de la villa al darse cuenta de que los obreros y oficiales no podían subir ciertas vigas a la celoquia... ¡No les pagaron nada por ello, sólo les dieron de almorzar! Ello nos lleva a pensar que las gentes de aquel tiempo tenían los mismos sentimientos que los de hoy: qué duda cabe que sentirían amor, odio, envidia, deseos de venganza, frustración, esperanza, solidaridad... Pero lo que no podemos saber es cómo vivían estos sentimientos, cómo eran sus relaciones personales, familiares, lo que pensaban, cómo veían su mundo y su sociedad; en cualquier caso hemos de pensar que serían muy distintos a nosotros, gentes del siglo XXI, pues somos antes hijos del tiempo histórico que nos ha tocado vivir que de nuestros progenitores...

    Volviendo al hilo de nuestros discurso vemos que, además del tapial, en las obras del castillo de Castiel se emplearon otros materiales, como la piedra, pues con motivo de otras obras que tuvieron lugar el domingo 19 de enero de 1455, “fue acordado que el portal más externo del castillo y la torre adyacente a aquel fuesen obrados y reparados, ya que estaban muy derruidos y mal parados, y es lo que debía estar más fuerte y más obrado. Así que por los honorables justicia, jurados y consejeros fue decidido con Pedro Climent, maestro de dicha obra, que él obrase tantas piedras picadas cantoneras que bastasen a las dos esquinas exteriores de dicha torre, dicho maestro ha obrado ciento cincuenta piedras de altura de dos palmos y algunas de un palmo y medio...”. Surge aquí otra pregunta, ¿a qué se refiere cuando dice “el portal más externo del castillo y la torre adyacente”? No lo sabemos con certeza, pero bien pudiera estar refiriéndose a la entrada del Carrerón o puerta de la Reja y al torreón en cuya base luce una entrada en arco de medio punto con dovelas. Las obras de reparación en el castillo de Castielcontinuaron, pues dos años después, el jueves 24 de noviembre de 1457, “fue comprada a dicho herrero media arroba de clavos gruesos para clavar las barras de dichas puertas nuevas”, otros materiales para las puertas: anillas de  hierro para abrirlas, quicios, fajas de hierro de 42 libras y media de peso, etc. A tenor de lo visto hasta ahora podría pensarse que tras la conquista cristiana el albacar (Del árabe: al-baqqara, la vaquería o lugar del ganado), musulmán había desaparecido; pero no, pues vemos que el viernes 15 de marzo de 1458, “fueron subidos desde el albacar hasta arriba a la celoquia todos los postes y lo restante de las vigas...” (José Rueda, 2002:30-31). La cita no acaba de decirnos dónde se hallaba realmente el albacar del castillo de Castiel, sólo que éste estaba en un plano inferior, respecto de la celoquia, lo cual resulta indiscutible, ya que ésta era la parte más alta y mejor fortificada, donde residía el alcaide. Lo dicho se halla en relación con la afirmación de Guichard, quien afirma que tras la conquista el albacar se abandonó en favor de la celoquia: en el caso de Castiel vemos que a la fecha de mediados del siglo XV (1458), por lo menos todavía se conservaba el nombre del albacar. Con todo estimo que dicho recinto se hallaba al pie del castillo -en lo que hoy constituye la rampa de acceso al Carrerón y la zona correspondiente a la calle de la Reja-, no en lo alto del cerro; pues el espacio que resta a ambos lados inmediatamente por debajo de la celoquia resulta demasiado pequeño como para que en él pudiera guarecerse bajo techo el vecindario con sus ganados, caballerías y algunas pertenencias, ni aunque fuera temporalmente. Pues hemos de pensar que la función del castillo medieval –tanto del musulmán como del cristiano- era doble: de una parte militar y defensiva, y de otra, como refugio de la población en momentos de peligro, pero no sólo de la gente de la villa, también del poblamiento disperso, aldeas, rentos o masías del término.

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    Vista occidental de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), datada a principios del siglo XX -en todo caso anterior a los años veinte, cuando se perforó el túnel de la Umbría, que aquí aparece todavía sin labrar-: la fotografía muestra el saliente del órgano, sito en la fachada de los pies del templo, y una estructura murada al pie del torreón, ángulo nor-occidental junto a la herrería, que demuestra que esta parte se hallaba también amurallada, conformando un recinto que bien podría corresponder al albacar (ca.1910-20) [Fotografía cedida por don Miguel Marín Adán (1907-2001), natural de Castielfabib].

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    Vista nor-occidental de la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), datada a principios del siglo XX: la fotografía muestra el saliente del órgano, sito en la fachada de los pies del templo, y una estructura murada al pie del torreón, ángulo nor-occidental junto a la herrería, que demuestra que esta parte se hallaba también amurallada, conformando un recinto que bien podría corresponder al albacar (ca.1910-20) [Fotografía cedida por don Miguel Marín Adán(1907-2001), naturalde Castielfabib].
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    Detalle de restos de muralla sitos en la parte alta, correspondientes a la zona de la Villa Vieja del castillo de Castielfabib (Valencia), 2004.

    A tenor de la documentación conservada vemos que a finales del siglo XV (1480), el castillo de Castiel ya se hallaba en mal estado, pues consta un registro de esa fecha mediante la cual el rey Fernando el Católico escribe al baile general de Valencia, diciendo:
    • <Nos, havemos entendido que el rey, mi señor padre de inmortal memoria –se refiere a su padre y predecesor Juan IIel Grande (1425-1479)-, ovo mandado que pues en el castillo de Castellfabib havia cal y otra manobra para obrar en el dicho castillo y porque aquell stava muy derribado, que las rentas reales de la villa de Castielfabib que antiguamente stan dedicadas para la reparación de dicho castillo fuesen distribuydas en la obra que stava empçada y no distribiessen en otra cosa>[25]
    Nuevos datos acerca del material empleado en la reparación del castillo de Castiel a finales del siglo XV pueden verse en otros registros, pues consta una carta del baile general de Valencia a su lugarteniente en la villa, ordenándole que como sea que en el castillo hay cierta cal para hacer obras y no se efectúan, para guardar la cal, “se eche tanta arena como sea necesaria y la argamasa se guarde en lugar conveniente, para ser usada cuando se haga la obra” [1491, octubre 26].[26] El documento demuestra también que a finales del siglo XV el castillo todavía se hallaba activo, y todavía lo estaría a mediados del siglo XVI -al menos a efectos administrativos-, pues existe noticia de un registro datado en la fortaleza de Jovani, a 31 de mayo del año de la Natividad del Señor de 1540, por el que Carlos I de España y su madre la reina Juana I, conceden a don Francisco (Garcés) de Marcilla y Coalla, la Tenencia, Guarda y Castellanía (alcaldía) perpetua de Castielfabib, según la costumbre de España, con todos y cada uno de los derechos.[27]

    Caminando por el alto del castillo de Castiel, desde la base de la torre-campanario en dirección meridional, veremos que a nuestra mano derecha quedan los muros arrasados de la fortaleza... En cierto punto hay una abertura en el muro, que permite el acceso desde la villa, siguiendo un camino cuasi vertical por la ladera. Toda es parte de la vertiente occidental del cerro se halla amurallada, muro que forma un semicírculo en la parte más austral. Ascendiendo una altura por la izquierda veremos que en el centro del cerro, en lo que podría corresponder a la celoquia, hay dos aljibes con el interior lucido, uno de ellos todavía conserva la cúpula... El centro del cerro lo constituye una zona rocosa más elevada, en cuyo centro luce un segmente o lienzo de muro solitario, correspondiente a alguno de los edificios o torreones de la celoquia. Por debajo de este pináculo, en la vertiente oriental del cerro, pueden verse otros tramos de muralla en la parte baja. Dicha zona ha sido excavada en tiempos recientes, hallándose diversos materiales, aunque no tengo constancia de que se hayan publicado los resultados...

                Por la base de la ladera oriental del cerro discurre la carretera que conduce a El Cuervo (Teruel), en su tramo entre ambos túneles, el de La Solana y el de La Umbría. Desde esta carretera parte una vía cementada que asciende en posición sur-oriental, hacia lo que probablemente fuera una de las entradas de la antigua muralla medieval. El cerro donde se ubica el castillo de Castiel resulta un lugar prácticamente inexpugnable, dada la fragosidad de su asiento. El punto de acceso natural desde la villa se halla interceptado por el conjunto monumental de la iglesia-fortaleza Nuestra Señora de los Ángeles, que ocupa una posición noreste, lo que supone hallarse en un punto medio entre la Villa Vieja y el cerro del castillo propiamente dicho.


                Acerca del armamento y la poliorcética medieval.
                Espero que algún día podamos tener algún estudio serio y con profundidad sobre el armamento y el sistema defensivo de Castielfabib, así como del armamento utilizado por lo que en distintos momentos lo asediaron y conquistaron. Ya hemos visto cómo dicen los cronistas que fue la conquista cristiana a los moros valencianos en tiempos de Pedro II de Aragón (1210).
    Gual Camarena (1953), siguiendo a Zurita(1512-80) afirma “que el monarca se encuentra en marzo del año citado en Monzón, allí reúne sus ejércitos, entra en el país valenciano y gana por conquista las citadas fortalezas, continuándose después la lucha con grande furia”.
    Escolano en sus Décadas (1610-11) escribe: “Dio vuelta á su casa el rey don Pedro ganada la victoria; y por llevarse ayuda de costa se puso de camino con su ejército sobre dos castillos y villas fuertes del reino (moro) de Valencia, que son Castiel Fabib y Ademúz, en los confines de Aragón, y las entró á fuerza de armas”.
    Francisco Diago en sus Anales (1613) escribe: “Entro por la frontera que confina con Aragon y Castilla, y continuando la guerra con grande furia, gano por combate y fuerça de armas tres castillos de importancia, que fueron Ademuz, Castielfauib, y Sertella”. En relación con la toma de Castielfabib por Pedro el Cruel en 1364, durante la segunda fase de la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), relata López de Ayala (1332-1407):
    • <Capítulo VI. Como el Rey don pedro tomo castiel Habibi y otros castillos. Y lo que fizo este año. Este año en el mes de agosto, después q(ue) el rey de Castilla supo de como el rey de Aragón viniera sobre Monuiedro, partio de Seuilla donde estaua y vinose a Calatayud. E luego partio dende y fue cercar vna villa y castillo acerca de t(e)ruel castielhabibi por quanto el la auia ganado otra vez y derara ende vn Cauallero suyo natural de Toledo que la tuuiesse: y los de la villa mataron le al alcayde y alçaronse con la dicha villa y Castillo: y tuuolo vn mes cercado tirandole muchos engeños, hasta que la cobró/ y dende fue a entrar en el reyno de valencia y gano la villa y Castillo de tierra y otros castillos al derredor: y quando el rey partio de castiel habibi desque lo ouo ganado embio dende al maestre de alcantara que dezian don gutier gomez de Toledo para que pusiesse algunas recuas de viandas en monuiendro por quanto los que ay derara el rey le embiaron a dezir que auian mucho menester viandas: y el maestre de alcantara con otros caualleros vassallos del rey fueronse para legozue que es en la frontera de aquella comarca poz poner las viandas en nonuiendro: y alli llegauan las recuas para las lleuar>[28]

              A los efectos del epígrafe, lo que más nos interesa del texto de López de Ayala propuesto es la forma en que Pedro el Cruel tomó el castillo de Castielfabib: "y tuuolo vn mes cercado tirandole muchos engeños, hasta que la cobró".
           Según hemos visto arriba, un castillo bien pertrechado y fortificado era difícil de rendir, pues los defensores tenían ventaja sobre los asaltantes. Una cuestión de interés es que las murallas que cercaban la villa y el castillo debían estar despejadas, para que los defensores tuvieran el campo visual libre y los atacantes no tuvieran lugar donde esconderse. Esta es la razón por la que en 1363 Pedro el Ceremonioso manda destruir todos aquellos edificios que estuvieran situados en la cercanía del (castillo/murallas) de Castielfabib”.En aquella ocasión, el rey castellano cercó la villa y castillo de Castiel, pero no se conformó con cercarlo durante un mes, además ustuvo “tirándole muchos engeños, hasta que la cobró”. Cuando dice “engeños” debemos entender que se refiere a ingenios o máquinas de guerra.
                De la antigüedad se había trasmitido a la Edad Media europea el conocimiento de diversas máquinas de guerra, tal la balista o fundíbalo, que era un artefacto utilizado para arrojar proyectiles de piedra o metal, para lo cual había que tensarlo mediante correas fabricadas con nervios; el ariete, que servía para golpear y romper puertas o muros; los plúteos, tipo de escudos basados en estructuras entretejidas de cuero sin curtir y que servía para ponerse a cubierto los enemigos; los músculos, utilizados para perforar muros, aunque se desconoce su forma.[29]
               
    García Fitz, siguiendo a Gil de Roma (1277-79) detalla algunas de la máquinas de guerra utilizadas durante la Baja Edad Media. Así distingue cuatro prototipos, todos ellos basados en el sistema de la balanza, que se diferencian según el sistema de propulsión empleado (la negrita es mía):
    • En función de éste, se distinguen dos modelos básicos de ingenios: los que funcionan mediante tracción humana y los que utilizan algún sistema de contrapeso. Los primeros son artefactos en los que el movimiento de la pértiga es accionado por hombres mediante cuerdas. Entre los que emplean el sistema de contrapeso señala a su vez tres tipos de máquinas distintos: el trabuquete, cuyo contrapeso está fijado a la pértiga; la bifa, de contrapeso móvil y unido la pértiga mediante goznes; el tripancio, que combina un contrapeso fijo con uno móvil. El empleo de uno o de otro depende de las circunstancias del asedio: los ingenios de tracción humana lanzaban piedras más pequeñas pero con una mayor cadencia que los de contrapeso; éstos podían arrojar proyectiles de mayor tamaño, con más potencia y a mayor distancia. Por su parte, eltrabuquete otorgaba más precisión en la trayectoria, la bifa permitía lanzar a mayor distancia, y el tripancio aunaba ambas virtudes.[30]

          El daño material y humano que debían causar estos ingenios o máquinas de guerra debía ser considerable. En la rampa de acceso al Carrerón o puerta de la Reja del castillo de Castiel pueden verse unas bolas o esferas de piedra labradas que no puede ser otra cosa que bolaños o balas de artillería empleados por estos artilugios, singularmente fundíbalos o primitivas catapultas. Asimismo, Navareño Mateos (1992) dice de diversos ingenios relativos al armamento y poliorcéticas medievales, tales el fundíbalo, las catapultas, las escalas y torres, los arietes (basados en una cabeza metálica y tronco de madera), las mantas y bancos“pinjados”, armas incendiariasy armas de fuego.[31] Otras armas de la época eran las ballestas.. Su utilización se halla también documentada, pues según un registro del Archivo Municipal de Valencia, con motivo del asedio de Castiel por los castellanos, en 1364, hubo una petición del Ceremonioso a la Ciudad, solicitándole hombres con dicho armamento: el Consejo de la Ciudad debatió el asunto el 3 de noviembre de dicho año, pero de los 700 ballesteros que el rey pedía, la ciudad sólo pudo ofrecerle 400...[32]

             El castillo de Castielfabib sufrió básicamente asaltos y asedios durante la conquista cristina (siglo XIII) y en las guerras con Castilla, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XIV (1356-69). Durante estos acontecimientos históricos no sabemos del empleo de armas de fuego en la zona, razón por la que nuestros castillos no padecieron los efectos de este tipo de artillería. Existe, sin embargo, un documento de principios del siglo XV (1506), relativo a daños y desperfectos en el castillo de Castiel, conforme  “la torre del omenaje está muy descarriada de tiros de pólvora y está toda para derribarse”.[33]

            El documento nos parece de gran interés: de una parte, porque documenta la utilización de armas de fuego contra el castillo, aunque no podamos decir en qué episodio histórico tuvo lugar este suceso; y de otra, porque menciona la “torre del omenaje”: si en 1506 estaba “toda para derribarse”, es muy probable que acabara derribándose. Ello viene a cuestionar la afirmación de que la iglesia-fortaleza se halla en la cuarta planta del torreón del Homenaje, porque aquel debía estar en la celoquia y como apuntamos, debió derruirse por efecto de los “tiros de pólvora” citados.
     
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    Detalle del acceso oriental a la villa de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles (2004).
     

                Últimos momentos del castillo de Castielfabib.
           Pascual Madoz(1806-1870), a finales de la primera mitad del siglo XIX (1847), al decir de Castielfabib, escribe:
    • <Por la parte del O(este) se levanta el cerro dicho del Castillo, por hallarse uno en su cumbre, el cual domina completamente la v(illa) y la defiende: su primitiva construcción se debe á los romanos, conociéndose desde entonces con el nombre de Castillo de Fabio, el cual fué reedificado por los carlistas; asi como una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca. Para ello pusieron en cont(ribución) a los pueblos circunvecinos, de los que concurrian multitud de pobres que se ocupaban en el trabajo, otros en clase de arrestados, y aun á las mujeres se les hacia subir cargas de agua para las obras que se preparaban. Con ese motivo se les prodigó á aquellos infelices un trato muy inhumano no solo obligándoles á trabajar mas de lo que podian, sino que puestos á disposición de unos capataces de tosco aspecto, les maltrataban con palos y látigos, y aun con cadenas. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas naciones, les minaron arruinando las nuevas obras fabricadas>[34]

                El estadista recupera para el topónimo de Castielfabib la tradición antigua respecto del origen de su nombre, haciéndole derivar del latín Castellum Fabii, de donde Castillo de Fabio, tal como anotaba Escolano en sus Décadas(1610-11), aunque éste deja abierta la posibilidad a que sea palabra arábiga. Respecto a la “torre contigua llamada Torre Blanca”, podría estar refiriéndose a la torre que hoy suponemos del Homenaje donde asienta la iglesia, pero el hecho del “arresto de Doña Blanca” es simple tradición, esto es, historia no documentada, sin fundamento. Lo más interesante del texto del Madoz es lo que cuenta de los carlistas, su intento de hacerse fuertes en el castillo erigiendo algunas obras, en las que contribuyeron gentes de la zona, algunos pobres y otros en calidad de prisioneros, incluso mujeres, a los que “unos capataces de tosco aspecto” maltrataron, “con palos y látigos, y aun con cadenas”, “obligándoles á trabajar mas de lo que podian”. Aunque finalmente las “tropas nacionales” –isabelinas o cristinas, pues esto tuvo lugar al final de la primera guerra carlista (1833-40)- volaron las “nuevas obras fabricadas”. Este fue el triste fin y acabamiento del castillo de Castielfabib, que quedó prácticamente como le conocemos, preso de una absoluta ruina...

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    Detalle de la zona occidental del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles (2004).

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    Detalle de la zona occidental del caserío de Castielfabib (Valencia), desde la carretera de El Cuervo (Teruel), entre ambos túneles, con el cerro del castillo da la derecha (2004).

                Prospecciones arqueológicas en el castillo de Castielfabib.
                -1998: Juan José Barragán: Arqueólogo-director de las excavaciones del Castillo de Castielfabib, para la Generalitat Valenciana. Período: Edad Media y Moderna: Islámico y Medieval Cristiano. Campo de Trabajo formado por voluntarios y una brigada de obras del Ayuntamiento de Castielfabib (Valencia).[35]
              -2008 y 2011: Xavier Laumain: arqueólogo-director, en colaboración con Ángela López Sabater. Tipo de trabajo: Restauración de Patrimonio Arquitectónico. Promotor: Ayuntamiento de Castielfabib (Valencia).[36]


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    Vista aérea de la iglesia-fortaleza y castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle de las murallas que circundan el recinto fortificado [Tomada del Servicio de Patrimonio Cultural de la Generalidad Valenciana].

                Palabras finales, a modo de epílogo.
                Lo poco que queda del castillo y murallas de Castielfabib constituye una sombra de lo que pudo ser este lugar fortificado en la Edad Media y principios de la Edad Moderna, hasta el punto de que al ser más la parte desaparecida que lo que se conserva, resultará imposible hacernos una idea siquiera aproximada de lo que fuera en sus mejores tiempos...
                Los orígenes de Castiel se pierden en la noche de los tiempos, y nunca mejor dicho, pues pudo ser un castro ibérico -como demuestran los hallazgos de cerámicas de este periodo en la Villa Vieja-, solar ocupado después por los romanos, según arguyen los que hacer derivar su nombre de Castellum Fabii/ Castillo de Fabio/ Castielfabib, y de los hallazgos de ciertas lápidas, entre las que se halla un ara votiva del siglo I de la Era Cristiana. Tras los hispano-romanos vinieron los musulmanes, que ocuparon el lugar estableciendo en él un hisn o qal`a –husum y qila, en plural-, términos que aluden a castillos y fortalezas alejadas de las grandes ciudades, cuya función primordial, además de la militar y defensiva –consolidar el territorio y defender los caminos-, era la de dar protección a la población rural que vivía en el entorno en caso de peligro. El recinto amurallado contaba ya con mezquita en el tiempo de la conquista (2010), lo que traduce su relativa importancia. Tras siglos de dominación musulmana, el territorio fue conquistado en tiempos de Pedro II de Aragón (1210), de forma que el hisn musulmán se convirtió en castrum cristiano, y ello sin aparentes cambios en la estructura y usos de la fortaleza.
    Tras la conquista, Castielfabib fue cedida a la orden de los hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que posteriormente establecieron un Priorato, circunscripción administrativa dependiente del Castellán de Amposta. Paralelamente, Ademuz fue cedida a la orden templaria... Con la desaparición del Temple, la zona del Rincón de Ademuz pasó a la recién creada Orden de Montesa (1319), que organizó en la zona una Encomienda, cuyo patrimonio se basaba en los bienes y derechos que habían poseído los templarios y hospitalarios.
    El castillo y villa de Castiel, como la fortaleza y gentes de Ademuz, sufrieron los rigores de las guerras entre Castilla y Aragón –principalmente Guerra de los dos Pedros (1356-69) y Guerra de Castilla (1429-30)-, en razón de su estratégica situación entre ambos reinos, aunque perteneciente al reino de Valencia.
    De la misma forma que con el castillo y fortaleza de Ademuz acabó el terremoto de 1656, con el de Castielacabó el abandono y la falta de cuidados, sufriendo la misma suerte que docenas de fortalezas valenciana, pues con el advenimiento de las armas de fuego y la unificación de los reinos de España, las defensas fortificadas medievales se hicieron de escasa utilidad a los fines defensivos. El último servicio militar del castillo de Castiel fue durante la primera guerra carlista (1833-40), y en última instancia durante la última guerra civil española (1936-39), en que la iglesia-fortaleza sirvió de prisión y resguardo de soldados.

    En suma: del castillo de Castielfabib y de su “fragoso asiento” en lo alto del cerro nos queda el halo romántico de sus asoladas ruinas, tan íntimamente unidas a la villa como las del convento de san Guillermo, sitas “en par del rio Ebrón”. Aunque quizá sea El Torrejón el último trazo de una historia inconclusa y poco conocida, que con su singular estampa nos invita a acercarnos para conocerla. Vale. 

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.


    [1] GUICHARD, Pierre. Al-Andalus frente a la conquista cristiana: los musulmanes de Valencia (siglo XI-XIII), Universidad de Valencia, Valencia 2001. Citado por RUEDA, José. Dos castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I y II), en: Scripta Manent, Ababol, 31 (2002) 27-32 y Ababol, 32 (2002) 22-27.
    [2] LÓPEZ ELUM, Pedro. “Los castillos valencianos en el siglo XIII. Del hisn musulmán al castrum cristiano”, Saitabi 54 (2004), 104.
    [3] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El toque de campana, sonido rural por excelencia, en: Del paisaje,..., Valencia, 2007, vol. I, pp. 102-103 y 447-448.
    [4] LÓPEZ ELUM (2004), p. 112.
    [5]Al-IDRISI, Geografía de España, “Textos Medievales”, 37, Valencia 1974, 10-11. Citado por López Elum (2004), p. 115.
    [6]ACA., Reg., 103, fol. 310, Reg., 263, fol. 88; AHM., 2-2-2-34. Citado por López Elum (2004), p. 124.
    [7]ACA., Reg., 264, fol. 120 v.; AHM., 2-2-3-52.
    [8] LÓPEZ ELUM (2004), pp. 127-128.
    [9]ACA, Reg. 487, fol. 249r. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, A., El toque de campana, sonido rural por excelencia, en: Del paisaje,…, Valencia, 2007, pp. 101-104.
    [10]ACA, Reg. Cancillería, 860, fol. 124v.
    [11]ACA, Reg. Cancillería, 862, fol. 24v.
    [12]ACA, Reg. Cancillería, 863, fol. 142v-143r.
    [13]ACA, Reg. Cancillería, 1.467, fol. 122v-123r. Ello fue durante el pontificado de don Iñigo de Valterra y Sánchez de Heredia (1370-87): Está probado que con anterioridad [para sufragar los gastos que se producirían con el objeto de recuperar diversos lugares de la diócesis, perdidos con motivo de las guerras con Castilla] el cabildo había cedido al obispo, por diez años, la parte capitular del diezmo de Castielfabib, Ademuz y Puebla de San Miguel [1372, noviembre 22].
    [14] HINOJOSA MONTALVO, José. Las fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37 (1987), p. 155.
    [15]ACA, Maestre Racional, Signatura actual nº 2.420, Sección: Real Patrimonio. Informe de los gastos de las obras del castillo de Castielfabib (1349-52).
    [16]ACA, Maestre Racional, I, 9262.
    [17] ACA, Real Patrimonio, 2420, fol. I. LÓPEZ ELUM, Pedro. Los castillos valencianos en la Edad Media. Materiales y técnicas constructivas, Valencia, 2002, vol. II, p. 66.
    [18]ACA, Reg. 1385, fols. 79r-v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
    [19]ACA, Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
    [20]ACA, Reg. 1385, fol. 79v. Citado por López Elum (2002), p. 66.
    [21]ACA, Reg. 1465, fol. 107. Citado por López Elum (2002), p. 66.
    [22] RUEDA, José. Dos castillos medievales: Ademuz y Castielfabib (I), en: Scripta Manent, Ababol, 31 (2002) 29.
    [23] LÓPEZ ELUM (2004), p. 122.
    [24]ACA, Reg. Chancillería, 309, fol. 59-60r. [AHN], Cod.871, fol. 89v. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerca de la conquista de Castielfabib: instrumento capital para la historiografía del Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, 2007, vol. I, p. 286.
    [25]Archivo del Reino de Valencia [ARV], Bailía, L. 1156, fol. 762. <Nos, hemos entendido que el rey, mi señor y padre de inmortal memoria, mandó que pues en el castillo de Castielfabib había cal y otros pertrechos para obrar en el dicho castillo y porque aquel estaba muy derribado, que las rentas reales de la villa de Castielfabib que antiguamente estaban dedicadas para la reparación de dicho castilllo fuesen distribuidas en la obra que estaba empezada y no se distribuyesen en otra cosa> Vid  RUEDA (2000), p. 32.
    [26]ARV, Maestre Racional, LL y P., XVII, fol. 38r.
    [27] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), pp. 305-306.
    [28]LÓPEZ DE AYALA, Francisco. Coronica del rey do[n) Pedro de Castilla, Sevilla: en las casas de Jacome cro[m]berger, 3 Noviembre 1549, Año 1364.
    [29]GARCÍA FITZ, Francisco. Tecnología, literatura técnica y diseño de máquinas de guerra durante la baja Edad Media occidental, en Anuario de Estudios Medievales, 2011, p. 821.
    [30]Ibídem, p. 824.
    [31]NAVAREÑO MATEOS, Antonio. El armamento y la poliorcética medievales en el Códice latino 197 de Munich, Norva:Revista de Arte, 12 (1992), pp. 29-66.
    [32] Archivo Municipal de Valencia [AMV], Manuals de Consells, nº 14, fol. 50-55. Citado por José RUEDA (2000), pp. 26-27.
    [33]ARV, Bailía, L. 1163, cuadernillo cosido entre los folios 216-217. Citado por José RUEDA (2000), p. 25.
    [34]  MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, 1847, tomo VI, pp. 166-166.
    [35] Juan José Barragán: Vidhttps://www.linkedin.com/pub/juan-jos%C3%A9-barrag%C3%A1n/92/882/21a.
    [36] Estudio, Consolidación, Restauración y Puesta en Valor del Castillo de Castielfabib: Vid http://www.arae.es/trabajo_restauracion_05.html.

    ACERCA DE LOS RESTOS DEL CASTILLO Y MURALLAS DE CASTIELFABIB (VALENCIA) [I].

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    Lectura crítica de las fichas BIC´c –Bienes de Interés Cultural- de la Generalidad Valenciana.


    Historia vero testis temporum,
    lux veritatis, vita memoriae,
    magistra vital, nuntia vetustatis
    Marco Tulio Cicieron (106-43 a.JC), en De Oratore-.



                Que estamos en la era de la información nadie osará ponerlo en duda: nunca jamás en la historia de la humanidad ha habido tanta información a disposición de tanta gente... Además de las numerosísimas bibliotecas de todo tipo –municipales, provinciales, autonómicas, estatales...- tenemos la World Wide Web (WWW), red informática mundial que nos permite acceder al instante a casi todo tipo de datos desde un ordenador en cualquier parte del mundo.
                Pero la cantidad no siempre es proporcional a la calidad, hasta el punto que muchos contenidos de la Red poseen errores, son imprecisos, cuando no absolutamente falsos. Si buscamos, por ejemplo, “castillo, murallas, Castielfabib”, es muy probable que el navegador nos ofrezca varias entradas, entre las que puede estar una en forma de documento pdf, epigrafiado “Resto del castillo y murallas. Castielfabib”, que no es más que una ficha BIC –Bien de Interés Cultura- de la Dirección General de Patrimonio Artístico de la Generalidad Valenciana. La ficha contiene variedad de datos y un texto descriptivo, así como fotografías y una nota de advertencia que prohíbe su reproducción y divulgación sin autorización. No entiendo la razón por la que no se pueda reproducir dicho texto oficial, siempre que se cite la referencia.
              Es por ello que, haciendo caso omiso de la prohibición, copiaré el texto descriptivo y lo traeré a estas páginas, con el único objeto de comentarlo de forma crítica. El mismo texto puede encontrarse buscando una página de la Generalidad Valenciana, “Servicio de Patrimonio Cultural” que nos permitirá obtener datos sobre los Bienes de Interés Cultural (BIC´s) y Bienes de Relevancia Local (BRL´s).[1]Clicando sobre la primera oferta accederemos a otra página donde podremos introducir los criterios de nuestra búsqueda, por Municipio, Comarca y Provincia: Castielfabib/El Rincón de Ademuz/Valencia –en el listado de este municipio se obtienen dos entradas-: Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles y Restos del Castillo y Murallas. Clicando sobre el segundo obtendremos la ficha BIC correspondiente, cuyo contenido es idéntico al del documento en .pdf arriba citado.
              El texto viene firmado; cabe, no obstante, agradecer al autor su  esfuerzo de síntesis para compendiar en unas pocas líneas la pródiga y densa historia de Castielfabib.

    Vista general del caserío de Castielfabib (Valencia), entre el Torrejón (arriba, izquierda) y el cerro del castillo (abajo, derecha), ca.1965-75 [Fotografía cedida por gentileza de don Ismael Roger de Chelva (Valencia)].

                Material, método y marco teórico.
             La materia prima objeto de este trabajo es el propio texto descriptivo que aparece en la ficha de referencia; y el método, poner en rojo las frases o afirmaciones del texto original y comentarlo, aportando las referencias bibliográficas o documentales pertinentes. Para no extendernos demasiado, dejaremos sin comentar el texto en negro, limitándonos, pues, a glosar de forma crítica el texto en rojo. Del texto original se elegirán los párrafos a comentar, numerándolos para un mejor cifrado.

               Texto descriptivo original.
                El texto viene todo seguido, quiero decir sin puntos y aparte, del tenor siguiente:
    • <Castielfabib pertenece a la comarca del Rincón de Ademuz, con sus cinco aldeas, Los Santos, Arroyo Cerezo, Cuesta del Rato, Mas de los Mudos y Mas de Jacinto. El lugar fue poblado desde tiempos de los íberos como lo atestiguan los yacimientos arqueológicos de La Villa Vieja(junto a la iglesia fortaleza) y la necrópolis La Nava, que datan de los siglos VII-IV a de JC. En los siglos I y II, los romanos escogieron este municipio como sede, teniendo en cuenta las condiciones de seguridad que aportaba la enorme roca en la que (se) asentaron su fortaleza. La cima del monte Fabio todavía conserva los basamentos del gran baluarte de la época y unas lápidas de la primitiva fábrica del castillo. De la época romana se mantiene también el topónimo, derivado de “Castellum Fabio”, Castillo de Fabio. Los árabes conquistaron estas tierras hacia los años 714-716 por el estratégico emplazamiento del lugar, que denominaron “Qastyl-Al-Habib”. Permaneció bajo su dominio 495 años. Los cristianos llamaban a estas tierras “in extremo sarracenom” y estuvieron bajo la influencia de la taifa de Alpuente, más tarde dependieron de Albarracín y finalmente de los almohades de Valencia. En 1179 Castielfabib es unido a Valencia por el tratado de Cazorla. La reconquista cristiana del antiguo reino de Valencia comenzó precisamente por esta parte del Rincón de Ademuz, concretamente en el año 1210. Castielfabib fue conquistada por Pedro II de Aragón tras un largo asedio del castillo, quien terminada la conquista de la comarca del Pre-Rincón y una vez expugnado éste, presidió en él durante tres días las Cortes Generales de Aragón. Recuperado por los musulmanes Castielfabib fue conquistado definitivamente por Jaime I el Conquistador que fundó el Reino de Valencia (1238) y pocos años más tarde en 1273 confirmó la presencia de Castielfabib en el Reino de Valencia por el tratado de Almizra, quedando como lugar de la corona con los derechos de los diezmos cedidos a la Orden del Temple y que pasarían en 1319 a la Orden de Montesa. Esta Orden conquistaría la baronía de Castielfabib que abarca el territorio del Rincón de Ademuz. A pesar de esto Castielfabib es anexionado dos veces a Teruel, pero finalmente pasa a formar parte de Valencia. Tras la construcción de la iglesia fortaleza de Nuestra Sra. de los Ángeles en 1358, la Villa fue sede del Sínodo que para los clérigos de su diócesis convocara el Obispo Don Elías (1363). A partir del siglo XIV los datos que conocemos sobre Castielfabib no hacen sino aludir a los continuos conflictos bélicos que desde 1364 con la guerra de Castilla, no dejaron de sucederse, causando continuas devastaciones en el conjunto de la Villa y su castillo, desde la guerra de la Independencia, las guerras carlistas y la última guerra civil. Son muchas las guerras en la que se ha visto involucrada Castielfabib: la del rey de Castilla, Alfonso XI y el monarca aragonés Don Pedro, que más tarde aunarían esfuerzos para hacer frente a las invasiones de los benimerines. Por dicho motivo se fortificaron diversas plazas, siendo una de ellas Castielfabib. La guerra de los Pedros entre los años 1356 y 1367, la fortaleza destacó por su ubicación e inexpugnabilidad. Otra de las muchas batallas es la llamada de las Huesas entre Castielfabib y Cañete para conseguir la imagen de la Virgen de la Zarza. A principios del siglo XIX, Torrebaja y Torrealta se segregaron de Castielfabib. Durante la 3º guerra Carlista (1872-1876) los carlistas procedieron a la reconstrucción del castillo para la guerra. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas nacionales, lo minaron arruinando las nuevas obras. Se encuentra situado sobre un cerro que domina la población y que conforma un meandro del río Ebrón, en el casco urbano de Castielfabib. El relieve circundante es una prolongación de los Montes Universales del Sistema Ibérico, correspondiente a sus estribaciones de la parte sudeste, que consiste en pequeñas elevaciones montañosas cortadas por cauces de agua. La vegetación es pobre en los cerros circundantes, predominando un bosque bajo, de tipo arbustivo, muy degradado, así como grandes concentraciones de vegetación en el cauce del río, con diversos árboles caducifolios, además de grandes concentraciones de pequeñas parcelas de cultivo. La tipología del castillo corresponde a la denominada por Guitart como castillo-convento, ya que el lugar fue reconquistado y repoblado por órdenes religiosas, en este caso el Temple, más tarde sustituido por la Orden de Montesa. El castillo se protege hacia el sentido contrario al de la población por un meandro del río Ebrón, cauce caudaloso en épocas de lluvia que rodea la población por el lado del propio castillo. El castillo forma un mismo conjunto arquitectónico con la iglesia parroquial, consta de tres recintos amurallados en tres alturas diferentes. Predominan los muros de mampuesto aunque también los hay de sillería. El castillo se encuentra en ruina, habiendo sido desescombrado descubriéndose el aljibe y la sala principal en las últimas excavaciones arqueológicas realizadas. Se conservan también varias torres del recinto amurallado, formando parte los lienzos de éste de las edificaciones actuales, confundiéndose en la actualidad con éstas, precisándose un estudio arqueológico que confirme el trazado supuesto del recinto. (C.Pérez-Olagüe)>.[2]

          Tras la lectura, pongo en rojo las frases o datos del texto que a mi entender resultan dudosas, interpretables o francamente erradas, pasando seguidamente al cometario.

    Vista parcial del caserío de Castielfabib (Valencia), con detalle de la iglesia-fortaleza y ruinas del castillo (ca.1965-75) [Fotografía cedida por gentileza de don Ismael Roger de Chelva (Valencia)].
               Comentario al texto descriptivo.
            Para la lectura crítica del texto descriptivo propuesto, utilizaremos la información contenida en los párrafos que se anotan, poniendo en rojo las afirmaciones más embarazosas o comprometidas, y separándolas por párrafos numerados:

             1] “El lugar fue poblado desde tiempos de los íberos como lo atestiguan los yacimientos arqueológicos de La Villa Vieja(junto a la iglesia fortaleza) y la necrópolis La Nava, que datan de los siglos VII-IV a de JC”.
               Ciertamente, al noroeste del emplazamiento de la iglesia-fortaleza Nuestra Señora de los Ángeles en Castielfabib hay una zona peñascosa y en declive, justo por encima del túnel de la Umbría, conocido como “Villa Vieja”. Dada su estratégica situación, el lugar resulta propicio para que en su solar hubiera habido un castro ibero/celtíbero de la época del bronce valenciano, cuando esta cultura comenzó a encastillarse.[3]Respecto de esta afirmación, relativa a “los yacimientos arqueológicos (iberos) de La Villa Vieja”, la he leído en distintos medios, aunque nunca cifrada documental o bibliográficamente; es por ello que aunque la idea sea razonable, cabe ponerla en entredicho. Respecto a la “necrópolis de La Nava”, sí se halla cifrada en la bibliografía, pues en los años ochenta del pasado siglo se descubrió un poblado y dos necrópolis en la partida de La Nava, sita en la zona más noroccidental del término (Aparicio Pérez, 1990).[4]

            2] “En los siglos I y II, los romanos escogieron este municipio como sede, teniendo en cuenta las condiciones de seguridad que aportaba la enorme roca en la que (se) asentaron su fortaleza. La cima del monte Fabio todavía conserva los basamentos del gran baluarte de la época y unas lápidas de la primitiva fábrica del castillo. De la época romana se mantiene también el topónimo, derivado de “Castellum Fabio”, Castillo de Fabio”.
           La frase conforme “los romanos escogieron este municipio como sede, teniendo en cuenta las condiciones de seguridad que aportaba la enorme roca en la que (se) asentaron su fortaleza” es muy sugerente, pues la zona reúne todas las condiciones de un baluarte natural. Pero lo cierto es que del pre-Rincón de Ademuz en los siglos I y II de la era cristiana no sabemos absolutamente nada. Es cierto, sin embargo que en los años setenta del pasado siglo XX, en las inmediaciones del Castillejo en Los Santos (Castielfabib), se halló un ara votiva romana, datada en el siglo I d. J.C., la cual se conserva en el Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) de Valencia (Corell Vicent, 1971).[5]Pero deducir de ahí que hubo un asentamiento romano parece muy arriesgado. Asimismo, se dice que “La cima del monte Fabio todavía conserva los basamentos del gran baluarte de la época y unas lápidas de la primitiva fábrica del castillo”. Esta es otra de las afirmaciones que podemos encontrar en folletos de propaganda del lugar y escritos varios, pero lo cierto es que desconocemos los estudios realizados al respecto en que sustentar semejante afirmación. En cualquier caso, desconozco la existencia de estos estudios; pero sería estupendo que existieran... En el mismo sentido se afirma que “De la época romana se mantiene también el topónimo, derivado de Castellum Fabio, Castillo de Fabio”. Hacer derivar “Castillo de Fabio” de Castellum Fabiies también muy tentador, porque de “Castillo de Fabio” vendría fácilmente Castielfabib. Sucede, sin embargo, que es muy improbable que el lugar hubiera conservado su nombre desde la época romana hasta la conquista musulmana (ca.714-717). Ya que cuando los moros conquistaron la zona el asentamiento de Castiel, de estar habitado sería un oscuro e insignificante lugarejo perdido entre montañas; eso sí, muy bien situado:
    • El propio Escolano anota, sin embargo, que “en tienpo de los moros [...] le llamaban Castiel Fabib, ó Habib: que como ellos mesmos confiesa, es palabra arábiga”, lo que parece acordar más con la realidad del topónimo, pues el vocablo Qala en árabe quiere decir “castillo” o “más que castillo”, y de Qala(=castillo), bien podría haber derivado Castiel, siendo Fabib un apelativo personal o de familia –de la misma forma que por ejemplo el castillo de Ajlun (Jordania), o Qala`at Ajlun (anteriormente Qala`at ar-Rabad, debido a que la familia Rabadi tuvo una importante presencia en la ciudad de Ajlun)-. Asimismo, siguiendo la cronología de la invasión musulmana de la Península Ibérica, entre los emires dependientes de los Califas de Damasco hallamos a Ayyb ibn Habib al-Lajmi, que lo fue en el 717.[6]

              Cabe también descomponer la palabra Castielfabib en Castiel y fabib: la grafía latina correspondiente a Castiel aparece con numerosas variantes en las fuentes historiográficas: Castrum, Castri, Castello, Castell, Castiel... -quedando la última por influencia del romance castellano-. La segunda voz, Fabib, también aparece con distintas grafías: Habib, Phabit, Favit, Fabib... -procedentes del árabe Habib, que significa “amigo”, nombre de varón muy común entre los musulmanes-.[7] De donde Castiel-fabib podría significar “castillo amigo”.Con todo, la última palabra la tienen los lingüistas, filólogos y académicos de la lengua. Entre tanto, que cada cual opine lo que desee, siempre que se atenga a lo sensato; pues en estos casos tan peliagudos de dilucidar, lo más acertado suele ser lo más sencillo.

    Expansión del imperio almorávide hacia el siglo XII (1040-1147) por el noroeste de África y el sureste de la península Ibérica [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
              3] “Los cristianos llamaban a estas tierras “in extremo sarracenom” y estuvieron bajo la influencia de la taifa de Alpuente, más tarde dependieron de Albarracín y finalmente de los almohades de Valencia”.
           A principios del siglo XI la zona del pre-Rincón de Ademuz se hallaba incluida en lo que la historiografía conoce como “taifa de Alpuente”, creada a raíz de la desintegración del Califato de Córdoba en la península Ibérica (1010): los fundadores de la taifa fueron los Banu Qasim, de origen bereber, que gobernaron la zona hasta la conquista almorávide (1106).[8] El imperio almorávide se extiende en el tiempo entre el siglo XI-XII (1040-1147) y en el espacio por Mauritania, Argelia, Marruecos y el sur de la península Ibérica (España y Portugal), llegando incluso hasta Zaragoza.[9]
              Coetánea de la “taifa de Alpuente” fue la creación de la “taifa de Albarracín” (o de Sahla), establecida en la zona que ocupa hoy el municipio de Albarracín y su sierra. El pequeño señorío fue fundado por la dinastía bereber de los Banu Razín, que llegaron a la península con Tariq. Como la de Alpuente, la de Albarracín se constituyó en taifa independiente tras la descomposición del califato de Córdoba (1110). La taifa se extendía por la parte sur y occidental de la actual provincia de Teruel: por el norte limitaba con Calamocha y Pancrudo, por el este con Gúdar y Jarque, por el sudeste con Camarena de la Sierra y Teruel, llegando por el sur hasta Castielfabib, aunque sin incluir esta población.[10]

    A los almorávides sucedieron los almohades: éstos surgieron en el norte de África (Magreb), actual territorio de Marruecos, como reacción a la relajación religiosa y de costumbres de los almorávides, los cuales habían fracasado en su doble intento: revigorizar los estados musulmanes y detener el avance cristiano en la península Ibérica. En el tiempo, su expansión alcanzó del siglo XII al XIII (1147 a 1269).[11]
               Cabría preguntarse, ¿qué era de nuestra zona en aquella época de mediados del siglo XII, existían ya entonces lo que después serían las villas cristianas de Ademuz y Castielfabib? Ledesma Rubio (1988:6-7) dice de este momento histórico, relativo al declive de los almorávides (la negrita es mía):
    • […] el declive definitivo de las Taifas almorávides en la Península determinó que la actividad de las huestes cristianas cobrara nuevo pulso. Daroca, situada en los confines de los sarracenos -in extremo sarracenorum-, volvió a repoblarse hacia 1141-42, recibiendo de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, un fuero de frontera y un amplísimo término. Por el norte limitaba con términos de Calatayud y de Zaragoza, por el oeste con tierras de Castilla, por el sudeste con Albarracín, por el sur se hallaban las tierras del reino moro de Valencia (Castielfabib, Ademuz, Alpuente, Jérica, Cirat) y por el este las de Montalbán todavía musulmanas[12]

    Según sabemos, en el fuero de Daroca, otorgado por Ramón Berenguer IV (1113-1162) en noviembre de 1142 ya se dibuja el territorio de lo que se pretendía fuera conquista aragonesa. Al definir sus límites meridionales se nombra a nuestras villas señeras: “... a Sancta Maria (Albarracín), Castil Sabib, a Demuz, a Sarriella, a D` Alpuent, a la Cirab, a Torralba, a Montan, a Linares...”.[13]Sin embargo, el extenso territorio delimitado por el fuero de Daroca se hallaba todavía en manos de los musulmanes, y no debe entenderse de forma jurisdiccional real, sino “d`expansió, pasturatge i saqueig front a altres árees de consells fronterers veïns, de forma que el control cristià sobre aquets pobles esmentats o la idea d`un repoblament efectiu seria inexistent en aquell moment”.[14]

    Mapa con la delimitación del alfoz de Daroca, según el otorgamiento del fuero a la villa por Ramón Berenguer IV en noviembre de 1142: la circunscripción no debe entenderse de forma territorial real y efectiva, sino de zonas de expansión, pasto y saqueo frente a áreas vecinas, pues el control cristiano sobre la zona era entonces todavía inexistente [Tomado de GUINOT RODRÍGUEZ (1995), p. 14].

    Imperio almohade en su máxima extensión
    (1121-1269), por el notre de África y sureste de la península Ibérica (al-Andalus)

    [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
              Ya en la segunda mitad del siglo XII, en Valencia y Murcia Muhammad ibn Mardanis (1147-1172), alias Lobo, se hizo con el poder y consiguió resistir el avance de los almohades hasta un año antes de su muerte (1171).[15]Por razones todavía no completamente esclarecidas, aunque probablemente en relación con los servicios prestados, hacia 1170, el rey Lobo traspasó o cedió su señorío a don Pedro Ruiz de Azagra (+1186), señor de Estella -feudatario del reino de Navarra-: así se estableció el señorío cristiano de Albarracín -Santa María de Aben Razín-, semi-independiente de Castilla y Aragón.[16]Coetáneo del rey Lobo es el geógrafo y viajero hispanomusulmán Abū Abd Allāh Muhammad al-Idrīsī(1100–ca.1165-66), en su Geografía de España nombra también los castillos de Ademuzy Castielfabib.[17]


    Cenotafio de don Rodrigo Ximénez de Rada (1170-1247), arzobispo de Toledo (1209–1247) y primado de España  en el monasterio de Santa María de Huerta(actualmente vacío) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
     
           Tras la conquista cristiana de la zona del pre-Rincón de Ademuz por Pedro II de Aragón, alias el Católico, en 1210, las iglesias de Ademuz y Castielfabib, y otras de la zona fueron cedidas por el monarca al arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada (1170-1247), para que éste las cediera al obispo de Albarracín. En este sentidoexiste un documento datado en Ágreda (Soria), de fecha 11 de abril de 1211, por el que el monarca aragonés dona las "ecclesias de Serreilla et de lo Corvo et de Pinna de Jahya cum mezchitis et Xecimis et primitiis et oblationibus...", conquistadas el año anterior, al venerable don Rodrigo, arzobispo de Toledo, para que éste las entregue al obispo de Albarracín.[18]Asimismo, existe otro documento datado en Bhihuega (Guadalajara), de fecha 30 de octubre de 1232, por el que el citado arzobispo de Toledo [Ximénez de Rada], en relación con el conflicto surgido entre el obispo de Albarracín y su cabildo, dictamina que de las iglesias adquiridas con posterioridad a las primeras constituciones del obispo don Martín (1200), “videlicet de Formón, Corvo, Castiel, Ademuz, Vallanca et Sancta Cruz, et de ecclesiis in posterum, dante domino acquirendis”, el cabildo percibiría sólo el tercio de los diezmos, no la mitad como se hacía hasta ese momento.[19]El dictamen no satisfizo a las partes y el asunto continuó en litigio, pero lo que importa es que a la fecha de 1232 las iglesias de nuestra zona, conquistadas por don Pedro II de Aragón en 1210, ya se hallaban bajo la jurisdicción del obispo de Albarracín, cuya diócesis era sufragánea de Toledo. El predominio de Albarracín sobre las poblaciones y castillos de nuestra zona debe verse como algo puntual, en virtud de los pactos establecidos entre el destronado rey de Valencia, Ceit Abuceit y Jaime el Conquistador, y entre éste y el IV señor de Albarracín, don Pedro Fernández de Azagra (1196-1246):[20]
    * Mediante el tercer acuerdo establecido entre el destronado rey moro de Valencia y don Jaime, datado éste en Teruel el 28 de mayo de 1236, se produce la confirmación de los tratados anteriores y se establecen otros nuevos.[21]
    * Los castillos puestos en garantía por don Jaime –Ademuz y Castielfabib- debieron quedar en manos del señor de Albarracín, pues hay un documento, de fecha de 13 de febrero de 1241, por el que el III señor de Albarracín -don Pedro Fernández de Azagra-, vasallo de Santa María, se compromete devolver a don Jaime los castillos y villas de Ademuz y Castielfabib en el plazo de dos años, contados a partir de la próxima fiesta de san Juan.[22]
    * Asimismo, existen varios documentos que vinculan a don Jaime con el IV señor de Albarracín -don Álvaro Pérez de Azagra (1246-1260)-, a través de Ademuz y Castielfabib: mediante el último registro, datado éste en Calatayud, a 7 de febrero de 1256, el rey don Jaime confirma al señor de Albarracín los feudos que en ese momento le concede y los que ya poseía –Calatayud, Híjar, Daroca, Teruel y Ademuz-, prometiéndole además su ayuda caso de guerra con Castilla o contra quien le hiciese daño, a cambio de su lealtad y apoyo contra el mismo rey castellano, poniéndole en fianza el castillo de Albarracín.[23]
    * Según el pacto, con fecha de 1256 el "honor" de Ademuz y demás lugares citados (Calatayud, Híjar, Daroca y Teruel), pasaron a manos del señor de Albarracín.[24]

                Álvaro Pérez de Azagra, IV señor de Albarracín, fallece en 1260: al año siguiente Jaime I jura los fueros romanceados (1261), en los que vemos que el territorio de Ademuz y Castielfabib ya se hallan incluidos en el recién creado reino cristiano de Valencia, pasando sus villas al patrimonio real y cesando así la influencia política de Albarracín sobre las tierras de Ademuz. La influencia eclesiástica duró hasta la segregación de las iglesias de Albarracín y Segorbe –unidas en 1259, mediante bula emitida por el Papa Alejandro IV (1254 a 1261)-: la bula de separación fue dada por el Papa Gregorio XIII (1572-1585), a instancias de Felipe II, mediante bula de 21 de julio de 1577 –año en que los franciscanos observantes de Valencia se posesionaron del convento de san Guillermo en Castielfabib-: tras la segregación de ambas iglesias, la de Albarracín quedó sufragánea de la metropolitana de Zaragoza y la de Segorbe de la de Valencia.[25]

    Vista de la torre-campanario de la parroquial de Castielfabib (Valencia), desde la calle de la Reja, con detalle de unos lienzos de muralla (2011).

                4] “En 1179 Castielfabib es unido a Valencia por el tratado de Cazorla”.
                El tratado de Cazorla (también llamado de Cazola), fue suscrito en Soria el 20 de marzo de 1179, entre el rey de Aragón –Alfonso IIel Casto(1164-1196)– y el rey de Castilla –Alfonso VIIIel Noble(1158-1214)-: en dicho tratado se acordaba que las plazas y términos de Játiva, Denia y Biar (desde el castillo de Biar hasta Calpe y en dirección Valencia), serían derecho de conquista para la Corona de Aragón. Mientras que las tierras situadas al otro lado del castillo de Biar lo serían de Castilla. El tratado incluye también el reparto del reino de Navarra, pero nada se dice de Castielfabib ni de la zona del pre-Rincón de Ademuz. Mediante dicho pacto, Aragón y Castilla, los dos grandes reinos cristianos peninsulares de entonces, trataban de repartirse amistosamente el territorio levantino, todavía en manos de los moros y por conquistar.[26] El pacto actual estuvo precedido de otros –Tratado de Carrión (1140), Tratado de Tudilén(1151), Tratado de Lérida (1157), Tratado de Cuenca (1174 y 1177)-, y seguido de otros -Tratado de Almizra (1244)-: éste último acordado entre Jaimeel Conquistador (1214-76) por Aragón y el infante Alfonso -su futuro yerno, Alfonsoel Sabio (1252-84) por Castilla-: en dicho pacto se acordó que las tierras al sur de la línea Biar-Busot-Villajoyosa serían derecho de conquista castellana.[27] El motivo de tantos pactos no fue otro que el continuo incumplimiento de los acuerdos por ambas partes.


    Pedro II de Aragónel Católico (1196-1213) en un acto feudal en febrero de 1198. Es la única imagen contemporánea al rey de Aragón que se conoce. Aparece sentado en el trono y coronado. Liber feudorum Ceritaniae (1200-1209) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].

          5] “Castielfabib fue conquistada por Pedro II de Aragón tras un largo asedio del castillo, quien terminada la conquista de la comarca del Pre-Rincón y una vez expugnado éste, presidió en él durante tres días las Cortes Generales de Aragón. Recuperado por los musulmanes Castielfabib fue conquistado definitivamente por Jaime I el Conquistador que fundó el Reino de Valencia (1238) y pocos años más tarde en 1273 confirmó la presencia de Castielfabib en el Reino de Valencia por el tratado de Almizra, quedando como lugar de la corona con los derechos de los diezmos cedidos a la Orden del Temple y que pasarían en 1319 a la Orden de Montesa. Esta Orden conquistaría la baronía de Castielfabib que abarca el territorio del Rincón de Ademuz”.
              Ciertamente, el territorio del pre-Rincón de Ademuz fue conquistado por el rey aragonés, Pedro IIel Católico (1196-1213) en agosto de 1210: hubo un asedio de los castillos principales, Ademuz y Castielfabib, en cuya zona se hallaba don Pedro y el grueso de su ejército y el resto del territorio se le rindió. La conquista fue en agosto de dicho año, así lo atestiguan los documentos firmados por el monarca: Datus in captione Castelli fabib, VII kalendas septembris..., Era millesima, Ducentécima, Quadragesima octava-, esto es, datado en la conquista o captura de Castielfabib, 26 de agosto de 1210. Y Datum in exercitu iuxta Castellum Habib, ipso iam capto, esto es,“en el ejército o con las tropas junto a Castielfabib”, ya tomada la localidad.[28]
              Dice el texto que tras la conquista, el monarca “presidió en él durante tres días las Cortes Generales de Aragón”. La expresión resulta un tanto exagerada, pues la convocatoria de unas Cortes Generales no era cosa sencilla, ya que en ellas debían estar representados los distintos brazos del reino –nobleza, iglesia, villas- y difícilmente podían estar todos allí en un momento de guerra o inmediatamente tras la conquista. En cualquier caso, debieron ser unas mini-Cortes Generales o Asamblea General con los representantes de los tres brazos que allí hubiera.
            Afirma el escrito que “Recuperado por los musulmanes Castielfabib fue conquistado definitivamente por Jaime I el Conquistador...”. Lo cierto es que no está documentado que Castiel fuera reconquistado por los almohades de Valencia, ni tampoco Ademuz. Asimismo, surge una pregunta, ¿cuándo fue conquistado (Castiel) definitivamente por Jaime I? En mi opinión, nunca; pero si alguien puede demostrar lo contrario, estaría encantado de escucharle. En aquella acción de guerra fue conquistado Ademuz, Castielfabib, El Cuervo, Serrella... Todos estos lugares permanecieron bajo dominio aragonés, “con excepción de Serrella, que volvió a manos musulmanas en una reacción valenciana hasta ahora no documentada pero deducible del hecho de que (el arzobispo Ximénez de) de Rada la arrancó del poder de los sarracenos, en 1219”.[29]


    Retrato de Jaime I el Conquistador (1208-1276), por el pintor valenciano Jaume Mateu (1382-1452). Museo de Arte de Cataluña [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].
                Asimismo, se dice “Jaime I el Conquistador que fundó el Reino de Valencia (1238) y pocos años más tarde en 1273 confirmó la presencia de Castielfabib en el Reino de Valencia por el tratado de Almizra,...”. Ciertamente, la gestación del reino cristiano de Valencia se hace realidad tras la conquista de la capital, en 1238. Pero entre esta fecha y la de 1273 pasaron muchos años y muchas cosas... Por ejemplo, la elaboración del Costum de la ciudad que fue el germen de los fueros latinos (1240), que a su vez lo fueron de los fueros romanceados (1261), siendo a partir de éstos cuando el territorio del pre-Rincón de Ademuz (Ademuz y Castielfabib) pasan a formar parte definitivamente del reino de Valencia. Pocos años después, el 17 de junio de 1269, se produjo un hecho trascendental, cual fue la cesión por parte de Jaime I de Archos (de las Salinas) a Teruel, para que formara parte de su Comunidad de Aldeas, siendo esta la razón de que las “tierras de Ademuz” quedaran fuera del territorio valenciano, entre Cuenca y Teruel como se hallan en la actualidad.[30] Tres años antes de su fallecimiento, con fecha 23 de junio de 1373, Jaime I, en un breve privilegio declara que Castielfabib pertenece al reino de Valencia, mandándole a su universidad (conjunto de la ciudadanía) y a cada uno de los vecinos en particular, regirse por su fuero y prohibiéndole el uso del fuero de Aragón o de Teruel (Guinot Rodríguez, 1995:93).[31] Nada tiene que ver aquí el tratado de Almizra (1244), referido a que las tierras al sur de la línea Biar-Busot-Villajoyosa serían derecho de conquista castellana.
               Continúa diciendo que tras la incorporación de Castielfabib al reino de Valencia, la villa quedó “como lugar de la corona con los derechos de los diezmos cedidos a la Orden del Temple y que (estos)pasarían en 1319 a la Orden de Montesa”. Cierto que la villa quedó como villa real, pero los derechos de los diezmos no fueron concedidos a la Orden del Temple, sino a la de San Juan de Jerusalén, esto es, a los hospitalarios, cuyos derechos nacían de la concesión de Pedro II de Aragón a dicha orden monástico-militar por su colaboración en la conquista (1210):
    •  Nos, Pedro, por la gracia de Dios Rey de Aragón y Conde de Barcelona, [...] por esta presente escritura valedera para siempre concedemos a San Juan y a la Casa del Hospital de Jerusalén y a sus pobres para siempre, y a vos, Martín de Andos, castellano de Amposta que a Nos en la adquisición del nombrado castillo Fabib con un laudable cuerpo de tropas de los Hermanos desde el principio hasta el final virilmente estuvisteis presente, damos la iglesia de este castillo de Fabio con todos los diezmos y primicias de este castillo y de sus términos, y para construir la iglesia os damos y asignamos para siempre aquel lugar que vulgarmente se llama “Las Eras”, donde antes había una mezquita de los sarracenos...[32]

    Detalle de un lienzo de muralla correspondiente al castillo de Castielfabib (Valencia), 2011.
    La Orden del Hospital estableció en Castiel un Priorato, el cual se hallaba bajo la autoridad del Castellán de Amposta. Lo cierto es que los templarios nada tuvieron en Castiel, sino en Ademuz, como bien dice Zurita:
    • En la lucha (conquista) de Ademuz se distinguió don Atorella, señor de Quinto, hijo de Pedro Ortiz, y aquel día en presencia del rey, del obispo de Zaragoza se ofreció y entregó (Ademuz) a don Pedro de Monteagudo maestre del Temple y a su orden...[33]
    Vista del complejo monumental de la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), desde la carretera que conduce a El Cuervo (Teruel), 2013.

            Fue posteriormente, tras la desaparición de la Orden del Temple a principios del siglo XIV (1312), tras la creación de la Orden de Montesa por Jaime II de Aragón (1319), cuando los bienes de los templarios (de Ademuz) y de los hospitalarios (de Castiel) en nuestra zona, pasaron a los montesianos: pues la nueva orden se creó en exclusiva par el reino de Valencia y fue dotada patrimonialmente con los bienes de los hospitalarios más lo de los templarios en el reino de Valencia, a cambio de lo que aquellos tenían en Aragón.
          Sigue diciendo, “Esta Orden (la de Montesa) conquistaría la baronía de Castielfabib que abarca el territorio del Rincón de Ademuz”. La Orden de Montesa no formó en el Rincón de Ademuz una baronía, sino una Encomienda bajo la autoridad de un caballero Comendador, la cual incluía Ademuz y Castielfabib y dos aldeas, Puebla de San Miguel y Vallanca: el último de los comendadores, conde de Castellflorido, aún tuvo un pleito con el clero diocesano local (curas de Puebla de San Miguel, Torrebaja y Vallanca) por el reparto de los diezmos primiciales a principios del siglo XIX (1815).[34]


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
    De la Real Academiade Cultura Valenciana (RACV).

    ------->> Continua en: y II.



    [1] Dirección General de Patrimonio Artístico, 
    en http://www.cult.gva.es/dgpa/documentacion/interno/64.pdf.
    [2] Biblioteca, Dirección General de Patrimonio Artístico: Restos del castillo y murallas. Castielfabib, en http://www.cult.gva.es/dgpa/bics/Detalles_bics.asp?IdInmueble=64.
    [3] HERNÁNDEZ PÉREZ, Mauro S. Espacio y tiempo en la Edad del Bronce Valenciano, Serie I, Prehistoria y Arqueología, t. 10, 1997, pp. 279-315. ID. La Edad del Bronce en el País Valenciano. Panorama y perspectivas, Edita Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Alicante, Alicante 1985. Milagros Gil Mascarell. Algunas reflexiones sobre el bronce valenciano.
    [4] APARICIO PÉREZ, José. La Nava (Castielfabib. Rincón de Ademuz. Valencia): Poblado Ibérico, en Verdolay 2 (1990) 179-184. Vid SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La Nava de Castielfabib (Valencia): lugar de interés arqueológico y paisajístico, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/10/la-nava-de-castielfabib-valencia-lugar.html, del miércoles 1 de octubre de 2014.
    [5] CORELL i VICENT, Josep (1996): Inscripcions romanes d`Edeta i elseu territori, Valencia, Nau Llibres.
    [6] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Castielfabib (Valencia) [I], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/12/desde-el-mirador-del-castillo-de.html, del jueves 4 de diciembre de 2014.
    [7] IRANZO, Eduardo. Topónimos árabes en el Rincón de Ademuz, en Scripta Manent, Ababol 36 (2003), 27-30. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Castielfabib en la primera mitad del Ochocientos, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, p. 264, nota 105.
    [8] Taifa de Alpuente. (2014, 13 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 16:23, diciembre 9, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Taifa_de_Alpuente&oldid=76939327
    [9] Almorávide. (2014, 5 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:06, diciembre 9, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Almor%C3%A1vide&oldid=77969151.
    [10] Taifa de Albarracín. (2014, 5 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 20:42, diciembre 9, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Taifa_de_Albarrac%C3%ADn&oldid=76801161.
    [11] Imperio almohade. (2014, 20 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:12, diciembre 9, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Imperio_almohade&oldid=78258088.
    [12] LEDESMA RUBIO, María Luisa. Cartas de población y fueros turolenses, Cartillas turolenses, Zaragoza, 1988, pp. 6-7.
    [13] MUÑOZ ROMERO, Tomás. Colección de Fueros municipales y cartas pueblas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, Madrid, 1847, tomo I, p. 543. CORRAL LAFUENTE, José Luis. La comunidad de aldeas de Daroca en los siglos XIII y XIV: origen y proceso de consolidación, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1987.
    [14] GUINOT RODRÍGUEZ, Enric. Els límits del Regne. El procés de formació territorial del País Valencià medieval (1238-1500), Edicions Alfons el Magnánim, Institució Valenciana D`Estudis i Investigació, Generalidad Valenciana, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1995, p. 15.
    [15] Taifa de Valencia. (2014, 24 de abril). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 09:14, junio 19, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Taifa_de_Valencia&oldid=73998699.
    [16] Pedro Ruiz de Azagra. (2014, 30 de agosto). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 20:57, diciembre 9, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Pedro_Ruiz_de_Azagra&oldid=76672431.
    [17] Al-IDRISI, Geografía de España, “Textos Medievales”, 37, Valencia 1974, 10-11. Citado por LÓPEZ ELUM, Pedro. “Los castillos valencianos en el siglo XIII. Del hisn musulmán al castrumcristiano”, Saitabi 54 (2004), 115.
    [18] Archivo Catedral de Albarracín, Leg. 1, fol. 1486. ALMAGRO GORBEA, Martín. Historia de Albarracín y su sierra, Teruel, 1959, III, documento 21.
    [19] VILLANUEVA, Joaquín Lorenzo. Viage literario a las iglesias de España, Madrid, 1804, III, Ap. III, pp. 225-227; TOMÁS LAGUIA, César. Catálogo de la Sección de Pergaminos de la S.I. Catedral de Albarracín, Teruel, 1955, pp. 225-226; ALMAGRO BASCH, Martín. Historia de Albarracín y su sierra, III, Ap. 23, pp. 130-131.
    [20] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Ademuz (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/11/desde-el-mirador-del-castillo-de-ademuz.html, del sábado 8 de noviembre de 2014.
    [21] ACA, Perg. Jaime I, nº 678. Vid MARTÍNEZ ORTÍZ, José. Referencias a Teruel y su provincia en los documentos de Jaime I el Conquistador, Colección Catálogos Documentales, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1960, p. 39, doc. 33.
    [22] ACA, Perg. Jaime I, nº 831. Vid MARTÍNEZ ORTÍZ (1960), p. 54, doc. 82.
    [23] ACA, Perg. Jaime I, nº 1.440. Vid MARTÍNEZ ORTIZ (1960), p. 74, doc. 149.
    [24] ALMAGRO BASCH, Martín. Historia de Albarracín y su sierra, II: El señorío soberano de Albarracín bajo los Azagra, Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 1959, pp. 343-343.
    [25] TOMÁS LAGUIA, César. La desmembración de las iglesias de Albarracín y Segorbe, Teruel, 1965, pp. 11-20.
    [26] Tratado de Cazola. (2014, 1 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:17, diciembre 11, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tratado_de_Cazola&oldid=76714122.
    [27] Tratado de Almizra. (2014, 23 de octubre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 11:16, diciembre 11, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tratado_de_Almizra&oldid=77710407.
    [28] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Castielfabib (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/12/desde-el-mirador-del-castillo-de.html, del jueves 4 de diciembre de 2014.
    [29] Citado por Guillermo de León y Luis Mombiedro en Una cruzada, un noble y un castillo (1996), en http://www.aristarkos.com/8textos/serella/index.htm, actualizado a marzo de 2001.
    [30] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Castielfabib, en el Rincón de Ademuz, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/08/castielfabib-en-el-rincon-de-ademuz.html, del domingo 25 de agosto de 2014.
    [31]<Noverint universi quod nos, Iacobus, etc., per nos et nostros damus et concedimus vobis universis et singulis hominibus de Casteyll Havib, presentibus et futuris et successoribus vestris imperpetuum quod sitis de termino Regni Valentie et quod in omnibus causis civilibus et criminalis ac etiam in peytis, cenis, exercitibus, cavalcatis et eorum redemptionibus, caloniis, iusticiis et omnibus aliis exactionibus regalibus, utamini et teneamini uti secundum forum Valentie et non secundum forum Aragonie vel Turolii, set in omnibus et per omnia exerceamini ad forum Valentie ut superius continetur. Mandantes etc., Data Valentie, novem kalendas iulii anno Domini Mº CCº [LXX] tertio>. A.C.A., Cancillería, registre n. 19, fol. 24r. Vid GUINOT RODRÍGUEZ, Enric. Els límits del Regne. El procés de formació territorial del País Valencià medieval (1238-1500), Edicions Alfons el Magnánim, Institució Valenciana D`Estudis i Investigació, Generalidad Valenciana, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1995, p. 93.
    [32] Archivo Histórico Nacional, OO.MM., Montesa, Pergaminos eclesiásticos, de 16 de abril de 1327. GUAL CAMARENA, M., Precedentes de la Reconquista valenciana,en:Estudios Medievales, Instituto valenciano de Estudios Históricos, Institución Alfonso el Magnánimo, Diputación Provincial, 1952,I, fascículo 5º, pp. 208-237.JAVIERRE MUR, A., Privilegios Reales de la Orden de Montesa en la Edad Media: catálogo de las series existentes en el Archivo Histórico Nacional, Junta técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, (s/f), p. 119.SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Acerca de la conquista de Castielfabib: instrumento capital para la historiografía del Rincón de Ademuz, en: Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 285-289.
    [33] ZURITA, Jerónimo. Gestas de los Reyes de Aragón. Índice de las Gestas de los Reyes de Aragón desde comienzos del reinado al año 1410, Edición preparada por Ángel Canellas López, Cronista Oficial de la Exma. Diputación Provincial de Zaragoza, Zaragoza, 1984, vol. I, [Era 1248, Año 1210], p. 143.
    [34] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Aportaciones al conocimiento de la Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz, Valencia, 2002.

    ACERCA DE LOS RESTOS DEL CASTILLO Y MURALLAS DE CASTIELFABIB (VALENCIA) [y II].

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    Lectura crítica de las fichas BIC´c –Bienes de Interés Cultural- de la Generalidad Valenciana.



    "La historia es testigo de los tiempos,
    luz de la verdad, vida de la memoria,
    maestra de la vida, mensajera del pasado".
    Marco Tulio Cicieron (106-43 a.JC), en De Oratore-.





    <<<---Viene de: I.
                6] “A pesar de esto Castielfabib es anexionado dos veces a Teruel, pero finalmente pasa a formar parte de Valencia”.
                Propiamente, Castielfabib nunca fue anexionado individualmente a Teruel; sí lo fue el conjunto de la comarca, pero siempre sobre el papel, nunca de forma efectiva. Al respecto, hace tiempo escribí (Sánchez Garzón, 2007:49-51):
    • Desde dicha fecha de mediados del siglo XIII (1269), Ademuz y Castielfabib, cuyos términos municipales conformarían el territorio que actualmente conocemos como Rincón de Ademuz, han pertenecido al Reino de Valencia, luego provincia y Comunidad Valenciana, con la excepción de dos momentos históricos: en tiempos de José I Bonaparte (1810), por cuya distribución fluvialista, los municipios de Ademuz y Castielfabib pasaban a la prefectura de Teruel, mientras que el de Vallanca se incluyó en la de Cuenca; aunque dicho proyecto no tuvo aplicación práctica.  Otro momento de “apartamiento” fue durante el reinado de Fernando VII, en que las Cortes Extraordinarias, realizadas durante el trienio liberal, acordaron la creación de las provincias (1822, enero), disponiendo que las poblaciones de la comarca del Rincón de Ademuz pasaban a depender de Teruel; aunque la disposición rubricada por el rey ya consignaba que aquella nueva división lo era provisionalmente. Dicha repartición, además de transitoria, fue derogada por el propio monarca al año siguiente (1823, octubre). De facto, en la nueva división provincial realizada tras el fallecimiento del monarca, reinando ya Isabel II, se ratificó la permanencia del Rincón de Ademuz en Valencia (1833, noviembre 30).[1]

              7] “Tras la construcción de la iglesia fortaleza de Nuestra Sra. de los Ángeles en 1358, la Villa fue sede del Sínodo que para los clérigos de su diócesis convocara el Obispo Don Elías (1363)”.
              Veamos, la fecha de construcción, mejor dicho de habilitación de la planta superior de un edificio medieval del siglo XIII-XIV, presunto torreón del Homenaje, como iglesia parroquial de Castielfabib es desconocida. La aparición de ciertas pinturas de contenido religioso, relativas a la entrada de Jesús en Jerusalén para la Pascua en la parte anterior (cabecera) del templo, lado del evangelio, datadas en el primer tercio del siglo XIV demuestra que el recinto fue usado como iglesia en fecha temprana.[2] De ahí mi extrañeza al observar una data concreta para la construcción de la iglesia-fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles en Castielfabib...
               Respecto al sínodo de Castielfabib, ciertamente hubo una asamblea de clérigos en la villa, convocada por el obispo don Elías de Perigueux(1357-63),personaje de origen francés perteneciente a la Curia Pontificia de Aviñón (Francia) y primer prelado segobricense nombrado directamente por un Papa [Inocencio VI (1282-1295)] que pontificó en Segorbe. La reunión del clero diocesano tuvo lugar en Castielfabib, entre el 23 y el 28 de mayo de 1358, con la finalidad de reestructurar la diócesis y dotarla de nuevos vicariatos.[3]

    iglesia-fortaleza-castielfabib
    Vista nor-occidental de la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), durante los trabajos de restauración de la torre-campanario (ca.1975) [Fotografía cedida por gentileza de don Francisco Cervera Arias, arquitecto restaurador].

                8] “A partir del siglo XIV los datos que conocemos sobre Castielfabib no hacen sino aludir a los continuos conflictos bélicos que desde 1364 con la guerra de Castilla, no dejaron de sucederse, causando continuas devastaciones en el conjunto de la Villa y su castillo, desde la guerra de la Independencia, las guerras carlistas y la última guerra civil. Son muchas las guerras en la que se ha visto involucrada Castielfabib: la del rey de Castilla, Alfonso XI y el monarca aragonés Don Pedro, que más tarde aunarían esfuerzos para hacer frente a las invasiones de los benimerines”.
             El párrafo resulta absolutamente confuso, además de equívoco, pues mezcla épocas y asuntos distintos... Es cierto, sin embargo, que Castielfabib ha tenido que soportar un largo rosario de guerras y otros actos de violencia desde el siglo XIV en adelante, y siempre en relación con su estratégica situación entre reinos vecinos: Aragón y Castilla. Si tomamos la fecha de 1364veremos que ésta se halla relacionada con la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), un tiempo de especial violencia y devastación para nuestra comarca. El texto alude también a la guerra de la Independencia(1804-14), a las guerras carlistas, hubo tres con este nombre, siendo la primera (1833-40) la que más afectó a la comarca, particularmente a Castiel. Nombra finalmente la última guerra civil (1936-39): durante esta última la población no sufrió los efectos directos de la contienda, pero sí los efectos de la revolución.[4]
                Al nombrar las guerras en las que se vio envuelta Castielfabib, cita “la del rey de Castilla, Alfonso XI [el Justiciero(1312-50)] y el monarca aragonés Don Pedro [IV el Ceremonioso (1336-87)]”. Ambos monarcas coincidieron en el trono al frente de sus reinos entre 1336 y 1350: durante estos catorce años, ¿en qué guerra o guerras se vieron envueltos ambos reyes que afectaron a Castielfabib? Pudieron ser las hostilidades abiertas tras la muerte de Alfonso IV el Benigno y la previa huida de la reina viuda y madrastra de Pedro IV de Aragón, doña Leonor de Castilla y sus hijos Fernando y Juan a Castilla, buscando la protección y defensa de su hermano, el rey Alfonso XI de Castilla. Lo cierto, sin embargo, es que no tengo noticias de que Castiel se viera envuelta en un conflicto por dicho motivo. Será un punto a investigar... Continua diciendo el párrafo: “más tarde (ambos monarcas: Alfonso XI de Castilla y Pedro IV de Aragón)aunarían esfuerzos para hacer frente a las invasiones de los benimerines”. Ciertamente, en 1339 hubo un pacto en Madrid, donde se aliaron Aragón y Castilla contra lo moros benimerines. En relación con este pacto se gestó la batalla del Salado (1340), en la que castellanos, portugueses y aragoneses vencieron a los benimerines, marcando su declive en la Península.[5] La colaboración aragonesa en aquella ofensiva consistió en el envío de una flota para controlar el paso del estrecho de Gibraltar. Posteriormente, la ciudad de Algeciras, cedida a los benimerines por los moros de Granada, fue sitiada en 1342 y tras un cerco de dos años fue tomada por los castellanos, con ayuda de Aragón.[6]

    castillo-fortaleza-castielfabib
    Vista de las ruinas del castillo de Castielfabib (Valencia), con detalle de varios nieveles de muralla (2011).
               9] “Por dicho motivo se fortificaron diversas plazas, siendo una de ellas Castielfabib. La guerra de los Pedros entre los años 1356 y 1367, la fortaleza destacó por su ubicación e inexpugnabilidad. Otra de las muchas batallas es la llamada de las Huesas entre Castielfabib y Cañete para conseguir la imagen de la Virgen de la Zarza”.

               La Guerra de los Dos Pedros (1356-1369) habida entre Pedro Iel Cruel (1350-1369) de Castilla y Pedro IVel Ceremonioso (1336-1387) de Aragón tuvo lugar en varias etapas, con intervalos de paz o treguas entre ellas: 1) Deza-Terrer (1361), 2) Murviedro (1363) y 3) paz de Almazán (1375).[7]
                Lo cierto, sin embargo, es que Castielno destacó por su “inexpugnabilidad”, ya que fue tomada por los castellanos en dos ocasiones, en 1363 y en 1364, esto es, al final de la segunda tregua y al comienzo de la tercera. El relato de aquellos hechos de guerra fue referido por dos contemporáneos, partícipes en aquella guerra: Pedro López de Ayala(1332-1407), canciller, cronista y poeta castellano, autor de las célebres Crónicasde los reyes castellanos, siendo la primera la correspondiente a Pedro I el Cruel, donde se narran los hechos de aquella contienda relativos a Castielfabib.[8] Asimismo, la historia es descrita por el propio rey aragonés, Pedro IV el Ceremonioso.[9]Respecto de lo sucedido en Castiel (1364), dice la Crónica del Ceremonioso:
    • E com fòm en lo dit loch de Mora, venguèren a Nos dos homens de Castèll-fabib, quis devía retre dins dòs dies, si donchs per Nos nòls éra socorregut. E Nos tinguèm nostre consell ab tòts los baròns y nòbles quins seguien, acordant que de continènt ab tòta nostra gènt anassem a dit castèll y deliurarlos del sètge quel dit rèy de Castèlla hi tenia, car nò havia pus de tres legues del dit loch de Mora, hon èrem, al dit Castèll-fabib. Y estants en nostra moguda per satisfèr a la honòr rèal, haguèm àltre ardit quel dit castéll se èra ja retut, nò esperant lo tèmps a qué sèra apatiat.[10]

               Asimismo, aquellos sucesos vienen relatados por el cronista aragonés, Jerónimo Zurita (1512-1580), en sus Anales de la Corona de Aragón (1562-1580).[11] La tercera fase de aquel conflicto acabó con la muerte del monarca castellano en Montiel (1369), pero su conclusión definitiva tuvo lugar en 1375, con la Paz de Almazán, por la que el rey aragonés recibió una indemnización, aunque el vencedor real de aquella guerra fue Castilla, ya que a partir de entonces la Península estuvo sometida a su hegemonía.[12]

             Respecto a la batalla denominada “de las Huesas entre Castielfabib y Cañete para conseguir la imagen de la Virgen de la Zarza”, cabe decir que dicha batalla no se halla documentada, insertándose antes en el ámbito del mito y la leyenda que en el de la realidad historiográfica. Para comenzar, podríamos preguntarnos: ¿Qué es eso de las Huesas? El término “Huesas” parece hacer referencia a huesos, y tal vez tenga esa etimología; sin embargo, el vocablo ya aparece en el Poema de Mio Cid con otro significado:

    “Ellos vienen cuesta-yuso, e todos trahen calças:
    E las siellas coçeras, e las çinchas amoiadas.
    Nos caualgaremos siellas gallegas, e huesas sobre calças.
    Ciento caualleros deuemos vençer aquelas mesnadas”.

                Al decir “huesassobre calças” se refiere a calzar una especie de botas altas de montar, que también servían para meter en ellas objetos de pequeñas dimensiones.[13]Según la tradición, los de Cañete (Cuenca) y Castielfabib (Valencia), pelearon por la imagen de la Virgende la Zarza, venciendo los de Cañete, con ayuda de la vecina localidad de Fuentes Claras-desde entonces llamada Salvacañete (Cuenca)-: la tradición local reseña aquella disputa armada como batalla de las Huesas.
                Mariano López Marín, en su documentado libro Salvacañete: su historia y sus gentes (2004), al decir de la toponimia y el origen del nombre de Salvacañete, recoge la misma tradición bélico-religiosa relativa a la existencia en Castiel de una talla sedente de la Virgen con un Niño en brazos:
    • <Dicha imagen permanecía escondida por miedo a que fuera profanada por las tropas árabes. Por los datos recogidos de la tradición religiosa de Cañete [...], se sabe cómo ocurrió dicha aparición y varios sucesos relacionados con la misma. A raíz de la aparición de la Virgen de la Zarza en Cañete, los de Castiel pensaron que dicha imagen, que era igual que la que ellos guardaban, la habían robado los de Cañete. En dos ocasiones intentaron arrebatar la imagen a la fuerza a los de Cañete por medio de las armas, entablándose una dura batalla en el paraje conocido como Las Huesas, en término de Salvacañete, entre las aldeas de Hoya del Peral y Casas Nuevas. Vencieron los de Cañete, con la ayuda de los habitantes de Fuentes Claras>[14]

                Siempre según la tradición, el mismo autor dice que “más de cuarenta mozos salieron en defensa de los de Cañete”, acontecimiento que, a tenor de la época de construcción de la ermita de esta Virgen en Cañete y de la creación de su cofradía, “pudo ocurrir en el siglo XIV”. Como consecuencia, Fuentes Claras cambió su nombre por el de Salvó a Cañete, de donde Salvacañete.[15] Pero la leyenda no termina aquí, pues en razón del lance ambas villas –Cañete y Castielfabib- acordaron que la imagen de la Virgen permaneciera definitivamente en Cañete: además, los de Castiel donaron las puertas de hierro de la Puerta de la Virgen, eligiendo a dicha Virgen como su patrona. En prueba de veracidad de la leyenda, López Marín arguye: 
              
    ** Ambas villas, Cañete y Castiel poseen la misma patrona –la Virgen de la Zarza-, cuya onomástica celebran el 8 de septiembre.
    ** Las puertas de hierro de la Puerta de la Virgen de Cañete estuvieron mucho tiempo en Castielfabib.
    ** En la partida de Las Huesas, sita entre Hoya del Peral y Casas Nuevas, se han encontrado innumerables huesos.

                El primer argumento es circunstancial, ya que el hecho de que dos localidades compartan un santo o virgen demuestra poco. Resulta razonable pensar que los ganadores de aquella batalla se quedasen con la imagen, y que los de Castiel tuvieran que ceder a sus adversarios las puertas de hierro para la muralla de Cañete, como precio por haber iniciado y perdido aquella batalla. Pero la decisión de los de Castiel de adoptar a la Virgen de la Zarza como su patrona tuvo que ser voluntaria, no por imposición de los de Cañete: quiero decir que nada podían hacer éstos en pro o en contra de la decisión de los castieleros. El argumento relativo a los innumerables huesos hallados en la partida donde supuestamente tuvo lugar la batalla de las Huesas tampoco resulta muy convincente. Lo primero sería comprobar si son humanos y lo segundo, datarlos; además, si hubo una batalla, ésta no pudo ser tan sangrienta como para producir tantos o cuantos muertos. Pues parece que la disputa terminó en acuerdo, con lo que cada bando se llevaría sus muertos... En suma, el argumentario parece reforzar una tesis, pero no constituye ninguna demostración respecto de la veracidad histórica de aquella batalla.

                Tal como refiere López Marín (2004:6-7), la leyenda de la batalla de las Huesasen relación con la imagen de la Virgen de la Zarza la recogen distintos autores: Miguel Romero Sáiz /1977/1985),[16]Niceto Hinarejos Ruiz (1998),[17]Guillermo León Virtudes y Cristina Sáiz López-Caniego (1999).[18]Según dichos autores, la batalla fue consecuencia de las desavenencias entre Cañete y Castiel por la posesión de la talla de aquella Virgen: la intervención de los de Fuentes Claras a favor de los de Cañete resultó decisiva, razón por la que dicha localidad pasó a denominarse Salvacañete. No resulta difícil imaginar que la posesión de la imagen de la Virgen pudo ser una excusa, y que las diferencias entre ambas localidades se insertaban en un conflicto más amplio, tal vez una cuestión de lindes, pastos y pasos de ganado, etc. Según parece, el conflicto se zanjó con los Pactos de la Casa del Mojón, firmados entre ambas villas -en enero de 1372-: momento en que nace el nombre de Salvacañete vinculado al hecho bélico-religioso citado.[19]Propiamente y de cara a la historiografía del hecho, no estaría de más cifrar la bibliografía o referencias documentales del pacto y su contenido.

                Con todo, la leyenda es admirable –quiero decir bella y bien tramada-, pero como hace constar el propio López Marín (2004:6-7), “el nombre de Salvacañete (ya) aparece mencionado en siglos anteriores, concretamente en el año 1099 cuando, según recoge Menéndez Pidal, el Cid pasó por aquí procedente de Camporrobles”.[20] Luego la actuación de la quimérica Fuentes Claras en pro de los de Cañete en la presunta batalla de las Huesas no es el origen del topónimo Salvacañete...

    Hipotéticamente, sin embargo, la presunta reyerta entre Cañete y Castiel por la imagen de la Virgen de la Zarza pudo tener lugar en el contexto de la Guerra de los Dos Pedros (1356-69), o inmediatamente después, aunque más parece que fuera en el siglo siguiente, durante la Guerra de Castilla (1429-30). Digo esto porque antes de la unión de los reinos peninsulares hubo otros momentos de conflicto entre Aragón y Castilla, durante los cuales el Rincón de Ademuz, en tanto parte de la frontera castellano-aragonesa y valenciana por esta parte, fue escenario de luchas, con graves efectos sobre el territorio, la población y su economía:
    • La característica básica de esta guerra en tierras valencianas fue la cabalgada, la escaramuza. No hubo grandes batallas entre ejércitos numerosos, sino golpes de mano sobre las vecinas tierras enemigas, en los que el factor sorpresa era esencial, y el botín en forma de ganado, ropa u otros bienes, así como los prisioneros -por los que luego se cobraría un rescate-, el principal objetivo.[21]

    La denominada Guerra de Castilla concluyó con las Treguas de Majano (1430), establecidas por cinco años y que supusieron la victoria del Condestable de Castilla, don Álvaro de Luna(1390-1453) y la expulsión de los infantes de Aragón de Castilla: éstos se vieron privados de sus bienes, que fueron repartidos entre los nobles castellanos que habían participado en la contienda.[22] Pero mientras no aparezca documentación u otras referencias que lo prueben, esto no es más que una hipótesis. Entiendo, sin embargo, que la batalla de las Huesas no fue una ofensiva en toda regla, con ejércitos enfrentados, sino más bien una refriega entre pueblos vecinos de distinto reino...
    Por la misma tradición sabemos que la imagen de la mencionada Virgen de la Zarza, estuvo en una hornacina que hay en El Carrerón o puerta de la Reja, sobre el arco interior de la misma: atendiendo a la leyenda, dicha reja podría corresponder, sin embargo, con aquellas puertas de hierro de la puerta de la Virgen de Cañete, correspondiente a la muralla de la villa conquense. La imagen de esta virgen se guarda hoy en una ermita de su nombre –Nuestra Señora de la Zarza-, a la que Madoz (1846) ya sitúa extramuros de la villa de Cañete (Cuenca).[23]

    carrejon-castielfabib-castillo
    Detalle de la entrada al Carrerón yPuerta de la Reja, por donde se accede a la iglesia-fortaleza de Castielfabib (Valencia), 2011.

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    Vista del Carrerón de Castielfabib (Valencia), con la Puerta de la Reja al fondo: detalle de la hornacina donde dice la tradición que se hallaba la imagen de la Virgen de la Zarza (2011).

                10] “A principios del siglo XIX, Torrebaja y Torrealta se segregaron de Castielfabib”.
                Propiamente, Torrebaja se segregó de Castielfabib a finales de la primera mitad del siglo XIX, pero no Torrealta, ya que esta población pertenecía a la jurisdicción de Ademuz, pues su Ayuntamiento “formado pasaba por dicho puente –se refiere al de Guerrero, sobre el Turia- yendo de oficio a la visita de cárcel que acostumbran todos los años en el Lugar de la Torre Alta, donde tienen la jurisdicción criminal los alcaldes de dicha villa”.[24]
    La emancipación de Torrealtacomo municipio independiente de Ademuz tuvo que producirse al amparo de las mismas disposiciones legales que Casasbajas y Casasaltas, aunque se desconoce la fecha exacta –en cualquier caso, antes de 1845-. Asimismo podríamos decir de Torrebaja, cuya independencia de Castielfabib tuvo lugar en fecha ignorada. Sabemos, no obstante, que Torrebaja ya tenía ayuntamiento propio en 1849, y que por esa fecha ya se le había agregado el de la vecina Torrealta, que, según Madoz, perdió su competencia municipal “por no reunir los 30 vecinos de la ley”[25] -se refiere a la Ley de organización y atribuciones de los Ayuntamientos de 8 de enero de 1845, y a la Real Orden de 25 de enero de 1845, que establecía la supresión de todos aquellos ayuntamientos que no superasen los 30 vecinos, esto es, unos 150 habitantes-.[26]

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    Vista de Torrebaja (Valencia), desde El Rento, junto a la ribera del Turia (2013).
    11] “Durante la 3º guerra Carlista (1872-1876) los carlistas procedieron a la reconstrucción del castillo para la guerra. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas nacionales, lo minaron arruinando las nuevas obras”.
    Lo cierto, sin embargo, es que lo ocupación y “reconstrucción” del castillo de Castiel por los carlistas fue durante la primera carlistada (1833-40).
    El militar alemán Augusto Karl von Goeben (1816-1880) participó en la primera guerra carlista, estando en casi todos los frentes. Al acabar la guerra disfrutaba del grado de teniente coronel, regresando a Alemania a pie.[27]Escribió Cuatro años en España. Los carlistas, su origen, sus batallas y su decadencia (Hannover, 1841). Dice de su estancia en el Rincón de Ademuz:
    • Encargado por el general (Cabrera) de dirigir los trabajos de fortificación de Castielfabit y de acelerar la defensa de los lugares de la zona, sobre todo la de la plaza de Ademuz, situada en alto y en lugar muy visible, me quedé con 130 hombres bajo el mando del teniente Norma. Entre ellos, había dos aragoneses de Daroca muy disciplinados y diez de los pueblos limítrofes de aquí, algo más indómitos aunque muy trabajadores. Mandé un pequeño grupo bajo el mando del teniente Losada, recién llegado, para que vigilasen a la población de Ademuz y controlar el paso de ese terrible corredor hacia Valencia y Castellón. Yo me instalé en Castielfabit y allí estuve desde finales de marzo hasta mediados de abril que, comprobadas las fortificaciones del Turia, marché para Cañete.[28]
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    El militar alemán Augusto Karl von Goeben (1816-1880) participó en la primera guerra carlista (1833-40) y estuvo en el Rincón del Ademuz dirigiendo los trabajos de fortificación en el castillo de Castielfabib y de la plaza de Ademuz [Tomado de MARTÍNEZ ARTOLA, Alberto. Auguste Karl von Goeben: General alemán, figura señalada de la primera Guerra Carlista y gloria del ejército prusiano].


    Se cita aquí la actuación del teniente coronel von Goeben, encargado por el general carlista Ramón Cabrera y Griñó (1806-1877) de la fortificación de las plazas de Ademuz, Castiel y otros lugares de la zona del Turia. Respecto del castillo de Castiel y las obras de reconstrucción llevadas a cabo, dice Madoz (1847:167):
    • <[...] el cual fué reedificado por los carlistas; asi como una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca. Para ello pusieron en contr(ribución). á los pueblos circunvecinos, de los que concurrían multitud de pobres que se ocupaban en el trabajo, otros en clase de arrestados, y aun á las mujeres se les hacia subir cargas de agua para las obras que se preparaban. Con ese motivo se les prodigó á aquellos infelices un trato muy inhumano no solo obligándoles á trabajar mas de lo que podían, sino que puestos á disposición de unos capataces de tosco aspecto, les maltrataban con palos y látigos, y aun con cadenas. Pero ocupados posteriormente estos fuertes por las tropas nacionales, les minaron arruinando las nuevas obras fabricadas>.[29]

                Cuando dice de “una torre contigua llamada Torre Blanca, porque según es tradición fué en ella el arresto de Doña Blanca”, nos queda la duda de a qué torre se refiere... Podría estar refiriéndose al torreón o cubo de muralla en cuya última planta se halla la iglesia parroquial Nuestra Señora de los Ángeles, pero no lo podemos aseverar. Respecto a Doña Blanca, sugiere ser tan sólo una leyenda romántica, quizá por trasunto del encierro que sufrió doña BlancaI de Navarra (1386-1441), hija de Carlos III de Navarra (1361-1425), utilizada por su padre para una política de enlaces matrimoniales. Por negarse, fue recluida en el castillo de Peñaflor(Bardenas reales) hasta aceptar casarse con Martínel Joven(1374-1409) de Sicilia. Tras enviudar fue obligada a nuevas nupcias con Juan II de Navarra y Aragón (1398-147), con el que tuvo varios hijos: Carlos, Juana, Blanca y Leonor. Asimismo, podría hacer referencia a la hija de la anterior, doña Blanca II (1424-1464), que también fue encerrada por su padre en el castillo de Ortez (en el Bearne, Francia), pasando la corona a su hermana Leonor.

             La tercera guerra carlista (1872-76) -con don Carlos María de Borbón y Austria-Este(1848-1909) como pretendiente, autoproclamado Carlos VII-, tuvo escasa influencia en el Rincón de Ademuz, aunque hubo diversas acciones durante los años 1873-74. Cabe contar, sin embargo, las incursiones del brigadier valenciano Joaquín Santés, con el propósito de volver a reforzar el valle del Turia y estableciendo como centro de operaciones Chelva (Romero Sáiz: 2004:32-33) -la negrita es mía-:


    **A finales de septiembre de 1873, con 1.500 hombres comienza sus andanzas desde Utiel, imponiendo su orden y reclutando voluntarios para su causa: con esta idea recorre varias veces las localidades próximas: Sinarcas, Talayuelas, Santa Cruz de Moya y Ademuz: aquí se encontró con Pascual Cucala Mir, que llevaba otros 1.500 hombres.
    ** La continuada acción militar del brigadier Cucala por la zona se caracteriza por el pánico que provocaba en las poblaciones por donde pasaba, llegando el eco de sus acciones hasta Cuenca capital, hasta el punto que el comandante de la plaza –don José Pérez de Oñate- tuvo que solicitar refuerzos al gobierno.
    ** El temor del comandante Oñate no era infundado, pues Cucala conquistó Cuenca el 16 de octubre de 1873: la ciudad capituló y el carlista se hizo con un importante botín, con el que marchó a Valencia.
    ** A partir de mayo del año siguiente –1874- surgen distintos cabecillas recorriendo las provincias de Cuenca y Teruel -Valiente, Pechuán, Lázaro, Marco de Bello, Ladio, Megino, Monet...-: requisan, reclutan a la fuerza y acumulan provisiones en los pueblos por donde pasan. Uno de aquellos jefes facciosos fue Monet: instalado en Ademuz en julio de aquel año “exigirá fuertes contribuciones a los alcaldes de las poblaciones limítrofes, llegando incluso hasta Cañete, donde solicitó a sus autoridades 30.000 raciones de pan para sus hombres, bajo amenaza de ataque”.
    ** A comienzos de julio pasan por Torrebaja las tropas del pretendiente, llevando como jefe al coronel Freixas: éste consigue que se le unan las fuerzas de Monet, instaladas en Ademuz: la división de Monet, llamada de Valencia, estaba formada por dos brigadas (la de Játiva y la de Chelva). También se les unieron las fuerzas de Villalaín y Cucala, formadas por siete batallones.
    ** Todas estas fuerzas –Freixá, Monet, Casimiro Villalaín y Cucala- pasaron por Cañete, camino de Cuenca: la toma de la ciudad tuvo lugar el 15 de julio de ese año de 1874: la ciudad quedó devastada, dejando numerosos muertos por las calles y tomando 480 prisioneros.
    ** Los prisioneros fueron conducidos a Chelva, pero pasado Cañete fueron atacados por las tropas isabelinas del brigadier López Pinto en las inmediaciones de Salvacañete: los prisioneros fueron liberados, algunos carlitas murieron y otros huyeron, refugiándose durante algunos días en poblaciones del Rincón del Ademuz y del Bajo Aragón, hasta que se reagruparon de nuevo en Chelva.

    torrebaja-plaza-ayuntamiento
    Vista de la Casa Grande de Torrebaja (Valencia), solar de los Ruiz de Castellblanque, con detalle del torreón de Los Picos, junto a la Casa Consistorial (2011).
         
    De este tiempo consta una “Relación nominal de los prisioneros carlistas que se rindieron en el Castillo del Collado”, con expresión de su clase, edad y pueblo de naturaleza, tomada del Boletín oficial de la Provincia de Castellón de la Plana [1876, agosto 11-13], donde figura: don Antonio Valero Arnau, de 24 años, natural de Castielfabib (Valencia), propietario (capitán carlista fallecido en Liria) y don José Esparza Esparza, de 24 años, natural de Torrebaja (Valencia), jornalero.[30] De otra fuente sabemos que en 1874 pasaron por Torrebaja varias partidas carlitas al mando de los cabecillas Santés, Merino y Cucala: don Francisco Valero, a la sazón dueño de la Casa Grande y otras propiedades adquiridas de los Ruiz de Castellblanque, antiguos señores de Torrebaja, se unió a las tropas de Santés, “llevándose varios criados suyos y once pares de mulas para servir a la causa de don Carlos”; pero el tal Valero falleció después trágicamente en su casa.[31] Por el mismo autor sabemos que a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, algunas personas de Torrebaja todavía recordaban los bailes organizados en la plaza del Señor por los jefes carlistas...

                12] “La tipología del castillo corresponde a la denominada por Guitart como castillo-convento, ya que el lugar fue reconquistado y repoblado por órdenes religiosas, en este caso el Temple, más tarde sustituido por la Orden de Montesa”.
                En humilde opinión, del hecho de que el lugar fuera conquistado y repoblado por órdenes religiosas -lo que es ya mucho decir-, no puede deducirse la tipología del castillo de Castielfabib: pues el castillo es de origen musulmán y tras la conquista sufrió pocas modificaciones estructurales, hasta el punto de que los conquistadores cristianos conservaron sus espacios como en época islámica: una zona habitada rodeada de muralla (la medina, posteriormente villacristiana), y una zona superior más fortificada, con dos espacios: el albacar/albacara y la saluqiya/celloquia/celoquia.[32]
                Es por ello que, atendiendo a su funcionalidad, el castillo de Castiel responde más a la tipología de “castillos roquedos”, con unos basamentos irregulares adaptados al terreno, de función militar y defensiva, con una estructura compleja tipo táctico-estratégico –por emplear la clasificación utilizada por Cristóbal Guitart Aparicio (1987)-.[33] Del castillo de Ademuz podría decirse exactamente lo mismo. Obviamente, la propia existencia de la albacara nos indica que el castillo servía también como refugio de la población, enseres y ganado en los momentos de peligro.
                Respecto de la datación del castillo, aunque algunos hayan pretendido o pretendan que se remonta a la época romana, y ello basándose en la etimología del topónimo y en ciertas lápidas de aquella época (que nunca hemos visto de visu ni publicadas), lo cierto es que su origen más lejano es árabe; al menos eso es lo que puede deducirse de las crónicas y escritos musulmanes de los siglos previos a la conquista cristiana (Al-Idrisi, Crónicas de España, siglo XII). En cuanto a su tipificación artística, resulta muy aventurado establecerla, dado lo perdido de sus ruinas. Siguiendo a Guitart podríamos decir que “la tan generalizada carencia de detalles artísticos en los castillos, unida a la ausencia de documentos escritos, dificulta grandemente la datación en bastantes casos, y solamente por indicios del sistema de los aparejos o por la tipología general se puede llegar a sugerencias de datación, provisionales en demasiados casos”.[34]
                El cubo de muralla donde asienta la iglesia parroquial posee, sin embargo, elementos artísticos que podrían servirnos para la datación general del edificio, como la arcada románica de la herrería y la propia entrada del Carrejón, así como las ventanas geminadas en gótico rural aragonés, algunas capillas del lado de la epístola y las pinturas protogóticas en las que se representa la entrada de Jesús en Jerusalén para la pascua (siglos XIII-XIV). Asimismo que las marcas de cantería de los basamentos del torreón... El castillo-fortaleza figura ser más antiguo, aunque afectado por la destrucción y las continuas obras de reparación efectuadas ya en época cristiana, siglo XIV-XV-XVI, siempre realizadas con prisa y sin esmeros artísticos, dado que se llevaban a cabo en épocas crítica por alguna amenaza. Todo ello hace que las ruinas del castillo en su conjunto puedan calificarse de “arte sin edad”. Otra cosa son los edificios anexos al torreón donde se ubica la iglesia, sitos a los pies, lado del evangelio, y las cúpulas, que son muy posteriores y responden al gusto renacentista.

    caballeros-orden-hospital-arce
    "Los Caballeros de la Orden (del Hospital) defendiendo las murallas de San Juan de Acre en 1291", obra de Dominique Papety (1815-1849) [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].

                Respecto a la Orden del Temple, cabe decir que tiene poco que ver con el castillo de Castiel, pues la historiografía dice que tras la conquista por Pedro II de Aragón -en 1210-, la iglesia fue cedida a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, orden monástico-militar que estableció en la zona un Priorato dependiente del Castellán de Amposta. Con la desaparición de los templarios a principios del siglo XIV (1312) y la creación de la Orden de Montesa (1319), los bienes de los templarios y de los hospitalarios pasaron a formar el patrimonio de esta nueva orden, la cual estableció en el Rincón de Ademuz una Encomienda, basada en dos villas –Ademuz y Castielfabib- y dos aldeas: Puebla de San Miguel y Vallanca.[35] La Orden de Montesa poseía ciertas rentas, y el derecho de nombramiento de algunos párrocos, siempre en litigio con el clero diocesano, y sin jurisdicción sobre la zona...

                13] “El castillo se encuentra en ruina, habiendo sido desescombrado descubriéndose el aljibe y la sala principal en las últimas excavaciones arqueológicas realizadas”.
                Ciertamente, el castillo-fortaleza de Castielfabib se halla en una ruina absoluta, habiéndose llevado a cabo en los últimos años algunas excavaciones arqueológicas, aunque desconocemos sus resultados, ya que no las hemos visto publicadas [Juan José Barragán (1998) y Xavier Laumain-Ángela López Sabater (2008 y 2011)]. Asimismo, desde los años noventa del pasado siglo se han venido realizado obras de consolidación y restauración en el torreón donde asienta la iglesia parroquial, retirándose las bóvedas barrocas y reponiendo la techumbre, lo que puso en evidencia los arcos apuntados que soportan la estructura y el artesonado de madera. Asimismo, se han rehabilitado las cúpulas arriba mencionadas, una sobre el presbiterio y otra sobre la capilla de los Espejo, sita a los pies, lado del evangelio. Y recuperado el paso de ronda, que circunda el torreón por su parte superior...


    castielfabib-iglesia-fortaleza-castillo
    Vista de la iglesia-fortaleza y ruinas del castillo de Castielfabib (Valencia), desde la calle Moral (2011).


                Palabras finales, a modo de conclusión.
             El denso texto descriptivo de la ficha BIC de la Generalidad Valenciana –relativa a los Restos del castillo y muralla de Castielfabib- nos ha permitido realizar un somero repaso a la historia local, haciendo hincapié en los párrafos que a nuestro entender precisan una revisión.
              Sería mezquino por mi parte pretender dar a nadie lecciones sobre historia general o del arte, solo que en tanto Cronista de la Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz, estoy obligado por mi cargo a poner en evidencia afirmaciones o datos visiblemente cuestionables, cuando no francamente errados. Singularmente cuando estos aparecen en una publicación oficial, que después he visto citada como referencia de otras afirmaciones, descripciones, folletos turísticos, etc.

                En suma: Cicerón bautizó la historia como “maestra de la vida” y Cervantescomo “maestra de la verdad”, nosotros no podemos hacer menos. Otros autores más recientes, como reacción ante el objetivismo positivista dicen que “la historia es inseparable del historiador”, hasta el punto de afirmar que “no hay historia, sino historiadores” (Lucien Febvre): en cualquier caso cabe atenerse a los hechos o procesos históricos, a las fechas, a las estructuras sociales, políticas, económicas..., a los datos arqueológicos, documentales y bibliográficos para intentar descifrar e interpretar la historia y aproximarse a su compresión. Porque en última instancia "la historia es esencialmente conocimiento";[36] conocimiento y reinterpretación de la historia. Lo primero, “no atreverse a mentir”; lo segundo, “no temer decir la verdad" -Papa León XIII (1878-1903)-. Y cuando uno yerra o se equivoca, no azorarse y rectificar... Vale.

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.




    [1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. De la separación geográfica del Rincón de Ademuz de Valencia: instrumentos para la historiografía local, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, tomo I, pp. 49-51.
    [2] ID. La entrada de Jesús en Jerusalén, una pintura protogótica en Castielfabib (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/03/la-entrada-de-jesus-en-jerusalen-una.html, del sábado 23 de marzo de 2013.
    [3] ID. El sínodo de Castielfabib de 1358, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/11/el-sinodo-de-castielfabib-de-1358.html, del domingo 11 de noviembre de 2012.
    [4] ID. Vicente Asensio Monleón (1876-1936), labrador, asesinado en el Barranco Hondo de Castielfabib (Valencia), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, tomo IV, pp. 159-167; Ayuntamientos, Juntas Gestoras y Comités constituidos en Castielfabib durante la revolución, en Ibídem, pp. 309-316; El expolio de la iglesias y ermitas de Castielfabib durante la revolución, con detalle de los daños, en Ibídem, pp. 317-328; Detención y apaleamiento de vecinos de Los Santos (Castielfabib), durante la revolución, en Ibídem, pp. 329-335.
    [5]"Batalla del Salado."Wikipedia, La enciclopedia libre. 16 dic 2014, 02:40 UTC. 16 dic 2014, 10:37 <http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Batalla_del_Salado&oldid=78816856>.
    [6] Sultanato Benimerín. (2014, 19 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:16, diciembre 16, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Sultanato_Benimer%C3%ADn&oldid=78243293.
    [7] SALRACH, Joseph M y ESPADALER, Antón M. La Corona de Aragón: plenitud y crisis. De Pedro el Grande a Juan II (1276-1479), en Historia de España, Madrid, 1995, vol. 12, 84-85.
    [8]Crónica del rey don Pedro de Castilla, Sevilla, 1549, Año 1363, capítulo V y Año 1364, capítulo VI.
    [9]Crónica del rey de Aragón D. Pedro IV el Ceremonioso, ó del Punyalet, escrita en lemosín por el propio monarca, traducida al castellano y anotado por Antonio de Bofarull, Barcelona, 1850.
    [10] Ibídem, p. 269.
    [11] ZURITA, Jerónimo. Crónica de la Corona de Aragón, Libro IX, capitulo 49 y 59, y Libro X, capítulo 14.
    [12] SALRACH y ESPADALER (1995), p. 85. MARTÍN RODRÍGUEZ, José Luis. “Las Cortes catalanas en la guerra castellano-aragonesas (1335-1365)”, VIII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, La Corona de Aragón en el siglo XIV, vol. II, Valencia, 1970, pp. 79-90.
    [13] Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Poetas Castellanos anteriores al siglo XV. Colección hecha por Don Tomás Antonio Sánchez, continuada por el excelentísimo Don Pedro José Pidal, considerablemente aumentada e ilustrada [...] por don Florencio Janer, Madrid, 1864, p. 13. Poema de Mio Cid, edición de Julio Rodríguez Puértolas, Ediciones Akal, S.A., Madrid, 1996. VICTORIO MARTÍNEZ, Juan Julián. El Cantar de Mio Cid. Estudio y edición crítica, Editado por UNED, 2002.
    [14] LÓPEZ MARÍN, Mariano. Salvacañete: su historia y sus gentes, Edita Ayuntamiento de Salvacañete, Valencia, 2004, p. 6.
    [15] Ibídem, p. 7.
    [16] ROMERO SÁIZ, Miguel. Cañete, historia y leyenda, Cuenca, 1977/1985, pp. 59-60.
    [17] HINAREJOS RUIZ, Niceto. Alcalá de la Vega, Madrid, 1998, p. 73.
    [18] LEÓN VIRTUDES, Guillermo, SÁIZ LÓPEZ-CANIEGO, Cristina et alter. “Programa de recuperación y valoración del patrimonio etnográfico”. Investigación preliminar. Mancomunidad Los Serranos, Serranía de Cuenca. Versión 2. Cuenca, diciembre 1999, pp. 37 y 82.
    [19] HINAREJOS RUIZ (1998), p. 73.
    [20]Primera Crónica General de Españaque mandócomponer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, publicada por Ramón Menéndez Pidal con la colaboración de Antonio G. Solalinde, Manuel Muñoz Cortés y José Gómez Pérez, Madrid, 1955. Citado por López Martín (2004), p. 6.
    [21] HINOJOSA MONTALVO, José. Las fronteras valencianas durante la Guerra con Castilla (1429-30), Saitabi 37 (1987), pp. 153-55.
    [22] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Ademuz (Valencia)[y II], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/11/desde-el-mirador-del-castillo-de-ademuz_8.html, del sábado 8 de noviembre de 2014.
    [23] MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, 1846, vol. V, p. 494.
    [24] ROMO ANDREO, Antonio. De Don Juan Ruiz de Castillblanque, dueño del Lugar de Torrebaja, contra el Concejo, Justicia, Regimiento y Síndico Personero de la villa de Ademuz, en Pleitos tengas..., y los ganes, Ababol 14 (1998), 28.
    [25] MADOZ (1849), tomo XV, p. 72.
    [26] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Castielfabib, en el Rincón de Ademuz (y II), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/08/castielfabib-en-el-rincon-de-ademuz-y-ii.html, del domingo 25 de agosto de 2013.
    [27] MARTÍNEZ ARTOLA, Alberto. Auguste Karl von Goeben: General alemán, figura señalada de la primera Guerra Carlista y gloria del ejército prusiano, en http://www.euskomedia.org/aunamendi/66498. August Karl von Goeben. (2014, 17 de diciembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 20:41, diciembre 21, 2014 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=August_Karl_von_Goeben&oldid=78846178.
    [28] Citado por ROMERO SAIZ, Miguel. Las guerras carlistas en nuestra zona (I y II), en: Scripta Manent, Ababol 36 (2003) 30-32 y Ababol 37 (2004) 26-33.
    [29] MADOZ (1847), tomo VI, p. 167.
    [30] HERRERO HERRERO, Valeriano. La Villa de Alpuente, aportación al conocimiento de un pueblo con historia, Castellón, 1993, apéndice IV, p. 437, 443 y 444.
    [31] BADÍA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro. Torrebaja, mi pueblo, Valencia, 1953, p. 83.
    [32] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Desde el Mirador del Castillo de Castielfabib (Valencia), [y III], en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/12/desde-el-mirador-del-castillo-de_31.html, del jueves 4 de diciembre de 2014.
    [33] GUITART APARICIO, Cristóbal. Los castillos turolenses, Cartillas turolenses, nº 9, Zaragoza, 1987, p. 9-10 y 11-12.
    [34] Ibídem.
    [35] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Aportaciones al conocimiento de la Encomienda de Montesa en el Rincón de Ademuz, Valencia, 2002.
    [36] MARROU, Henri-Irénée. De la connaissance historique, Editions du Seuil, París, 1954, pp. 51-67. AHUMADA DURÁN, Rodrigo. La historia es esencialmente conocimiento. Prolegómenos sobre la epistemología de Henri-Irénée Marrou, Cuadernos de Historia 24, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, marzo 2005:163-203.

    EL RINCÓN DE ADEMUZ Y LA “SERRANÍA CELTIBÉRICA” DE ESPAÑA (I).

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    A propósito del Proyecto de Desarrollo Rural
    para la Laponia del Mediterráneo.


    “Que a nosotros, que nacimos de celtas y de iberos,
    no nos cause vergüenza, sino satisfacción agradecida,
    hacer sonar en nuestros versos
    los broncos nombres de la tierra nuestra”
    -Marco Valerio Marcial (40-104 d.JC),
    poeta latino natural de Bilbilis(actual Calatayud, Zaragoza)-.



                El gran poeta latino Marco Valerio Marcial marchó a Roma en su juventud –año 64 d.JC-, para completar sus estudios jurídicos al amparo de Séneca el Joven (4 a.JC-65 d.JC). Pero Séneca cayó en desgracia y acabó suicidándose, dejando a Marcial desamparado... Malvivió en Roma, llevando una vida bohemia y llena de privaciones, hasta que alcanzó la fama. Finalmente regresó a su tierra, la actual Calatayud –esto fue hacia el año 98 d.JC-: fue entonces cuando escribió estos versos, en los que manifiesta con orgullo su ascendencia celtíbera y el amor a su tierra. Entre otras cosas, el poeta nos enseña aquí a no avergonzarnos de nuestros orígenes, por humildes que estos sean... Porque el amor a la tierra de uno no viene condicionada a que ésta sea grande, rica o bella, sino a que sea nuestra.
                Lícitamente podríamos preguntarnos, ¿qué es eso de un proyecto de desarrollo rural para la Laponia del Mediterráneo?, ¿Qué tiene que ver el Rincón de Ademuz y esta zona nórdica llamada Laponia? Pues sencillamente que nuestra comarca, sita en el poniente valenciano, entre Aragón y Castilla-La Mancha, se halla incluida en lo que ha venido en denominarse la “Serranía Celtibérica” de España. ¿Y qué elementos comunes poseen ambas regiones? Principalmente que se hallan escasamente pobladas, hasta el punto que la densidad poblacional es la misma, esto es, de 0 a 7,9 habitantes/ km2, mientras que el resto del territorio de la Comunidad Europea la densidad de población es superior a 8 hab/km2.
                Valga lo anterior para decir que el propósito de la entrada no es más que un comentario a ciertos aspectos de este magno proyecto de desarrollo rural, sin más ánimo que el puramente divulgador del propio trabajo y de la problemática que afecta a nuestra zona. Pues el plan lo merece, ya que coloca el dedo en la llaga de nuestros males y penurias, cual es la despoblación de la comarca, poniendo en peligro su futura viabilidad desde el punto de vista demográfico, económico y poblacional.
    El proyecto lo dirige Francisco Burillo Mazota, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel. Sus autores son Mª Pilar Burillo-Cuadrado, Francisco Burillo-Mozota y Enrique Ruiz-Budría. Su desarrollo ha tenido lugar mereced a la labor de un amplio grupo de investigadores –Segeda y la Serranía Celtibérica: de la Investigación Interdisciplinar al Desarrollo de un Territorio-, y ha sido financiado con fondos públicos estatales y europeos, provinciales y locales, siendo continuador de otros trabajos previos, que se remontan al año 1984: simposios acerca de los celtíberos celebrados en Daroca. El objetivo de este magnífico proyecto es “recuperar la historia, base del desarrollo de la Serranía Celtibérica”. El soporte es un folleto de 36 páginas (21x30 cm), compuesto en tapa blanda, bellamente ilustrado con imágenes, planos y gráficos; también existe en forma digital (.pdf).[1]El encargado de desarrollar y llevar a cabo el citado proyecto será el Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural–con sede en el Campus de Teruel y en el Parque Arqueológico de Segeda-.

    serrania-celtiberica-españa
    Portada del folleto Serranía Celtibérica (España).Un proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo (2013), obra de Mª Pilar Burillo-Cuadrado, Francisco Burillo-Mazota y Enrique Ruiz-Budría, dirigida por Francisco Burillo-Mazota, Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel.

                De los celtíberos, una singular cultura de ámbito universal.
            Se nos dice en el trabajo que los pueblos celtíberos desarrollaron su cultura por gran parte del occidente europeo, siendo ya nombrados desde la Antigüedad. El origen de su fama se halla en su enconada resistencia a la conquista romana, personificada en Numancia: el historiador griego Diodoro de Sicilia (90-30 a.JC) dice de aquel momento histórico. También el escritor romano Plinio el Viejo(23-79 d.JC) escribió acerca de la calidad del hierro de sus armas, “verdadero acero según los análisis actuales”, hasta el punto que los propios romanos copiaron sus armas, atendiendo a la flexibilidad de las mismas, eficacia de su punta y el doble corte. Aunque fueron varios los escritores grecolatinos que escribieron de los celtíberos: Diodoro, Apiano, Marcial, Estrabón...
                La labor investigadora de la última centuria ha permitido conocer variedad de aspectos de la cultura este pueblo peculiar: “sus aldeas y ciudades, sus cementerios y rituales religiosos, su lengua y sus costumbres, sus técnicas artesanales y decorativas, sus estrategias económicas, etc.”. Obviamente, los celtíberos no fueron ajenos a las influencias culturales de su entorno, sabiendo asimilarlas y elaborarlas adaptarlas a sus necesidades con originalidad.[2]
                Respecto de la estructura y articulación de la Celtiberia, sabemos que estaban organizados en ciudades-estado (Contrebia, Nertóbriga, Numancia, Segeda...), ubicándose en el Sistema Ibérico: aunque siguen el modelo griego, “sus asentamientos son de dimensiones mucho menores y de escasa monumentalidad, fruto de una estructura social peculiar, basada en los fuertes lazos de parentesco, que impedían la acumulación de riquezas”, favoreciendo que los celtíberos vivieran tanto en el campo como en ciudades. Los pueblos celtíberos no constituyeron nunca un Estado político único, estaban formados por etnias distintas (arevacos, pelendones, titos, belos...), siendo la lengua el elemento más distintivo de su cultura. La fecha de entrada en la península ibérica de estos pueblos es desconocida, desconociéndose asimismo si penetraron por el occidente o cruzando los Pirineos. Muchas de las ciudades acuñaron moneda, y poseían archivos con escritos sobre metal (bronce).[3]
                Entre las ciudades celtíberas del norte peninsular desacató Segeda, por encima de Numancia y Sagunto en extensión. Roma le declaró la guerra en 154 a.JC, acusándola de haber incumplido los pactos de Graco, al haber ampliado su muralla. Ello hizo que el Senado romano trasladara la elección de los cónsules, de los idus de marzo (día 15) a las kalendas de enero (día 1), lo que supuso un desplazamiento del calendario anual, siendo el origen del vigente. En aquella guerra los celtíberos (Segeda y Numancia) derrotaron a los romanos en la batalla de Vulcanalia –el 23 de agosto de 153 a.JC-: como consecuencia la ciudad de Segeda (en Poyo de Mara) fue abandonada, refundándose con el mismo nombre en el lugar de Durón de Belmonte de Gracián.[4]

    serrania-celtiberica-monedas-segeda
    Moneda celtíbera de la ciudad de Segeda, acuñada ca.153 a.JC [Tomado de BURILLO-CUADRADO et alter (2013), p. 6].
                Una reivindicación: que la Celtiberia sea reconocida Patrimonio de la Humanidad.
                Según explican los autores, los Simposia de Daroca sobre los celtíberos (1984) lograron aglutinar a una serie de investigadores del mundo celtíbero (celtiberistas), formando “un foro estable de conocimiento y debate”. En este contexto se elaboró un documento, el cual fue presentado por el Director de Patrimonio del Gobierno de Aragón a la UNESCO, solicitando se declarara la Celtiberia Patrimonio de la Humanidad (1998). Aceptada en primera instancia, la propuesta fue desestimada ante la falta de apoyos (2006). Asimismo, los investigadores llegaron al acuerdo “para seleccionar los lugares arqueológicos vinculados con la cultura ibérica con el fin de proponer el desarrollo de una Ruta Celtibérica, establecer los puntos que debían formar parte de la misma y desarrollar una página web”. Ello fue posible merced al Ayuntamiento de Calatayud (Zaragoza), que se comprometió a través de un convenio con el Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda (2007). El convenio cesó, sin que se sumaran nuevas instituciones al proyecto (2011). Los propósitos de entonces constituyeron el germen del actual proyecto Serranía Celtibérica, cuyo objetivo es:
    -Identificar, conocer e inventariar el patrimonio arqueológico existente en el territorio de la Celtiberia Histórica.
    -Potenciar medidas para su protección, conservación y museización.
    -Realizar actividades didácticas, formativas y docentes, dirigidas a escolares, bachilleres, universitarios y sociedad en general, tendentes a la difusión, transmisión de conocimientos, sensibilización y valoración de la etapa histórica correspondiente a los celtíberos.
    -Crear una marca de identidad colectiva con una población histórica valorada, los celtíberos, única a escala universal, un referente que puede impulsar internacionalmente este Territorio.

    Y en última instancia, “convertir la Ruta Celtibérica en un medio del desarrollo social y económico, sostenible y permanente del ámbito rural donde se encuentra, como un elemento clave del turismo rural”. De esta forma, la Ruta Celtibérica se constituye en punto de encuentro temporo-espacial:
    • <Junto a los yacimientos arqueológicos, centros de interpretación y museos visitables, agrupa los eventos y festividades de carácter histórico vinculados con lo celtibérico. La ruta celtibérica promocionará también las poblaciones y espacios naturales relacionados con la misma. Se contactará con hoteles, casas rurales, balnearios y restaurantes para que puedan encontrar en ella su promoción y el visitante su servicio. [Generando además] una marca única para encauzar la vaoloración, venta y exportación de los productos agroalimentarios de la Celtiberia>[5]

                Como propiamente señalas sus autores, tan ambicioso proyecto responde además a las exigencias señaladas por la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural: Fomentar el turismo rural, en particular a través de una adecuada ordenación de la oferta y la mejora de la demanda turística, con una atención preferente al fomento de un turismo sostenible en las zonas rurales prioritarias, [...] dando prioridad a la conservación del medio ambiente, el paisaje y el patrimonio natural y cultural. [...] Proteger el patrimonio histórico-artístico ubicado en los municipios rurales y fomentar su mantenimiento y restauración adecuados.

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    Vista del cerro Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), lugar de interés arqueológico y paisajístico, donde se ubica un castro celtíbero (2014).
     
    ceramica-nava-castielfabib-arqueologia
    Detalle de fragmento de cerámica ibérica de superficie hallado en el cerro de La Morrita en La Nava de Castielfabib (Valencia), decorado con franjas horizontales y motivos circulares concéntricos (2014).

                La Ruta Arqueológica de los Celtas, un Itinerario Cultural Europeo.
                Inicialmente, se cursó una solicitud ante el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales, “para que la Ruta Celtibérica fuera reconocida como Itinerario Cultural Europeo” (2008). Dicha solicitud fue denegada, arguyendo que “era necesario que tuviera un desarrollo transnacional”. Sabiendo de la existencia de un Itinerario Cultural Europeo de Los Celtas –aprobado por la Unión Europea en 1992-, los autores del proyecto solicitaron la inclusión de la Ruta Celtibérica en dicho itinerario. Pero éste ya no existía... No obstante, conscientes de su trascendencia, los autores del proyecto propusieron al Instituto Europeo de Itinerarios Culturales relazar la iniciativa de la Ruta Celtibérica desde Teruel, con el lema “Ruta Arqueológica de los Celtas”. Actualmente se está haciendo una lista de socios, habiéndose recibido ya la adhesión de importantes yacimientos europeos: Hallstatt (Austria), Bibracte (Francia), Monterenzio (Italia).[6]

                Con toda propiedad, los autores del proyecto llaman la atención al respecto de que “todas las actuaciones en yacimientos arqueológicos celtas en Europa se han centrado en el medio rural, por lo que su promoción conjunta incidirá positivamente en el desarrollo de la Europa del Interior”, proponiendo relacionar el territorio de la Celtiberia con el eje Praga-Teruel-Algeciras, lo que supondría “la construcción de los tramos de autovía correspondientes a la Travesía Central de los Pirineos (TCP) y la A40, que comunique Teruel con Cuenca”, de forma que:
    • <se vertebraría una red de comunicación que recorriendo la zona del interior europeo hasta Algeciras, generando el camino europeo más corto de acceso a África. Con este nuevo eje Teruel se convierte en un punto estratégico de comunicaciones, al convertirse en punto de encrucijada con la autovía Mudéjar que une Zaragoza con Valencia, uno de los principales puertos mediterráneos>[7]
    ruta-arqueologica-celtiberia
    Mapa de Europa, con detallede la Ruta Arqueológica de los Celtas, vertebrada por el eje Praga-Teruel-Algeciras [Tomado de BURILLO-CUADRADO et alter (2013), p. 10].

                La Serranía Celtibérica, un territorio de exclusivo interés en la Unión Europea.
                Según recogen los autores, los territorios de montaña, así como las áreas escasamente pobladas y las zonas rurales han sido objeto de especial atención, por parte del Consejo de las Comunidades Europeas. En este sentido, la Constitución Española de 1978 “exige a las Administraciones Públicas otorgar un tratamiento especial a las Zonas de Montaña” (art. 130.2), y la Ley de Agricultura de Montaña establece un régimen jurídico especial para estas zonas. Asimismo, con la adhesión de España a la CEE (1986) se homologaron los criterios de Indemnización Compensatoria de las Zonas de Montaña y Zonas desfavorecidas. Además, la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural (2007), reconoce que la baja demografía es un factor básico aplicable al mundo rural. Por otra parte, las investigaciones llevadas a cabo por los autores sobre el territorio definido como Serranía Celtibérica ponen en evidencia su dramática situación, “pues reúne tres de las seis condiciones que la Unión Europea ha establecido para que los territorios de especial interés reciban ayudas pertenecientes a los fondos estructurales”: Región Montañosa, Región Escasamente Poblada y Zona Predominantemente Rural Remota, circunstancias que “la sitúan, a su vez, en el lugar más desfavorecido de España”:
    • <El hecho de que hasta el presente no se haya visibilizado este territorio con sus características extremas, ni haya existido una entidad ni cauces apropiados para su promoción ha dado lugar a que no esté reconocido como tal, y que los apoyos recibidos hayan sido puntuales para zonas determinadas, como los planes especiales de Teruel y Soria, como compensación parcial del Estado Español y de su respectiva Comunidad Autónoma, a la exclusión realizada por la Unión Europea del reparto de los fondos estructurales>.[8]

                La Serranía Celtibérica, un territorio con identidad propia.
                La elaboración y desarrollo del proyecto Ruta Celtibérica llevó a sus autores a “visibilizar” que dos milenios atrás el extenso territorio objeto de estudio constituía en su mayor parte la Celtiberia, que se situaba en el Sistema Ibérica Central:
    • <Su delimitación geográfica se ha realizado a partir de la cota de 700 metros, [...] El hecho de que la Serranía Celtibérica sea un proyecto para el siglo XXI ha dado lugar a que se incluyan territorios de similar problemática actual, aunque en otros tiempos desarrollaron la cultura ibérica, como por ejemplo la zona del Maestrazgo y Gúdar-Javalambre. Actualmente se halla caracterizado por su máxima despoblación, causada por sus condiciones de montaña y su clima continental extremo>.[9]

                La Serranía Celtibérica se extiende por un área de más de sesenta mil kilómetros cuadrados, con un censo de poco más de medio millón de personas, lo que supone una densidad de población equivalente a 7,98 habitantes/ km2. Pero como cabría esperar y demuestran los autores, dicha “cifra (es) superior a la real dado que la población estable en gran parte de sus poblaciones es menor”, dado que muchos son residentes estacionales que pasan una parte del año en las ciudades, aunque empadronados en sus pueblos de origen. La despoblación y su problemática explican los movimientos sociales surgidos de estas zonas deprimidas: Teruel Existe, Soria Ya, la Otra Guadalajara y Plataforma Cívica por Cuenca.[10]

                Respecto al reparto territorial, la Serranía Celtibérica se extiende por cinco Comunidades Autónomas -Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad Valenciana y La Rioja- y diez provincias -Burgos, Castellón, Cuenca, Guadalajara, Rioja, Segovia, Soria, Teruel, Valencia y Zaragoza-: esto es, formando un gran triángulo isósceles, cuyo vértice estaría grosso modo en Soria y los demás ángulos en Teruel y Cuenca, de forma que nuestra comarca, el Rincón de Ademuz, ocuparía la base de dicha figura. La zona constituye además un lugar geográfico especial, dado que “concentra el mayor conjunto de divisorias de aguas, vertiendo hacia el Mediterráneo y hacia el Atlántico”, pues en él tienen su origen los afluentes de los grandes ríos peninsulares: Ebro, Duero, Tajo, Guadiana, Júcar, Turia.[11]

    delimitacion-serrania-celtiberia
    Detalle de la Delimitación geográfica de la Serranía Celtibérica
    [Tomado de BURILLO-CUADRADO et alter (2013), p. 12].

                Territorios particulares con necesidades específicas.
               Explican los autores que la Unión Europea es consciente de que en la zona comunitaria hay territorios con desventajas respecto a otros, toda vez que ciertas condiciones geográficas constituyen un grave condicionante para su desarrollo. Ello ha hecho que se hayan reconocido varios tipos de regiones particulares:
                -Regiones Fronterizas.
                -Regiones Montañosas.
                -Regiones Insulares.
                -Regiones Escasamente Pobladas(SPR: Sparsely Populated Regions).
                -Regiones Ultrapirenaicas.
                -Regiones Rurales.

                Como indica el epígrafe de su nombre, dichas regiones son fácilmente reconocibles, lo que supone que cada una de ellas requiera actuaciones distintas de cara a su desarrollo, pues hay que tener en cuenta “los cambios demográficos y los fenómenos migratorios, la accesibilidad o la integración regional” que afecta a cada una. Propiamente, la Serranía Celtibérica responde al concepto de tres de estas regiones: Región Montañosa, Región Escasamente Poblada y como Zona Rural.[12]

               En opinión de la Unión Europea, ¿cuáles son las características de una Región Montañosa?
                Conceptualmente, “las Regiones Montañosas son los territorios más propensos a ser afectados por el cambio climático, la dependencia de un número limitado de actividades dentro de cada sector económico, la presión relacionada con el turismo y la pérdida de la biodiversidad. Esto hace que su base productiva rica, pero frágil, requiera esquemas de desarrollo bien definidos, que buscan promover las fuentes de crecimiento económico y, al mismo tiempo, contribuir a la preservación del capital natural”.[13] Al respecto, la Unión Europea ha convenido los retos a los que se enfrentan este tipo de regiones:
                -Diferentes condiciones geográficas y climáticas.
                -Baja accesibilidad.
                -Baja densidad de población: que desincentiva las inversiones y conduce a un bajo nivel de servicios.
                -Migración de los jóvenes por falta de trabajo, lo que induce cambios demográficos.
                -Fragilidad del sistema ecológico.
                -Encarecimiento de las infraestructuras, por causa de la topografía.

                Pero, ¿qué condiciones debe reunir un territorio de montaña, según la definición topográfica? Al respecto, los autores recogen una serie de criterios, siendo el primero el relativo a la Altitud, que debe ser superior a 2.500 m. Territorios con altitud inferior a la reseñada deben cumplir otra serie de condiciones relativas a los grados de pendiente en un determinado radio. Por ejemplo, los territorios entre 1.000-1.500 metros de altitud se consideran zona de montaña cuando en un radio de 3 km se superen los 5º. Pero si las pendientes son menores, todavía podrá considerarse zona montañosa si las altitudes en un radio de 7 km son mayores de 300 m. Existen también lo que denominan “Áreas de Transición”, en el que se incluyen los territorios con baja altitud pero dependientes de las zonas consideradas de montaña.

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
    De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



    [1]BURILLO-CUADRADO, Mª Pilar, BURILLO-MAZOTA, Francisco y RUIZ-BUDRÍA, Enrique. Serranía Celtibérica (España). Un proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo, Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural, Campus de Teruel, Parque Arqueológico de Segeda, Servicio de publicaciones de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2013, 36 páginas. Vid http://www.celtiberica.es/flipping/Serrania.pdf.
    [2]BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 5.
    [3] Ibídem, p. 7.
    [4] Ibídem, p. 9.
    [5] Ibídem, pp. 10-11.
    [6] Ibídem, p. 11.
    [7] Ibídem.
    [8] Ibídem, p. 13.
    [9] Ibídem.
    [10] Ibídem.
    [11] Ibídem.
    [12] Ibídem, p. 15.
    [13] Ibídem.

    EL RINCÓN DE ADEMUZ Y LA “SERRANÍA CELTIBÉRICA” DE ESPAÑA (y II).

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    A propósito del Proyecto de Desarrollo Rural
    para la Laponia del Mediterráneo.


    “Si la realidad muestra una gran despoblación,
    una alta ruralización y una presencia mínima de ciudades,
    las perspectivas de futuro no pueden ser más pesimistas,
    habiéndose calificado de aterradoras”.



    -----<< Viene de: I.
                ¿Es la Serranía Celtibérica, una Región Montañosa?
             Los autores del trabajo así lo entienden y para comprobarlo realizaron una serie de estudios, tomando como unidad de información el municipio. Conociendo que la altitud máxima de la zona considerada es inferior a 2.307 m  y su delimitación es superior a 700 m., sólo han aplicado los criterios segundo y cuarto de los cinco establecidos para ser definido como Territorio de Montaña, que son los reseñados en el párrafo anterior, concluyendo:
    • <[De los] 63.098.69 kilómetros cuadrados de la superficie de la Serranía Celtibérica, eso es, el 77,05%, cumple los requisitos necesarios para ser considerados como montañosa por su topografía. El 22,95% restante se califica como Área de Transición, encontrándose todos los municipios a menos de 20 km de las zonas consideradas como montañosas. Por lo tanto, todo el territorio correspondiente a la Serranía Celtibérica puede considerarse como Región Montañosa>.[1]
    serrania-celtiberica-poblacion
    Datos básicos: Nº de municipios, Población (2011), Superficie (km2), Densidad de población (hab/km2) y Municipios de menos de 100 habitantes relativos a la Serranía Celtibérica, Resto de España y Conjunto de España [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 12].


    En opinión de la Unión Europea, ¿cuáles son las características de una Región Escasamente Poblada?
                Aunque la problemática plateada por estas regiones ya se abordó tras la incorporación de Suecia y Finlandia a la Unión Europea (1995), no fue hasta la publicación de las Directrices para las ayudas a estas regiones cuando se establecieron los criterios que las definen (2007-13), y ello basándose en el número de habitantes por kilómetro cuadrado. Aquí cabe introducir el concepto NUTS (Nomenclature d`Unités Territoriales pour Satisque). La NUTS-2 -espacio asimilable a las Comunidades Autónomas españolas-: cuando las regiones tienen menos de 8.0 habitantes por km2. Y la NUTS-3 -espacio asimilable a las Provincias españolas-: cuando las regiones tienen menos de 12,5 habitantes por km2:
    • <Los umbrales de 8-12,5 habitantes por km2 permiten identificar adecuadamente las regiones europeas de muy baja demografía, aunque (como acertadamente dicen los autores) la aplicación de criterios socio-económicos, como PIB per cápita, la accesibilidad o la variación de la población a lo largo del tiempo, pueden enriquecer dicha tipología>[2]

                Las problemáticas a las que deben enfrentarse estos territorios (las regiones escasamente pobladas y las zonas rurales) poseen espacios comunes, ya que ambas se caracterizan por una baja demografía. Los autores recogen los principales desafíos a los que deben enfrentarse estas regiones:
                -Alejamiento y dificultad de acceso a las grandes urbes.
                -Tendencias demográficas desfavorables.
                -Pequeño tamaño del mercado interno de trabajo y difícil acceso a los servicios básicos, por causa de una mala accesibilidad.
                -Redes de transporte insuficientes.
                -Economía poco diversificada, lo que supone vulnerabilidad frente a los factores externos.
                -Escasas posibilidades de formación en el área.

    serrania-celtiberica-dimensiones
    Dimensiones de la Serranía Celtibérica: si fuera una Comunidad Autónoma sería la tercera, por debajo de Andalucía y Castilla-León [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 14].

                La Serranía Celtibérica, una Región Escasamente Poblada.
                Los autores incluyen bajo este epígrafe una serie de consideraciones previas, relativas al número de municipios incluidos en la Serranía Celtibérica (1.263) y las fuentes utilizadas para el estudio: el INI, los censos (población empadronada) y el nomenclátor (número de habitantes por núcleo habitado), en 2011. Asimismo, les llama la atención que “excepto las regiones del Norte, en los Países Escandinavos, parte de Escocia y una en Turquía, las únicas 3 regiones de cierta entidad superficial que cumplen el criterio de una densidad inferior a 12,5 hab/ km2, están en España y concretamente dentro del territorio de la Serranía Celtibérica, son las provincias de Teruel, Cuenca y Soria”.[3]

                A este propósito se hacen una serie de observaciones:
    **del territorio de la Serranía Celtibérica (63.098,69 km2), en poco más de la mitad de su superficie (56,23%) vive el 60,91% de la población total.
    **Dicha parte del territorio ya posee el reconocimiento de Región Escasamente Poblada (SPR), y recibe las ayudas correspondientes.
    **El territorio y la población restante no está catalogado como SPR, pues sus municipios se hallan incluidos en provincias no clasificadas como tales, estando por ello excluidos de los beneficios correspondientes.

    Serranía Celtibérica: Datos básicos.

    Serranía Celtibérica
    Resto de España
    Conjunto de España
    Nº Municipios
    1.263
    6.853
    8.116
    Población (2011)
    503.566
    46.687.901
    47.191.167
    Superficie (km2)
    63.098,69
    441.967,13
    505.065,82
    Densidad (hab/km2)
    7,98
    105,63
    93,44
    Municipios <100 hab.
    556
    514
    1.070
    Tomado de BURILLO-CUADRADO (2013), p. 12.

    Como complemento de lo anterior se dice que la Serranía Celtibérica constituye el 12,45% del territorio español (cuya densidad de población es de 93,10 hab/ km2), donde sólo residen el 1,06% de sus habitantes. A modo de ejemplo se propone la ciudad de Zaragoza, población con 701.887 habitantes, esto es, con 198.321 habitantes más que el territorio de la Serranía Celtibérica. Los autores del proyecto alertan de que “las características de la demografía de la Serranía Celtibérica han pasado desapercibidas”, y de que no se han topografiado “las regiones escasamente pobladas, esto es con una densidad inferior a los 8 hab/ km2”, razón por la que han procedido a componer su propio mama, “incluyendo el intervalo inferior de 0 a 8 hab/ km2”.[4]El resultado ha resultado sorpresivo...
    • <Solo existen dos territorios con estas características, la zona ártica de los Países Escandinavos y la Serranía Celtibérica. Lo que en términos históricos y culturales quedaría sintetizado en las regiones de Laponia y Celtiberia. Pero mientras aquel territorio ha tenido como constante histórica su baja demografía, [...] en la Serranía Celtibérica el proceso de continua despoblación se inicia muy tardíamente, hacia 1960. la migración ha dado lugar a un éxodo masivo de la población joven y adulta, esencialmente femenina, a un descenso drástico de los nacimientos y un elevado envejecimiento de la población, más de un 40% de los municipios supera los 50 años de media, lo que impide el relevo generacional y lo sitúa en los niveles de mayor envejecimiento de Europa. De esta forma un buen número de poblaciones están destinadas a su total desaparición y es urgente y necesario la toma de medidas adecuadas para romper las tendencias negativas e impulsar un desarrollo>.[5]

    El párrafo resulta absolutamente certero, objetivo y escalofriante, en tanto conscientes de su veracidad...

     
    serrania-celtiberica-montañosa
    Según los criterios de la Unión Europiea, la Serranía Celtibérica es una Región Montañosa
    [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 18].

    Respecto de la Zonas Rurales, los autores ponen de relieve que la propia Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural destaca su importancia en el contexto nacional, toda vez que “integra al 20% de la población” española. Conceptualmente, “el medio rural se define como es espacio geográfico formado por la agregación de municipios o entidades locales menores que posean una población inferior a 30.000 habitantes y una densidad inferior a los 100 hab/ km2”. La Unión Europea es consciente de la importancia de las Zonas Rurales, hasta el punto de considerarlas “como regiones de especial interés, valorando los problemas y las dificultades que tiene el habitar en estos territorios”. Asimismo, ha manifestado su preocupación por “la diferencia de rentas y de servicios existentes entre las áreas rurales y las urbanas”. Prueba de ello son “las actuaciones a través de los distintos Fondos Estructurales para intentar solventar este problema, planteándose programas de actuación a largo plazo”. La cuestión esencial estriba en “delimitar las zonas susceptibles de poder acceder a dichos fondos”, pues ninguna de las clasificaciones hasta ahora arbitradas ha resultado concluyente ni imparcial.[6]

    Para la Unión Europea “las regiones rurales también son un tipo de región especial y como tal deben ser tratadas” (Kijkstra y Poelman, 2011). Los autores recogen los tres tipos de criterios determinados por la UE a la hora de conceptuar las zonas rurales y de área urbana, que sintéticamente resultan del siguiente tenor:
    1] Las zonas rurales son todas las áreas fuera de las agrupaciones urbanas.
    2] El grado de ruralidad que posee el territorio en función de la proporción de territorio con carácter rural, y las áreas urbanas que se encuentran incluidas dentro de sus límites.
    3] La posibilidad y el tiempo que cuesta acceder al centro urbano más cercano a cada núcleo rural.


    En relación con el último criterio, “A las regiones rurales o correspondientes a una zona intermedia se las considera remotas si más de la mitad de sus residentes no pueden llegar conduciendo en un tiempo de 45 minutos hasta el centro de una ciudad de más de 50.000 habitantes”. Asimismo, “si más de la mitad de la población tardara más tiempo que los 45 minutos establecidos se trataría de una zona remota”. Aplicando los tres criterios reseñados, los autores crean cinco categorías:
    -Regiones predominantemente urbanas.
    -Regiones intermedias, cerca de la ciudad.
    -Regiones intermedias y remotas.
    -Regiones predominantemente rurales, cerca de la ciudad.
    -Predominantemente rurales y remotas.

    Atendiendo a los criterios expuestos, el Rincón de Ademuz se consideraría una zona Predominantemente rural y remota: además, “el hecho de que el 99% del territorio de la Serranía Celtibérica corresponda a una zona rural indica que supera con creces el calificativo de predominantemente rural”; quizá habría que calificarla de super-Predominantemente rural y remota.

    celtiberica-serrania-despoblacion
    La Laponia nórdica (Zona Ártica de los países escandinavos) y la Serranía Celtíberica, las regiones más despobladas de Europa
    [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 20].


    La Serranía Celtibérica, una zona Predominantemente Rural y Remota.
    Bajo este epígrafe se exponen los resultados obtenidos, y su justificación. Veamos unos números...

    ** De los 2.172 núcleos estudiados, sólo uno es una ciudad de más de 50.000 habitantes (Cuenca).
    ** De los núcleos estudiados, sólo 471 se han catalogado como núcleos cercanos (menos de 45 minutos en coche a la ciudad más próxima).
    ** Los 1.700 núcleos restantes se han definido como remotos (más de 45 minutos en coche a la ciudad más próxima).

    Ello supones que “el 78,3% de los núcleos pertenecientes al área de estudio están considerados como núcleos remotos, es decir, se tarda un exceso de tiempo en llegar a la ciudad más cercana que posee más de 50.000 residentes”. Asimismo, “En el territorio de la Serranía Celtibérica la situación de escasa población, junto al hecho de que ésta se encuentre dentro de un área de montaña, tiene como consecuencia directa su alta ruralidad y mínima presencia urbana dentro de sus límites”.[7] El epígrafe concluye diciendo:
    • <Si la realidad muestra una gran despoblación, una alta ruralización y una presencia mínima de ciudades, las perspectivas de futuro no pueden ser más pesimistas, habiéndose calificado de aterradoras. Sirva como ejemplo el hecho de que en la Serranía Celtibérica se encuentran 556 núcleos en regresión, esto es, con una población envejecida inferior a 100 habitantes, mientras que en el resto de España solo existen 514. Esto es, en la Serranía Celtibérica, el 12,45% del territorio español, se encuentra el 51,96% de las poblaciones españolas en regresión>.[8]


    De la accesibilidad de las poblaciones rurales a los núcleos urbanos.
    Según hemos visto exponer a sus autores, “para determinar las diferentes categorías en las cuales se puede dividir la zona rural”, el criterio “se basa en el tiempo que tardaría en recorrer una persona en coche una distancia fijada desde un núcleo determinado hasta la ciudad más cercana” con más de 50.000 habitantes. De esta forma, en función del tiempo de viaje nos encontraríamos ante dos tipos de zona rural:
    -Zona rural cercana: cuando se tarda 45 minutos o menos.
    -Zona rural remota: cuando se tarda más de 45 minutos.


    Dado que en toda la Serranía Celtibérica sólo Cuenca reúne la característica de ciudad grande, para calcular la accesibilidad de las zonas rurales se debe tener en cuenta las ciudades del entorno. Tras los complejos cálculos realizados al respecto, los autores del trabajo exponen los siguientes resultados:
    1] El territorio objeto de estudio se reparte en ocho ciudades de influencia, de las que sólo Cuenca pertenece a la misma. Las demás –Zaragoza, Logroño, Burgos, Guadalajara, Alcalá de Henares, Aranjuez y Vila real- se hallan en la periferia. El estudio realizado muestra que el 22,09% del territorio (13.937,56 km2) corresponde a zonas rurales próximas, en tanto el resto puede considerarse región remota.
    2] De los 1.265 municipios que componen la Serranía Celtibérica, que incluyen 2.172 núcleos de población, la mayoría (76,26%) se consideran remotos, pues distan más de 45 minutos en coche a la ciudad más próxima.
    3] La mayoría de la población de la zona estudiada (71,98%) censa en núcleos rurales remotos, mientras que el resto (15,77%) lo hace en núcleos rurales próximos (menos de 45 minutos a la ciudad más próxima).

    La cuestión de la accesibilidad se ve agravada porque una parte importante de la población de las zonas rurales remotas es de edad avanza, no dispone de vehículo propio y las líneas regulares, cuando las hay, son escasas o deficientes. 

    desierto-demografico-celtiberia
    La Serranía Celtibérica, un desierto demográfico rodeado de 22 millones de personas...
    [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 26].



    Diferencias entre la situación real de la Serranía Celtibérica y la situación oficial.
    En este mismo sentido, los autores del trabajo señalan otra cuestión no recogida en las estadísticas oficiales, cual es la diferencia entre la situación oficial y la real de la zona objeto de estudio, “dado que los datos oficiales reflejan la población censada, no la que realmente reside de forma estable”. Este es un problema bien conocido de los que vivimos en el Rincón de Ademuz, ya que una parte importante de los vecinos censados en nuestros pueblos sólo pasan una parte del año en la zona (parte de la primavera, verano y parte del otoño), residiendo en resto del año en las ciudades. Estamos diciendo de la población de derecho (censados) y de la población de hecho (la que reside todo el tiempo en la zona). Ello hace que la situación real sea más grave que la oficial, lo que ha llevado a los autores a describir la Serranía Celtibérica como un “desierto demográfico”, dado que posee una densidad de población inferior a 10 hab/ km2, lo que implica la falta de una “masa crítica” mínima que garantice una articulación territorial.[9]

    La Serranía Celtibérica y las regiones árticas de Suecia y Finlandia constituyen regiones escasamente pobladas, en tanto su densidad de población es inferior a 8 hab/ km2. Sin embargo, los autores encuentran que la distribución de la población en ambos territorios es distinta:
    ** En la zona ártica la distribución tradicional de la población es estructural (organizada en torno al Mar Báltico), condicionada por la climatología extrema, ello “permite una articulación de los servicios a la mayor parte de la población).
    **En la zona de la Celtiberia la distribución de la población es el resultado de un proceso histórico reciente, condicionado por la emigración a las grandes ciudades, originando un “territorio desertizado con la categoría extrema de rural remoto”. Ello supone la falta de “una auténtica malla urbana que lo organice y jerarquice”, dado que sólo hay cuatro poblaciones en la zona con más de 10.000 habitantes: ello supone que “los núcleos intermedios acaban desempeñando funciones urbanas que por tamaño no les corresponden”.

    En el último párrafo del epígrafe se señalan otros parámetros comparativos entre ambos ámbitos, tal la densidad demográfica referida a territorios de menor extensión –NUTS-3/Provincias-: en Lappi (región de Laponia sita en la zona norte de Finlandia), la densidad de población es de 1,87 hab/ km2, esto es, superior a la de los Montes Universales, zona de la Serranía Celtibérica que posee una densidad de 1,63 hab/ km2.

    celtiberia-zona-rural-remota
    La Serranía Celtibérica, un territorio rural remoto...
    [Tomado de BURILLO-CUADRADO el alter (2013), p. 28].


    Respecto al problema de los indicadores de la montaña climática, los autores señalan que en la Unión Europea también se reconoce “un territorio de montaña en razón de su climatología”. Tras un complejo estudio de temperaturas y otras variables, se concluye que “las limitaciones agroclimáticas son una de las causas más importantes que explican la migración y la baja demografía de un territorio”, de ahí que urjan al “desarrollo de una nueva fórmula –distinta de la de Nordriego: Nordic Centre for Spatial Development- para clasificar los territorios europeos en el concepto de montaña climática vinculada a los países mediterráneos”.[10]


    Densidad de población de los municipios del Rincón de Ademuz (2013).
    Municipio
    Extensión
    (km2)
    Población (habitantes)
    Hombres/Mujeres
    Densidad
    Población (Hab/km2)

    ADEMUZ

    100,66
    1.203 (640/563)
    11,95
    CASASALTAS
    15,89
    159 (83/76)
    26,99
    CASASBAJAS
    22,61
    213 (111/102)
    9,42
    CASTIELFABIB
    106,27
    262 (129/133)
    2,46
    PUEBLA DE SAN MIGUEL
    63,72
    75 (43/32)
    1,17
    TORREBAJA
    4,82
    445 (235/210)
    92,32
    VALLANCA
    56,49
    159 (88/71)
    2,81
    TOTAL
    370,46
    2.516 (1.329/1.187)
    6,79 hab/km2
    Datos de población tomados del INe (2013). Elaboración propia.

                De los datos expuestos para el Rincón de Ademuz (Valencia) pueden deducirse que la densidad de población es muy variada para la comarca (2013), oscilando entre los 1,17 hab/km2 de Puebla de San Miguel y los 92,32 hab/ km2 de Torrebaja, ello por causa de la extrema pequeñez de su término municipal (4,82 km2). La media aritmética para el conjunto de los siete municipios es de 21,01 hab/ km2, pero la densidad de población comarcal es de 6,79 km2, lo que la sitúa por debajo de la densidad de población de la Serranía Celtibérica y de Laponia, que es de 7,9 hab/ km2.


    serrania-celtiberica-españa
    Contraportada del folleto Serranía Celtibérica (España). Un Proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo (2013).



    Palabras finales, a modo de conclusión.
    La amplia reseña realizada en esta entrada debe verse como muestra de mi admiración y agradecimiento ante el presente trabajo –en el que se evidencia la pasión y el entusiasmo de sus autores-, cual es la Serranía Celtibérica (España): un proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo (2013), un territorio histórico de gran riqueza cultural y patrimonial en el que se ve inserto el Rincón de Ademuz: comarca del poniente valenciano con una densidad de población de 6,79 km2, por debajo del conjunto de la Serranía Celtibérica y de Laponia.
    Se trata de un trabajo serio, bien diseñado y estupendamente editado, con un texto claro y escueto, y unos magníficos mapas y gráficos, que resultan explícitos y muy didácticos. Documentos como este deben servir para el debate del tema, para sensibilizar a la población, a los políticos e instituciones. No puedo por menos que recomendar encarecidamente su lectura, pues pone en evidencia lo que de alguna forma todos sabíamos o intuíamos; singularmente cuando reflexionamos acerca de la realidad de nuestra comarca, extensiva al territorio que acertadamente se ha bautizado como Serranía Celtibérica, en el que “las perspectivas de futuro no pueden ser más pesimistas”, hasta el punto de ser calificadas como “aterradoras” desde el punto de vista poblacional, social y económico. En la baja Edad Media (finales del siglo XII-principios del XIII), esta zona meridional de Teruel, Rincón de Ademuz incluido, se situabain extremo sarracenorum: propiamente hoy la podríamos denominar in extremo europeorum...

    ademuz-vista-general
    Vista de la villa de Ademuz (Valencia), cabecera de la comarca del Rincón de Ademuz, desde el Pico Castro (2004).

    Para dar solución a un problema, lo primero es ser consciente de él, analizarlo, estudiarlo. Los autores examinan la cuestión de la Serranía Celtibérica y proponen remedios, tal la Ruta Arqueológica de los Celtas, vertebrada por el eje Praga-Teruel-Algeciras; ello supondría la terminación de la autovía de Teruel-Cuenca que discurre por el Rincón de Ademuz, y el previo tránsito de los Pirineos.
    Cabría tener en cuenta, además, que este “desierto demográfico” requerirá por parte de las autoridades autonómicas, estatales y europeas medidas drásticas: A grandes males, grandes remedios–que diría el clásico-. Asimismo, para fijar y atraer nuevos pobladores a la Serranía Celtibérica es necesario interponer actuaciones fiscales extraordinarias –rebajas en la cotización a la seguridad social, disminución de las retenciones del IRPF, ayuda a la familia..., y otras disposiciones inspiradas en las que arbitraron reyes y señores cristianos para los nuevos territorios conquistados a los moros; véanse las cartas puebla bajomedievales, con exenciones y privilegios para los nuevos pobladores. La pregunta es, ¿serán capaces nuestros dirigentes de comprometerse con estas u otras medidas? Y en caso afirmativo, ¿las aplicarán a tiempo? Porque puede llegarse a un punto en que el proceso de despoblación sea irreversible... ¡Urge, pues, actuar con determinación y generosidad! Vale.

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.


    [1] BURILLO-CUADRADO et alter (2013), p. 19.
    [2] Ibídem.
    [3] Ibídem, p. 21.
    [4] Ibídem.
    [5] Ibídem, p. 23.
    [6] Ibídem.
    [7] Ibídem, p. 27.
    [8] Ibídem, p. 29.
    [9] Ibídem, p. 31.
    [10] Ibídem, p. 35.

    PASEO DE INVIERNO POR LA RIBERA DEL TURIA.

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    Reflexiones y soliloquios de un lugareño



    “Porque contra todo pronóstico,
    aunque las perspectivas para nuestra comarca fueran terroríficas,
    que lo son, cabe mantener la esperanza…”.



                Estos días de mediados de enero están siendo espléndidos, despejados, luminosos, tranquilos. Aunque las mañanas amanecen con abundantes escarchas sobre los tejados de las casas y en el campo, las tardes resultan templadas, primaverales, agradables... Venciendo la pereza me decido a salir un rato después de comer, si me quedo en el sofá viendo las noticias de la tele acabo durmiéndome y cuando me despejo el sol ya se ha puesto. Además, me cansan los noticiarios, siempre lo mismo, con más sucesos que noticias e interminables minutos de deportes, que me asquean. Estos días están con lo del atentado de París, lo del “Charlie Hebdo”, un semanario satírico por lo demás penoso. Aunque uno no puede por menos que solidarizarse con los parisinos y contra el terrorismo de cualquier tipo y jaez... Pero ya cansan, siempre las mismas escenas y tantos o cuantos policías armados hasta los dientes, y toda la movida. Cuando en España sufrimos los atentados de los trenes de Atocha en Madrid –el inolvidable 11 de marzo de 2004- hubo muchos más muertos –casi doscientos- y me da la impresión que no se produjo tanta alarma internacional, ¡tuvimos que lamernos nosotros mismos las heridas! Pero sí, hay que mover las conciencias por la libertad en una sociedad democrática, abierta y respetuosa de los derechos individuales y colectivos, y estar contra el terrorismo, venga éste de donde venga... En cualquier caso, ¡yo no soy Charlie!

                Vivo en la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), en el centro del pueblo, pero las calles aledañas están vacías, sin más vida aparente que unos gatos ateridos y sin ánimo ni para buscar el calorcito del sol. Una vecina los alimenta con la comida que le sobra y aquí están todo el día, esperando el rancho. Deben ser gatos que no saben buscarse la vida, suponiendo que haya algún ratón o pájaro que cazar. Si dejaran de alimentarlos se irían, porque no son estos felinos animales fieles, ni agradecidos. Más bien son como algunas personas, que a la mínima sacan las uñas y te arañan. Las acacias del seto central muestran sus ramas desnudas, con las primeras heladas las hojas cayeron yertas sobre el asfalto, dejando a la vista los nidos vacíos. Aunque llena de coches, porque la Plaza sirve de aparcamiento municipal, decía que la zona está deshabitada, sin gente, y cada día somos menos en el vecindario. Hace poco murió una vecina, aunque ya estaba en una residencia de ancianos. Creo que falleció en el hospital general de Teruel, nuestro centro de referencia. Para las urgencias y consultas externas sanitarias los vecinos del Rincón de Ademuz acudimos o nos llevan al hospital Obispo Polanco. Caso de una urgencia vital, si tuviéramos que ir cada vez al hospital de referencia que nos corresponde en Valencia no llegaríamos vivos..., ¡y menos mal que tenemos centro de salud de atención primaria! Es el problema de tantos y tantos lugares en España, me refiero a las zonas limítrofes de cada Comunidad Autónoma, en los que queda más cerca el hospital de la capital de provincia vecina que el de la propia. La gente de por aquí es sufrida, no se queja, ¡qué remedio! Lo mismo les pasa a los de nuestro entorno conquense, que tienen que ir a Cuenca, a unos cien kilómetros. Del Rincón de Ademuz a Teruel hay unos cuarenta kilómetros por una carretera plagada de curvas –la CN-330-, lo que supone media hora de trayecto, y cuidado no te encuentres con algún convoy de coches y camiones, ¡entonces serán tres cuartos de hora largos...!
                
    torrebaja-calle-fuentecillas
    Vista de la bajada de la calle Fuentecillas enTorrebaja (Valencia), en dirección a la fuente de los Pobres y Casas de la Venta (2013).
                Por la calle Fuentecillas hasta la Venta.
           Normalmente siempre hacemos el mismo paseo, ya se sabe, las personas somos animales de costumbres. Digo hacemos, porque suelo pasear con mi mujer. Pero a veces voy sólo. Cuando paseamos juntos hablamos de nuestras cosas, de las incidencias del día, del trabajo, de los hijos, tema preferido de los padres... Pero ir solo también tiene sus ventajas, al menos a mí me sirve para pensar y reflexionar sobre las cosas, incluso para rezar... Dirigirse a la Divinidad en medio de la Naturaleza es una agradable experiencia. Tuve un amigo que cuando iba al campo o la montaña rezaba el padrenuestro cantando, era una persona alegre, feliz, ¡esta era su forma de demostrarlo y agradecerlo!
                Desde la Plaza hasta la Venta el tramo es cuesta abajo y umbrosa, pues esta parte del pueblo queda al noreste, al nivel de los campos, por aquí no da el sol hasta san Matías, a mediados de mayo. Ya lo dice el refrán: Por san Matías se igualan las noches y los días, y el sol pega en las umbrías… Una vez se llega a la bajada del Pasillo, que lleva hasta la ribera del Turia, todo es llano y en solana. Habitualmente no nos encontramos con nadie, los lugareños de la zona no gustan de pasear. No sé si se debe a algún prejuicio, pero la gente no pasea. Debe ser por la falta de costumbre, ya que los agricultores de antaño se pasaban la vida en las fincas, y cuando tenían un rato libre lo que menos les apetecía era pasear. Pero para los agricultores no hay descanso que valga, siempre tienen algo que hacer, algún aparejo que remendar. Una vecina comentaba que no paseaba porque no tenía con quien, e ir sola le daba corte: Pensarán que estoy buscando algo…–decía-. Pero toda regla tiene su excepción, pues mi padre era persona de campo y lo que más le gustaba los domingos por la tarde era pasear con su esposa, mi madre, para ver y mostrarle el estado de los cultivos... Decía que normalmente no encontramos a nadie, pero estas últimas semanas hay movimiento en la zona, están construyendo un muro de piedra que viene desde el pilón de la Virgen del Pilar hasta más acá de las Casas de la Venta. El muro lo levantan contra el terraplén de la izquierda, frente a las casas... El nombre de esta partida le viene de que ataño hubo aquí una parada de diligencia, venta o parador donde descansar del trayecto y comer, incluso pernoctar, aunque esto debió ser a finales del siglo XIX o principios del XX. Ello no debe extrañarnos, pues el camino que venimos siguiendo corresponde al Camino Viejo de Ademuz a Teruel, un tramo del antiguo Camino Real de Valencia y Castilla a Zaragoza.[1]

    fuente-pobres-torrebaja
    Detalle de la anterior fuente de los Pobres en Torrebaja (Valencia), 2006.

    fuente-pobres-nueva
    Detalle de la nueva fuente de los Pobres en Torrebaja (Valencia), 2014.
                No se lo creerán, pero contaba mi padre que en algún momento del último tercio del siglo XIX hubo un proyecto de línea de tren que pasaba por la Venta de Torrebaja. Yo tampoco me lo creía, hasta que vi el trayecto: se trataba del tren de Valencia y Aragón, que llegaba hasta Calatayud, vía Teruel. Aquella línea nunca llegó a realizarse -mejor dicho, se quedó en Liria-; fue un propósito fallido, como tantos de aquella época. Pero hubiera sido estupendo que por el Rincón de Ademuz pasara una línea férrea: Demasiado bonito para ser verdad–pensarán algunos-.

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    Detalle de la construcción del muro de piedra frente a las Casas de la Venta en Torrebaja (Valencia), 2014.
              Esta parte del pueblo está cambiando mucho en los últimos años. Antes era una zona muy degradada, la mejora comenzó con la instalación del Consultorio Municipal en el bajo de la Casa Consistorial –ya sé que no es el mejor lugar, pero entonces no había otro-, el ensanchamiento de la calzada, retirando el viejo transformador de la luz, la colocación de un banco de obra frente al consultorio y una larga baranda de hierro desde la calle Cantón hasta casi las Casas de la Venta (1991-95): ésta fue un “regalo” de doña Clementina Ródenas Villena, que presidió la Diputación de Valencia en aquella legislatura provincial. Al finalizar la costanilla de la calle Fuentecillas hay una fuente, la fuente de los Pobres. La vieja fuente de obra ha desaparecido, en su lugar se ha construido otra de piedra frente a la antigua, sobre el muro que salva el desnivel con la huerta. El manantial antiguo servía como abastecimiento de agua a la población, aunque era poco saludable. De hecho en Torrebaja siempre hemos tenido malas aguas y cierta propensión a las tifoideas, ello hasta que en los años sesenta se hizo la canalización para el agua potable que tiene su captación en el nacimiento de las Pozas de El Cuervo (Teruel). Desde entonces tenemos las mejores aguas de la comarca, al menos eso creo. La de los Pobres poseía un largo abrevadero con frontis triangular, que miraba a la huerta. Estoy diciendo de la fuente más antigua que he conocido, la de mi infancia. Después hubo otra fuente con distinta hechura, y ahora otra, con grifo y pilón, per sin abrevadero. Antaño era preciso el aguadero para que las caballerías bebieran el líquido elemento cuando iban o venían del campo, pero hoy ya no hay caballerías... El nombre de la fuente proviene de una casa o albergue que hubo junto a la misma, donde podían guarecerse los pobres que iban de camino pidiendo por estos pueblos. Aquel edificio desapareció hace muchos años. La existencia de este tipo de refugios en los caminos estaba plenamente justificada, tanto por los pobres como por los camiantes. Baste saber que en el Censo Eclesiástico de Torrebaja de 1878, realizado con motivo de la Visita Pastoral del obispo de Segorbe, don Mariano Miguel Gómez (1876-1880), había en el pueblo cuatro "pobres de necesidad", que en aquel momento se hallaban ausentes, pues solían realizar largas salidas para pedir. Aquel censo incluía un espacio temporal de doce años (1886-78), tiempo en el que se habían producido 36 entierros Amore Dei, esto es, sin que el cura recibiera estipendio alguno por ellos, pues correspondían a gente pobre de la localidad.[2] Aunque sigue habiendo pobres, éstos ya no recorren los caminos como antaño, saco al hombro. Los pobres de otro tiempo han sido sustituidos por los transeúntes que hoy día vemos recorrer la carretera general, ya sea en dirección a Cuenca o hacia Teruel: suelen parar en algún pueblo a pedir por las casas, duermen donde les coge la noche y cuando pueden utilizan los albergues municipales de las ciudades, aunque allí sólo pueden pernoctar tres días...


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    Detalle de la construcción del muro de piedra frente a las Casas de la Venta en Torrebaja (Valencia), 2014.
               
                El muro que están construyendo frente a las Casas de la Venta es cojonudo, quiero decir de gran potencia... Las piedras lucen más que los bloques o el cemento armado, no en vano es un material noble. Me han dicho que la traen de la cantera de Vallanca, y que la consiguen a buen precio. Debe ser cierto, porque el Ayuntamiento está haciendo multitud de muros por todo el pueblo, hasta el punto que algunos de la oposición han propuesto que se cambie el nombre del pueblo, nombrando a Torrebaja como Torremuros. Bromas aparte, no sé si harán falta tantos muros. Lo cierto, sin embargo, es que las paredes de piedra dan prestancia y embellecen el lugar, además de humanizar el paisaje. Frente a las Casas había una fontana que propiamente llamaban fuente de la Venta, soterrada hace muchos años, y de la que se servían las viviendas de este barrio. Había también un pilón o casilicio de obra bajo la advocación de san Antonio de Padua. El viejo pilón ha sido demolido y en su lugar han dejado hueco en el muro, imagino que para colocar allí la imagen. San Antonio estará contento de tener casa nueva..., aunque quizá le gustaba más la que tenía. ¡Pero vaya usted a saber lo que pensará el bienaventurado hijo del divino san Francisco!
                Parece que el muro forma parte de la remodelación de la zona, hasta el punto que la pared separa dos niveles en la ladera: por la parte inferior discurre el camino tradicional, pero por la parte superior hay proyectada otra calle, y el murallón servirá de pretil de la de arriba. Por encima de la proyectada discurre otra calle ya cementada, que sirve a las estancias inferiores del Recinto Ferial. El edificio municipal es una gran estructura de obra de la que sólo está útil la parte del sótano. Cuando esté terminado será impresionante, entonces habrá que pensar en su mantenimiento. Pero lo importante ahora es acabarlo y dotarlo de mobiliario. Su fachada da sobre la calle Valencia, ahora prolongada hasta la carretera de Cuenca-Teruel, atravesando la bajada del Pasillo. De la de Valencia parte la calle cementada que digo, circundando el Recinto Ferial por su fachada meridional y dando servicio a las estancias inferiores del edificio municipal. Y por debajo de está la proyectada que protege el muro; y en un nivel inferior, la vía tradicional del camino de la Venta: Muchas calles para tan poco tráfico... –dirán otros-.
                Más allá de la mayor o menor utilidad que tenga tanto vial, a mí me da que pensar en los cambios que está sufriendo la zona. Sucede que apenas nos damos cuenta, pero la urbanización de esta parte del pueblo cambiará radicalmente su aspecto. Hace cien, cincuenta años nadie hubiera creído que por esta parte se pudieran construir viviendas, ya que todo eran huertos. Hoy día está ya todo urbanizado, o casi, y pronto se podrán construir aquí viviendas. En otra época toda esta parte norte del pueblo era poco apreciada, por el frío y el cierzo que la castigaba. Hoy, sin embargo, parece no tener esto importancia frente a la belleza del panorama. El caso es que los señores del Ayuntamiento han decido que el casco urbano crezca por esta parte, y no les falta razón, pues el sector tiene su salida natural a la carretera nacional por esta parte. Esperemos no se olvide la zona de la Porcal, los Callejones y la zona de la Hoya, partidas orientadas a la solana, estupendamente dispuestas sobre la vega del Ebrón; así como el barrio de los Pajares, con sus incomparables vistas sobre la vega del Turia.

                Al pasar junto a los trabajadores del muro nos detenemos un momento para saludarles: pienso en el duro trabajo que realizan, todo el día a la intemperie... No sé cuál será su jornal, pero sea el que fuere se lo ganan bien, acarreando grava, amasando cemento y subiendo piedras al muro... Esta zona de las Casas de la Venta era inundable, al menos antes se anegaba con las repuntas del Turia. Ahora, con el desvío del Ebrón quizá sea más difícil que el río se salga. Al respecto, muchas veces oí contar una anécdota a mi padre, conforme en cierta ocasión hubo que sacar al abuelo de los Bolos por el tejado de la casa donde vivía, pues el agua llegó hasta la primera planta: los animales del corral se le ahogaron y el burro se salvó de milagro... El vecino Daniel Sánchez Aparicio (Torrebaja, 1941), nacido en las Casas de la Venta, me contaba que años después de la guerra todavía podían verse grandes agujeros en los campos de cultivo que hay tras las casas, entre éstas y la ribera del Turia, donde explotaron algunas de las bombas que dejaron caer los aviones nacionales durante el bombardeo del 26 de noviembre de 1938, y que tanto daño hizo en el pueblo, matando a mucha gente y destruyendo edificios.[3] Recuerdo también que en la segunda mitad de los años sesenta pasó por Torrebaja una o varias familias gitanas, recalaron en las Casas de la Venta y aquí estuvieron varios años. Los chicos asistían a la escuela, aunque faltaban con frecuencia. Los hombres hacían cestos de mimbre y las mujeres los vendían por las casas. Algunos de ellos consiguieron trabajo en los aserraderos locales, no sé si los Doñates o los Cesáreos; el caso es que acostumbrados a la vida nómada no se adaptaban a los horarios -un día que llegaban tarde, otro que no iban, siempre con algún pretexto- y tuvieron que dejarlo. Eso sí, eran buena gente, como lo somos todos al fín. La única queja que había era por parte de los propietarios de los huertos vecinos, por las hortalizas que les desaparecían. Y si faltaba alguña gallina o conejo en el pueblo, ya pueden imaginar quiénes se llevaban la culpa, ¡los gitanos de la Venta! Eran también gente dura, sufrida, sobre todo las mujeres. Una noche parió una de ellas, y a la mañana siguente temprano la puérpera se presentó en la farmacia a comprar un rollo de algodón en rama... No sé si de enfermedad, pero uno de los varones jóvenes falleció, y lo enterraron en el cementerio municipal. Nadie sabe de donde vinieron, y de la misma forma un día se marcharon: ¡Que se han marchado los gitanos de la Venta...! -comentó la gente del pueblo-. Es probable que los dueños de los huertos próximos a la Venta respiraran aliviados. Nadie supo con certeza a dónde fueron, pero para Todos los Santos, y esto durante muchos años, siempre volvía alguno de aquella progenie  a poner flores en la tumba del gitano muerto...

    casas-venta-torrebaja
    Detalle de la construcción del muro de piedra frente a las Casas de la Venta en Torrebaja (Valencia), 2014.

                Por la ribera del Turia.
                Dejamos las Casas de la Venta, para llegar a la bajada del Pasillo y continuamos hasta la ribera del Turia. En el cruce de caminos hay un pilón de obra a la izquierda, bajo la advocación de la Virgen del Pilar. El pilar está encalado, posee tejadito piramidal coronado por una cruz de hierro y una hornacina en cuyo interior mora la imagen sobre su pilar. Por detrás tiene una puertita y por delante una verja, en la que siempre hay un ramo de flores: ¡Virgen del Pilar, san Antonio bendito, ruega por nosotros! –murmuraban antaño los devotos al pasar frente a los casilicios-. Hoy la gente anda muy descreída, no sé lo que dirán o pensarán al pasar por el lugar; probablemente nada...
                Desde la bajada del Pasillo hasta el río el camino es de tierra y discurre en llano. Por la mano derecha fluye una acequia de cemento, se trata del último tramo de la vieja acequia de Castielfabib. La red de acequias en el Rincón de Ademuz es impresionante, resultado de generaciones de agricultores que las idearon y labraron. En Castiel hay algunas a gran altura, labradas sobre la misma roca. A ambas manos del trayecto hay campos de cultivo, muchos perdidos. El camino aparece en un trecho lleno de broza y zuros de mazorca, evidenciando el paso de la máquina que ha cosechado el maíz de algunas fincas. Al llegar a la ribera el camino se bifurca por la ribera derecha del río, hacia arriba y hacia abajo. Por la derecha el camino se interna en la partida del Rento, de este nombre por ser la única que se hallaba roturada en la época señorial, cuando Torrebaja era una aldea de Castielfabib, siendo la zona que rentaba, ya que la mayor parte del término estaba sin roturar... Desde esta parte de la ribera del Turia puede observarse una magnífica vista de Torrebaja, quizá de las más bellas, aunque es mejor verla por la  mañana, antes de que el sol alcance su cenit. El contorno del caserío se dibuja con nitidez en el contraluz de la tarde, en suave declive hacia el valle, destacando la ermita de san Roque en la parte alta del pueblo, que corresponde al barrio de las Eras o los Pajares. En el centro del cuadro emergen la silueta del torreón de los Picos y la torre-campanario de la parroquial...

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    Vista parcial del caserío de Torrebaja (Valencia), desde la ribera del Turia, con detalle del torreón de los Picos y torre-campanario de la parroquial (2015).
     
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    Vista parcial del caserío de Torrebaja (Valencia), desde el Rento, con detalle de la torre-campanario de la parroquial (2015).
                La torre de los Picos resulta el edificio más emblemático de Torrebaja y forma parte de la antigua casa solar de los Ruiz de Castellblanque, señores del lugar... El torreón muestra unas formas boladas y lanceoladas en la parte más alta, se trata de ornamentos arquitectónicos típicos del barroco. Torrebaja se levanta en un suave promontorio arcilloso, al pie de un cerrito alomado, pues su origen como núcleo urbano es reciente, no más allá del siglo XVII. En esa época ya no hacía falta construir los pueblos en alto para favorecer su defensa, o al amparo de un castillo medieval, tal el caso de Ademuz y Castielfabib.[4]La belleza y espectacularidad de estas villas corre pareja a su incomodidad para vivir, hasta el punto de que lo que ayer era una ventaja es hoy un inconveniente manifiesto. Es por ello que el torreón de los Picos de Torrebaja debe verse antes como manifestación de orgullo señorial que como elemento defensivo...
                En nuestro paseo de hoy, sin embargo, hemos decido tomar el camino de la izquierda, aguas arriba del Turia. Sobre la ribera crecen frondosos chopos lombardos, álamos blancos y tamarindos. Junto a los tamarices la vieja acequia de Castielfabib rinde finalmente sus aguas al río, aunque éstas proceden del Ebrón, a kilómetros de aquí. El Turia es un río sometido a gran estiaje, tanto por la falta de lluvias como por el aprovechamiento para el riego. Sus aguas siempre poseen cierta turbidez, mucho más cuando llueve, en que según la procedencia de las lluvias puede llegar a bajar del color del chocolate, o blanquecinas, de donde su antiguo apelativo de río Blanco o Guadalaviar para designar al padre Turia: según algunos estudiosos el hidrónimo Turia procede del idioma de los celtíberos, pues hay una palabra vasca de fonéntica –Zuria/ Tsuria, que significa blanco. Asimismo Guadalaviar, palabra deriva del árabe -Walada-abiar, también con significado de blanco. Esta partida de campo se la conoce como el Reguero. Siguiendo aguas arriba enseguida encontraremos el puente de la Palanca, de este nombre por cierto artilugio que al parecer hubo, para favorecer el almacenamiento y la bajada de maderas por el río. El puente antiguo que yo he conocido era de tablas, aunque hoy es de cemento. Desde hace años le faltan las barandas de protección, arrancadas por algún vehículo que por aquí pasó. Junto al camino, frente al puente hay un poste de madera con una señal roja aflechada indicando la dirección del camino peregrinal de la Vera Cruz, que cruza el río en esta parte. Este tramo del camino cruza el Turia a la altura del antiguo almacén de las Minas de Libros. Desde allí baja por la ribera izquierda, pasa por el Ventorro y las Casas de Angelina, frente a Mas de Jacinto, vadea la rambla de Riodeva, atraviesa Torrealta y continúa hasta el mencionado puente de la Palanca: aquí atraviesa de nuevo el río y discurre por el camino que venimos siguiendo hasta Torrebaja, desde donde baja hasta el polideportivo y continúa hasta la ermita de san José, baja hasta el molino del Señor (o de Abajo), cruza el Turia por el puente de Guerrero y sigue por la ribera izquierda del río, hasta Ademuz: el camino atraviesa la comarca de norte a sur, procede de Puente la Reina (Navarra) y llega hasta Caravaca de la Cruz (Murcia), vía Landete.[5]

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    Vista parcial del caserío de Torrebaja (Valencia), con detalle del camino que baja del Pasillo, desde la ribera del Turia (2015.

                A la entrada del puente de la Palanca hay unos arbustos de sarga (sargatillo), muy abundantes en toda la ribera, cuyos brotes están a punto de estallar, incontenibles, barruntado la primavera, aunque todavía estamos a mitad del invierno. Al respecto, en otro lugar escribí:

    • Las antiguas culturas mediterráneas atribuían al sargatillo (agnocasto, sauzgatillo, saucegatillo...) virtudes relacionadas con la castidad. Dice el Doctor Andrés de Laguna (1566): “Llámase en Griego esta planta Agnos, que quiere decir casta y entera, porque las matronas que guardaban castidad en los sacrificios a Ceres (diosa de la Agricultura), se acostaban sobre sus hojas”. Respecto a sus virtudes, el mismo autor comenta que “attrahe la leche à las tetas, provoca el menstruo, desseca el esperma, tienta el cerebro y da gana de dormirVid LAGUNA, A de. Pedacio Dioscórides Anazarbeo: Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Salamanca, 1566, tomo 1, p. 88. De la misma forma, en latín, agnus significa “cordero”, por lo que “agnus castus” se traduce a su vez por “Casto Cordero”, el símbolo cristiano de la castidad. Todo lo anterior contribuyó a atribuir al “agnocasto” o sargatillo cierta fama de planta reductora del apetito sexual, por lo que era frecuente verlo plantado en los patios y claustros de conventos y monasterios. Según la farmacopea actual, la utilidad de la planta para estos fines resulta dudosa.[6]

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    Vista del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

    torrebaja-veracruz-caserio
    Vista general del caserío de Torrebaja (Valencia), con detalle del poste indicador del Camino de la Vera Cruz en la partida del Reguero (2015).

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    Detalle del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

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    Detalle del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero, con las naves del Parque Artesanal al fondo (2015).


                Por encima del puente de la Palanca discurre el soberbio viaducto de la CN-330, variante de esta vía procedente de Manzaneruela (Landete) y que llega hasta Torrebaja (Valencia). El puente salva la vega del Turia, hasta enlazar con la CN-420 que viene de Cuenca, ambas carreteras constituyen la misma calzada hasta Teruel. El viaducto, obra de ingeniería en los años noventa, es impresionante, sólido y muy hermoso, símbolo del progreso que debiera contribuir al desarrollo de la comarca. Bien es cierto, sin embargo, que no posee la espectacularidad, por su altura, si lo comparamos con el que la misma carretera salva el valle del Turia a la altura de los Arenales o la rambla del Val en Ademuz; aunque los tres resultan magníficos.
         Acertadamente, el proyecto “Serranía Celtibérica” en España propone la creación de una Ruta Arqueológica de los Celtas, uniendo la ciudad de Praga con Algeciras, vía los Pirineos, Teruel y Cuenca. Desde Teruel, la vía uniría también Valencia y su puerto, uno de los más importantes del Mediterráneo. De Teruel a Cuenca, la vía discurriría por el Rincón de Ademuz, pero haría falta unir por autovía estas dos ciudades, la aragonesa y la castellana, así como el tramo central de los Pirineos. El proyecto citado es muy ambicioso, poniendo en evidencia uno de los mayores problemas que afectan a la comarca en particular y a la “Serranía Celtibérica” de España en general, cual es la baja densidad de población, por debajo de los 8 habitantes por kilómetro cuadrado –lo que equipara el territorio con Laponia, en los países escandinavos-. La “Serranía Celtibérica” supone un amplio territorio que se extiende por todo el sistema Ibérico central –unos 63.102,97 km2, con una población en torno a los 503.566 habitantes-, conformando una triángulo isósceles, cuyo vértice superior se hallaría en Soria capital y su base entre Cuenca y Teruel: el Rincón de Ademuz quedaría entre ambas capitales. El mismo trabajo pone en evidencia los graves problemas que explican su despoblación: región montañosa, escasamente poblada y rural, cuya accesibilidad se califica de remota -por hallarse a más de tres cuartos de hora de una ciudad de más de 50.000 habitantes, según criterio de la Unión Europea-.[7] Definitivamente, el alma del Rincón de Ademuz posee vocación rural...

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    Detalle del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

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    Camino junto a la ribera del Turia a su paso por Torrebaja (Valencia), con detalle de un bosquecillo de chopos blancos o álamos (Populus albus), 2015.

                En nuestro paseo de invierno pasamos bajo el puente de la carretera nacional de Manzaneruela a Torrebaja, continuando por el camino de la ribera derecha del Turia, aguas arriba hasta la Canal. La Canal es un artilugio en forma de tubo metálico con pasaderas que atraviesa el río en esta parte, llevando el agua de riego de la acequia de la Masada al Otro Lado, que es ya Ademuz. El tubo puede subirse o bajarse mediante una manivela, para evitar lo arrastre la corriente en caso de una crecida del río, lo que ha sucedido muchas veces –en especial cuando la canal era de madera-. El derecho consuetudinario establece que la parte del Otro Lado se riegue con el agua sobrante de dicha acequia. Impresiona ver estas grandes acequias, y la cuadrícula de las fincas, resultado de la Concentración Parcelaria llevada a cabo en el término hace unos años. Es de lamentar que la mayoría de fincas se hallen abandonadas, por falta de agricultores y brazos que las pongan en marcha: ¡La agricultura no renta! –exclamarán los lugareños, y no sin razón-. La tierra de la zona es buena, resultante de los arrastres aluviales y el microclima del valle, relativamente benigno, aunque continental. Y el agua abundante, pudiendo utilizarse la del Turia y su afluente el Ebrón. Sin embargo, la mayoría de los campos están abandonados, sólo quedan algunas fincas con viejos frutales (manzanos) y los cultivos de maíz y alfalfa como forraje para los animales, y ello porque están subvencionados. Durante un viaje a Galicia recuerdo que por la zona castellana se veían grandes fincas con maíz, ¡regadas por aspersión! Yo pensaba en los fecundos campos de Torrebaja y en sus aguas desaprovechadas, y me entristecía... Porque el agua es, y lo será todavía más en el futuro, uno de los mayores activos de la comarca. Así lo reconocía ya el ilustrado abate Cavanilles(1745-1804) en sus Observaciones (1797): Gozan las tierras de Ademuz aguas abundantes y puras, y un cielo despejado.

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    Detalle de la Canal sobre el Turia en Torrebaja (Valencia), que lleva el agua de la acequia de la Masada al Otro Lado (Ademuz), 2015.

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    Detalle de acequia de riego en Torrebaja (Valencia) a la altura de la Canal, con detalle de las naves del Parque Artesanal al fondo (2015).

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    Vista general del caserío de Mas de los Mudos (Castielfabib), desde la Canal en Torrebaja (Valencia), 2015.
                Desde la Canal hasta el Cau el camino sirve de divisoria de términos: a la derecha queda Ademuz y a la izquierda Torrebaja. El camino lleva a la carretera nacional de Cuenca-Teruel, saliendo a esta a la altura de los Pilones, poco antes de la aldea de Mas de los Mudos (Castielfabib). El territorio de la margen derecha del camino decía que es término de Ademuz, los propietarios se negaron a forma parte de la Concentración Parcelaria de Torrebaja y sus fincas quedaron sin concentrar, lo que se evidencia en el mayor abandono de esta partida y en la multitud de parcelas. La partida de la zona final del camino, antes de salir a la carretera nacional, se denomina el Cau, aludiendo al cauce del Turia que una vez pasó por allí. El río hacía un gran meandro que cruzaba el valle, de monte a monte, produciendo grandes desastres cuando el río se salía. Esta fue la razón de que a finales del siglo XIX o principios del XX, según proyecto de 1887, los propietarios de fincas en la zona decidieran actuar, cortar la sinuosidad y echar el río por la ladera oriental del valle, tal como puede verse en la actualidad. En recuerdo de aquellos trabajos quedó un mojón trifinio junto al camino, entre éste y la carretera. La hita marca los límites municipales de Ademuz (este), Castielfabib (oeste) y Torrebaja (sur). El nombre de la partida, el Cau, evoca el antiguo trazado del río...[8]

                Todos los lugares, por pequeños y humildes que sean tienen su historia... El Rincón de Ademuz posee además un rico patrimonio -natural y paisajístico, cultural y arquitectónico-, resultado de una peculiar orografía y de su larga trayectoria como comarca, gestada por la propia geografía y por la historia. La crisis que actualmente padece tiene raíces propias, exacerbadas por la propia crisis general del país. En estos casos, los eslabones más débiles de la cadena económica son los que más sufren. La administración es consciente, prueba de ello han sido las múltiples actuaciones llevadas a cabo en la zona, por ejemplo la Concentración Parcelaria de Torrebaja en el sector agrario. Aunque no se observe ningún beneficio aparente, la huerta posee amplios caminos, acequias de cemento y buenas comunicaciones. Faltan más ayudas, sin embargo, pues aunque las fuentes de producción tradicionales parezcan agotadas, todavía tienen mucho que ofrecer; quizá haya que explotarlas de otra forma, con otros productos y novedosas formas de cultivar. Lo más importante es frenar la despoblación de los municipios y el deterioro de los servicios, conservar los que tenemos y discurrir acerca de nuevas fuentes de riqueza basadas en la naturaleza y el medio ambiente, ya que los recursos disponibles son abundantes y variados. En cualquier caso, ya lo apuntaba Rodrigo Alfonso en las conclusiones de su trabajo: En tanto esperamos “una situación más favorable”, lo prioritario es "conservar lo presente e incrementar la calidad de vida en el futuro”, para lo cual “deben emprenderse acciones decididas y coordinadas” desde el ámbito privado y la administración.[9] Pues esperar que la comarca se levante y camine por sí misma es sencillamente imposible… Con todo, me pasa lo que al polifacético sabio alemán Albert Schweitzer (1875-1965): A la pregunta de si soy optimista o pesimista, yo respondo que mi conocimiento es pesimista, pero mi voluntad y mi esperanza son optimistas. Porque contra todo pronóstico, aunque las perspectivas para nuestra comarca fueran terroríficas, que lo son, cabe mantener la esperanza…

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    Detalle de acequia de riego y sifón, obras correspondientes a la Concentración Parcelaria de Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

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    Detalle del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

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    Detalle del puente que salva la vega del Turia, correspondiente a la variante de la CN-330 de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), en la partida del Reguero (2015).

                Fin del paseo y regreso al pueblo.
                Llegados a la umbría del Cau, damos la vuelta y regresamos al pueblo... Por la carretera no cesan de pasar vehículos en uno y otro sentido. La aldeita de Mas de los Mudos queda poco más adelante, junto a la vía. Se trata de un puñadito de casas desarrollado junto al antiguo camino de Ademuz a Teruel, asentándose allí los cultivadores de los campos aledaños, quizá para no tener que desplazarse cada día desde Torrebaja, Torrealta, Mas de Jacinto...
                Andamos un trecho por el mismo camino que hemos venido, pero en vez de continuar por el de la Canal tomamos otro que nace a la derecha. La pista discurre junto a un drenaje que queda a la izquierda, anegado de agua, eneas y carrizos secos. Se trata de una zona húmeda con muchos manantiales, siendo esta la razón de que poco después de la guerra civil se construyera aquí un gran canal subterráneo que discurre por el centro del valle, de norte a sur. La conducción todavía es útil, y sirve para drenar las humedades de las fincas, y para vaciar el agua de las otrora frecuentes riadas. Poco más adelante pasamos frente al sifón que hace la acequia de la Masada para salvar el camino. La vía es amplia, el piso de tierra y grava apisonada. El sol poniente baja con rapidez en este tiempo invernal. Frente a nosotros queda el puente mediante el que la carretera de Manzaneruela a Torrebaja salva la vega del Turia.

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    Vista de la bajada del Pasillo en Torrebaja (Valencia), con detalle del pilón de la Virgen del Pilar (2015).

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    Vista del muro que se está construyendo en Torrebaja (Valencia), frente a las Casas de la Venta, con detalle del pilón de la Virgen del Pilar (2015).

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    Vista del muro que se está construyendo en Torrebaja (Valencia), frente a las Casas de la Venta (2015).

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    Vista del muro que se está construyendo en Torrebaja (Valencia), frente a las Casas de la Venta, con detalle de la hornacina reservada para la imagen de san Antonio de Padua (2015).

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    Vista del muro que se está construyendo en Torrebaja (Valencia), frente a las Casas de la Venta (2015).
                Pasamos bajo el viaducto, con la vista puesta en el caserío de Torrebaja, que se halla al fondo. El camino que venimos siguiendo aboca al del Reguero, prolongación de la bajada del Pasillo hasta la ribera del Turia. Continuamos por la derecha, hasta el pilón de la Virgen del Pilar. A esta hora de la tarde la zona ya está en umbría, aunque es media tarde, pues los obreros que levantan el muro de la Venta todavía están trabajando. El esfuerzo del trabajo debe calentarles de alma, pues no parecen experimentar frío. Al pasar junto a ellos nos saludamos de nuevo, ellos con el cansancio del día dibujado en el rostro. En la parte de la huerta, margen izquierda del camino, hay un ganado de ovejas paciendo, sonido de esquilas... Encaramos la costanilla de la calle Fuentecillas, pasando junto a la fuente nueva. Conforme nos acercamos al pueblo percibos el familiar aroma de leña quemada, tal vez de pino mezclada con manzano o almendro. No vemos a nadie, la gente debe estar en su casa, recogida, al amor de las estufas, braseros y calefacciones... También nosotros nos recogemos, buscando el calorcito del hogar. ¡Y si Dios quiere, mañana será otro día! Vale.

    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.





    [1] SÁNCHEZ GARZON, Alfredo. La “fuente de los Pobres” en Torrebaja, un receso en el Camino Real, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/11/la-fuente-de-los-pobres-de-torrebaja-un.html, del sábado 19 de noviembre de 2011.
    [2]SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El censo eclesiástico de 1878 en el lugar de Torrebaja (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/10/el-censo-eclesiastico-del-lugar-de.html, del lunes 24 de octubre de 2011.
    [3] ID. Acerca del bombardeo de Torrebaja del 26 de noviembre de 1938: aportación al conocimiento de la Guerra Civil (1936-39) en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2009, vol. III, pp. 17-33.
    [4] ID. Desde el Mirador del Castillo de Ademuz, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/11/desde-el-mirador-del-castillo-de-ademuz.html, del sábado 8 de noviembre de 2014. ID. Desde el Mirador del Castillo de Castielfabib, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/12/desde-el-mirador-del-castillo-de.html, del jueves 4 de diciembre de 2014.
    [5]ID. El camino de la “Vera Cruz” a su paso por el Rincón de Ademuz, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/09/el-camino-de-la-vera-cruz-su-paso-por.html, del martes 11 de septiembre de 2012.
    [6]ID. Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, p. 245.
    [7]BURILLO-CUADRADO, Mª Pilar, BURILLO-MAZOTA, Francisco y RUIZ-BUDRÍA, Enrique. Serranía Celtibérica (España). Un proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo,Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural, Campus de Teruel, Parque Arqueológico de Segeda, Servicio de publicaciones de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2013, 36 páginas Vid SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz ya la “Serranía Celtibérica” de España, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2015/01/el-rincon-de-ademuz-y-la-serrania.html, del lunes 5 de enero de 2014.
    [8]SÁNCHEZ GARZON, Alfredo. Desviación de un trozo del río Turia frente al pueblo de Torrebaja (1887), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, pp. 299-302.
    [9]RODRIGO ALFONSO, Alfredo. El Rincón de Ademuz: análisis geográfico comarcal, Valencia, 1998, p. 240.

    PROPUESTAS DE FUTURO PARA EL RINCÓN DE ADEMUZ (I).

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    Una mirada retrospectiva al “Análisis Geográfico Comarcal”
    de Carles Rodrigo Alfonso (1998)


    “[El Rincón de Ademuz] un territorio unitario,
    una comunidad histórica
    con orígenes que pueden remontarse
    en su actual configuración al siglo XIII”
    CarlesRodrigo Alfonso-.



                Fue durante los Primeros Encuentros en el Medio Rural celebrados en Torrebaja (Valencia), a finales de otoño de 1998 cuando conocí a Carles Rodrigo Alfonso(Valencia, 1964). Coincidimos en el stand de publicaciones que la Asociación para el Desarrollo Integral del Rincón de Ademuz (ADIRA). Yo estaba atendiendo la caseta de la asociación y él venía de presentar su libro Rincón de Ademuz: análisis geográfico comarcal (Valencia, 1998). Carles me propuso hacer un intercambio, yo le regalaba un cartapacio con mis artículos en Diario de Teruel editados por la asociación y él me regalaba su libro. Conservo aquel ejemplar con gran cariño, pues además de que la obra constituye para mí un texto de cabecera que me ilustra e inspira cuando escribo sobre la comarca, contiene una afectuosa dedicatoria del autor: Para Alfredo, compañero en la tarea de “descubrir” el Rincón. C. Rodrigo, 25 de octubre de 1998. Algún día habrá que valorar la actuación de aquella agrupación, uno de cuyos logros fue la edición de este estupendo trabajo...

                Los lectores de mis artículos sabrán que muchas veces cito la obra de este autor, ya que para mí constituye uno de textos más completos escritos sobre la comarca, publicado cuando la bibliografía sobre la zona era muy escasa. Juan Piqueras, profesor de Geografía de la Universidad de Valencia así lo atestigua en el prólogo de la obra: “Carles Rodrigo, geógrafo de profesión y de vocación, es un valenciano de las tierras bajas que ha subido hasta aquí desde Valencia y ha sentido la fascinación por el Rincón de Ademuz. Antes de ponerse a escribir ha leído todo o casi todo lo que había ya escrito sobre esta tierra, que no era mucho. Y, lógicamente, le ha sabido a poco. Por eso, animado por la curiosidad del saber y el conocer, ha viajado y visitado hasta el último paraje... [...] Ha convivido con las gentes, ha establecido contactos que luego se han traducido en amistades, y al final, ha acabado sintiéndose él mismo un miembro más de esta colectividad, con la que ha adquirido un compromiso muy personal”. Prueba de ello es este libro, cuya “intención rebasa la mera transmisión de conocimientos y vivencias para adentrarse en el terreno de las propuestas que puedan mejorar las condiciones de vida de las gentes del Rincón (de Ademuz)”, termina diciendo el prologuista.

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    Portada del libro "El Rincón de Ademuz: análisis geográfico comarcal" (Valencia, 1998),  obra de Carles Rodrigo Alfonso. Tamaño 17x24 cm; 252 páginas (2015).

                El libro resulta ser todavía “el más actual y completo que jamás se haya escrito” sobre el tema en la comarca, pues además de analizar de forma pormenorizada la geografía de la zona en relación con la historia, la actividad económica y la demografía, establece un amplio abanico de proposiciones, que son las que vamos a permitirnos exponer y analizar a continuación. Hace poco volví a releer algunas páginas de este libro, las relativas a las propuestas de futuro y las conclusiones;[1] pues es en el periodo invernal, estando bajo mínimos, cuando más se evidencia la severa realidad del Rincón de Ademuz, su retraimiento y orfandad.


                Propuestas de futuro para el Rincón de Ademuz.
                El autor comienza por reconocer la enorme dificultad que entraña “la elaboración de un proyecto de futuro para el Rincón (de Ademuz)”, al tiempo que justifica el esfuerzo que ello supone por dos razones básicas, de un lado “una nueva actitud desde la administración” y de otro, “por el empeño de al menos un sector de residentes”.
                No cabe duda que la administración autonómica ha cambiado su forma de ver y percibir ese trozo de territorio valenciano situado fuera de su provincia, entre Cuenca y Teruel, prueba de ellos son las cuantiosas inversiones públicas habidas en los últimos años en la comarca. Pero también cabe reconocer que la actitud de los propios rinconademucenses hacia su tierra ha variado, desde la resignación y la apatía de los años inmediatamente posteriores a la gran emigración de los años sesenta hasta las posturas más activas y entusiastas de hace unos años, incluso de la actualidad. Este “sector de residentes” está formado por gente de edad intermedia, muchos de ellos padres con hijos pequeños o en la adolescencia, conscientes de que ésta es su tierra y de que quieren vivir aquí; y ello no sólo porque la aman, sino porque creen en sus posibilidades de desarrollo, convencidos de que aquí también se puede vivir y prosperar.
                El autor justifica el diseño de un “plan comarcal de actuación” basándose en esta voluntad de vivir en la zona de cierta parte de la vecindad rinconademucense, propósito que debería establecer “los objetivos, las estrategias y las acciones para conseguirlos”. Ciertamente, el plan que propone no es más que un marco teórico, aunque sólidamente asentado en “el análisis de la actual situación de la comarca y en las circunstancias que han conducido a ella”, lo que supone un profundo conocimiento de “su problemática y sus posibilidades”. El propósito último del proyecto es “estabilizar el actual volumen de población” en la zona, incluso “conseguir un ligero incremento de esta población residente”, rejuveneciendo su media de edad. ¡Ahí es nada, que diría el clásico! Ello nos da entender que el autor ha detectado el problema capital de la comarca, cual es la despoblación, efecto y consecuencia a su vez de sus características generales: montañosa, rural, escasamente poblada y remota. La cuestión del despoblamiento ha sido puesta también de relieve por el estudio que conocemos como “Serranía Celtibérica” de España (2013), territorio parejo al de una Comunidad Autónoma española, ubicado en pleno Sistema Ibérico y enmarcado por tres capitales de provincia –Soria, Teruel y Cuenca-, con una superficie de 63.102,97 km2, habitado por 503.566 habitantes, lo que supone una densidad de población de 7,98 hab/km2, cifra análoga a la que poseen la zona de Laponia en los países escandinavos.[2]La comarca del Rincón de Ademuz se halla incluida en el territorio de la Serranía Celtibérica, pero su densidad de población es todavía más baja, pues apenas alcanza los 6,79 hab/km2,lo que evidencia una dramática situación demográfica.

    Densidad de población de los municipios del Rincón de Ademuz (2013).
    Municipio
    Extensión
    (km2)
    Población (habitantes)
    Hombres/Mujeres
    Densidad
    Población (Hab/km2)

    ADEMUZ
    100,66
    1.203 (640/563)
    11,95
    CASASALTAS
    15,89
    159 (83/76)
    26,99
    CASASBAJAS
    22,61
    213 (111/102)
    9,42
    CASTIELFABIB
    106,27
    262 (129/133)
    2,46
    PUEBLA DE SAN MIGUEL
    63,72
    75 (43/32)
    1,17
    TORREBAJA
    4,82
    445 (235/210)
    92,32
    VALLANCA
    56,49
    159 (88/71)
    2,81
    TOTAL
    370,46
    2.516 (1.329/1.187)
    6,79 hab/km2
    Datos de población tomados del INe (2013). Elaboración propia.

                Consciente de los déficit de la comarca, el autor advierte que las propuestas anteriores deberían completarse “con un crecimiento del nivel y calidad de vida”, para lo cual debiera estimularse “el desarrollo de un sistema productivo eficiente”, lo que supondría aumentar “la ocupación laboral” y “la dotación de todo tipo de servicios, incluidos los culturales”.
                De todo lo anterior puede deducirse que la ubicación geográfica de la comarca –zona de montaña, escasamente poblada y rural- se halla relacionada con la demografía y la elevada media de edad de sus habitantes, lo que a su vez explica la necesidad detener la despoblación, asentando la gente a la tierra y potenciando el sistema productivo, aumentando la ocupación laboral, el incremento del nivel de vida y la calidad de los servicios, entre los que deben incluirse los relacionados con la formación y la cultura.


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    Paisaje del Rincón de Ademuz (Valencia), con detalle de una barraca tronco-cónica de piedra en seco en primer plano  y el Pico Castro al fondo (897 m), 2006.

                Previamente a cualquier otra consideración, el autor establece que todo “plan de actuación debe favorecer un modelo de desarrollo sostenible e integrado”, evitando “el agotamiento o empobrecimiento de los recursos locales” y completando “las diferentes actividades y sus efectos multiplicadores”. De ahí que todo plan sobre la zona deba contener factores como el sostenimiento y la unificación de los recursos. Respecto a los criterios básicos para el desarrollo del plan de actuación, nos propone las medidas siguientes –que pueden verse como la sistematización de una tormenta de ideas-:

    ** 1] Cooperación intermunicipal, para afrontar los problemas comunes derivados de la baja demografía: implantando formas de gestión mancomunada.
    ** 2] Ordenación del territorio municipal y comarcal, reformulando los usos del suelo, por ejemplo.
    ** 3] Explotación preferente de los recursos potenciales de la zona: entorno natural, actividades agrarias y forestales, recursos humanos, patrimoniales y culturales.
    ** 4] Potenciación del medio ambiente, principal recurso de la comarca: limitando el impacto ambiental de las actividades económicas, el consumo del suelo y la generación de residuos.
    ** 5] Renovación de la estructura socioeconómica: modernizando las actividades agropecuarias y su comercialización, fomentando de actividades agropecuarias alternativas, manteniendo, recuperando y conservando el medio natural (forestal), desarrollando la red turística, fomentando una pequeña infraestructura industrial y comercial local, implantando nuevas tecnologías de comunicación y mejorando las existentes.

                Expuestas las medidas para el desarrollo del plan de actuación, que no es poco, surge la pregunta, ¿cómo se hace todo esto, de donde deben provenir las fuentes de financiación para llevarlas a cabo? La exposición de las medidas propuestas, sin embargo, es básica, ya que supone un estudio previo de la situación, un diagnóstico y una propuesta de tratamiento –cual si la comarca fuera un paciente, alguien o algo enfermo-. Respecto a la “Cooperación intermunicipal”, resulta evidente que para afrontar los problemas de la despoblación no queda otra solución que asociarse para la gestión de los servicios comunes: gestión municipal, recogida de residuos sólidos urbanos, abastecimiento de aguas, etc. Baste observar que para las municipales en algunos pueblos ya está resultando difícil encontrar personas con que completar las listas electorales, hasta el punto que de seguir la dinámica demográfica todos nuestros pueblos acabarán siendo concejos abiertos. Pongámonos la mano en el pecho y seamos sinceros, ¿es preciso mantener siete ayuntamientos para gestionar un territorio de 370 km2habitando por apenas 2.500 habitantes? En realidad son menos, ya que una parte de los censados pasan la mitad del año fuera de la comarca. Sigo preguntando, ¿no sería mejor habilitar un edificio ya existente en alguno de los siete municipios comarcanos donde ubicar la gestión conjunta de todos ellos? Con los medios telemáticos actuales ello sería factible. Esto no significaría pérdida de la identidad municipal, pues cada municipio podría y debería seguir siendo él mismo, generando un gran ahorro en todos los ámbitos, tanto en recursos humanos como en infraestructuras, luz, calefacción, refrigeración, mantenimiento, etc. Lógicamente, el personal sobrante habría que reconvertirlo... Yo no sé cómo ni de qué manera, habría que pensarlo. Pero resulta evidente que no podemos seguir consumiendo un producto que podemos comprar por la tercera parte de lo que nos cuesta producirlo. Conste que no estoy diciendo de la desaparición física de los municipios, como se ha realizado en otros lugares de la Unión Europea, sino de la gestión conjunta de los recursos administrativos municipales de la comarca. Aunque es evidente que en España sobran Ayuntamientos, ya que de los 8.116 actualmente vigentes, 1.070 poseen menos de 100 habitantes. A tenor de la dinámica demográfica cabe pensar que en el curso de los próximos cinco-diez años algunos de los pueblos de la comarca se encontrarán entre esos ayuntamientos españoles con menos de un centenar de habitantes, lo que pondrá en entredicho su continuidad como entidad municipal. Esto ya sucedió en los años cuarenta del siglo XIX, en que Torrealta, pueblo con consistorio y término propio tuvo que adscribirse al más próximo, Torrebaja, por no reunir los 30 vecinos que marcaba la ley. 


    Un paso más sería la constitución de un Pleno de la Mancomunidad, a modo de Ayuntamiento Comarcal, en el que cada municipio tuviera uno, dos o más representantes, en función de su extensión y censo. En cualquier caso, la Mancomunidad “debería tener capacidad de actuación en aquellas cuestiones que sobrepasan el ámbito municipal y con ello superar el problema de las escasas dimensiones demográficas municipales”; pues el problema sigue siendo el mismo, la baja densidad de población (6,79 hab/km2). Las funciones básicas de esta entidad supramunicipal debieran ser, “la gestión compartida en cuestiones relacionadas con la ordenación del territorio, la promoción económica, la dotación de servicios y la política cultural”. La expresión práctica de estas cuestiones podría estar en la creación de una Agencia de Desarrollo Local eficiente y sus funciones prácticas: información, formación, asesoramiento, gestión-tramitación, empleo, etc.


    Corrales y parideras en el camino de Val de la Sabina a Sesga en Ademuz (Valencia), 2003.

              Respecto a la “ordenación del territorio municipal y comarcal”, el asunto se hace especialmente necesario en lo que hace a las actividades agrícolas, ganaderas e industriales. No puede ser que cada municipio tenga su poligonito industrial, de la misma forma que ciertas actividades industriales no pueden desarrollarte dentro del casco urbano. Me consta que en un pasado reciente hubo intentos por parte de los ayuntamientos locales de construir un espacio comarcal dedicado a las actividades industriales que actualmente tienen lugar en la zona o pudieran desarrollarse en el futuro. Pero no fue posible, cada municipio quiso arrimar el ascua a su sardina y no hubo entendimiento, prevaleciendo la mentalidad localista y aldeana de siempre... Torrebaja construyo su Parque Artesanalen Los Llanos y Ademuz anda en la delimitación del suyo.

                Respecto de la “explotación preferente de los recursos potenciales de la zona”, el autor estima que estos son el entorno natural, las actividades agrarias y forestales, los recursos humanos, así como los patrimoniales y culturales. No resultará difícil ponerse de acuerdo en que el “entorno natural”, digamos el medio ambiente, los cielos despejados y las aguas abundantes de que hablaba Cavanilles (1797), constituye el mayor potencial de nuestra comarca. Lo primero es valorar estos recursos, lo segundo delimitarlos y protegerlos, para finalmente explotarlos. El proceso ha comenzado con la delimitación y declaración de ciertas áreas de especial interés, como el Parque Natural de Puebla de San Miguel, en el que se incluyen zonas específicas como el “Mirador de Mirar Bueno” y “Las Blancas”[3]o la delimitación de la “Muela de los Tres Reinos” como Paraje Natural Municipal,[4] a los que deberán seguir otros. Las actividades agrarias y forestales han constituido los recursos económicos tradicionales del sector primario en la zona, lo que se hace evidente recorriendo las distintas zonas del regadío y en el secano de nuestros municipios. El sentir general, sin embargo, es que la agricultura y la ganadería no son rentables, lo que justifica su abandono y casi desaparición como actividad económica en la zona. Pero es justamente la tarea agraria y ganadera las que mantienen casi en exclusiva la economía de ciertos municipios, aunque residualmente. En relación con lo que estamos comentando hay unas palabras de Iñiguez Ortiz (1924), que resulta perfectas, además de premonitorias, para definir la situación del Rincón de Ademuz y la causa de sus problemas:
    • Los países de suelo pobre y clima ingrato, cuando no son mineros o industriales, tienen una producción escasa que fatalmente limita el número de pobladores. Cuando en esas regiones la natalidad supera la mortalidad, emigra el exceso de población en busca de sol y de pan; y si nuevas fuentes de producción y riqueza no modifican la economía del país, transcurren los años y los siglos sin que inmigre ningún grupo de familias.[5]

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    Detalle de carro de varas con ruedas adaptadas en Ademuz (Valencia), 2003.

                Nuestra zona no es minera ni industrial, su suelo es pobre y escaso, excepto en las zonas de regadío, y el clima poco grato, típicamente continental: veranos cortos y calurosos e inviernos largos y fríos. La producción fue siempre escasa, y la economía familiar y de sobre vivencia. Dichas circunstancias limitaron siempre el número de habitantes, hasta el punto de que en el siglo XVII la población era similar a la actual, incluso algo superior. Sólo en los años veinte del pasado siglo XX la zona alcanzó su clímax poblacional, con algo más de 11.000 habitantes (1920). Los recursos se hallaban entonces al borde de la explotación, con todas las tierras susceptibles de cultivo roturadas, incluso las laderas de cerros y montañas. Fue en ese tiempo cuando la natalidad superó la mortalidad, siendo este el motivo y el comienzo de la emigración del exceso de población en busca de pan, antes que de sol y de cielo. Hubo un momento en los años cuarenta y cincuenta en que la producción y exportación de manzanas autóctonas supuso la posibilidad de una fuente de riqueza impensable, aunque la situación duró poco, ya que la coincidencia en el tiempo con el desarrollismo español de los años sesenta y la creación de grandes zonas de cultivo propiciaron la emigración masiva de estos pueblos, y su vaciamiento. La extensión del minifundio y el arraigado sistema de producción familiar impidieron su adaptación a las nuevas exigencias de producción y comercialización...

                Sigue diciendo:
    • En estas condiciones se encuentran muchos valles de la cordillera ibérica. Gentes fecundas y dotadas de enorme vitalidad, sin más ingresos que los limitados de la agricultura y la ganadería, cada año envían al llano, a las ciudades o a América numerosos emigrantes sin recibir en su seno otros elementos extraños que algún comerciante, el maestro de escuela y el sacerdote, todos los cuales influyen algo en la cultura, pero casi siempre son incapaces para modificar las ideas y sentimientos ancestrales.[6]

                Si leemos con atención veremos que está retratando la situación de la celtiberia en general y de nuestra comarca en particular. Pues ese fue el comienzo de la emigración a las grandes ciudades españolas y a América.[7]Comerciantes, maestros, médicoS, sacerdotes... fueron prácticamente los únicos elementos foráneos que recibían las cerradas comunidades rurales de entonces. Los emigrantes que marcharon a las ciudades en su mayoría no regresaron, fue un viaje de ida; sólo algunos de la emigración americana retornaron; en cualquier caso su influencia fue insuficiente “para modificar las ideas y sentimientos ancestrales” de nuestras gentes. Estamos diciendo, obviamente, de la emigración de los años veinte y treinta del pasado siglo. La de la segunda mitad de la centuria, años cincuenta, sesenta y setenta tuvo otras características, pero en el fondo fue lo mismo. La mayoría de los que se marcharon a Europa regresaron a España, pero los que marcharon directamente de los pueblos a las ciudades, no volvieron, o lo hicieron ya jubilados.

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    Acceso de corral en Casasaltas (Valencia), con detalle de un cubo de plástico a la entrada (2003).
               Sánchez Jiménez(1975) lo dice de otra manera, pero al fin resulta lo mismo:
    • Cuando la libertad no es posible porque no hay opciones y la seguridad se enrarece porque falla el trabajo o las perspectivas de futuro, el espacio en que se vive se vuelve inhóspito y consiguientemente el hombre emigra. A pesar de todo, el despoblado continúa manteniendo su personalidad también hoy en que el porvenir de la vida rural cambia... [...] Las formas de vida rural están en transición o cambio, pero no es el agricultor ni el hombre rural el principal responsable de la crisis de la agricultura en una coyuntura concreta que él no ha producido, ni controlado ni apenas colaborado en su desarrollo.[8]


    A propósito de la emigración, uno no puede por menos que preguntarse, ¿por qué se marchó realmente la gente de nuestros pueblos, cuáles fueron los motivos sustanciales que les empujaron al éxodo? El mismo autor anota las causas y factores más o menos relevantes de emigración, distribuyéndolos entre “sociales o parasociales” y “económicos”, según un estudio previo referido a la provincia de Segovia (Roberto Sancho Hazack, s/f)):


    Factores más relevantes de emigración

    Sociales o parasociales
    Económicos
    Deseo de que mejoren los hijos
    Dificultades económicas personales
    Dureza de la vida del campo
    Deseo de ganar más
    Falta de ambiente “agradable” en los pueblos
    Falta de trabajo o irregularidad del mismo

    Factores menos relevantes de emigración

    Sociales o parasociales
    Económicos
    Malas condiciones de vivienda
    Irregularidad de ingresos
    Deseo de estar con otros familiares ya emigrados
    Irregularidad de las producciones
    Poco cariño por la agricultura

    Poco cariño por el pueblo

    Elaboración propia: tomado de Sánchez Jiménez (1975).

    En líneas generales, en el cuadro propuesto pueden verse las causas y factores más relevantes de emigración en los años sesenta y setenta en España.[9]Hoy habría que revisarlos, incluyendo entre las variables el factor edad y el estado social, y distinguiendo entre jóvenes y solteros, por un lado y entre adultos y casados con hijos, por otro. Entre los primeros, las causas y factores de emigración podrían encontrarse en la “Dureza de la vida del campo”, el “Poco cariño por la agricultura”, dada su escasa rentabilidad, la “Falta de ambiente agradable en los pueblos”, incluyendo en este apartado la dificultad para relacionarse y de encontrar pareja, y el “Deseo de ganar más” –por este orden-. Entre los últimos, quizá sean el “deseo de que mejoren los hijos” y la “falta de trabajo o irregularidad del mismo” las causas y factores que les llevan a emigrar. Para comprobarlo, cabría hacer un estudio al respecto en la zona...


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.




    [1] RODRIGO ALFONSO, Carles. El Rincón de Ademuz: análisis geográfico comarcal, Valencia, 1998, pp. 226-240.
    [2] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. El Rincón de Ademuz y la “Serranía Celtibérica” de España (y II), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2015/01/el-rincon-de-ademuz-y-la-serrania_5.html, del lunes 5 de enero de 2015.
    [3] ID.“Las Blancas” de Puebla de San Miguel (Valencia), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/09/las-blancas-de-puebla-de-san-miguel-i.html, del lunes 15 de septiembre de 2014.
    [4] ID. “La Cruz de los Tres Reinos”, historia y mito en el paisaje, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2014/10/la-cruz-de-los-tres-reinos-historia-y.html, del miércoles 15 de octubre de 2014.
    [5] IÑIGUEZ ORTIZ, Mariano. “Ritos celtibéricos. Las fiestas de San Pedro Manrique. I: La hogueras de San Juan. II: Las móndidas”, Sociedad Española de Antropología, Actas y Memorias, 3, Madrid, 1924, p. 57. Citado por BURILLO-CUADRADO, Mª Pilar, BURILLO-MAZOTA, Francisco y RUIZ-BUDRÍA, Enrique. Serranía Celtibérica (España). Un proyecto de Desarrollo Rural para la Laponia del Mediterráneo,Instituto Celtiberia de Investigación y Desarrollo Rural, Campus de Teruel, Parque Arqueológico de Segeda, Servicio de publicaciones de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2013,
    [6] Ibídem.
    [7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. De Torrebaja a los Estados Unidos de América en los años veinte, en http://sanchezgarzonalfredo.blogspot.com.es/2013/12/de-torrebaja-los-estados-unidos-de.html, del jueves 13 de diciembre de 2013.
    [8]SÁNCHEZ JIMÉNEZ, José. La vida rural en la España del siglo XX, Editorial Planeta, Barcelona, 1975, pp. 6-7. 
    [9] Ibídem, p. 86.

    PROPUESTAS DE FUTURO PARA EL RINCÓN DE ADEMUZ (y II).

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    Una mirada retrospectiva al “Análisis Geográfico Comarcal”
    de Carles Rodrigo Alfonso (1998)


    ---->> Viene de: I.

                Centrándose en los procesos productivos, el autor establece el siguiente Catálogo de Actuaciones, por sectores:
                A] Actividades agropecuarias implantadas: aquí propone la constitución de un Consejo Agrario Comarcal, entidad en la que estén representados los agricultores-ganaderos de la comarca y sus diversas asociaciones (comunidades de regantes, cooperativas...), que en estrecha colaboración con la oficina comarcal de la OCAPA contribuyan al desarrollo del sector. Dicho Juntadebería tener competencia en las siguientes actuaciones:
    **Mantenimiento de los recursos hídricos, mediante el control de su explotación y la incidencia en la mejora de infraestructuras y técnicas de riego.
    **Elaboración de un catálogo de tierras por capacidades de acogida y uso de cultivos, para facilitar sus posibilidades de actuación.
    **Creación de un fondo de tierras comarcales que facilite la vinculación entre oferta y demanda –a modo de banco de tierras-: para disminuir su abandono y mejorar las explotaciones existentes, a la vez que facilitar el acceso de la tierra por parte de los agricultores jóvenes en sistema de coto cerrado, en bloque.
    **Incentivar el cultivo en común.
    **Facilitar el contacto entre personas del sector con el fin de optimizar la utilización de la maquinaria existente.
    **Incrementar la implantación de los seguros agrarios.
    **Fomento del asociacionismo y el cooperativismo.
    **Apoyo a la realización de cursos de formación agrícolas y ganaderos.
    **Informar acerca de las subvenciones a nuevas empresas o explotaciones y a la renovación tecnológica.
    **Contribuir en la difusión de otras alternativas agropecuarias.
    **Promocionar la producción y comercialización local tanto a través de su difusión como mediante la creación de una marca comarcal.
    **Incentivar la transformación de productos agropecuarios en la zona.
    **Impulsar la gestión común de parte del proceso productivo.
    **Seguimiento del posible impacto ambiental de las explotaciones ganaderas intensivas.
    **Coordinar la eliminación de los residuos ganaderos y otros problemas derivados.

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    Detalle de rulos de paja en Mas del Olmo-Ademuz (Valencia), 2006.

    B] Fomento de actividades agropecuarias alternativas, tales como:
    **Recuperación de variedades tradicionales que contribuyan a completar la imagen de marca comarcal: frutales, legumbres, hortalizas, especies ganaderas, etc.
    **Agricultura y ganadería ecológicas: favorecidas por las abundantes tierras escasamente contaminadas, aguas de regadío propias, con posibilidad de producir piensos baratos y de calidad para la ganadería.
    **Nuevas formas de explotación ganadera, tanto en especie cinegéticas como en piscicultura (peces, cangrejos...), ambos con potencial en la zona.
    **Nuevos cultivos no implantados hasta ahora en la comarca.
    **Otras formas de explotación acordes con las características de la comarca: asociacionismo, servicios de agricultura y gestión de explotaciones para personas no residentes en la zona, organización de agricultores para afrontar el previsible abandono de las tierras.
    **Valoración de productos locales, lana, miel, mediante su transformación o envasado.

    C] Mantenimiento y expansión del medio forestal, conscientes de que dos tercios del territorio comarcano corresponde a superficie forestal:
    **Incremento de los trabajos de conservación y vigilancia de los espacios forestales.
    **Apoyo al desarrollo de cooperativas u otras formas de gestión local en la conservación, prevención y lucha contra incendios, en beneficio de la autogestión local.
    **Alternativas productivas que completen la actividad maderera y ganadera como aprovechamientos forestales: obtención controlada de aromáticas, recogida de trufas, setas, leña para combustible, y de la apicultura.
    **Mantener e incentivar la actividad ganadera en ciertos espacios.
    **Realización de un Plan de Ordenamiento de Aprovechamientos que permitan mantener los existentes y potenciar todo lo que pueda constituir un motor de actividades lúdicas, contribuyendo al desarrollo del turismo.

    Respecto al último punto, a partir de un catálogo de recursos disponibles se propone el diseño de un Plan Conjunto de Ordenamiento que contemplara los espacios de interés ya existentes (áreas protegidas y de valor paisajístico, microreservas de fauna y flora...), junto a una red básica de refugios, áreas de descanso, senderos, puntos de especial interés, miradores, etc.

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    Detalle de construcción tradicional en Negrón (Vallanca), 2006.
    D] Desarrollo de una infraestructura turística: como advierte el autor, “en este campo las posibilidades son notables y los déficit actuales evidentes”.
    **Apertura de un centro de gestión e información turística, cuya función sería conseguir la máxima rentabilidad para las empresas o personas vinculadas al sector en la zona, al tiempo que ofrecer servicios a los visitantes. Entre sus funciones se reseñan: inversiones en el equipamiento del patrimonio cultural y natural (restauración de edificios históricos, construcciones de instalaciones culturales, acondicionamiento y protección de parajes naturales...); ofertar los productos que surjan (itinerarios verdes o culturales, diseño de paquetes turísticos, rutas fluviales...); informar, asesorar, canalizar sobre las ayudas oficiales existentes a la iniciativa privada; generar servicios alternativos (artesanía, guías del territorio, alquiler de vehículos, bicicletas, y animales de montura, caballos...); controlar el cumplimiento de las normas de calidad y desarrollar tareas de formación de personal; promocionar los productos turísticos mediante una marca o identidad comarcal.
    **Apertura de una Oficina de Información Turística Comarcal, vinculada al punto anterior y orientada al visitante, incluyendo tienda con productos típicos de la zona y la relación de los establecimientos comerciales de la comarca, rentabilizando el servicio y potenciando la producción local.
    **Restaurar o rehabilitar los edificios locales de valor arquitectónico o histórico, así como los edificios religiosos, iglesias y ermitas, y otras muestras de la arquitectura civil de naturaleza industrial o práctica (cubos, molinos, fábricas de aguardiente, lavaderos públicos, puentes, etc.).
    **Apertura de pequeños museos: históricos, etnográficos y de interpretación del territorio o actividades locales (forestal, maderera, apicultura, turrón, comercio tradicional...).
    **Creación de alguna granja-escuela o aula de la naturaleza.
    **Trazar una red de senderos que permita recorrer a pie, y al menos parcialmente en bicicleta, la comarca: considerando previamente la adaptación de los caminos tradicionales.
    **Completar las rutas existentes con nuevas zonas de descanso, añadiendo la señalización adecuada en los puntos de interés y acondicionando los miradores, construyendo refugios y manteniendo las instalaciones.
    **Crear la infraestructura de establecimientos de hospedaje de pequeñas dimensiones que completen la red hostelera actual y casas rurales, así como de viviendas en alquiler bien acondicionadas, destinadas a estancias breves.
    **Desarrollar la infraestructura de ciertos establecimientos hosteleros en los que degustar la comida tradicional de la comarca.

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    Detalle de ventanuco en una construcción tradicional de Casasaltas (Valencia), 2006.

    E] Fomento de una infraestructura industrial, a partir de los recursos anteriormente señalados y no obstante las limitaciones del sector.
    **Estudio que analice los productos locales susceptibles de transformación en la zona.
    **Apoyo a iniciativas de transformación de productos agroalimentarios: exención fiscal, subvención municipal y máxima implicación de la administración local.
    **Cursos de formación destinados a la puesta en marcha de proyectos de industrialización autóctonos, formación de mano de obra y cooperativismo, aprovechando las líneas de financiación existentes para este tipo de iniciativas.
    **Control de la localización espacial y del impacto de las iniciativas fabriles existentes y futuras.
    **Creación de una Asociación de Empresarios Comarcales para afrontar de forma conjunta los problemas que afectan al sector.

    F] Apoyo al mantenimiento del sector servicios, singularmente al sector terciario comercial, cuya crisis se acentúa por la baja densidad de población.
    **Implantación de alguna forma de asociacionismo comarcal para afrontar los problemas conjuntos, como cooperativas, publicidad conjunta, etc.
    **Cursos de formación destinados a los gestores de los establecimientos familiares, la mayoría de los de la comarca, de cara a modernizar y mejorar su funcionamiento.

    G] Mejora de las infraestructuras de comunicación por carretera. No obstante las actuaciones llevadas a cabo en las carreteras nacionales de la zona, tal el tramo de la CN-330 de Ademuz a Los Santos o la vía alternativa de  esta misma carretera de Manzaneruela (Landete) a Torrebaja (Valencia), incluso sobre la comarcal 234 de Valencia a Ademuz, quedan por desarrollar y mejorar otras vías locales:
    **La autovía de Cuenca a Teruel, que pasa por el Rincón de Ademuz.
    **La carretera de Ademuz a Vallanca, y su continuación hasta Pedro Izquierdo (Moya), vía Negrón.
    **La de Castielfabib, que parte de la CN-420 y llega hasta El Cuervo (Teuel).
    **La de la CN-420 hasta Arroyo Cerezo (Castielfabib), que lleva a Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón (Teruel). Y la que lleva a Cuesta del Rato y Tormón, vía el Carril y los Rodenos.
    **La de Ademuz a Val de la Sabina, y su continuación hasta Sesga y Mas del Olmo; y la que lleva de Mas del Olmo a Riodeva (Teruel); así como la de Mas del Olmo hasta Puebla de San Miguel, que lleva hasta Losilla de Aras y Aras de los Olmos (Valencia).
    **Mejora de los servicios de transporte públicos, incrementando su frecuencia, completándolos con pequeños vehículos (taxi, microbuses) que comunicaran las distintas poblaciones comarcanas. Dada la escasa rentabiliad de estos trayectos, debería contarse con la ayuda de la administración.
    **Implantación de las nuevas tecnologías de comunicación: telefonía móvil, digitalización de la red, mejora en la percepción de radiotelevisión, y de otras tecnologías que permitan el teletrabajo, de tantas posibilidades para el medio rural.

    Cabe denunciar en este aspecto que la línea de fibra óptica de telefónica que pasa por el Rincón de Ademuz, atravesando incluso el caso urbano de Torrebaja, no es aprovechada por la zona, la cual continua sirviéndose de los cables de cobre de la telefonía tradicional para la comunicación de la banda ancha de internet. En su momento ya se retrasó la instalación de la telefonía en la zona, ahora, en la era digital se retrasa la velocidad en la comunicación.

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    Detalle de picaporte en una puerta de Ademuz (Valencia), 2003.
    H] Mejora de las dotaciones, elemento básico para el desarrollo de la comarca. Entre las necesidades detectadas cabe señalar:
    **Incremento de los Servicios Sanitarios de Urgencia, mejorando el traslado de los enfermos o accidentados al hospital general de Teruel.
    **Incremento de los Servicios Sociales, dotando los existentes de recursos humanos y materiales, e impulsando la gestión de nuevos servicios vía cooperativas.
    **Potenciación de los servicios culturales, a través de la creación de una biblioteca comarcal central adecuadamente ubicada que permita la realización de diversas actividades: consulta y estudio, charlas, conferencias, cursos, exposiciones, cine, teatro, etc.
    **Escuela de adultos, cursos monográficos de formación complementaria, tales como informática, ofimática, etc.

    I] Protección del patrimonio, actuación que debe comenzar por la elaboración de catálogos de recursos y medidas de concienciación de la población local y foránea respecto a esta cuestión, insistiendo en la importancia y “la necesidad de legar a las generaciones venideras un rico patrimonio”, incluso manejando “argumentos económicos como el potencial que constituye para el desarrollo de la actividad turística”.
    Respecto al patrimonio cultural, se destaca:
    **Confección de un catálogo comarcal que recoja todos los puntos locales de interés, incluyendo un plan de estudio y conservación del patrimonio arqueológico.
    **Inclusión del citado catálogo en los instrumentos de ordenación del territorio.
    **Implicación de las administraciones públicas en el desarrollo de proyectos e iniciativas de conservación y restauración de entornos urbanos, edificios singulares, paisajes, etc.
    **Fomento del conocimiento y divulgación del patrimonio comarcal, tanto en el medio escolar como fuera de él, implicando a los lugareños en la preservación del mismo: y esto no sólo en lo que hace al patrimonio histórico-artístico, también en lo más representativo del carácter de las poblaciones, como el aspecto y color de las fachadas de las casas, la arquitectura popular, etc.
    **Realización de cursos de formación en técnicas de constructivas propias de la comarca, destinado a profesionales de la construcción y profesiones afines.
    **Redacción de un plan de intervención en edificios singulares en desuso o deshabitados en creciente deterioro: molinos, rentos o masías, casas parroquiales, etc. Edificios que una vez rehabilitados podrían servir para la instalación de servicios culturales o de promoción del turismo.
    **Integración del patrimonio comarcal en iniciativas de tipo ecoturístico, para mutuo beneficio.

    Respecto al patrimonio natural, se plantea:
    **Elaboración de un catálogo comarcal que recoja los recursos hídricos, la cubierta vegetal, la fauna asociada, etc., registrando simultáneamente tanto los usos y ocupación del suelo como la existencia de puntos contaminantes, vertederos controlados o no, explotaciones mineras, etc.
    **Impulso de fórmulas de protección de la superficie comarcal.
    **Implantar un nuevo modelo de gestión de residuos sólidos para el conjunto de la comarca: recogida selectiva, concentración de los residuos en un punto de la comarca y construcción de planta de compostaje.
    **Disminución del riesgo de incendios forestales: evitando el abandono de las tierras y favoreciendo los cultivos en determinadas áreas que hagan de cortafuegos naturales.
    **Apoyo a la actividad ganadera en determinadas áreas, mediante el mantenimiento de vías pecuarias, corrales y abrevaderos.
    **Mayor apoyo de la administración autonómica y estatal a la local: incluido el mantenimiento de brigadas forestales eficientes de cara a mejorar la conservación de las áreas forestales, incluía la repoblación.
    **Concentración del turismo en áreas recreativas o rutas señalizadas, de cara a disminuir el impacto espacial.
    **Incrementar la concienciación de los escolares respecto de la necesidad de valorar y cuidar el medio natural: charlas específicas, excursiones, folletos educativos, etc.


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    Detalle de animales de compañía a la entrada de una casa en Castielfabib (Valencia), 2006.



    Obviamente, el catálogo de actuaciones propuesto no es específico ni exclusivo para el Rincón de Ademuz, podría servir para cualquier otro territorio de similares características: zona montañosa, rural, escasamente poblada y muy diferenciada. De la misma forma, el catálogo de soluciones pone en evidencia los problemas, parte de cuya solución está en su reconocimiento.


    Comentario y conclusiones.
    En sus orígenes, el territorio del actual Rincón de Ademuz se distribuía en el alfoz de dos grandes villas fortificadas -Ademuz y Castielfabib-, que reunían una relativamente abundante población dispersa en aldeas, rentos y lugares. Varios de aquellos núcleos de población acabaron segregándose de sus territorios matriciales y constituyéndose en municipios independientes -fenómeno que tuvo lugar desde finales del siglo XVII hasta la primera mitad del siglo XIX-: por su ubicación geográfica, Castielfabib fue  perdiendo influencia económica y poblacional, en beneficio de Ademuz y Torrebaja, que se han erigido en centros socioeconómicos, culturales y comunicacionales por su accesibilidad.
    Con todo, el riesgo de desaparición del territorio como entidad comarcal viable continúa... Basta comprobar que su densidad de población real es inferior a 6,79 hab/km2 (2013), similar a la que tuvo en el siglo XVII. Ello hace que el autor destaque la importancia del retroceso demográfico y el saldo vegetativo negativo que padece, a lo que cabe añadir el rasgo de masculinidad y el envejecimiento acelerado de la población; fenómeno que por lo demás afecta a una gran parte del territorio hispano del interior, léase la "Serranía Celtibérica" de España. Por lo demás, la dispersión de los núcleos urbanos y la despoblación general inciden negativamente en el mantenimiento del patrimonio, de las infraestructuras y de los servicios. Se trata, no obstante, de “un territorio con una historia común y unas señas de identidad propias”, lo que debiera servir para esforzarse en su mantenimiento, cual si de una especie en peligro de extinción se tratara.
    Al decir del autor, uno de los mayores condicionantes del territorio es su situación geopolítica (fuera de su provincia de pertenencia, entre Cuenca y Teruel, lo que de alguna forma equivale a decir en tierra de nadie) y su peculiar y extraordinario medio físico. La accesibilidad a la comarca está hoy parcialmente superada: la superación definitiva de este déficit estaría en la construcción del autovía de Cuenca a Teruel. Ambas circunstancias, sin embargo, la han marcado a lo largo del tiempo, cuya historia se remonta a la baja Edad Media (siglo XIII). Respecto del medio físico destaca cuatro elementos: un clima extremado (limitante), un relieve agreste (montañoso), la presencia de varios cauces de fluviales y la variedad de paisajes y usos del mismo. Los factores restrictivos, en tanto inmutables, debieran constituirse en instrumentos de proyección de cara al futuro, convirtiendo lo aparentemente perjudicial en productivo y rentable. No en vano cuenta la zona “con un patrimonio natural y cultural abundante, producto de su medio físico, su historia y la pervivencia hasta fecha reciente de unas formas de vida tradicionales” que debieran valorarse.
    En el conjunto de la economía comarcal, se destaca la importancia presente y futura del sector terciario –aunque alejada de la terciarización de la provincia de pertenencia-: “Su crecimiento reciente no ha sido muy acelerado pero las perspectivas apuntan hacia un notable incremento en los próximos años [...] Se trata de un sector de evidente futuro aunque debe potenciarse mediante el apoyo a la especialización, el incremento de la oferta o el desarrollo de la coordinación y el asociacionismo”. Asimismo, se advierte del “daño padecido por algunos elementos como el patrimonio arquitectónico o el etnográfico” y del “peligro de que la destrucción se acelere en los próximos años” si no se toman las medidas adecuadas.

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    Vista de Torrealta-Torrebaja (Valencia), desde la ribera del Turia (2006).
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    Detalle de fincas en Torrebaja (Valencia), resultado de la Concentración Parcelaria (2005).
     
    En suma: aunque visto en esquema, el Catálogo de Actuaciones propuesto por Rodrigo Alfonso(1998) para salvaguardar la continuidad del Rincón de Ademuz constituye una estupenda base sobre la que comenzar a construir, debiendo destacar en este empeño el esfuerzo de las administraciones públicas y de la iniciativa privada en su consecución, pues muchas de estas actuaciones ya se han llevado a cabo, total o parcialmente. De hecho y pese a la devastadora dificultad demográfica, los pueblos comarcanos han mejorado en todos los aspectos en las últimas décadas, haciéndose irreconocibles, hasta el punto de que poco o nada tiene que ver esta tierra en la actualidad con la que conocieron, vivieron, amaron, padecieron... nuestros padres y abuelos. No sé si seremos capaces de proteger la identidad y continuidad de la comarca –ello no depende sólo de sus moradores, aunque seamos nosotros los máximos responsables y sus directos beneficiarios-; pero los males que la afectan están detectados y las medidas para sanarla propuestas. Lo que resultaría inexcusable sería cerrar los ojos a la realidad. Asimismo, somos conscientes de que una cosa es el diagnóstico y otra la puesta en práctica del tratamiento. Mas, ¿seremos capaces de aplicar adecuadamente la receta, de perseverar en ella? El tiempo dirá... Al respecto, me gusta recordar ciertas palabras esperanzadas de Pío Moa en "Nueva Historia de España" (Madrid, 2011): Todo reto puede encontrar su respuesta, toda crisis encierra los factores de superación, y el futuro nunca está escrito... Vale.


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

    ANECDOTARIO RINCONADEMUCENSE (VII).

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    Relatos cortos –entre la anécdota y la biografía- referidos al Rincón de Ademuz.







    “El mundo necesita mentes y corazones abiertos,
    y estos no pueden derivarse de rígidos sistemas
    ya sean viejos o nuevos” 
    -Bertrand Russell(1872-1970),
    filósofo y escritor británico, premio Nobel de Literatura (1950)-

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    Palabras previas.

    La presente entrada constituye una nueva entrega del Anecdotario rinconademucense que venimos publicando, serie de narraciones entre la anécdota y la biografía, basadas éstas en mis recuerdos y experiencias de infancia, adolescencia y primera juventud. Relatos ciertamente introspectivos, íntimos, particulares…, que escribo y doy a conocer sin más pretensión que la de evocar y reflexionar sobre mi devenir. Porque pienso que cuando se llega a la edad adulta, a la madurez, conviene detenerse un momento, siquiera para comprobar nuestro desarrollo, si realmente somos o no las mismas personas que fuimos de niños con otro aspecto, si poseemos todavía las mismas ilusiones, fantasías, miedos, neurosis; o por el contrario hemos evolucionado hasta ser personas distintas, mejores, no comparables. Y también, cómo no, ver dónde hemos acertado y en qué nos hemos equivocado...

    Hay otro motivo para mis exponer mis reflexiones, y es que yo mismo soy GENTE DEL RINCÓN DE ADEMUZ, otro personaje más de la serie que se incluye en aquel blog en el que se dice de personas vinculadas a esta tierra del poniente valenciano, entre Cuenca y Teruel. Pues, ¿acaso hay otra forma mejor de conocer con profundidad un territorio que a través de su gente? La periodista Mª Ángeles Arazo así lo entendía: Para que hablaran del Rincón busqué a su gente... -dice en su primer libro-.

    Además de estas Palabras previas, la entrada contiene recuerdos De la casa donde nací, de Los libros de mi infancia en Torrebaja y otros que leí después, de la enigmática historia Del cuchillo de espizcar con mango de madera, un homenaje A Emilio, el criado de mi abuelo Román y de mi padre, De la vocación y la profesión que tuve y practico, de mi traslado De la ciudad condal a la capital del Turia, y unas Palabras finales a modo de conclusión.

    Por lo demás, no me planteo si el escrito tiene otro sentido que el aparente; cada cual podrá encontrarle el que su lectura le sugiera. En cualquier caso, espero no incomodar a nadie con mis recuerdos, reflexiones y opiniones, más bien que sean de utilidad. Porque como Russell, pienso que el mundo necesita de personas con la mente y el corazón abiertos, además de pacíficos, libres y sin temor.

    
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    Vista de Torrebaja (Valencia), desde la ribera del Turia (2009).

    
    De la casa donde nací.

    Nací en una casa de la calle de San Roque en Torrebaja, Valencia, donde mis padres se pusieron a vivir de recién casados. La casa era propiedad de la señora Rogelia Sánchez Garrido, una tía de mi padre, hermana de mi abuelo Román. La señora Rogelia vivía en Algarra, Cuenca, y era viuda del señor Mariano Zafrilla Garrido: al morir su marido, para preservar la heredad familiar se casó con el señor Segundo, hermano de su difunto esposo y por ende cuñado. La cuantiosa herencia familiar provenía de un primo de dichos hermanos, un tal don Nicolás Díaz Zafrilla (1835-1907), propietario acomodado, diputado y Presidente de la Diputación Provincial de Cuenca, que había adquirido muchas propiedades en tiempo de la Desamortización de Madoz.[1]
     
    El parto de mi madre fue muy laborioso, el médico del pueblo que la atendía, don Antonio el Grande de Mora, Teruel, por convicción o por ignorancia, era partidario de dejar hacer a la naturaleza. Si salí del trance fue porque así estaba previsto por el Hacedor, y por la señora Felisa Pinazo, la partera que me sacó; no por el médico. Hubo otras complicaciones en mi nacimiento, parece que no quería mamar y mi madre sufrió una infección en el pecho por la subida de la leche que casi le cuesta la vida. Para intentar curarla le indicaron frotarse los pechos con una especie de bolas que tenía una mujer de Val de la Sabina, en Ademuz, no sé si curandera; el caso es que un primo hermano mío, Raúl Garzón, de apenas 14 años fue hasta la aldea con una caballería y se trajo aquellas bolas. El tramo de carretera de Ademuz al Val era entonces un camino de herradura. Aunque debieron causar poco efecto aquellas esferas, ya que finalmente mi madre tuvo que ser operada en Teruel, en la clínica del doctor Manuel Gimillo...
    La casa donde nací poseía una puerta de madera labrada con un gran picaporte circular y dos hermosos balcones en estilo modernista, de hierro colado. Junto a la puerta principal había otra menor que nunca o raramente se abría, pues daba a una capilla a la que también se accedía desde el interior de la casa. Además de hermosa, la vivienda era poco común, la única en el pueblo y quizá en la comarca que disponía de capilla particular, con autorización del obispo de Segorbe para celebrar misa: una tía mía, la señora Manuela Sánchez Esparza,[2]una hermana de mi padre, se casó allí, en 1949-50. El hecho de casarse allí no fue sólo por capricho de los novios, sino porque el templo parroquial había tenido que ser demolido por los estragos de la guerra, y como iglesia se había habilitado una cochera de la carretera. Entre la nave y la capilla los novios eligieron la capilla de la tía Rogelia.  Al igual que la iglesia y las ermitas, la capilla fue también saqueada durante la guerra civil (1936-39), los revolucionarios y la gente del pueblo que les acompañaban sacaron las imágenes y otros objetos de significación religiosa y los quemaron en una hoguera frente a la vivienda, en la misma cuesta de San Roque. Esto me lo contaba una vecina, la señora Josefa la Cariñena, que lo presenció. Ella subía hacia la carretera cuando vio el fuego, al acercarse se percató de que lo que ardía eran cosas de iglesia, cruces, cuadros con imágenes de santos, y encarándose con los iconoclastas les increpó: ¡Por esto que estáis haciendo arderéis también en el infierno...!–pero ellos, avivando el fuego, se burlaban y reían-.[3]
     
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    El autor, al comienzo de su andadura vital en Torrebaja (Valencia), ca.1953.
    
    De nuestra primera infancia -de la de mi hermano y de la mía- tenemos pocos recuerdos fotográficos, pues en los años cincuenta había pocas máquinas de retratar; aunque conservamos algunas que nos hizo una vecina retratista -Fotos Trina, se denominaba su empresa-. Las fotos que hacía eran penosas, de poca calidad técnica y peor encuadre. Prueba de ellos son dos de las pocas fotos que tenemos... En una estoy en brazos de mi padre, pero lamentablemente a él no se le ve. En otra estamos mi hermano y yo, él de pocos meses: a mi hermano lo sujeta mi padre, que permanece detrás, agachado. Cada vez que veo estos pequeños retratos me encorajino, ya que la figura de mi padre hubiera colaborado en la belleza y estructura formal de la foto, ¡una lástima! Pero es comprensible, pues la fotógrafa no era el profesional, sino su marido, que se marcho a Barcelona con una moza de moral distraída que había en el pueblo. Esa fue la razón de que la mujer tuviera que buscarse la vida con la cámara. Al poco tiempo, sin embargo, la casquivana muchacha dejó al fotógrafo, y éste regresó al pueblo: la mujer lo perdonó, ¡qué remedio! 

    
    El autor, en brazos de su padre en Torrebaja (Valencia), ca.1954.

    
    El autor y su hermano José Mª, éste sujeto por el padre, que aparece detrás agachado, en Torrebaja (Valencia), ca.1954.

    Decía que la casa donde nací era muy notable; los que la han conocido sabrán que no miento. Las paredes de la escalinata que subía al piso superior estaban forradas con una tela azulada, de un añil desvaído con dibujos bordados, al igual que la habitación de mis padres. Por detrás la casa poseía un pequeño jardín interior, donde florecía un añoso saúco de ramas nudosas, cuyas flores inundaban con su aroma en primavera toda la vivienda. Como otras muchas del pueblo, la casa poseía un pozo... Aquel pozo tenía un escalofriante recuerdo para mi madre, ya que en cierta ocasión, teniendo yo sobre dos años, en un descuido de ella, me subí hasta el brocal que formaba un rellano. La boca del pozo se cubría con una tapa de madera; pero por alguna razón aquel día se hallaba abierto. Al verme al borde del pozo mi madre se quedó paralizada, sin saber qué hacer. Si se lanzaba a cogerme, creyendo yo que se trataba de un juego, podía moverme y caerme al pozo. Tampoco era cuestión demorar la acción, pues gateando por allí podía caerme también. Se acercó poco a poco, haciéndose la distraída, hasta que estuvo cerca de mí, entonces me agarró con fuerza separándome del agujero... Aquel día mi madre sufrió el mayor susto de su vida, mucho más que durante los terroríficos bombardeos de Barcelona, pues ella pasó la guerra en la ciudad condal. No, ella no era excesivamente religiosa; pero en acción de gracias por haberme librado de aquellos dos trances, el del mal parto y el del pozo, mi madre ofreció “pasarnos” a mi hermano y a mí bajo el manto de la Virgen del Pilar en Zaragoza. Pero esto sólo lo pudo cumplir muchos años después, camino de Barcelona, donde hice la primera comunión... Cuando nos pasaron bajo el manto, la Pilarica portaba uno rojo; yo no supe entonces por qué, pero aquel día mi madre lloró de emoción.

    
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    Foto de familia, con los padres y el hermano del autor en Torrebaja (Valencia), ca. 1962.



    Los libros de mi infancia en Torrebaja.

    En la mayoría de casas de Torrebaja, en los años cincuenta había pocos libros... Debía haber en la casa de los maestros, en la del médico, en la del cura, y en algunas otras quizá. En la de mis padres había pocos. Uno era un devocionario o libro de oraciones de tapas negras con una cruz en relieve. Otro era un librito de hojas muy gastadas que contaba la historia de la Virgen de la Fuensanta de Villel, Teruel. Este librito, al que faltaban las tapas y las primeras y últimas hojas, procedía de la casa de mis abuelos maternos de El Cuervo, Teruel. Al menos yo recuerdo haberlo visto en una estantería de obra que los abuelos tenían en la cambra, donde solíamos echar la siesta en verano...

    Cuando digo de la casa de mis padres me refiero a la que compraron después de casarse, ya que un par de años después de nacer yo adquirieron una en la calle del Rosario; en todo caso fue antes del nacimiento de mi hermano menor, ya que él nació ya allí, en 1956. Se la compraron a don Íñigo-Francisco García Monferrer, el farmacéutico del pueblo, un turolense de Mosqueruela, viudo y sin hijos. La vivienda incluía dos huertos, uno en los Callejones y otro Bajo las Nogueras. Aquella casa tenía dos entradas, una en la parte de arriba, que daba a una sala forrada de azulejos, con una puertita al fondo enmarcada de cristales coloreados. Sobre el dintel de la puerta interior había un cartel grabado en el cristal con la palabra FARMACIA. Cuando alguien que no conocía la historia entraba en la casa se extrañaba que en la de un labrador se anunciara una farmacia. Entonces había que explicarle que la estancia correspondía al recinto de una antigua botica, y que entre la puerta exterior y los cristales del fondo estaba el mostrador de la oficina. La mujer, Antonia Gómez, murió joven, de tisis. Cuando falleció, el boticario se quedó al cargo de sus suegros, el señor Francisco el Pachicho y la señora Virginia, una hermana de mi abuelo Román. Tiempo después, al fallecer sus padres políticos el farmacéutico pensó en marcharse del pueblo, aquí ya no le retenía nada, sólo malos recuerdos. Esto fue a finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta. Yo le conocí muchos años después, siendo estudiante en Valencia: don Paco, así llamaban al farmacéutico, era un hombre alto y de buena presencia, que siempre me trató con afecto. Solía ir a jugar a las cartas al Centro de Aragonés, cuando tenía su sede en la calle Barcas. Pero esta es otra historia...

    De lo que pretendía escribir era de los libros de mi infancia..., así que retomando el hilo del primer párrafo diré que después de los dos primeros citados aparecieron otros. Quiero decir que encontré por casa varios más que yo desconocía, pues no creo que mis padres compraran ninguno. El nuevo descubrimiento era un libro apaisado, un Método de ortografía castellana que mi madre utilizaba cuando pretendía escribir una carta. En el prólogo se hacía especial referencia a las dificultades de aprendizaje de las personas mayores, que no podían dedicar mucho tiempo al estudio por cuestiones laborales. Y exponía el sencillo método: "Primero, con la máxima concisión y claridad, se expone la regla; viene a continuación el ejemplo, que facilita la recta interpretación de la misma, y en seguida, para que la memoria del alumno la retenga, se desarrollan numerosos ejercicios eminentemente prácticos. De poco servirían las reglas si no se facilitara al mismo tiempo los medios para practicarlas". Proponía gran número de ejercicios, uno de ellos era completar palabras a las que les faltaba alguna letra, que en el ejercicio en cuestión venía suplida con un asterisco -las más difíciles eran la -b, la -v y la -h-, y finalizaba con un Vocabulario de voces usuales. 
    No, mi madre tampoco era persona muy instruida, su formación académica acabó con la escuela obligatoria en la infancia. Ella nació en Madrid, en el barrio de Carabanchel Bajo, en 1914, donde su padre, mi abuelo José de El Cuervo, trabajaba como Guardia de Seguridad o algo parecido, actividad laboral que complementaba en una cuadrilla temporal de podadores de Castielfabib y Cuesta del Rato. Uno de los lugares donde podaban era en los jardines del Palacio Real; allí conoció al joven rey, don Alfonso XIII, que a veces se escapaba de sus cuidadores y se iba a almorzar con los trabajadores. Decía que cuando mi madre pretendía escribir alguna carta utilizaba aquel método ortográfico. Carecía de formación académica, pero era inteligente y discreta, sabía estar. Además, contaba historias con imaginación y ritmo dramático, ¡daba gusto oírla! Antes de casarse había servido en una casa bien de Barcelona, y tenía un alto sentido del ridículo. Escribía a sus hermanas de la ciudad y a unos amigos que había conocido en Mallorca, cuando hizo su viaje de bodas con mi padre, en junio de 1951. No, no fueron en barco, sino en avión, desde el aeropuerto de Manises, en Valencia; pues mi padre no quiso privar a mi madre de aquella experiencia. El regreso sí fue en barco. Podría pensarse que mis padres eran gente adinerada, pero no; sólo que él se casó ya con cierta edad y tendría sus ahorrillos, nada más...
    
    
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    Los padres del autor -Paquita y Alfredo- en Mallorca, durante su luna de miel (junio, 1951).

    
    
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    Los amigos que los padres del autor hicieron en Mallorca, durante su luna de miel: Para Paquita y Alfredo, nuestros nuevos y buenos amigos. Con todo afecto, Feli y Moncho -dice una nota manuscrita en el reverso- (junio, 1951).

    En Mallorca conocieron a otra pareja de recién casados de San Sebastián, alojados en el mismo hotel y que también estaban de luna de miel. El matrimonio vasco era gente culta, a ella le decían Feli y creo era periodista; no recuerdo cuál era la profesión de él, sólo que le llamaban Ramón, aunque ella le decía Moncho... Durante su estancia en Mallorca simpatizaron y se hicieron amigos, atraídos quizá por la rústica naturalidad de mi padre y la belleza y simpatía de mi madre. Porque mi madre era realmente una mujer atractiva, y no porque lo diga yo, están las fotografías que lo demuestran. Además, para cada hijo su mamá es siempre la más bella. El caso es que durante años se escribieron, no faltando nunca la felicitación de Navidad. Las que escribían eran ellas, no los maridos. La mujer vasca le contaba de su trabajo, del nacimiento de sus hijos y de lo que suelen hablar las mujeres. Mi madre le contestaba en el mismo tono, y para no cometer faltas utilizaba aquella ortografía que yo encontré por casa. Se escribieron durante años, hasta que dejó de llegar la felicitación de Navidad de la señora vasca. Mi madre continuó escribiendo, pero al ver que no contestaba dejó también de escribir. Un día, sin embargo, llegó carta de San Sebastián, era la señora vasca, que le notificaba el fallecimiento de su esposo. Mi madre le respondió manifestándole su pesar, el pésame, esa fue la última carta. Nunca más volvieron a escribirse, como si tácitamente quisieran detener el tiempo de su mutua felicidad en los días del viaje de novios en Mallorca. Ya de mayor, con ochenta años bien cumplidos, mi madre utilizaba aquel libro como modelo para copiar su texto, palabras y ejemplos. Lo copiaba con lápiz o bolígrafo en una libretita que ella tenía. Cuando le preguntaba por qué, contestaba: ¡Hijo, para no olvidar lo poco que aprendí...! A la gramática le faltaban las tapas y las páginas iniciales, razón de que no se cifre el lugar y año de edición; ya de mayor mandé encuadernarlo, como recuerdos de tantas y tantas cosas.

    
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    Portada del libro Torrebaja, mi pueblo, obra de Vicente Badía Marín y JoséAlejandro Pérez Tarín editada por el Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia, 1953).


    Otro libro que había en casa de mis padres era Torrebaja, mi pueblo (Valencia, 1953), un volumen de tapa dura con la imagen de la ermita de san Roque en la portada y el escudo municipal en el anverso, de Vicente Badía Marín y José Alejandro Pérez Tarín, editado por encargo del Ayuntamiento de Torrebaja. Puede que sea el primer libro escrito sobre un pueblo del Rincón de Ademuz. Recuerdo que mi padre me leía fragmentos del texto, mientras me sostenía sobre sus rodillas, junto a la estufa de casa en invierno. Mi padre sabía poco de letras, había ido a la escuela del pueblo, uno de sus maestros fue don Astrolabio Garcés, natural de Villel; lo único que recordaba de él era que durante los recreos les enseñaba a reñir... Antes de terminar la escuela obligatoria mis abuelos mandaron a mi padre a estudiar a Teruel, interno con los Hermanos Maristas. Pero acostumbrado a la libertad del pueblo mi padre no toleraba bien el régimen del internado, así que antes de terminar el curso se escapó y regresó a su casa para las fiestas de Santa Marina la Cerecera: vino de Teruel en un carro y cuando llegó al pueblo sus padres se lo tomaron a risa, cómo si hubiera hecho algo gracioso. Pero mi padre siempre reprochó a mi abuelo no haberle cogido de una oreja y haberle llevado otra vez al internado... Ya no regresó al colegio, llegó el verano y las faenas del campo le ocuparon el tiempo, y la vida entera. Quizá fuera por eso que siempre tuvo gran interés en que mi hermano y yo estudiáramos: ¡Más vale una mala carrera que una buena hacienda...!–le oí decir muchas veces, aunque él amaba sobremanera el pueblo y sus labrantíos-. Mi padre tenía mucho amor por aquel libro, y no sólo porque hablaba de su pueblo, lo que ya era buen motivo, sino porque se había editado siendo él alcalde de Torrebaja, lo fue entre 1943 y 1956, ¡un tiempo difícil! Sin embargo, la edición del volumen le costó un disgusto, pues el Gobernador Civil de Valencia le echó en cara haberlo editado fuera de presupuesto, lo que según él suponía un dispendio para las menguadas arcas municipales. Lo cierto, sin embargo, es que la venta del libro, a cinco duros ejemplar, cubrió sobradamente los gastos de edición.

    Decía que los tiempos de la posguerra cuando mi padre fue alcalde de Torrebaja fueron tiempos difíciles, y ciertamente lo fueron. A veces he leído o escuchado decir de los alcaldes del franquismo despectivamente. No dudo de que habría algunos que se cubrieron de ignominia, como sucede hoy en plena democracia. La inmensa mayoría, sin embargo, fueron personas valientes que trabajaron por sus pueblos y sus gentes en momentos de gran aprieto económico, político y social, y colaboraron con su esfuerzo en sacar adelante sus municipios. Mi padre no era en absoluto político, más bien todo lo contrario. En cierta ocasión le llegaron quejas de algunos vecinos que habían sido represaliados, conforme no se les atendía adecuadamente en la Secretaría del Ayuntamiento, siendo este el motivo de que se enfrentara con el administrativo: Aquí no hay rojos ni azules, todos los que acuden a esta ventanilla son iguales, no se te olvide...  -le dijo al secretario-. Jamás volvió a haber ninguna queja en este sentido. Con anécdotas del estilo podría escribir muchas páginas, baste un botón como muestra... Algunos hablan por hablar, con las orejeras ideológicas puestas, o simplemente de oídas. El cualquier caso demuestran su ignorancia del momento histórico o están poco informados. Por eso les digo que si conocen casos concretos de alcaldes de la dictadura que abusaron de sus vecinos o prevaricaron, tienen obligación moral de denunciarlo, ¡que lo denuncien! Curiosamente, sin embargo, si observan con detenimiento, verán que muchos o algunos de esos que hoy se manifiestan o se han manifestado contra las presuntas o reales "miserias del franquismo" son los mismos que de alguna forma se han beneficiado, han apoyado, votado o formado parte de "esa casta golfa, desvergonzada y manifiestamente incompetente" que gobierna o ha gobernado España en las últimas décadas -el entrecomillado corresponde a un artículo de Pérez-Reverte, que suscribo-.
    
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    Mi padre -Alfredo Sánchez Esparza (1905-1984), primero por la izquierda, durante una comida en Barcelona con el presidente de la Bayer en España (centro) y el secretario del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), Octavio Valentín Lahuerta (ca.1945).


    Cuando digo de los libros de mi infancia no cuento entre ellos los de la escuela, las libretas de primera letras, los silabarios ni los distintos grados de la Enciclopedia Álvarez; entiendo que estos eran libros de texto. Bien es cierto, sin embargo, que en cierta ocasión nos regalaron en la escuela una carpeta con varios libros de lectura. No sé de dónde venían aquellos ejemplares, tal vez del Ministerio de Cultura... El caso fue que a todos los niños nos dieron un lote dentro de una carpeta azul, atada con gomas. Digo a todos los niños, pero miento..., pues a mi hermano no le dieron. Esta fue la razón de que mi madre fuera a protestar, pidiendo una explicación de por qué no le habían dado libros a mi hermano menor. Y lo hizo con genio, enfrentándose a don Eladio y don Lisinio, el último maestro de los chicos pequeños. ¡Cuando se trata de defender los derechos de sus hijos las madres son tremendas, verdaderas leonas; ninguna soporta que los menosprecien! La explicación de los maestros tuvo por argumento que no había bastantes libros, y que como ya me habían dado a mí, que era el mayor..., pues eso, que no podían darle al pequeño. Pero mi madre no se conformó, ya que había el caso de otros hermanos en que ambos habían recibido su lote de libros. No recuerdo cómo acabó el lance, pero mis padres intuyeron que eran otras las razones por las que no le habían dado libros a mi hermano, quizá personales, familiares o políticas en las que mejor no entrar... Aunque mis padres eran de ideas conservadoras, nunca les oí hablar de política; mas cuando mencionaban algo relacionado con el tema, bajaban la voz.

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    Portada del libro Lecturas de oro, obra de Ezequiel Solana -Editorial Escuela Española, ilustraciones de Jesús Bernal (Madrid, 1962).-


    Entre los libros que nos regalaron en la escuela había uno de pequeño formato encuadernado en tapa dura, color verde, al que siempre tuve en gran estima: se trataba de la 82º edición de las Lecturas de Oro (Madrid, 1962), de Ezequiel Solana, Editorial Escuela Española, con ilustraciones de Jesús Bernal. Todavía conservo aquel libro en mi biblioteca..., y cuando releo alguna de aquellas ingenuas y moralistas lecturas no puedo evitar una sonrisa. Prueben ustedes a leer alguna de sus historietas y comprobarán el motivo... Según explica el propio autor en el prólogo, se trata de “historietas fáciles, breves e interesantes” con finalidad moral y religiosa, y proponiendo:

    • <Para hacer más provechosas las lecciones, a cada historieta sigue una breve conversación entre el maestro o el instructor y los niños. Esta conversación puede y debe variarla el maestro, acomodándola a las circunstancias del momento; pero nunca suprimirla. De ella, bien dirigida, puede obtenerse los mejores frutos, en cuanto que comunica útiles enseñanzas, y obligando a los niños a atender, a recordar, a discurrir, hace que la lectura sea verdaderamente provechosa./ Leída sucesivamente cada historieta por dos o más niños en clase general y en voz alta, puede dar ocasión al maestro para una serie de preguntas y explicaciones que afirmen a los niños en los conocimientos adquiridos y los preparen para la adquisición de otros nuevos, útiles y variados>

    Resulta curioso que el prologuista mencione sólo a los niños, sin hacer alusión a las niñas, ya que bien podría haber dicho “niños y niñas”. Pero a la sazón no eran tan modernos, entendiendo que cuando dice niños se refiere al común del alumnado infantil. Niños y niñas iban a clases separadas entonces. Cada relato acaba con una moraleja, por ejemplo, en el caso Haz el bien propone como enseñanza: “Quien hace el bien, halla siempre su recompensa”. La experiencia nos enseña, sin embargo, que ello no siempre es así; si bien es cierto que la práctica de la bondad nos hace mejores; al menos mejores con los demás. No en vano somos lo que hacemos, lo que comemos, lo que pensamos o leemos. Cada relato, que no solía ocupar más de una o dos páginas, termina con una “Conversación”, en la que se explica el significado de algunas palabras, como despotismo o hace ciertas preguntas relativas al texto. En el caso de Androcles y el león inquiere, ¿Quién es un esclavo?, ¿Qué era un circo en Roma?, etc. Me gustaban mucho aquellos sencillos relatos, aunque bajo la apariencia de inocencia escondían su carga de profundidad. Podremos discutir acerca de la orientación moral de su enseñanza, pero hacer el bien siempre será correcto. Además, los dibujos con que se ilustraban los relatos eran sencillamente deliciosos; al menos a mí así me lo parecían.

    Todos los años por Navidad mi padre preparaba una selección de manzanas y las enviaba como regalo a los familiares de Barcelona, cuñados y cuñadas, ellas hermanas de mi madre -todos ellos gente trabajadora que había emigrado en la juventud-: ellas se dedicaban a la casa y ellos a distintos trabajos, uno era sereno, otro taxista y otro jardinero. También enviaba una caja a la señora en cuya casa había servido mi madre, con la que mantenía amistad y relación.[4]Estoy diciendo de los años cincuenta y primeros sesenta, entonces era muy común aquella práctica. Mi padre escogía las mejores manzanas de su cosecha, esperiegas gordas y bien coloreadas, y las colocaba con especial cuidado en cajas de madera tipo baste, disponiéndolas por capas y protegidas con hierba seca y papel de embalar. La caja tenía su tapa, la cual ataba con hilo de pita por cuatro lados. Había en aquella época varios camiones en la zona que se dedicaban a llevar fruta y otros productos a Barcelona y otros lugares. Con uno de aquellos transportistas enviaba mi padre su regalo anual... La respuesta de los familiares era otra caja con productos navideños, vino espumoso, champaña, turrones, galletas y otras golosinas, además de algunos regalos para nosotros, para mi hermano y para mí. Fueron, aquellos, tiempos de carestía, aunque no de necesidad; en cualquier caso no había tantas cosas como ahora. Mis padres esperaban aquellos paquetes con la misma ilusión que enviaban sus presentes. La costumbre de intercambiar regalos entre nuestras familias se mantuvo durante toda nuestra infancia, lo que equivale a decir durante muchos años; porque, afortunadamente, tuvimos una niñez larga y feliz.

    En cierta ocasión, junto a los juguetes y regalos habituales recibimos de la señora donde había servido mi madre varios libros ya usados por su hijo, pero libros al fin. A mí no me parecían buen regalo, prefería los juguetes de siempre; pero esto fue sólo hasta que los conocí. Entre aquellos libros había algunos que con el tiempo me entusiasmaron, hasta el punto de leerlos y releerlos muchas veces. Recuerdo con especial cariño uno titulado Cuentos de Calleja, volumen en gran formato y tapas duras, que contenía una selección de cuentos de este autor –Saturnino Calleja Fernández (1853-1915)-, cuyo texto se ilustraba con unos dibujos romántico-modernistas absolutamente sorprendentes, imaginativos, preciosos... que todavía puedo evocar con nitidez. Allí aparecían personajes de todo tipo, duendes verdes de orejas puntiagudas, hadas voladoras con trajes diáfanos, personajes malignos de horrible aspecto, animales fantásticos... Uno de los cuentos que más me impresionaba era la historia de Alina, una niña sencilla, buena y muy bella que alimentaba a un pececito que vivía en el recodo de un río. Para alimentarlo ella se privaba de su propia comida, razón por la que adelgazaba y se consumía. Sus hermanas empezaron a sospechar y un día la siguieron, viendo que parte de su comida la daba al pececillo del río, que no paraba de engordar. Las hermanas decidieron cortar aquella relación y mataron al pez, que Alina encontró muerto junto a la ribera. Ella lo enterró con gran pena, pues era su único amigo. Con el tiempo, en el lugar donde lo había enterrado brotó un extraño árbol de hojas plateadas, como las escamas del pez... No voy a relatar todo el cuento; diré, sin embargo, que aquella lectura me emocionaba. No entendía que las hermanas se hubieran atrevido a matar al pobre animalito..., pero lo que sucedió después era todavía más sorprendente, previsible para un adulto, pero no para un niño. Como este había otros muchos preciosos cuentos, cautivadores para una imaginación infantil, definitivamente inolvidables...

    Intuyo que las lecturas de la infancia pueden influir decisivamente en la formación de un niño, en su forma de ser de adulto, en su devenir; de ahí la importancia de la lectura, de los buenos libros en cada etapa de la vida. De la misma forma, creo que con los libros sucede lo que con los amigos, que son ellos los que nos encuentran. No elegimos a nuestros amigos, a nuestras novias y mujeres, son ellos y ellas los que nos eligen. Además, cada libro tiene su tempo, esto es, que debe ser leído en su momento; fuera del momento adecuado, no nos interesará. Leer Los tres mosqueteros a los cuarenta años aprovecha tanto como leer El amante de lady Chatterley (1928) o Madame Bobary (1856) a los catorce He tenido suerte en este sentido, casi todos los libros que han pasado por mi haber los he leído en su momento y me han interesado, unos más que otros, bien es cierto; aunque quizá haya uno Crimen y castigo de Fedor Dostoievski, que leí fuera de edad; esto fue  a finales de los años sesenta, cuando yo tenía 16 ó 17 años -por eso será que todavía recuerdo con cierta inquietud a su enfermizo y atormentado protagonista, el joven estudiante Raskólnikov. Aunque esto de la edad adecuada para leer un libro es relativo; dependerá del grado de madurez y formación de cada uno. Por otra parte, pocos de los que he comenzado he dejado a mitad.

    Otro de aquellos libros de mi infancia era un ejemplar para niños de La Araucana, poema épico de Alonso de Ercilla (1533-1594) que relataba la guerra de Arauco contra los araucanos, y la muerte final de Caupolicán. Se trataba de un librito de tapas duras y rojas, pequeño pero con bellísimas ilustraciones en color. Era una edición infantil, escrita en prosa, no en verso como el original. El relato que describía la elección de Caupolicán como jefe guerrero me ponían los pelos de punta; no el vello, los pelos. Las imágenes de aquellos impresionantes relatos las puedo evocar desde lo más profundo de la memoria -los indios con sus pinturas de guerra, sus gritos salvajes, las hogueras en la noche...-, y supongo que perecerán conmigo. Qué hermosura de láminas, qué aventuras las de aquellos guerreros, qué bravura la de unos y otros, ¡la de los conquistadores españoles y la de los mapuches que defendían su tierra...!

    
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    Portada del libro La ciudad de oro, obra de Emilio Salgari -Editorial Mateu: traducción de Carlos González Castresana, cubierta y dibujos de Antonio Soler Pedret (Barcelona, 1967)-.


    Hubo después otros muchos libros que me apasionaron, entre ellos estaban los que me enviaba mi padrino Rosendo desde Barcelona, una colección de novelas de Emilio Salgari(1862-1911), que también conservo en mi librería -cuyos títulos constituye de por sí una invitación al riesgo y la aventura-: La perla del río rojo, La galera del bajá, La venganza de Sandokan, La ciudad de oro, Los estranguladores, El capitán tormenta, La reconquista de un imperio, El desquite de Yáñez, etc. Me gustaban mucho aquellos exóticos relatos de piratas y otros extravagantes tipos por los mares del sur, aventuras que leía una y muchas veces, y las ilustraciones en blanco y negro que de tanto en tanto aparecían entre las páginas. No sé si será el término adecuado, pero me impactaba la vida del autor, cuya reseña aparecía en la solapilla de la portada: una infancia con pocos cuidados por parte de sus padres, su formación y viajes como marino (aunque parece que no viajó tanto como dice en su autobiografía), su actividad literaria como reportero, su vida familiar desgraciada (suicidio de su padre y de dos de sus hijos, la locura de su esposa) pese a la fama como novelista; y su neurastenia final, que acabó llevándole al suicidio: se abrió el vientre al estilo japonés, practicándose un harakiri. Otras biografías dicen que, obsesionado con la idea de quedarse ciego, se cortó el cuello con una navaja de afeitar en un bosque de Turín, Italia.  El creador de Sandokán, autor de Los tigres de Mompracem, dejó escritas varias cartas, la dirigida a sus editores termina diciendo: A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari.[5]

    
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    Portada del libro La perla del río Rojo, obra de Emilio Salgari -Editorial Mateu: traducción de Carlos González Castresana, cubierta y dibujos de Antonio Soler Pedret (Barcelona, 1967)-.


    Entre los libros de mi infancia hubo también una colección en pequeño formato de la Editorial Bruguera de Barcelona, Marabú Zas (1962-63). La colección tenía títulos muy variados, incluyendo temas históricos, paranormales, ciencia, sicología... No obstante el tamaño y la paginación, entorno a las 150 páginas, aquellos libritos eran muy instructivos y didácticos, amables de leer; en especial para un niño de 10-12 años como era yo entonces. Los recuerdo con especial afecto; porque además de entretenerme y hacerme disfrutar, me formaron. Fue en esa época cuando me aficioné al tema de los objetos volantes no identificados (OVNIS). El asunto me apasionó un tiempo, hasta que dejó de interesarme; aunque siguen entusiasmándome los misterios que encierran tantas civilizaciones antiguas. Pero creo que no hay necesidad de recurrir a extraterrestres para explicar la historia del planeta y de la civilización humana. El título que más impresión me produjo, sin embargo, fue uno que trataba del hipnotismo. Se decía en el libro que no sólo las personas podían ser objeto de hipnosis; también los animales podían magnetizarse. Siguiendo las instrucciones del librito probé con un conejo y luego con una gallina. Frente a la casa de mis padres en la calle del Rosario estaba el corral, donde teníamos cerdos, gallinas, conejos, palomas... Decía que primero probé a hipnotizar un conejo; no fue difícil, había que coger al animal, trazar una raya vertical en el suelo, y amorrar contra ésta el hocico del animal: así lo hice y ciertamente el animal quedó hipnotizado, quieto, inmóvil, sin asustarse del ruido ni de mi presencia..., hasta que lo levanté del suelo. Después probé con una gallina... Por el contrario de los conejos, que estaban en jaulas, las gallinas andaban sueltas por el corral y eran más espantadizas, no se dejaban coger fácilmente. Cuando por fin agarré una la llevé a la entrada y le sujeté el pico contra el suelo, y se quedó también hipnotizada, quita, inmóvil, sin asustarse del ruido ni de mi presencia. Pero el asunto no quedó ahí; ya que, pese a mi intento por despabilarla, la gallina no se despertó del letargo. Al fin la dejé en un rincón del corral donde la había cogido, y me marché...

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    Portada de dos libritos de la colección Marabú-Zas de Editorial Bruguera: Las Cruzadasde Henri Laming y Cleopatra de Joquín Grau (Barcelona, 1962-63).

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    Portada de dos libritos de la colección Marabú-Zas de Editorial Bruguera: Tesoros ocultose Historia del castigo, ambos de Joaquín Grau (Barcelona, 1962-63).

    Algunos días después, cuando yo ya me había olvidado del caso, mi madre nombró lo de la gallina, había una que estaba acurrucada en un rincón sin moverse, como si estuviera enferma. Sin duda, estaba hablando de aquella con la que yo había ensayado el hipnotismo. Fue entonces cuando le conté lo ocurrido, y se enfadó bastante, pues parece que la gallina era muy ponedora. Finalmente tuvo que sacrificarla de un corte en el cuello o la cabeza, que es como solía matarlas mi madre. A los conejos, sin embargo, los mataba mi padre: los cogía de las patas traseras con una mano, mientras con la otra les daba un golpe seco tras las orejas mediante las tenazas de la estufa. El único consuelo es que la gallina no debió sufrir, ya que durante el corte y el desangrado permaneció dormida, magnetizada. Acabó en el puchero, para gusto del cocido... La enseñanza que saqué, además de la tunda que mi madre me propinó por el nefasto resultado del experimento, es que los libros no son inocuos, como las ideas, tienen consecuencias. ¡Hay que entender lo que leemos; y si decidimos poner en práctica la lección, hacerlo con cuidado!



    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
    De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



    [1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La Virgende Santerón en la memoria (I), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/10/la-virgen-de-santeron-en-la-memoria-i.html, del lunes 8 de octubre de 2012.
    [2] ID. Manuela Sánchez Esparza, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2008, vol. II, pp. 167-177.
    [3] ID. El expolio de las iglesias y ermitas de Torrebja durante la revolución, con detalle de los daños, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2011, vol. IV, pp. 403-112.
    [4] ID. Del Rincón de Ademuz..., luego español, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2012/10/del-rincon-de-ademuz-luego-espanol.html, del sábado 27 de octubre de 2012.
    [5]Emilio Salgari. (2015, 26 de enero). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 19:44, febrero 3, 2015 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Emilio_Salgari&oldid=79626364.

    ANECDOTARIO RINCONADEMUCENSE (y VIII).

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    Relatos cortos –entre la anécdota y la autobiografía- referidos al Rincón de Ademuz.




    El cuchillo de espizcar con mango de madera.

    En la casa de mis padres había un cuchillo de cocina de buen tamaño, con la hoja de hierro muy desgastada en el centro y el mango de madera oscura... Desechado en la cocina servía para espizcar las verduras y frutas que servían como pienso de los animales del corral, singularmente alfalfa, hojas de remolacha, manzanas. Para todos los de casa el cuchillo era un objeto muy conocido, familiar. Siempre estaba en la parte de la casa donde más se le utilizaba, en la planta baja; allí mi madre preparaba la comida de los animales del corral. En la mayoría de las casas del pueblo a estos animales los atendía la mujer, mientras que los de la cuadra, machos o burros de labor, eran cosa del hombre. Aquel cuchillo todos le conocíamos como “el cuchillo de espizcar”, pues ya digo que esta era su función, trocear.

    Un día, sin saber cómo el cuchillo desapareció, mis padres pensaron que se habría caído en el corral y oculto entre la paja se había perdido en el estiércol. Porque a veces mi madre lo llevaba al corral, que estaba frente a la vivienda, al otro lado de la calle. El corral disponía de un gorrinera para los cerdos, una parte descubierta en el centro y otra cubierta que aprovechaba como leñera en la parte posterior: allí se colocaban las gallinas para dormir. Sobre esta parte había un altillo a modo de cambrilla. La desaparición del cuchillo supuso una pérdida, todos lo echamos de menos, pues aunque era viejo cumplía su función; pero finalmente lo olvidamos. Pasó mucho tiempo, semanas, meses, años quizá, cuando una mañana, al salir de casa hacia el corral, mi madre encontró el cuchillo en el escalón de la puerta, la hoja reluciente como nunca lo había estado, el mango limpio... Lo lógico era que se alegrara por la aparición del cuchillo, ya que ella era quien más lo utilizaba y se lo tenía en singular estima. Pero más que alegrarse, que también, se asustó, porque esa misma noche o días antes había soñado con “el cuchillo de espizcar”, que lo encontraba... Cogió el cuchillo y sin llegar a salir de casa subió corriendo a la cocina, donde estaba mi padre, enseñándole el cuchillo, a la vez que trataba de contarle, excitada, el sueño que había tenido. Descartada la posibilidad de un origen paranormal, cabría preguntarse, ¿quién o quiénes pusieron allí el cuchillo? No es posible que fuera mi padre, él no era dado a ese tipo de chanzas; y de haber sido, finalmente lo hubiera confesado. ¿Algún vecino que lo encontró o lo "robó" y arrepentido lo devolvió? Tampoco parece probable, ya que el cuchillo no merecía la pena ser robado.  Fue un suceso extraño, enigmático y misterioso que nadie de la familia logró explicar...

    
    Vista de la calle Rosario en Torrebaja (Valencia), con detalle de la Casa Abadía a la izquierda (2013).

    A Emilio, el criado de mi abuelo Román y de mi padre.

    Hasta bien mayorcito no supe que Emilio, el criado de mi abuelo Román, no era de la familia, pues él vivía entre nosotros y comía en la mesa familiar... Emilio era un hombre de edad indeterminada, enjuto de carne, más alto que bajo, fumaba cigarrillos de picadura liados y portaba boina, una ajada boina negra con pitorro que mi madre le hacía quitar en la mesa. Para los domingos usaba una nueva que tenía, junto con un traje de pana también negro. Bajo la chaqueta llevaba una camisa blanca abotonada hasta el cuello, y sin corbata. Tenía su habitación en un cuarto de la planta baja de la casa de la Plaza, donde vivían mis abuelos paternos. La habitación, por llamarla de alguna manera, pues era un cuartucho oscuro y sin ventilación, daba a la misma cuadra donde estaban los animales de labor. Allí tenía una silla, algunas perchas para colgar ropa y un camastro con patas a modo de cama turca; la ropa de cama y de vestir se la lavaba mi madre. Esta era su vivienda, allí dormía y no quería salir de allí... Pero a la hora de comer acudía a nuestra casa de la calle del Rosario, donde vivía mi familia, pues ya digo que comía con nosotros, como una más. No era un hombre hablador, aunque tampoco dejaba de opinar sobre lo que se terciaba. A veces discutía con mi padre acerca de lo que convenía hacer en cada momento en el campo, labrar, sembrar, regar, escabar... Lo que más le gustaba era el cine, no se perdía una sesión de las que hacían, y a las películas las llamaba “cintas”. Claro, entonces había un cine en el pueblo, “Cine Resman” le decían; Torrebaja censaba entonces unos 823 habitantes de media -me refiero entre los años cincuenta y sesenta-. Pero no, Emilio no era muy hablador. Comía con mesura, sin prisas y como cuchillo utilizaba una navaja que siempre llevaba consigo. Para referirse a mi padre utilizaba la tercera persona, llamándole “el amo”, y cuando se refería a mi madre la nombraba como “el ama”. No era persona especialmente afectuosa, pero creo que a mi hermano y a mí nos quería, si no como hijos, sí como sobrinos; al menos eso creo.

    Para entender la relación que unía a Emilio con nuestra familia y el nombrarle como “criado” habría que remontarse en el tiempo. Según contaba mi padre, Emilio apareció por Torrebaja poco después de la guerra civil, creo recordar que procedía de un pueblo llamado Valparaíso, no sé si del de Arriba o del de Abajo, pero de esa zona de Cuenca. Al parecer tenía un hermano; pero no se hablaban. Nada supe nunca de sus padres, pues a él no le gustaba hablar de su familia, ni de su tierra, ni de nada vinculado con su pasado –eso decía mi padre, aunque creo que sabía muchas más cosas de las que indicaba saber-. Tácitamente, mi padre respetaba su silencio, su deseo de anonimato. Decía que Emilio apareció por el pueblo después de la guerra, buscando trabajo, y mi abuelo lo cogió como “criado”. La palabra “criado” parece una voz de otro tiempo, pero antes y después de la guerra era una expresión normal, designando a una persona que trabajaba para otra a cambio de techo, comida y una paga semanal. Mi abuelo lo tomó a su servicio porque lo necesitaba, tenía cinco hijos, dos varones y tres mujeres, muchas tierras y animales de corral y labor;  pues a más de la agricultura se dedicaba al trato, era tratante. El primer varón falleció siendo joven, sólo le quedó mi padre para llevar la hacienda, ya que en casa del abuelo a las mujeres no se les permitía hacer trabajos en el campo.

    Pero el abuelo murió poco después de la guerra, en el año 42, y años después, en el 56, la abuela Vicenta, que procedía de Castielfabib. La hija mayor cayó enferma y las demás se casaron, también mi padre. La heredad del abuelo tuvo que partirse, y lo que había sido una buena hacienda se quedó en nada. Ya tras la muerte del abuelo mi padre habló con Emilio, exponiéndole la situación: Tienes que buscar otro amo, Emilio, otro lugar donde estar porque aquí ya ves que no hay trabajo para los dos... –eso le dijo mi padre-. Pero Emilio le pidió que tuviera paciencia, que lo dejara estar unos meses más, pues se estaba apañando con una viuda del lugar y pensaba formar su propia familia. Llevaría las tierras de la viuda y con el pegujal que le había dado el abuelo, y los jornales que le salieran, pensaba apañarse. Pasó el tiempo y los meses se convirtieron en años, sin que Emilio acabara de arreglarse con la viuda. Mi padre se daba cuenta que desaparecían de casa cajones de manzanas, de patatas, alguna garrafa de vino..., sabía que se los llevaba Emilio para la viuda, pero callaba. Finalmente, el apaño con la viuda se deshizo. Emilio perdió la esperanza de formar una familia, y mi padre ya no tuvo valor para echarlo...

    Al parecer, la mejor diversión de algunos hombres en los años cincuenta era beber... Los domingos por la tarde se juntaban los amigos y se hacían un lugar en la barra del tío Ceferino Gómez, que tenía una tienda de vinos y licores en la carretera, o se colocaban en el reservado, o se iban a alguna bodega de Las Eras, a beber vino, a hablar y juerguearse, así pasaban la tarde. Emilio tenía su cuadrilla, y pocos domingos había que no acabara bebido. A trompicones encontraba la casa de la Plaza y se echaba en su camastro. Otros se iban a su casa, también bebidos. Emilio no se metía con nadie, era un bebedor introvertido, silencioso, ¡dicen que son los perores!; pero mis padres sufrían al verlo en ese estado. Los lunes mi padre de abroncaba, aunque sin mucho genio; sabía que la cosa no tenía remedio.

    De beber y fumar, o por lo que fuera un día Emilio enfermó y estuvo una temporada sin bajar a comer, porque entonces se le puso cama en una habitación de la parte alta de la casa; cuando se recuperó ya no volvió a comer en la mesa familiar. Comía en casa, sí, pero un una habitación de la planta baja donde había una cocina con fuego bajo, la que se utilizaba para los matacerdos y el frito. Comía lo que todos, pero abajo, en la cocina del piso bajo... Muchas veces me bajaba yo a la cocina y me estaba con él mientras comía. También mi hermano lo acompañaba en ocasiones. Mi madre se enfadaba con nosotros, de ninguna manera quería que estuviéramos con él. Cuando le preguntaba el por qué Emilio ya no comía con nosotros, por qué no nos dejaba estar con él, me respondía con un argumento rotundo: ¡Porque es mejor así! Yo me recelé que era porque algunos domingos Emilio se emborrachaba, y eso enfadaba a mi madre; y no dejarle comer en la mesa con nosotros era el castigo que mi madre le imponía. Pero esa no era la razón, eso lo supe años después... A todo esto pasó el tiempo y mis padres me enviaron a estudiar el bachiller a Barcelona, con unos tíos sin hijos. Cuando volví al pueblo por las vacaciones Emilio ya no estaba en el pueblo, había enfermado de nuevo y por intermedio de don Gabriel, que era el párroco, lo habían internado en el asilo de Teruel, bajo el Viaducto viejo, con las monjas de los ancianitos desamparados. No recuerdo muy bien cómo fue, pero en otro viaje mis padres me anunciaron que Emilio había muerto. Según dijeron, de tuberculosis, pues no era viejo. ¡Entonces comprendí la causa de que Emilio comiera solo en la cocina de abajo, de que mi madre no nos dejara a mi hermano y a mí estar con él! La posibilidad de que nos contagiáramos la aterraba...

    Muchas veces he recordado a Emilio desde entonces, y siempre me he reprochado saber tan poco de su vida, de sus orígenes, de su persona..., por no saber no sé ni sus apellidos. Tampoco poseo ninguna fotografía suya, ni sé dónde está enterrado; seguramente en una fosa común del cementerio de Teruel. Mis padres fallecieron también hace ya muchos años, por eso no puedo preguntarles. Pero es probable que ellos tampoco supieran mucho más... Este es mi homenaje a Emilio, el criado de mi abuelo Román y de mi padre.


    Vista general de Torrebaja (Valencia), desde el camino de Los Molares a Mas del Olmo (Ademuz), 2013.
    

    De la vocación y la profesión.

    Cuando llegó el momento de que mis hijos eligieran carrera o profesión, me produjo una gran inquietud su indecisión, pues yo supe desde la infancia lo que quería ser; mejor dicho, lo que quería hacer de mayor. Porque no hay que confundir lo que uno es con la profesión o el oficio que practica, ya que aquella o este no es más que un aspecto de la persona...

    El médico siquiatra suizo Carl Gustav Jung (1865-1961), fundador de la Psicología Analítica, en su ya clásico trabajo La importancia del padre para el destino de cada cual (1931), señala la trascendencia del progenitor en el futuro de sus hijos. No se trata de que el hijo o los hijos pretendan ser lo que el padre, o lo contrario, sino de ver el ascendiente que tiene sobre su prole: “En el problema de la vocación no es sólo decisiva y radicalmente determinante la impronta materna, sino también y el superlativo grado la modalidad de la relación que se establece con la figura paterna”.[1]En mi caso puede haber, ciertamente, una sutil influencia; al menos eso me parece, aunque en estas cuestiones resulta arriesgada cualquier aseveración, ya que los estudiosos del tema no se ponen enteramente de acuerdo acerca de “cuáles son los componentes heredados y cuáles los componentes adquiridos en la conducta humana”; en cualquier caso, parece que hay alguna relación entre la vocación y el subconsciente[2]-me refiero a lo inconsciente o débilmente consciente-.

    Al comienzo de la II República, siendo mi padre como de veintitantos años, vino a Torrebaja un grupo de variedades, para actuar en el teatro de Tomás Gómez, donde también se proyectaban películas, se hacían mítines, bailes o otras actividades políticas y sociales. Sucedió, sin embargo, que una de las vedettes se puso mala y la sesión se vio comprometida. La compañía se hospedaba en la fonda de las Lucías, junto al teatro y no se les ocurrió otra cosa a los mozos que hacer pasar a mi padre por médico, para que fuera a visitarla. Hay que decir que mi padre era un mozo alto y bien plantado, amante de la juerga, aunque sin llegar al desenfreno. Al menos eso es lo que me han contado, aunque él nunca me habló de este episodio... Los hijos tienden a idealizar a los padres, pero éstos distan de ser perfectos; en cualquier caso, mejor no saberlo todo de ellos.  Decía que mi padre se presentó en la fonda, serio, con su traje y un maletín, como el médico que va a visitar a un paciente. Entró en la habitación de la artista, una chica joven y guapa, y empezó a preguntarle acerca de lo que le pasaba, le miró la garganta, luego le hizo levantar la ropa para palparle el vientre, y demás cosas que hacen los médicos en estos casos... La dolencia de la chica no debía ser grave, porque se le pasó con los masajes que mi padre le hizo y un tisana que le mandó. Después se supo lo del falso médico, pero la chica no se lo tomó a mal; todo fueron risas y bromas, aunque bien podía haber traído consecuencias.

    Muchos años después, ya casado mi padre, un invierno se compró un abrigo en los almacenes Sepu de Barcelona; una prenda realmente bonita, de tela gruesa muy agradable al tacto, color verdoso oscuro. El caso es que le quedaba pintiparado, muy bien, pues tenía buen corte y la pecha era también buena. Cuando mi madre se lo vio puesto quedó encanta: Te queda estupendo, pareces un médico...–le dijo-. De esta forma, el abrigo de marras lo conocíamos en casa como “el abrigo de médico”. Aquello pasó, pero yo siempre percibí en mi padre una gran admiración por la medicina, por los médicos. Mas yo era un niño entonces y mi vocación estaba todavía por despertar...

    Durante mi estancia en la ciudad condal como estudiante de bachiller lo que si se despertó en mi fue la pasión por la lectura. Vivía yo con mis tíos –Juan y Amelia, ella hermana de mi madre-, en la calle Córcega, esquina con Cerdeña. En un lado de la entrada de la finca había una joyería y el en otro un zapatero remendón, y desde el balcón de la casa se veía el patio de tierra del colegio donde estudiaba -el “Patronato de la Sagrada Familia y San Ignacio de Loyola”-, un centro patrocinado por los jesuitas para hijos de trabajadores. Los hermanos Antonio y Serviliano Jara fueron algunos de mis profesores; creo eran castellanos, de León. Desde el mismo balcón se veían también las torres de la Sagrada Familia, tan cerca que casi se podían tocar... Los domingos por la mañana iba a misa a la iglesia de San Antonio María Claret, un templo de mucho fuste; me mandaba mi tío, aunque él no era de misa. Sin ser anticlerical, pensaba en republicano... Por las tardes iba al cine: al “Delicias”, en la Travesera de Gracia, al "Máximo", en la calle Sicilia, al "Texas", en Bailén, al "Nápoles" -salas de barrio de doble sesión, en las proximidades de la zona donde yo vivía-. Cuando no iba al cine me subía a ver a mis tías, Clotilde y Celestina: la primera vivía en la calle Verdi y la otra en San José de la Montaña, cerca del parque Güell. Celestina estaba casada con Manuel, que procedía de Castielfabib; tenían una hija soltera mayor que yo, que trabajaba en el banco de sangre del hospital del Valle Hebrón como enfermera. Tanto mi tía como mi prima me hacían mucho caso, por eso me gustaba ir a verlas; y también porque mi prima tenía muchos libros, era socia del Círculo de Lectores y cada tres meses le traían otros nuevos. Cuando ya fui mayorcito me pasaba en su casa el fin de semana, fue en esa época cuando me aficioné a la lectura, me leí todos los libros de mi prima. De una parte porque me gustaba el mundo de los libros, la fantasía en la que me introducían y de otra porque no podía hacer otra cosa, ya que al principio no me dejaban ir solo por la ciudad y hacer amigos no era fácil. Como mucho me llevaban a los columpios del paseo de San Juan, o al parque Güel, pero poco rato. Con el tiempo ya me dejaban ir solo a la plaza de la Sagrada Familia, donde había pistas de patinaje, actividad a la que me aficioné; quizá porque no hacían falta otros niños para jugar. Los años de mi segunda infancia y primera adolescencia fueron para mí de soledad y mis mejores amigos los libros. Aunque también escuchaba las radionovelas de Gautier Casaseca que seguía mi tía, incluso el consultorio sentimental de la "Señora Francis", que tenía una peculiar sintonía. Era la época de "Matilde, Perico y Periquín", un serial costumbrista que siempre me hacía reir... Finalmente mi prima me hizo socio del Círculo de Lectores, y comencé a tener mi propia biblioteca. Intuitivamente, descubrí por mí mismo el sabio consejo del escritor ingles, William Somerset Maughan (1874-1965): Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida... -la soledad incluida-.
    
    Portad del libro La familia de Pascual Duarte, obra de Camilo José Cela, Editada por Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1972.


    En aquella época, entre la segunda mitad de los años sesenta y primeros setenta, hice muchas lecturas. Recuerdo con especial cariño Amor. Diario de Daniel, de Michel Quoist, Viento del este, viento del oeste, de Pearl S. Buck, El fulgor y la sangre, de Ignacio Aldecoa, La familia de Pascual Duarte, de Camino José Cela, Nada, de Carmen Laforet, El mono desnudo, de Desmond Morris, y la serie sobre la guerra civil Un millón de muertos, Los cipreses creen en Dios y Ha estallado la paz, de José Mª Gironella. Estos últimos constituyeron mis primeras lecturas sobre la incivil contienda española, un tema histórico por el que desde entonces he sentido apasionamiento. La lista sería interminable, pero hay dos títulos que no puedo dejar de reseñar, porque de alguna forma creo marcaron mi vocación: Sinuhé el egipcio, de Mika Waltari y Cuerpos y Almas, de Maxence van der Meersch. Las dos últimas novelas son de los años cuarenta, aunque yo las leí en los primeros setenta...

    La del finlandés es una novela histórica, trata de un niño que fue encontrado flotando en el Nilo por los padres que la adoptaron, y que llegó a ser médico de Akenatón, el faraón monoteísta de la XVIII dinastía, cuya peripecia vital le lleva a visitar algunas de las grades ciudades de la antigüedad, Babilonia, el país de los hititas, la Creta minoica, donde vive la aventura del Minotauro... Describe la sociedad del antiguo Egipto, el oscuro mundo de los embalsamadores -desprendían un hedor tan repugnante que ni las prostitutas querían ir con ellos-, su enamoramiento y pasión por una cortesana que le empuja a vender sus utensilios de cirugía, incluso la tumba de sus padres... Tanto me gustó aquel libro que nada más terminar de leerlo lo comencé de nuevo. Esto me ha pasado con otros libros ya en la edad adulta, por ejemplo con Memorias de Adriano, de Marguerite de Yourcenar, en la traducción de Julio Cortazar, y con Viaje por Italia, de Adolfo de Azcárraga. Además de orientar mi vocación, el libro del médico egipcio marcó mi gusto por la literatura histórica. Uno de los títulos que recientemente he releído es El puente de Alcántara, de Frank Bauer, que precisamente trata también de un médico judío en la Sevilla musulmana del siglo XI.  La del francés es una novela social, en la que se ponen en evidencia las manipulaciones de la medicina oficial frente a la realidad de los pacientes que sufren por causa de esos manejos, de su sufrimiento y desamparo. Su lectura me conmovió, hasta el punto de hacerme ver cuál debía ser mi camino profesional.

    
    Portada del libro Sinuhé el Egipcio, obra de Mika Waltari, Editada por Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1965.

    Portada del libro Cuerpos y almas, obra de Maxence van der Meersch, Editada por Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1969.

    De la ciudad condal a la capital del Turia.

    En un momento determinado, corría el año 1970, mis padres se dieron cuenta que mi estancia en Barcelona, en casa de mis tíos, ya no me aprovechaba, que incluso podía ser perjudicial para mi futuro, razón por la que decidieron mi traslado a Valencia, para continuar allí los estudios. De esta forma estaría más cerca de casa y podrían controlarme mejor... Fue una suerte para mí que tomaran esta decisión, de lo contrario no hubiera terminado ni el bachiller. Ellos se encargaron de todo, de encontrarme un piso en el que vivir con otros chicos del pueblo y de matricularme en la Facultad de Medicina para estudiar Enfermería, lo que entonces se denominaba Ayudante Técnico Sanitario (ATS) y después Diplomado Universitario en Enfermería (DUE). Hice el examen de ingreso en la Escuela de Enfermería y resulté apto. Pero yo no quería ser practicante, ni enfermero, quería ser médico. Mi padre fue claro y tajante al respecto: Alfredo, no te podemos pagar los estudios de medicina, primero te harás enfermero y si después quieres ser médico, eso ya será cosa tuya... Para comenzar los estudios de Enfermería entonces bastaba con el bachiller elemental, pero para Medicina había que tener el bachiller superior y el curso de orientación universitaria (COU).

    Comencé los estudios de Enfermería en el curso 1970-71, con la idea de matricularme también en el Instituto Nacional de Enseñanza Media "Luis Vives" como alumno oficial nocturno; mi empeño en ser médico seguía vigente. Pero cuando fui a matricularme el bedel me dijo que era imposible, el plazo de inscripción había concluido el mes anterior. Tuve un disgusto morrocotudo, ya que si quería estudiar medicina tenía que terminar primero el bachiller superior. Llamé a mis padres y les conté lo que sucedía, me contestaron que no me preocupara, que tal vez podría arreglase, como finalmente sucedió. Reflexionando en la distancia, hoy no puedo por menos que recordar con ternura a mis padres por su amor incondicional, por su ayuda continuada y por todo lo que hicieron por mí, además de criarme y educarme. Mis padres tenían cierta amistad con don Carmelo Ciganda Nevado, cura párroco de Ademuz y promotor del Instituto "Virgen de la Huerta", junto con el ayuntamiento de esta localidad. Su relación con el párroco venía de atrás, pues cuando se fundó el instituto hubo un fuerte rechazo de la gente de Torrebaja, cuyo Ayuntamiento quería que se ubicara en su término. Durante el primer curso en el nuevo instituto el único alumno que iba de Torrebaja era mi hermano pequeño. Venía un autobús de Ademuz a buscarle, el del Chato... Mis padres lo tenían claro, querían que sus hijos estudiaran por encima de todo. Así fue como comenzó la relación de mis padres con don Carmelo, y esta fue la razón de que le contaran al cura lo que me había sucedido en el instituto "Luis Vives" de Valencia. Don Carmelo cogió pluma y papel y escribió una carta, la metió en un sobre, lo cerró y se lo entregó a mi padre, diciendo: Dale esta carta al muchacho y que se la entregue en mano al director del instituto, que es amigo mío; pero que se la entregue en mano... No recuerdo como me hicieron llegar la carta mis padres, pero la misma mañana de recibirla me fui al instituto y pregunté por el director, alegando que tenía una carta para él. Hasta la puerta del despacho del director me acompañó el mismo bedel que me había dicho que la matrícula estaba cerrada. Entré, saludé al director y le entregué la carta de don Carmelo. No sé lo que diría la carta, porque ya digo que el sobre estaba cerrado. Nada más leerla, sin embargo, el director llamó al bedel, diciendo: Acompaña al chico a las oficinas y que le matriculen como alumno nocturno... El hombre me acompañó y en menos de una hora estaba matriculado como alumno oficial nocturno, de matemáticas y química de 5º curso que me quedaban y de sexto de bachiller completo. No cabe duda que la Providencia actuó en mi favor aquel día, como lo sigue haciendo en la actualidad. Mucho tiempo después supe que don Carmelo y el director del instituto eran del Opus Dei... Sin duda, ¡hay que tener amigos hasta en el infierno! Tampoco me cabe la menor duda que mis padres agradecerían cumplidamente la intercesión del cura en aquella gestión, ¡favor con favor se paga!

    Detalle del recibo de matrícula en el Instituto Nacional de Enseñanza Media "Luis Vives" de Valencia como alumno nocturno de Sexto curso de Bachiller y dos asignaturas pendientes de 5º curso (Valencia, 1970).


    Ese año y los siguientes fueron decisivos para mi formación, y muy provechosos; el mismo curso 1970-71 estudié y aprobé 1º de Enfermería, las matemáticas y la química de 5º, y 6º curso de bachiller completo. El curso siguiente, 1971-72 estudié y aprobé 2º de Enfermería y COU. Y el siguiente, curso 1972-73, estudié y aprobé 3º de Enfermería y Selectivo de Medicina. El 15 de julio de 1973 comencé a trabajar como enfermero en la Ciudad Sanitaria “La Fe” de Valencia, en el Pabellón Central, 7ª planta, 1ª sección, que era de Urología.  Tiempo después me trasladaron a la 6ª planta, 1ª sección, que era de Neumología: allí estuve durante seis años, mientras estudiaba Medicina... Me licencié como médico en 1983: por el contrario de los primeros, los últimos años se me hicieron muy duros. Además, agotadas las prórrogas tuve que hacer el Servicio Militar Obligatorio, me tocó Marina y me destinaron a la Enfermería de Capitanía General de Cartagena, allí estuve durante 18 meses. Mi primera colegiación fue en el Colegio de Médicos de Ávila; cuando le enseñé el carné a mi padre, lo cogió y lo besó. Desde una óptica sicoanalítica alguien podrá pensar que este era mi postrer homenaje a la persona de mi padre, y tal vez lo era. Por entonces él ya estaba enfermo de muerte, y a los pocos meses falleció.


    El autor, primero por la izquierda, con unos compañeros en la Sala de disección, Anatomía I, Mesa 6, Facultad de Medicina de Valencia, Curso 1973-74.


    Palabras finales.

    La evocación de tantos y tan lejanos recuerdos me ha supuesto un considerable esfuerzo de memoria, pues las remembranzas, cuando son verdaderas y sinceras, suelen ir acompañadas de sentimiento y emoción.

    Conviene, no obstante, recordar y reflexionar sobre lo vivido, ya que no basta con vivir. Dicho de otra manera, para hacer más intenso y provechoso lo vivido hay que evocarlo, rumiarlo y digerirlo, con el propósito de rectificar los errores, y mejorar. Dicen que Sócrates (470-399 a.C) lo hacía todos las noches antes de dormirse...

    En la vida hay que luchar y esforzarse por conseguir lo que queremos -diría la conseja-; aunque muchas veces no basta con el esfuerzo, hace falta, además, tener suerte. A la suerte, factor impredecible que no controlamos ni depende de nosotros, yo la llamo Providencia. Creo, quiero creer en que hay algo o alguien que vela por cada uno de nosotros, por cada persona, nominal, individualmente. Algo o alguien que finalmente nos lleva al lugar que más nos conviene, y que no siempre es donde queremos. Para entender esto hay que tener fe, y dejarse llevar. Entiendo la fe en sentido existencial, como la “distensión entre la duda y la creencia” que decía el siquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers (1883-1969), pero también en sentido teológico, espiritual y religioso.

    Soy también de la opinión que somos antes hijos del tiempo que nos ha tocado vivir, de nuestras posibilidades, aptitudes y circunstancias, que de nuestros padres biológicos o de adopción. Pienso también que la influencia de los padres -del padre, de la madre, de los progenitores-, es decisiva para la vida de cada uno de sus hijos. En mi caso me marcaron de una forma absoluta, concluyente, definitoria. Estimo, también, que ni mi hermano ni yo pudimos tener mejores padres, ya que fuimos hijos deseados y queridos en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida, desde nuestro principio hasta su final.

    En suma: valgan estas palabras como invitación y estímulo para evocar nuestra vida, la de cada cual en particular, nuestros sueños, éxitos y frustraciones; ya que todos tenemos nuestra pequeña-gran historia que contar. Y como decía Carl Sagan (1934-96) respecto del Cosmos, las personas constituimos el cómputo de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que seremos. Vale.



    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
    De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



    [1] ROF CARBALLO, Juan. Medicina y actividad creadora, Revista de Occidente, Madrid, 1964, pp. 247-267.
    [2] Ibídem.

    DE TORREBAJA A PARÍS Y ÁMSTERDAM VÍA BRUSELAS: UN VIAJE DE IDA Y VUELTA (I).

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    Evocación y reflexiones acerca de aquel viaje, agosto de 1971.




    “La vaguedad nunca ha producido nada.
    Es lo concreto lo productivo.
    [...] No se dejen impresionar por el qué dirán. Opinen.
    Defiendan su libertad de gustos y de juicios.
    Piensen en la diferencia entre una rosa y una m...”
    -Josep Pla(1897-1981)-.






    Palabras previas.


    Todos o casi todos tenemos nuestro particular Cuaderno gris–me refiero, lógicamente, al célebre dietario de Josep Plá, en payés universal-; bien es cierto, sin embargo, que la mayoría de los mortales no llegamos a escribirlo –cabría agregar, “por suerte”, ya que probablemente sería demasiado tedioso-.


    A este tipo de escritos, en los que el autor escribe sobre sí mismo, sobre lo que siente, recuerda u observa, se les ha llamado “literatura del Yo”. La expresión parece venturosa, y seguramente lo es; aunque no todo el mundo aprecia este tipo de textos, artículos, entradas o lo que sea que fueren. Al respecto, en un suelto de Andrés Trapiello (El País, 2007) se mencionan los Ensayos de Montaigne, obra que por cierto no he leído, en cuyo prólogo el escritor francés dice textualmente, “Yo soy la materia de mi libro". Como digo, desconozco el contenido del libro, pero creo entender lo que quiere decir. Porque en cualquier libro su autor no habla de otra cosa que de él, escriba de lo que escriba. Es más, soy de los que piensan que cualquier escritor suele escribir siempre sobre lo mismo, hasta el punto que su obra completa es el mismo libro ampliado, retocado, mejor o peor escrito, bajo uno u otro disfraz estilístico, pero siempre el mismo y diciendo de lo mismo, bajo cualquier pretexto. Esta es mi opinión, pero como el tema puede ser objeto de polémica, que cada cual apechugue con la suya...


    Días atrás, buscando en un arcón que tengo en la cambra, encontré una carpetita con algunos documentos, cartas, postales, mapas, planos... Entre las cartas había algunas con el formato típico de las utilizadas para la “vía aérea” de hace años, quiero decir con el borde enmarcado por unas figuras geométricas rojas y azules. No sé cómo serán hoy las cartas que se envían por avión, porque hace años que no envío epístolas por este medio. Algunas de aquellas tenían matasello francés, y estaban dirigidas a mi nombre. En el remitente, sin embargo también figuraba mi nombre... Mi picó la curiosidad y abrí una de ellas, entonces lo comprendí. Se trataba de cartas escritas por mí, desde París, a mi padre en Torrebaja, Valencia, España. Mi padre y yo compartimos el nombre; y el primer apellido, claro. Y correspondían a un viaje que hice por varios países de Europa en agosto de 1971.


    La lectura de aquella carta me provocó un sinfín de emociones y recuerdos, en un instante se agolparon en mi memoria infinitud de imágenes aparentemente olvidadas de aquel asombroso verano por Francia, Bélgica, y Holanda..., viajando en autostop y en tren. Cuando transitamos por el camino de la madurez, recordar la juventud puede resultar emotivo, a la vez que patético. Si se me diera la oportunidad, no estoy seguro de que quisiera volver a aquellos años de plenitud, conociendo lo que vino después. Porque la dulce juventud no viene sola, conlleva también momentos amargos, de esfuerzo, pérdidas y dolor. Quiero decir que si volver atrás en el tiempo implicara revivir los momentos de sufrimiento por la muerte de mis padres, por ejemplo, creo que diría que no. Dejemos, pues, que la vida continúe su curso...

     
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    Vista del camino de las Escuelas al puente del Ebrón en Torrebaja (Valencia), actual Paseo de la Diputación (ca.1965).

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    Vista del actual paseo de la Diputación en Torrebaja (Valencia), con el puente sobre el Ebrón en primer plano (2015).


    Antecedentes de mi viaje por Europa.


    El curso 1970-71 fue para mí prodigioso, estupendo, fenomenal... Fue el primer año que estuve fuera de la casa de mis padres, en Valencia, sin la protección y el amparo que había tenido en Barcelona viviendo con mis tíos. Aquel curso lo viví de forma intensa y plena, libre y responsablemente. Procedía yo de Barcelona, donde había estado cursando el Bachillerato Elemental, y el comienzo del Superior. En vista de que no progresaba mis padres decidieron mi traslado a la capital del Turia, allí me matricularon en la Escuela de Enfermería, Facultad de Medicina, para estudiar lo que entonces se denominaba Ayudante Técnico Sanitario (ATS), y después Diplomado en Enfermería (DuE). A la vez me matriculé como alumno oficial nocturno en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “Luis Vives”, de dos asignatura de 5º que me quedaban y de 6º curso completo.[1]


    No logro recordar cómo sucedió, pero por entonces yo estaba entusiasmado con viajar, quizá efecto de mis lecturas juveniles, no sé. De los años previos recuerdo una serie de artículos publicados en La Vanguardia Española de Barcelona, en los que se relataba la aventura de un viaje en el Transiberiano, de Moscú a Vladivostok, ciudad del lejano oriente ruso; aquella serie me encantaba, decía de la gente, de sus costumbres, de lugares y paisajes. Fue quizá de este tipo de narraciones de donde provino mi afición a los viajes, a este que contaré y a otros muchos que hice después. El caso es que les propuse a mis padre un acuerdo, si aprobaba todo me dejarían hacer un viaje a París. Ellos aceptaron de inmediato, no pusieron objeción; conociendo mi currículo académico pensaron que no se habrían de ver en el aprieto de cumplir su palabra y dejarme marchar. Porque lo cierto es que yo siempre he sido mal estudiante, aprobando a trancas y barrancas... Aunque no crean, le ponía voluntad al estudio, pero me distraía mucho, en especial con la lectura y los juegos. Mas la libertad me sentó bien, aproveché mucho el tiempo, le cogí gusto a los libros de texto, incluso a las matemática y la química –cosa impensable en mí, a quien siempre han mareado los números-. Puesto a ser sincero diré que todavía cuento con los dedos... En algún momento esto me acomplejó, hasta que entendí que la inteligencia no es algo monolítico, compacto, de una pieza. Quiero decir que alguien que calcule rápido y bien no es más inteligente que otro que tenga que utilizar los dedos o la calculadora. Hoy se habla de la inteligencia emocional, porque la inteligencia es algo complejo, que abarca aspectos muy distintos del individuo. De hecho he conocido personas muy dotadas intelectualmente que han resultado un desastre en sus relaciones sociales o amorosas. ¡Seguro que ustedes también las han conocido! Porque esto, saber desenvolverse en la vida y tener éxito en los afectos, también es inteligencia... Propiamente, el más inteligente es el que consigue armonizar mejor todos los aspectos de la persona, cuyo fin último es o debería ser la felicidad. Ya lo decía no sé quién, pero fuera quien fuera lo suscribo: La vida es una lucha, la felicidad una conquista... La inteligencia puede ayudarnos en el trance, mas no garantiza el triunfo.


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    Detalle de la carta remitida al autor por la Oficina de Viajes de la Delegación de la Juventud de Valencia, relativa a la obtención del Carnet Internacional de Albergues (1971).

    Volviendo al hilo de lo que decía, todo fue que pese a haber sido hasta entonces mal estudiante, aquel curso aprobé. En ello debió contribuir la situación de libertad personal en la que me encontraba, la ilusión y la madurez personal. Sea como fuere, constituyó una gran alegría para todos, para mí y para mi familia; para mis padres supuso además cumplir su compromiso de dejarme marchar a París... Antes de marcharse debía resolver la cuestión económica, pues dinero no tenía. La intendencia es importante en cualquier actividad, no basta con la ilusión y la buena voluntad. Por aquella época estaban construyendo en Torrebaja el camino de las Escuelas al puente del río Ebrón, lo que después sería el Paseo de la Diputación; y me ofrecí como peón. El maestro de obras era Constantino Aparicio, que a falta de otro obrero mejor me cogió. Era aquel un trabajo pesado, encofrando, acarreando grava, amasando cemento..., todo el día bajo el sol. Y el tío Constantino encima, que no te dejaba parar... Después trabajé con Ramón Blasco, en el jardín de la plaza del Ayuntamiento, que se estaba remodelando por entonces. Con Blasco el trabajo era más llevadero, aunque tampoco paraba. El desempeño de aquellos trabajos me proporcionó unos miles de pesetas, que me vinieron muy bien para mi viaje...


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    Detalle de "La Tour Eiffel" (1889), cuadro al óleo de George Pierre Seurat (1859-1891), fundador del Neoimpresionismo [Tomado de Wikipedia, La enciclopedia libre].



    Mi propósito era marcharme en autostop, de facto ya tenía alguna experiencia en ello, pues había venido alguna vez por este medio desde Barcelona. En cierta ocasión vine con José Manuel Pinazo, un compañero que luego emigró a México, y que falleció joven. ¡Descansa en paz, amigo! Parece, sin embargo, que aquel iba a ser mi año de suerte, pues hablando mi madre con Tonica la Tata resultó que ella, su marido y su hijo Joaquín se marchaban por entonces a Holanda, donde trabajaba Antonio. Como les cogía de paso, no tuvieron inconveniente en llevarme en su coche hasta París...


    Apenas recuerdo nada del viaje de ida, quizá porque la mayor parte del trayecto fue de noche, sólo que yo me dejaron en Versalles... Sin embargo, en las notas de mi diario leo: “Franco Assasin” –estas son las primeras palabras que leo en francés al atravesar la frontera-. El texto refleja el ambiente social y político de aquellos años previos a la transición. Yo llevaba una pesada mochilla con mis cosas y un pequeño macuto en bandolera. Aquella noche dormí en el garaje de una estación de ESSO que encontré abierto, en un rincón entre dos coches, sobre una manta tendida en el suelo; a la mañana siguiente, lo primero que vi al salir fue la silueta de la torre Eiffel a lo lejos, envuelta en una densa bruma. ¡Ahora si que estoy en París! -me dije-. Ese fue el comienzo de aquel episodio: un viaje es como la vida, una aventura que no sabemos cómo terminará...


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    Detalle de postal con una "Puesta de sol sobre Notre-Dam y la isla de la Ciudad" en París (Francia), 1971.

    Antes de continuar, veamos lo que dice aquella carta escrita a mis padres desde París:


    • <Queridos papás y hermanito:/ ¿Qué tal? Yo por ahora, estoy estupendamente. Supongo ya habrán recibido la postal que les mandé./ Llegué a París el Sábado. Los de Holanda/ me dejaron en Versailles, que es un pueblo, por/ cierto precioso, distante unos 10 kilómetros de París./ Este Versailles está lleno de jardines y palacios. Encontré rápidamente el albergue de la Juventud,/ gracias al metro, que es grandioso, moderno [...] y muy completo./ Aquí en el albergue encontré, como les dije,/ a cinco españoles. Tres eran chicas catalanas y/ hablé en catalán con ellas. Un chico era también catalán y venía de Bélgica y Luxemburgo./ Las chicas venían de Londres. El otro español se marchaba para España [...]./ Dos días antes había estado otro español/ que se había marchado para Holanda./ La misma noche que yo vino otro español de Vitoria, Manuel, que había estado en un campo/ internacional de trabajo. Enseguida hicimos amistad y visitamos París juntos. Es estudiante/ de “Preu” letras, y le han tumbado el francés./ He visto muchísimas cosas. Estuve el otro día en la catedral de Notre-Dame escuchando un oficio. Es algo grandioso. Un sacerdote habló unas palabras en español. Yo me emocioné. Habíamos más de 9.000 personas// en la catedral./ Como sabrán, Notre-Dame está en “L`ille de la Cité”, que es una isla del Sena./ Hoy he estado en “Le Sacré Coeur de Montmartre”, algo divino. Es una iglesia fabulosa. Ya la verán por postales./ Los postales son baratas, 1F 4 tarjetas. Las compro en las tiendecillas de la ribera del Sena. Es algo muy típico./ He visto la torre Eiffel, fantástica. La Cine-/mateca francesa. Los jardines de Versailles/ y Luxemburgo. El arco del Triunfo que está en la place de l`Etoile. En la place de la Concorde, el/ obelisco que Napoleón trajo de Egipto./ He visitado el barrio Latino y el boulevard St Michel. El erótico barrio de Pigalle con sus sales de strip-tease, etc./ En fin, tantas y tan buenas cosas he visto que no sé que más contar./ Con el idioma de defiendo bastante/ bien. El francés más perfecto es el de París,/ y los parisinos lo hablan al igual que los/ andaluces el castellano, por lo que resulta bastante difícil de entenderlos y más si hablan rápido./ Por el día practico francés con la gente,/ en las tiendas y con el primero que se presenta./ Por la noche con los del albergue. Aujourd´hui he hecho amistad con un señor mayor, es árabe, pero habla muy bien français.// Ayer fuimos a la embajada y nos dieron un/ pase para todos los museos, nos lo cuña-/ron en la oficina de “Musée du Louvre”, que/ es donde está el director de los mu-/seos franceses. Con él hemos entrado en el/ Louvre, que vale 3f. Necesitaremos para verlo/ 3 ó 4 días, pues es más grande que todo/ Torre-Baja. Hemos visto un poco de pintura, “la Monna Lissa” de Leonardo/ de Vinci. Había cola para verla, y un guar-/dia al lado. Su sonrisa es fascinante./ También vimos algo de escultura, grabados/ y pintura egipcia, preciosa y exótica. Todo reliquias del país de los faraones. Momias y demás./ Me quedan alrededor de 250F.He gastado/ muy poco y he visto mucho. Me ha salva-/do la comida que me traje, y aún me que-/da bastante. Cada día bebemos 1,5 litros de leche/ cada uno. Compramos 1 botella de leche para/ cada comida. Desayuno, comida y cena./ Alguna vez nos llevamos la leche sin pagar./ Quisiera que estuvieran tranquilos, yo estoy muy bien./ Ya me conozco bastante la ciudad y no me/ pierdo; además, llevábamos un plano./ Le he mandado una postal a cada una de las/ tías y también a la Argentina. Igualmente a mis amigos./ Les estoy escribiendo desde las escalinatas que/ dan a la Cinemateca francesa, pues quiero ir a ver/ una película. Para los estudiantes sólo cuesta tres/ francos. Este edificio está frente a la Torre Eiffel./ Desde aquí se ve grandiosa en toda su altura. A sus/ pies los jardines con el césped y los árboles todos/ verdes y muchas flores, hay también mucha/ gente. Esto es fabuloso, muy bonito. París es una/ de las ciudades más cosmopolitas del mundo./ Hay gentes de todas las razas, colores y credos./ Otra cosa que me gusta mucho es la libertad/ que se tiene para todas las cosas; aquí nadie te dice nada hagas lo que hagas, digas/ lo que digas o creas lo que creas. Esto es muy lindo./ Lo que más siento estos días es que no puedan/ estar Vds., aquí junto a mí; los cuatro juntos./ Los horarios por aquí son muy diferentes; a las/ 10 de la noche no se ve un alma por la calle,/ todo e mundo está en su casa. Por la mañana a/ las 6 ya está arriba./ Estoy contento y lo paso muy bien. Iré pronto./ Les ruego estén tranquilos. Me han ocurrido/ cosas muy graciosas que ya les contaré y se/ reirán. Besos y abrazos de su hijo y hermano que les quiere. Alfredo. París, a 11-VIII-71>

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    Postal con detalle de "Les Bouquinistes del Quai de la Tournelle" en París (Francia), 1971.


    La carta está datada en París, el miércoles 11 de agosto de 1971; tenía yo 19 años recién cumplidos... Debí sentirme como todo joven a esa edad, con la sensación de tener toda la vida por delante y el mundo a los pies. Después he comprobado que esto nunca es así, que es uno el que al final se pone a los pies de la vida, y que la vida no es ninguna broma, aunque hay que tomársela con humor. En mi caso lo que tenía a mis pies eran los “Jardins du Trocadéro”. Al otro lado del Sena estaba la “Tour Eiffel” y el Campo de Marte, ya que me hallaba sentado en la escalinata de la “Cinémathèque Français”, entonces ubicada en el “Palais de Chaillot”. Se me enternece el ánimo al ver el comienzo del texto, “Queridos papás y hermanito”. Haciendo cálculos veo que mi padre tenía entonces 66 años, mi madre 57 y mi hermano 15 años; se hallaban pues en plena juventud. Digo esto porque yo también me siento joven, con una edad intermedia entre la de mi padre y la de mi madre entonces. No recuerdo, sin embargo, llamar a mis padres “papas”, mas resulta evidente que por lo menos hasta entonces así les llamaba. Otra cosa que debió cambiar por entonces entre nosotros fue el tratamiento, ya que cuando digo “Supongo ya habrán recibido la postal que les mandé” les estoy tratando de usted. Pero en nuestra vida adulta, tanto mi hermano como yo siempre tratamos a nuestros padres de tú. El cambio debe verse como un signo de los tiempos, pues nosotros siempre les oímos a ellos tratar a sus padres de usted... Alude el texto a una postal que les había enviado; lo cierto es que aquella fue la primera de las muchas que les escribí en aquel viaje, como forma de tranquilizarles, para que supieran más o menos donde me encontraba en cada momento. ¡No obstante los años, todavía conservo aquellas postales!


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    Postal con "La Conciergerie et la Flèche de la Sainte Chapelle" al fondo en París: el también llamado "Palais de la Cité" fue la antigua residencia de los reyes franceses (1971).

    Indico que “Llegué a París el Sábado”, que era 7 de agosto. Cuando nombro a “Los de Holanda” me refiero a Antonio, Tonica y su hijo Joaquín, familia de Torrebaja que iba camino de aquel país, donde el padre trabajaba en una multinacional. Tonica era hija de Antonia y Román, (a) los Tatas, unos vecinos de mis padres con los que siempre mantuvieron excelentes relaciones. Años después, hablando de aquel momento, cuando “me dejaron en Versailles”, Tonica me dijo que ellos se marcharon angustiados, pensando qué sería de mí. Yo me quedé tan pancho, sin la menor inquietud. Lo único que sentí es no haberles pedido su dirección, pues en aquel mismo viaje acabé llegando hasta Ámsterdam. Pero esto es adelantar la historia... Pasé el resto de la tarde visitando Versalles, algo más que un pueblo, y ciertamente precioso, con inmensos palacios y jardines como no había visto en la vida. Escribí en mi diario: Anoche, cuando me dejaron Antonio y Tonica, caminé desde Versalles hasta París, pasando por Sevres. De noche los palacios y jardines de Versalles me parecieron magníficos, rebosantes de historia y realeza. Caminé con un cartel colgado en la mochila, indicando “París”. No me paró nadie. Cuando me cansé de caminar entre en el garaje de una estación de ESSO que estaba abierto, para pasar allí la noche. Entré, tendí la manta en un rincón entre dos coches y me dormí. Allí he amanecido esta mañana. Al salir a la calle lo primero que he visto es la silueta de la Tour Eiffel a lo lejos, envuelta en una densa niebla. Acabo de salir del lavabo y me encuentro muy bien, tranquilo. Estoy escribiendo en las escaleras del “Parc de St Cluod” en Sevres, frente al Centre Intenational d`Etudes Pedagogiques, son las 7:55 horas. El tejado del edificio es de pizarra, el parque muy grande, con césped y muchas flores, bonito de verdad; pero no tiene una triste fuente donde beber y asearme. Es cierto que nací en una pequeña localidad, pero conocía la ciudad –Barcelona y Valencia-, donde había vivido varios años; sin embargo, seguía siendo un chico de pueblo. No resulta extraño, pues, que me impresionaran aquellos versallescos edificios.

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    Cartel oficial de la película "El acorazado Potenkin", de S.M. Eisentein (1925) [Tomado de www.filmaffinity.com].


    Desde niño me ha gustado el cine, y todavía me apasiona. Mis películas preferidas en la infancia fueron las del oeste. Nunca olvidaré la primera vez que vi Los siete magníficos, película de John Sturges (1960), conYul Brynner,Steve McQueen,Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Eli Wallach yBrad Dexter en el “Cine Resman” de Torrebaja. La película es ciertamente estupenda, tiene argumento, acción, buena realización y mejor dirección. Lo que más me gusta de ella, sin embargo, es el final, cuando el chico joven regresa al pueblucho para quedarse con su chica. Triunfa el amor por encima de todo lo demás, y el pistolero cambia su vida de violencia por la más pacífica de granjero o cultivador, sólo por amor. La chica, en verdad, lo merecía. Mi problema ahora es encontrar una película que sea de mi agrado. A una película le pido lo que a un libro o una obra de teatro, que me divierta, que me distraiga, que me ilustre, que me emocione al fin. Pero ya digo, cada día me resulta difícil encontrar una que me satisfaga... Aquel verano en París descubrí la cinemateca francesa, yo no sabía ni remotamente de su existencia. Me la descubrieron los españoles con los que me relacionaba, algunos del albergue de la juventud donde dormía y otros que conocí visitando la ciudad. La cinemateca francesa se fundó a mediados de los años treinta y tiene como objetivo coleccionar, restaurar y conservar el patrimonio cinematográfico mundial, no sólo francés. Mi primera película en la cinemateca fue Le Cuirassé Potenkin, de S.M. Eisentein (1925), una cinta muda, emblema de la filmografía rusa, paradigma de la propaganda revolucionaria y una de las mejores películas de todos los tiempos. Sin duda por el lenguaje que utiliza y las potencia de las imágenes, que narra el motín del acorazado Potenkin de 1905 contra los oficiales zaristas. Esto fue el martes 10 de agosto, en la proyección de las 18:30 horas. Aquella experiencia me resultó impresionante, pues yo no dejaba de ser un joven de Torrebaja, en el Rincón de Ademuz, esto es, un chico poco formado y con mentalidad rural. 



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    Cartel oficial de la película "Viridiana" de Luis Buñuel (1961) [Tomado de www.filmaffinity.com].

    Otro día fuimos a ver Viridina, de Luis Buñuel (1961), película como la anterior prohibida entonces en España. Esto fue el viernes 13 de agosto, en la proyección de las 20:30 horas. No, no es que yo tenga una memoria prodigiosa para las fechas, es que lo estoy leyendo en un programa que conservo en recuerdo de aquella aventura. Pero bien hubiera podido acordarme incluso de la fecha y hora de la sesión, pues ambas películas me impactaron... Yo era un cinéfilo en ciernes, pero aquello no lo había visto nunca: ni en Torrebaja, ni en Barcelona ni en Valencia se veía aquel tipo de cine. Me chocó mucho también escuchar la película en español, con subtítulos en francés, pues en el cine “Xerea” de Valencia, una sala considerada entonces de Arte y Ensayo que yo frecuentaba, lo habitual era ver películas en algún idioma extranjero con carteles castellanos; algunas de aquellas cintas eran verdaderos tostones, pero como queríamos ser modernos y no desentonar las veíamos con recogimiento, especulando sobre lo que querían o no decir. ¡Estuvo bien la experiencia con Viridiana, por una vez me sentí diferente, esto es, superior, orgulloso de mi idioma! Muchos de los asistentes a aquella proyección éramos españoles, y en ciertos momentos algunos de ellos aplaudían. Yo tenía bastante con mirar y escuchar... Después he visto varias veces más aquella película, pero la impresión de aquella primera vez fue anonadante. La sala de proyección de la cinemateca era más bien pequeña y estaba muy solicitada. La tarde que vi Viridina por poco me toca pasar la noche “á la belle étoile”, pues el albergue donde dormía estaba lejos del centro, en la avenida de Jean Jaurés, y cerraban a las 22:00 horas.

    Fragmento del programa de la "Cinémathèque Français" durante el verano de 1971 en París (Francia), cuando se hallaba en el "Palais de Chaillot".

    El domingo 15 de agosto volvimos a la cineteca para ver un film “avant-garde” (vanguardista), titulado Dada et Surréalisme: Viking Eggeling, H. Richter, M. Ray, F. Léger, Picabia, R. Clair, A. Artaud, Hugnet, S. Dalí, L. Buñuel. La cinta era muda muy extraña, más bien me pareció una broma, pero debía ser muy buena, pues la gente de la sala la seguía con unción. No, yo no comprendí nada, si es que había algo que entender. Poco o nada sabía yo entonces de Dadaísmo ni de Surrealismo; tras ver la película seguí sin saber. Después he sabido que el primero era un movimiento artístico y cultural de principios de siglo, cuyo mayor exponente fue un rumano de nombre Tristán Tzara (1896-1963). Si no entiendo mal, el dadaísmo se opone al convencionalismo del arte burgués, y en lo profundo al racionalismo positivista. El dadaísmo se expresa a través del arte, de la pintura, de la escultura, de la poesía, del cine, incluso de la música. Esencialmente, sin embargo, lo que pretende el provocar, ¡que no es poco!, estando su origen en la apatía, falta de interés y desencanto de los artistas de entreguerras. En cualquier caso, las imágenes de aquella película no te dejaban indiferente.



    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.





    [1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anecdotario rinconademucense (VII y VIII), en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2015/02/anecdotario-rinconademucense-vii.html, del lunes 9 de febrero de 2015.

    DE TORREBAJA A PARÍS Y ÁMSTERDAM VÍA BRUSELAS: UN VIAJE DE IDA Y VUELTA (y II).

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    Evocación y reflexiones acerca de aquel viaje, agosto de 1971.






    Decía que “Encontré rápidamente el albergue de la Juventud,/ gracias al metro, que es grandioso, moderno [...] y muy completo”. Respecto del hospedaje, escribí en mi diario: He dejado la mochila en el albergue de la juventud, que está en Laumière. Tengo que volver a inscribirme. Las camas y habitaciones son bastante miserables, pero por 5f la noche no se puede pedir más. El caso es tener un lugar donde dormir y descansar. Creo que estaré bien. Me he encontrado con dos españoles y me dicen que hay más. He comprado varios billetes de metro, un ticket de diez viajes que sirven también para el autobús; así salen más baratos. La dirección del “auberge de la jeunesse” de la avenida Jean Jaurès me la había proporcionado Javier –me refiero a Fco. Javier Varela Tortajada-, que veraneaba por entonces en Torrebaja; él era de Madrid, creo, pero su madre descendía del pueblo. Javier ya había estado en París, conocía lugares y asuntos de interés. Y su información me resultó extraordinariamente útil. Me recomendó también que fuera a la embajada española para solicitar un “laissez passer”, lo que me permitiría visitar los museos de la capital gratis, o casi; el pase me ahorró mucho dinero. Me insistió también que fuera a ver el “Musée Rodin”, para ver “Le penseur”, cosa que hice. Son consejos que cabe agradecer, pues probablemente me hubiera perdido aquellos lugares. Sirva el punto para decir que cuando alguien viaja a un lugar desconocido merece la pena informarse previamente de cómo es, de lo que allí puede verse, de sus costumbres, historia, tradiciones; de no hacerlo así correremos el riesgo de menospreciar lo esencial. 
    De niño Javier Varela y una hermana suya venían a pasar el verano a Torrebaja, el pueblo de su madre. A los ojos de los demás chicos, Javier nos parecía algo estirado, distante y muy intelectual; quizá por ser de ciudad. Siempre llevaba un libro en la mano. Poseía ideas políticas avanzadas; muy de izquierdas, diríamos hoy. En aquella época los muchachos del pueblo nos sentíamos absolutamente alejados de aquellas inquietudes. El se reía de nosotros, probablemente con razón, éramos muy paletos. El último año que vino a veranear puso en venta una bici de carreras que tenía, yo se la compré. Parece que no pensaba volver por aquí. Pasaron años hasta que le volví a ver –esto fue en la boda de Joaquín Villanueva, el boticario de Torrebaja y su esposa Montse-; entonces él ya era profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Pasaron otros tantos años, y sin saber cómo ni por qué Javier volvió a caer por aquí: durante este periodo fue alcalde de Torrebaja por el Partido Popular (PP) durante dos legislaturas seguidas. 
    La distancia entre el discurso del "Varela juvenil" y el del "Varela maduro" era abismal; su viraje mostraba un giro de ciento ochenta grados. No es que sea obligatorio cambiar, pero sí evolucionar. Por el contrario, hay personas que conservan toda la vida idéntica ideología, los mismos pensamientos, influidos por la familia, el ambiente o lo que fuere, cosa bastante penosa a mi entender; ello indica un detenimiento en su evolución, a la vez que un pensamiento correoso, endurecido, embalsamado, si se puede decir así. El poeta y pintor inglés William Blake (1757-1827) lo decía mejor: El hombre cuya opinión nunca varía es semejante al agua estancada, y engendra reptiles en su mente... -donde dice opinión, léase ideología-. Esta forma de pensar, sin embargo, podría ser tan objetable como la contraria; ya que sólo las personas son dignas de respeto, en tanto las ideologías son todas cuestionables. Los demás alcaldes y concejales comarcanos le decían a Javier “el alcalde ilustrado”, supongo que con cierto retintín, aludiendo a su formación universitaria. La cuestión es de destacar, pues hay pocos pueblos en España que hayan tenido un profesor de Universidad como alcalde. Los intelectuales tiene su función, pero no son necesariamente los mejores gestores. Con todo, es bueno que los más cultos se vayan acercando al servicio de los pequeños municipios. La tercera vez que se presentó, sin embargo, perdió las elecciones...[1]

    Detalle de "Laissez-Passer", del Ministerio de Estado, Asuntos Culturales, Dirección de los Museos de Francia, expedido a nombre de Mr. A. Sánchez, válido hasta el 15 de agosto de 1971.


    Postal con detalle de la fachada principal del Museo Rodin en el VII Distrito de París (Francia), ubicado en el antiguo Hotel Biron donde se halla la célebre escultura "Le Penseur", obra de Auguste Rodin.


    El Museo Rodin, donde se halla la célebre escultura El pensadorestaba en el distrito VII, en la confluencia del “Bulevard des Invalides” y la “Rue de Varenne”, próximo al “Museé de l`Armée”, allí está la tumba de Napoleón. El pase para los museos franceses se solicitaba en la embajada española, había que aportar un carné universitario o juvenil, y después ir al Museo del Louvre donde te lo sellaban. El Museo Rodin es un lugar muy hermoso, un edificio rodeado de parques con un césped verde muy cuidado y una fuente circular, con multitud de esculturas de hierro y bronce al aire libre. Una de ellas es el celebérrimo Pensador, un varón sedente, muy musculado y desnudo, al estilo heroico, con el brazo derecho apoyado en la pierna izquierda y la cabeza descansada en el dorso de la mano... Parece que es la escultura más conocida de este escultor, al menos había mucha gente visitándola. El personaje tiene el ceño fruncido, en actitud pensante... ¿Qué pensará? -me preguntaba yo-. Sea lo que fuera que pensase debía ser un pensamiento concienzudo, exacto, minucioso; en cualquier caso me parece que la actitud de la escultura es algo forzada; aunque, eso sí, transmite una imponente sensación de fuerza. El día que emerja lo que está pensando será algo sensacional. Según he leído, su nombre original fue El poeta y estaba destinado a representar a Dante ante las puertas del infierno. Pese a la fama de El Pensador (1880), me gustó más una escultura de mármol que había en el interior, El beso (1889), que encarna a una pareja, hombre y mujer, besándose. Aunque me dio la impresión de que la pasión del beso corría a cargo de la mujer; el varón se dejaba besar... Lo cual resulta normal, pues contra lo que pudiera pensarse son las mujeres las que más saben del amor y sus misterios, además de estar más dotadas. No resulta extraño que los neurobiólogos hayan descubierto que el amor abre nuevos caminos neuronales en el cerebro, caminos que las féminas llevan transitando desde hace siglos... Decía al principio del párrafo que el metro de París me llamó mucho la atención; yo ya estaba familiarizado con el metro de Barcelona, pero el de París era magnífico, incomparablemente mejor. Había en las estaciones unos grandes planos del subterráneo que te permitían buscar una dirección con un sistema de lucecitas que te la indicaban; muy curioso, me fue de gran utilidad. Ya que aunque me daba grandes caminatas por la ciudad, también usaba mucho el metro; me aconsejaron comprar abonos de diez viajes, con los que te ahorrabas un dinero.

    Detalle de la escultura "Le Penseur" (1880), ubicada en el "Musée Rodin" de París (Francia), obra en bronce de Auguste Rodin (1840-1914).


    El albergue de la avenida de Jean Jaurè estaba cerca de Laumière, allí conocí a varios españoles que estaban viajando por Europa: unas chicas catalanas que venían de Londres, otro que venía de Bélgica y Luxemburgo, otro que se iba para Holanda. De este momento escribí en mi diario: He hablado con las chicas catalanas, lástima que se marchen mañana, podríamos haber visitado París con ellas... La misma noche que arribé yo vino un español de Vitoria, un tal Manuel, que había estado en un Campo Internacional de Trabajo. Con este último hice algo más de amistad, era estudiante y en pocos días regresaba a España. Nuestro entendimiento nos llevó a recorrer juntos París. Manuel era estudiante de Preuniversitario, y le había quedado el francés. Aquel año de 1971 debió ser el último que se hizo “Preu” en España, pues en el curso siguiente 1971-72 yo ya hice el Curso de Orientación Universitaria (COU). El de Vitoria era un chaval muy espabilado, me enseñó muchas cosas respecto a la supervivencia, entre ellas a entrar en un supermercado y salir comido... No había otro remedio, el nuestro era un turismo de mochileros, de gente inquieta y sin medios que de otra forma no hubiera podido salir de España. Reflexionando en la distancia me pregunto qué habrá sido de todas aquellas personas que conocí entonces en París, nos cruzamos durante un momento de nuestra vida y ya nunca hemos vuelto a coincidir. Y si nos hemos cruzado no nos hemos reconocimos...

    Postal con detalle de la fachada de la catedral de "Notre-Dam" en París (Francia), 1971.


    De mi estancia en la Cathédrale de Notre-Dame digo en la carta que estuve “escuchado un oficio”, y califico en lugar como “grandioso”, sito en La Isla de la Cité, en medio del Sena. Al respecto, escribí en mi diario: Esta tarde he estado en “L`Ile de la Cité”. He escuchado la misa en Notre-Dame. Había una multitud inmensa de gente. Junto con otros me he sentado en el suelo, frente al altar. Un sacerdote se ha dirigido a nosotros en español, saludándonos. Ha sido muy emocionante escuchar palabras españolas en la catedral, no las esperaba. Cierto, a los oficios se asiste, aunque yo digo "he escuchado", y tal vez sea lo más correcto, pues me limitaría a escuchar. Además de muy grande recuerdo que la catedral era gótica, diáfana y hermosa, con una gran luminosidad interior. Manifiesto mi emoción al oír al predicador decir unas palabras en español; en cualquier caso el oficio constituyó una multitudinaria reunión de jóvenes. No recuerdo cómo fue, pero me veo allí sentado en el piso de la catedral junto con cientos, miles de jóvenes más. Menciono que había nueve mil personas, no sé de dónde sacaría la cifra, debí oírla; lo cierto es que había muchísima gente. Debió coincidir mi vista al templo con aquel oficio o celebración, y me senté junto a los demás. Estuve también en la basílica de “Le Sacré Coeur”, en Montmartre, lugar precioso con una gran escalinata en la fachada anterior, desde donde puede verse una estupenda vista de la ciudad. En el imaginario, el barrio se halla vinculado a los artistas y gente de vida bohemia, y tiene una gran personalidad. La basílica posee planta en cruz griega, y cuatro cúpulas en torno a un domo central, según diseño del arquitecto francés Paul Abadie (1812-84). Su estilo está inspirado en las construcciones romanas y bizantinas, y fue construida en homenaje a los fallecidos franceses durante la guerra franco-prusiana: la primera piedra se puso en 1873 y se terminó en 1914, pero su consagración no tuvo lugar hasta 1919. En la zona del ábside hay una torre cuadrangular con una célebre campana, la Savoyarde, con un diámetro de 3 metros y un peso de 18,5 toneladas. Su cripta es también digna de visitar. De entonces guardo un montón de tarjetas postales que compraba en los quioscos de los “bouquinistas” del Sena, frente a Notre-Dam. Envié muchas aquel verano, a mis padres, a mis tíos de Barcelona, a los amigos del pueblo, incluso a una amiga de la Argentina con la que me escribía entonces, Nora Sonselet, de Rosario Santa Fe. Creo recordar que su papá era farmacéutico. Muchas veces me ha acordado de Nora desde entonces, ¿qué habrá sido de ella, se casaría, tendría hijos, vivirá...? Pues un día dejó de escribir y nunca más supe...

    Postal con vista nocturna de la fachada frontal de "Le Sacré-Coeur de Montmartre" en París (Francia), 1971.


    Como no podía ser de otra manera, en mi relato de los lugares que visité en París aparece la Torre Eiffel, una fantástica estructura de hierro construida para la Exposición Universal de 1889, a la que subí -porque uno no puede dejar de hacerlo estando en la ciudad-; vista inconmensurable la que se observa desde su altura, aunque no se llega hasta la cúspide, con el Campo de Marte a los pies. Otro lugar que conocí fueron los grandiosos Jardines de Luxemburgo, entre la “Rue D`Assas” y el “Boulevard Sant-Michel”, célebre vía que da sobre el Sena, a la altura de la Isla de la Ciudad. El fabuloso Arco del Triunfo en la “place de l`Étolie”, construido a principios del siglo XIX por Napoleón, para conmemorar la victoria francesa sobre rusos y austriacos en Austerliz. Sobre las paredes interiores del arco hay grabados más de quinientos nombres, correspondientes a generales franceses –los que murieron en combate están subrayados-. En los muros exteriores figuran los nombres de grandes revolucionarios franceses, y las batallas de Napoleón. También los nombres de ciudades españolas por donde en mala hora transitaron los ejércitos del Emperador: Zaragoza, Valls, Medellín... Napoleón me parece un “héroe” nefasto; no cabe duda que tenía grandes cualidades militares, y tal vez personales; pero llevó la muerte y la destrucción a toda Europa, España incluida. No, no me gusta nada este Bonaparte... Me di el gusto de recorrer los Campos Elíseos, desde “Étolie” hasta la plaza de la Concordia, donde se alza el mítico obelisco de Luxor. El obelisco fue regalado a Francia por el valí de Egipto en 1830 –no fue pues traído por Napoleón, como se dice en la carta-. El recorrido de la avenida de los Campos Elíseos supone una caminata de poco más de dos kilómetros, como de Los Santos a Torrebaja, pero en línea recta y rodeado de nobles edificios, amplias aceras y árboles de sombra a ambos lados de la calzada. La Diagonal en Barcelona, con ser una avenida notable se queda en calle grande comparada con la de los Elíseos de París. La de la Concordia es una plaza gigantesca, enorme. En este lugar se instaló una guillotina durante la Revolución Francesa, se descabezaron aquí más de mil personas, entre ellas el rey Luis XVI y su esposa, María Antonieta. Finalizada la época del Terror, la plaza se rebautizo con su actual nombre, Plaza de la Concordia, que suena muy bien en francés (PlacedelaConcorde). Una denominación apropiada tras tanta sangre vertida. Visité también el Barrio Latino (el célebre Quartier Latin), en la orilla izquierda del Sena, donde se halla La Sorbona, entre los Jardines de Luxemburgo y el Sena.

    Detalle de la fachada principal de La Sorbona en París (Francia) [Tomada de Wikipedia, la enciclopedia libre].


    Lo de latino procede de que aquí se hallaba la universidad medieval, centro de enseñanza donde la población de estudiantes utilizaban el latín como idioma académico. La Sorbona está en la parte alta del barrio, sobre la montañita de santa Genoveva: en este célebre barrio tuvieron lugar los acontecimientos de Mayo del 68 francés: recuerdo bien aquellos hechos por las fotos que publicaba La Vanguardia Española de Barcelona... Como no podía ser de otra manera, estuve también en “Pigalle”, cerca del “Sacré Coeur”: en “Pigalle" se hallaba el “Moulín Rouge”, los cines porno y las salas de strip-tease. Al célebre teatro de variedades no entré, pero sí a una película pornográfica. La experiencia no fue lo que imaginaba: cuando terminó la sesión y encendieron las luces sentí cierta vergüenza, en la sala apenas había una docena de espectadores, gente madura, triste, quizá insatisfecha: el más joven era yo, y salí pitando. Al salir del cine ocurrió que unos chicos de mi edad se metieron conmigo, porque llevaba una cruz al cuello. Se trataba de una cruz de bronce que me dio mi madre, con el compromiso de que la llevaría puesta durante el viaje. Imagino que ella buscaba que me protegiera; y debió protegerme, porque aunque tuvo contratiempos no padecí ningún desgracia. Otro día, Manuel y yo entramos a una sala de striptease, valía la entrada 2,50f; no me impresionó gran cosa, ya había visto antes mujeres desnudas, aunque no en vivo. Antes de finalizar la sesión nos echaron, pues no tomamos nada y la consumición era obligada. Lo cierto es que entramos por curiosidad, y también para poder decir que habíamos estado a una de estas salas. Tanto el dinero del cine porno como el del stripteasefue el peor empleado de aquel viaje: pero estar en París y dejar de ver aquello no parecía de recibo... Todo queda ya muy lejano; y por suerte los gustos eróticos cambian con los tiempos. En cualquier caso me quedo con el desnudo de la Basinger en Nueve semanas y media... –además, la canción de Joe Cocker es estupenda-.

    Detalle de la entrada a una sala de striptis en París (Francia), 1971.


    Digo a mis padres en la carta que me apaño bien con el idioma, quiero decir que me hacía entender, o eso creía yo. No es que se me dieran mal los idiomas, pero distaba de hablarlo aceptablemente. Durante el bachillerato había estudiado latín como lengua muerta, y francés como idioma extranjero; pero con el sistema que se utilizaba entonces no se aprendía. Sólo nos enseñaban a traducir textos y mucho vocabulario. No sé de dónde saqué yo que “El francés más perfecto es el de París,/ y los parisinos lo hablan al igual que los/ andaluces el castellano” –debió ser una frase que oí, pues mi conocimiento sociológico y del idioma no me podían permitir hacer semejante aseveración-. Lo único cierto es que cuando hablaban muy rápido no les entendía nada; mas eso sucede con cualquier idioma. Me tomaba, no obstante, mucho interés en aprender, de ahí que practicara en el albergue, las tiendas y con el primero que se presentara. Me resultaba más fácil entenderme con los extranjeros que hablaban francés, quizá porque lo platicaban tan mal como yo... Pero sí, aprendí mucho francés aquella temporada, un tiempo más y hubiera entendido a Moliere sin problema. Por lo menos él enseñaba riendo, cosa que siempre ayuda...

    Postal con vista nocturna de la fuente de la Plaza de la Concordia en París (Francia), con detalle del obelisco de Luxor al fondo (1971).


    Cuento en el párrafo siguiente la facilidad que nos dieron en la embajada española al expedirnos el pase con el que visitar gratis muchos museos de París. El pase, sin embargo, tuve que sellarlo en el Museo del Louvre. La entrada del Louvre valía 3f, lo que no dejaba se ser un dinero, pues fui muchas veces. Hoy la entrada normal de un adulto sobrepasa los 10 euros, creo. El Louvre era un lugar precioso, tranquilo, agradable, se estaba muy bien allí. Si a esto añadimos la riqueza pictórica -escultórica, arqueológica...- de sus fondos, ¡no me extraña que sea uno de los museos más visitados del mundo! Recuerdo que al entrar, sobre un rellano de las escalinatas había una enorme figura femenina alada a la que faltaba la cabeza, La Victoria de Samotracia, escultura griega de la escuela rodia, periodo helenístico. Todo el mundo iba a ver La Gioconda, de Leonardo da Vinci, siglo XVI. La pintura renacentista estaba tras un grueso cristal, parece que alguien enloquecido había intentado atacarla, como sucedió en el Vaticano con La Piedad, de Miguel Ángel. Junto a la “Mona Lisa”, como también se conoce a la mujer de la misteriosa y apacible sonrisa, había también un guardia. Los visitantes acudían a verla en tropel, y la contemplaban con devoción, como si de una imagen sacrosanta se tratara, y probablemente lo sea, pues algo de sagrado tiene el arte. Impresiona ver de cerca el original de tan famosa pintura –de no ser por el cristal, hubiera podido tocarla-. 

    Detalle de "La Gioconda", célebre obra del pintor renacentista Leonardo de Vinci (1451-1519) [Tomada de Wikipedia, la enciclopedia libre]. 

    Detalle de "La Gioconda" en el Museo del Louvre, en París (Francia), tras un cristal antibalas [Tomada de Wikipedia, la enciclopedia libre].


    Durante mis visitas al Louvre, ya digo que fueron varias, pues había mucho que ver y hacia un estar agradable, estuve también en la sección de Egipto. Allí reviví mi afición por la egiptología y la lectura juvenil de Sinuhé el egipcio, de Mika Waltari. Me encandilaban todos aquellos milenarios objetos expuestos en las vitrinas, las momias y cantidad de artilugios, esculturas, vasijas... De entre ellos recuerdo el Busto de Nefertiti, una mujer regia con gorro troncocónico invertido a la que faltaba por dibujar el ojo izquierdo: no sé si el autor la dejó incompleta o es que era tuerta. Pero aún sin ojo poseía un rostro bellísimo, uno de los más elaborados de la estatuaria egipcia, correspondiente al Imperio Nuevo, en tiempo del faraón Akenatón, XVIIIº Dinastía. Leo que dicha figura se halla en el Neues Museum, Berlín, Alemania –pero tengo el recuerdo de haberla visto en el Louvre: puede que sea imaginación mía o que cuando lo visité se exponía allí temporalmente, o que la que yo vi fuera una copia-. También recuerdo con afecto el Escriba sentado, una admirable figurita de mediano tamaño representando a un varón sentado y con las piernas cruzadas. Parece estar escuchando, observando algo que escribirá a continuación, su expresión es absolutamente realista, natural, viva, actual..., aunque corresponde al Imperio Antiguo de Egipto. Otra pieza de la antigüedad que vi en el Louvre fue el Código de Hammurabi, una estela en piedra oscura de basalto, de dos metros y medio de altura, que recopila las leyes sumerias, sintetizadas en la “ley del talión” y el “ojo por ojo”, aunque contiene otras leyes alejadas de estos conceptos. Las leyes grabadas en piedra eran inamovibles, ni los reyes podían cambiarlas. Me gustaron también aquellos aparatosos cuadros de Jacques-Louis David basados en motivos escultóricos y mitológicos, y otros de suave erotismo como La gran odalisca (1814), El baño turco (1862) de Dominique Ingres. Eran cuadros que había visto reproducidos en enciclopedias y libros de arte, y verlos en su original me emocionaba. Aunque allí había mucha pintura que admirar en todos los estilos, ¡propiamente dicen que es el museo más visto del mundo!


    Detalle de "La gran odalisca" (1814), óleo sobre lienzo de Dominique Ingres en el Museo del Louvre en París (Francia) [Tomada de Wikipedia, la enciclopedia libre].


    Debo decir que el viaje a París me resultó relativamente barato para lo mucho que vi. Bien es cierto, sin embargo, que me llevé algo de comida, embutido y algunas latas de conserva. Realmente no se si valió la pena portar aquella carga en la mochila, ya que la comida no era lo más caro. Además, aprendí a salir de los supermercados comido. No es que me sienta orgulloso de ello, tal si hubiera hecho una proeza; pero en honor a la verdad debo decirlo. Después estaban los puestos de fruta, alimento que siempre me ha encantado. Otra cosa que me grabó sobremanera la espalda fue un grueso diccionario de francés que portaba, que por cierto no llegué a consultar, y que en más de una ocasión estuve a punto de arrojar al Sena. Con las cartas y postales que escribí a mis padres pretendía, de una parte, dejar constancia del viaje, documentarlo, a la par que tranquilizarles. ¡Siempre he tenido mucho sentido histórico! Pues era consciente de la preocupación que tendrían al saberme lejos, en un país extranjero, en una ciudad tan grande. Aunque si he de ser sincero, no tuve plena conciencia de su preocupación hasta que mis propios hijos se marcharon a América el pasado año, para recorrer Argentina y otros países iberoamericanos. ¡Sólo entonces comprendí lo que pudieron sentir ellos al verme marchar!

    Postal con detalle de la iglesia de la la Madeleine en París (Francia), en estilo neoclásico (1971).


    Ciertamente, París es una ciudad hermosa, rica, limpia, cosmopolita, en la que se gozaba de una gran libertad individual -¡Oh lalá, la liberté de la France!-: “Hay gentes de todas las razas, colores y credos” –digo con ingenuidad-. Hoy hay gente de todo tipo y condición en cualquier parte, pero no era así en la España de entonces, de ahí mi sorpresa y gusto por la libertad de que disfruté en aquellas semanas. Con todo, “Lo que más siento estos días es que no puedan/ estar Vds., aquí junto a mí; los cuatro juntos” –un pensamiento que todavía me enternece, producto de la querencia familiar y de mi deseo de compartir aquellos intensos momentos con mis seres queridos-. Me llamaba la atención que a las diez de la noche hubiera tan poca gente en la calle, siendo verano. Esto es lo que sucede todavía en Teruel, por ejemplo, a esa misma hora en invierno. Por el contrario de los españoles, los franceses me parecieron más madrugadores. Termino la carta aludiendo a “cosas muy graciosas” que me ocurrieron, aunque hoy ya no recuerdo cuáles fueron aquellas cosas. La carta concluye con “Besos y abrazos de su hijo y hermano que les quiere”.



    Palabras finales.
    Hubo una segunda carta de fecha inmediatamente posterior a la primera, en la que cuento a mis padres y hermano lo que voy viendo, lo que hago, mis impresiones de la capital francesa, de la gente que iba conociendo, del albergue... Hago notar en este punto la importancia de conocer idiomas, al menos el inglés, para manejarse por el extranjero. ¡Pobres españoles, siempre tan cortos de idiomas, pese a haber gobernado el mundo! A muchos ciudadanos de habla inglesa, por ejemplo, les debe suceder hoy lo que a los españoles del siglo XVI-XVII, que no tienen necesidad de saber idiomas, pues el suyo es el del Imperio y somos los demás quienes nos vemos en la necesidad de aprender el de ellos.
    De París me gustó su amplitud y luminosidad, sus edificios y monumentos, el Sena y la cantidad de zonas verdes de que dispone la ciudad, la libertad personal de que disfruté, el respeto de la gente, y muchas cosas más. Lamento no haber podido gozar de la comida francesa, pues por norma comía de bocadillo, ¡lástima!, ya que la comida y la bebida es lo primero que hay que probar en un lugar extranjero. En otro punto de esta segunda carta menciono que después de comer en un parque me fumé un cigarrillo “celtas”, lamentando que me quedaran ya pocos. Ello demuestra que por aquella época fumaba, feo vicio que por suerte dejé hace ya muchos años. Después del cigarrillo me eché una siesta sobre el césped, hasta que me despertó un guardia, diciéndome amablemente que no podía estar allí. No sé lo que diría el guardia para sus adentros, quizá lo que muchos hemos dicho alguna vez, ¡extranjero tenía que ser!

    Postal con vista nocturna de "Les Champs Elyées et l`Arc de Triomphe" en París (Francia), 1971.

    Los españoles con los que me relacionaba eran gente politizada, no sé si de la gauche divine proletaria o de algún lugar próximo; al menos parece que comulgaban con las ideas de izquierda y jugaban a la aventura de la clandestinidad. Estuve con ellos en la embajada de Cuba, allí nos dieron propaganda castrista, aunque lo que querían mis amigos eran “posters”, no se si del líder cubano –me refiero al dictador Fidel Castro-, del Che o de algún otro revolucionario. Otro día estuvimos en la embajada China, allí nos dieron a cada uno de los que íbamos un ejemplar del Libro Rojo de Mao (1964); además de estar en francés, pues no lo había en español, el librito era insufrible, definitivamente indigesto, pero todos los guardaron con fervor religioso. Pero ojo, ¡se trata del libro más editado de la historia, sólo por detrás de la Biblia!, un instrumento ideológico del tiempo de la Revolución Cultural, y de lectura obligada para los chinos de entonces. Es comprensible que un régimen edite su propaganda, pero obligar a sus ciudadanos a leerla es otra cosa. Creo recordar que en su momento regalaban el librito a todas las parejas de recién casados. ¡Valiente regalo de boda! Por lo visto, el comunismo chino era entonces lo máximo... Lo cierto, sin embargo, es que aquella gente que estaba contra la dictadura franquista -y por la libertad, lo cual está muy bien-, apostaban por el comunismo como ideología liberadora. Visto en la distancia me parece una broma de mal gusto, ya que poca liberación supone salir del fuego y caer en las brasas... Al respecto me pregunto, ¿cómo es posible que una ideología nefasta como el marxismo-leninismo, y el comunismo en general, haya despertado tantas adhesiones? Imagino que por las mismas razones que en su momento arrebató el fascismo...; sólo que éste fue vencido.

    Mi estancia en París se limitó casi en exclusiva a la parte “noble” de la ciudad, esto es, al centro, una y otra margen del Sena. Digo casi, pues lo cierto es que también estuve “en el barrio negro”; no sé cuál sería, quizá alguno del extrarradio, sólo que me impresionó la cantidad de gente de piel oscura que había por allí. Durante mi estancia disfruté de un “tiempo espléndido” al decir de los autóctonos; aunque lo cierto es que la mayoría de los días estaba nublado, incluyo sufrí un fuerte chaparrón de verano. En cualquier caso, el clima de París no es el del Mediterráneo.


    Vista de la "Grand Place" de Bruselas, uno de los espacios construidos por el hombre más bellos del mundo [Tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre].


    Estuve en París unos días más todavía, hasta el domingo 15 de agosto. Conocí a unos españoles que pretendían subir hasta Bélgica y Holanda, así que me marché con ellos, aunque por distinto medio. Ellos fueron en tren –parece que disponían de dinero-, yo en autostop. Previamente estuve en las Galerías Lafayette del boulevar Haussmann, allí me agencié un mapa de carreteras de Europa, que me fue de gran utilidad. De este momento escribí en mi diario: Este es mi último día en París. Si no me arrepiento esta noche, mañana lunes saldré en dirección a Bélgica. En Bruselas me esperan tres españoles, hemos quedado el martes a las 11:00 horas en el Museo de Bellas Artes. Si salgo temprano, creo que llegaré a la cita. Ellos van en tren y salen el lunes por la tarde. En un principio pensábamos ir sólo dos, y en autostop. Al compañero lo conocí en la cinemateca. Ahora se han añadido dos más, una chica y un chico, pero ellos tres irán en tren. Posiblemente llegue hasta Ámsterdam y pase a Londres. No estoy seguro. Si no nos encontramos en Bruselas hemos quedado en Ámsterdam el jueves 19, a las 11:00 horas, en el Rijksmuseum. Sea lo que fuere, el fin de semana próximo quiero estar ya de vuelta para España. No sé si está bien lo que voy a hacer... Al final del párrafo escribí:¡¡Señor, no me abandones!! La expresión puede parecer fuera de lugar, pero no tanto como pudiera creerse, pues yo era y sigo siendo creyente. Ya saben, la creencia es algo muy complejo, difícil de elucidar y de explicar. La fe religiosa como cualquier otra creencia de este tipo se imbrica en lo que los estudiosos llaman “memoria filética”, esto es, la memoria heredada de los padres, de la especie humana, incluso de otras que nos precedieron. Dicha memoria es algo estructural, a modo de andamiaje sobre el que se asienta la memoria individual, personal. Algo que está profundamente arraigado en el ser humano, y universal, que nos comunica con lo que Rudolf Otto (1869-1937) denominaba mysterium tremendum et fascinans del hecho religioso, una fuerza más allá de la sabiduría, que nos impulsa a la búsqueda de la trascendencia, de lo absoluto... Por lo demás, tanto el texto como la doble admiración indican mi inseguridad y preocupación ante el paso que iba a dar. Durante este viaje hacia el norte salí de Francia por Lille, vía Amiens; aquí cumplí con su magnífica catedral, viéndola. De Lille a Bruselas fue en tren, pues el tiempo corría y los coches no me paraban. En Bruselas visité la Grand Place–sin duda una de las más bonitas del mundo, junto con la de San Marcos en Venecia-; y camino de Ámsterdam, pasé por Amberes, Breda y Róterdam. Antes de seguir debo decir que el centro de aquella gran plaza de la capital belga estaba cubierta de una enorme, gigantesca, preciosa, multicolor alfombra de flores, verdadera locura de tonalidades. Aquel año de 1971 era el primero que se realizaba; las flores las aportan los floricultores de Gante y su diseño cambia en cada edición. En Bruselas no me encontré con los españoles, así que continué mi camino. A la salida de la capital, en dirección a Amberes (Antwerpen), recuerdo haber pasado junto al Atomium -sito en el Boulevard du Centenaire, junto al Parc d`Osseghem-: la enorme estructura mide unos cien metros de altura y figura un cristal de hierro aumentado no sé cuantos millones de veces, representado por nueve esferas de acero de 18 metros de diámetro...

    Detalle del "Atomium", estructura de 102 metros de altura construida para la Exposición General de Bruselas en 1958  [Tomada de www.ojoscuriosos.com/]


    Conforme ascendía hacia el septentrión el paisaje se hacía cada vez más extraño, también las gentes y el idioma. El mapa agenciado en los almacenes Lafayette de París estaba en castellano, ello me ocasionó algunos inconvenientes... Cuando hacía autostop solía escribir con letras grandes en un cartón el nombre de la localidad a la que me dirigía, el letrero me lo colgaba de la mochilla si iba caminando o lo enseñaba a los conductores cuando estaba parado. A la salida de Bruselas escribí en el nombre de "Amberes", pero nadie me paraba, hasta que me di cuenta de que en aquellas latitudes Amberes se escribía "Antwerpen".  De Rótterdam a Ámsterdam tuve que coger de nuevo el tren. En Ámsterdam estuve varios días, alguna noche dormí al aire libre en Vondel Park, con cientos de jóvenes variopintos; era verano y el tiempo lo permitía. Cerca del parque estaba el Rijksmuseum. Por el día visitaba la ciudad, sus calles y puentes; había muchas paradas de fruta en las calles -me llamaba la atención el que la gente comprara la fruta por piezas, no por kilos como en España-, y puestos de flores junto a los canales, y muchísima gente de todas las edades en bicicleta. Ámsterdam es una ciudad muy particular, rodeada de multitud de pasos de agua que forman círculo en torno a la plaza Dam -similar a Venecia, pero con distinta arquitectura-: los nombres de las calles son impronunciables para la gente latina. De mi estancia en Ámsterdam, escribí en mi diario: Ya está hecho: estoy en Ámsterdam. Esta ciudad es algo acojonante, jamás había visto cosa igual. Esto es el paraíso de los hippies, vagabundos y gente melenuda, una verdadera locura. Esta noche he dormido en Vonder Park. He estado con unos chicos franceses, chico y chica, y una suiza. Estuvimos despiertos, cantando y tocando la guitarra hasta la madrugada, entonces nos retiramos a dormir sobre el césped, bajo los árboles. Los franceses me dejaron un saco de dormir, así no he pasado frío, pues al amanecer hay mucha humedad. Me he despertado a media mañana, los franceses todavía duermen, hay gente joven por todos lados, sentados sobre el césped, hablando, fumando, durmiendo. Esto es un paraíso... Cuando digo “fumando” me refiero a fumando porros, claro. Es de imaginar que muchos de aquellos jóvenes porreros serán hoy honorables padres de familia y reputados profesionales. Algunos se quedarían por el camino; aunque la mayoría volverían al sendero trillado, el más cómodo y fácil de transitar. Dormí también en unos antros que llamaban "sleep-ins", había varios de estos lugares: en Rozengracht 180, en Rozenstraat 91 (este último lo regentaban unos venezolanos muy enrollados), en Hartemmer Houttienen 217, en Mensa Academia-Damstraat 3 (cerca de Central Station).

    Postal con detalle de "Autorretrato" (París, 1887) de Vincent van Gogh (1853-1890) en el Rijksmuseum de Ámsterdam (Holanda).

    El último día de mi estancia en Ámsterdam me encontré con los españoles, estando allí decidimos pasar a Gran Bretaña: quedamos bajo la torre del Big-Ben del Parlamento, en Londres, dos días después, a la misma hora que en las anteriores ocasiones. Ellos fueron por sus medios, yo es autostop. Pero ya digo que el autostop no siempre funcionaba: de Ámsterdam a Rótterdam tuve que utilizar de nuevo “le chemin de fer”, ya que el tiempo apremiaba. Mi intención era llegar a Oostende vía Brujas, para coger el ferri que me había de llevar a Dover, ya las Islas Británicas, pero no me atreví a cruzar el canal. Estando en la cola de la estación para sacar el billete, me di la vuelta. Me quedaba poco dinero, iba justo de tiempo y me imponía el idioma. A los amigos españoles ya no les volví a ver, ni he sabido nunca más de ellos. Desde este punto comencé el regreso hacia España; pero esta es otra historia, cuyo relato dejo para mejor ocasión... Vale.


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.





    [1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La caja de Pandora: Acerca del vuelco electoral en Torrebaja, en http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/10/la-caja-de-pandora-acerca-del-vuelto.html, del lunes 17 de octubre de 2011.

    EL CEREBRO, LA MEMORIA, LA CONCIENCIA Y EL ALMA.

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    Reflexiones y soliloquios de un rinconademucense en un día ventoso.



    “A mí, personalmente,
    me entretiene muchísimo leer memorias,
    reminiscencias, recuerdos,
    por muy humildes y vulgares que sean”
    -Josep Pla (1897-1981)-.




    Hoy domingo ha amanecido ventoso en el Rincón de Ademuz; mal día para los medievales en Teruel... El viento racheado y frío incrementa la sensación de destemplanza. El cielo aparece cubierto de nubes grises, sucias, de lluvia -pero no llueve-: el viento arrastra las masas nublosas sin contemplaciones, abriendo en el celaje grandes claros, por donde surgen rayos esplendentes cayendo sobre campos y montañas. Otra ráfaga trae de pronto otros nubarrones, ensombreciendo de nuevo el paisaje. Parece que Cierzo se aburre y juega con las nubes a llevarlas y traerlas. Las ramas desnudas de las acacias de la Plaza se agitan al compás del vendaval, que desciende huracanado por el cañón del Turia. ¡No, no apetece salir a pasear!


    Detalle de una vieja sabina (Juniperus thurifera) junto a la carretera de Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) a Veguillas de la Sierra (Teruel), 2014.


    Cuando hacía cierzo a mi padre le dolía la cabeza –esto es bastante común, le sucede a mucha gente-, mi madre se lo notaba enseguida, tal vez por la mirada y el semblante, no sé, ya que él no decía nada, era muy sufrido: Te duele la cabeza, verdad... –le preguntaba solícita-. Él asentía, entonces ella le preparaba una aspirina y se le pasaba; al menos eso decía. No cabe duda que la aspirina fue un gran invento: no sólo sirve para los dolores, tiene también otras utilidades, inclusive a pequeñas dosis. Parece que su único problema es que daña la mucosa del estómago, puede hacerla sangrar. Es por eso que hoy se utiliza poco como lenitivo, aunque los médicos han descubierto que a dosis menores que las calmantes hace más fluida la sangre... Pero ya digo, lo que le sucedía a mi padre con el cierzo le sucede a otras personas, que barruntan el cambio de tiempo cuando les duele un hombro, la columna o la cadera.

    A los matrimonios y parejas que conviven durante mucho tiempo, y más todavía si comparten intimidad, les ocurre tener idénticos pensamientos en el mismo momento: uno de ellos nombra algo o a alguien, justo cuando la otra persona está pensando lo mismo. Los neurofisiólogos tratan de explicar este curioso fenómeno -telepático, de transferencia de pensamiento o lo que sea-, mediante el modelo de las “neuronas espejo”. Parece que la convivencia desarrolla caminos neuronales comunes, de ahí la coincidencia en las ideas. Además, la relación continuada, sincera e íntima entre individuos lleva al afecto, y el cariño puede impulsar circuitos neuronales inéditos. Curiosamente, este sistema de neuronas, localizadas en el área de Broca y corteza parietal del cerebro, está más desarrollado en las mujeres; además de mostrarse en ellas más activo. Puede que ello esté relacionado con el hecho de que el cerebro de las mujeres sea más intuitivo que el del hombre, entendiendo por intuición el pensamiento lógico inconsciente; así que, ¡cuidado con lo que pensamos!



    Detalle de una vieja sabina (Juniperus thurifera) en el camino de Veguillas de la Sierra (Teruel) a La Cruz de los Tres Reinos en Arroyo Cerezo-Castielfabib (Valencia) 2014.


    A propósito del cerebro y de los médicos, hace unos días recibí un correo electrónico de una amiga, conteniendo un enlace a una entrevista que la periodista Teresa Viejo hace en su programa radiofónico “La Observadora” a un médico-siquiatra español, don Joaquín Fuster Carulla.[1]El doctor Fuster es natural de Barcelona, allí nació hace ochenta y cuatro años, allí estudio el bachillerato y se licenció en medicina -el doctorado en Filosofía lo obtuvo en la Universidad de Granada-, pero la mitad de su vida la ha pasado en los Estados Unidos de América; actualmente está en Los Ángeles, California. Esto de los correos electrónicos es una peste, cabe pasar un mal rato todos los días viéndolos, eliminándolos; porque la mayoría no valen nada, son basura. En el mejor de los supuestos puede suceder también que no nos interesen en absoluto. El caso es que hoy la gente apenas escribe cartas, sólo se mensajeaa través de los distintos medios existentes, de ahí que proliferen tanto estos envíos, porque cuesta poco remitirlos. De vez en cuando, sin embargo, encontramos alguno interesante, como me sucedió con el que comentaba, el que contenía el enlace a la entrevista del investigador español del cerebro...

    Detalle de camino con chopos blancos (Populus alba) en la ribera del Turia en Torrebaja (Valencia), 2015.

    El cerebro es algo increíble, misterioso en la medida que se sabe poco de él, una masa resbaladiza, poco consistente, blanda y rosada, con apariencia de semilla de nogal, protegida en una caja de hueso. Las protuberancias del cerebro tienen cierta semejanza con los gajos de nuez, incluso con el cuesco, hasta el punto de parecer el seso de un ser pequeñito. Será quizá por eso que atendiendo a la teoría de los signos de Charles Sanders Peirce (1839-1914), las nueces se han recomendado para reforzar el cerebro, por la similitud que uno y otro tienen, o por el contenido en ácido linolénico del fruto. De pequeño mi madre nos preparaba a mi hermano y a mí sesos de cordero rebozados o en tortilla, quizá con la idea de que “de lo que se come se cría”, no sé; en cualquier caso eran un bocado exquisito. La entrevistadora define el cerebro como “un entramado de conexiones donde atesorar la esencia de lo que somos [...], la red de lo que sentimos, nuestras ambiciones, los recuerdos, el proyecto de un futuro o la llave de un pasado”. La voz de la locutora denota gran personalidad, además de hablar con mucha propiedad. Físicamente tampoco está nada mal, quiero decir que para bien, es elegante, distinguida, con una figura envidiable, aunque demasiado estilizada tal vez.

    Logotipo de "La Observadora", programa de Teresa Viejo en Radio Nacional de España (2015).

    Dice el profesor Fuster al respecto del cerebro:
    • <[...] en los últimos cincuenta años hemos adelantado más sobre el conocimiento del cerebro que en toda la historia de la humanidad [...] La corteza cerebral es la última en desarrollarse en el curso de la evolución y también la última en desarrollarse en el individuo, en el niño, el adolescente, el adulto. Es la más apasionante, porque es la que en realidad nos hace humanos. En la corteza cerebral hay distintas partes, unas más importantes que otras. La más importante es la corteza prefrontal, la parte anterior del lóbulo frontal, la última en desarrollarse en la especie y en el individuo, y se caracteriza por una conectividad extraordinaria, hay muchas fibras que unen las células entre sí; ahí está el código relacional de todo, de la conducta, de la conciencia, etc. Esta parte de la corteza es la que nos ayuda en las funciones fundamentales de estructurar nuestro futuro: primero, el planeamiento, la capacidad de planificar el futuro, segundo, la atención, tercero, la memoria de trabajo, y cuarto, la toma de decisiones. Todas estas funciones están dirigidas al futuro, incluso la memoria de trabajo, que no es otra cosa que (la capacidad de) retener información para actuar. El pasado determina el futuro, es a través del pasado que estructuramos el futuro. Sin pasado no hay futuro. No hay nada comprensible en la conducta humana sin el conocimiento de la memoria del individuo y de la cultura en que ha vivido>.

    Todo este conocimiento me parece de lo más interesante, curioso, atrayente. No en vano las personas somos organismos indagadores: a nuestro cerebro, cosa complejísima, le atrae la información, el conocimiento, y más el que hace a sí mismo, ya que comprender lo que somos es substancial para la propia pervivencia, y la de nuestra especie. Uno de los aspectos más inquietantes del cerebro es la memoria, porque sin memoria el individuo no es nada, se volatiliza, desaparece. Además, resulta bastante razonable pensar que sin saber de dónde venimos difícilmente sabremos adonde vamos...


    El profesor Joaquín Fuster Carulla (Barcelona, 1930) [Fotografía tomada de Bernardo Díaz en El Mundo (2014)].

    Respecto a la memoria, el profesor Fuster señala:
    • <Claro, hay una memoria de especie que yo llamo memoria filética... Es la memoria de la especie que se formó a través de millones de años de evolución (y que contiene) la manera en que comprendemos el mundo que nos rodea y la forma de adaptarnos a él. Es una memoria estructural, hecha de cosas, que son las redes neuronales... Hemos nacido con esa memora. Esta memoria es la infraestructura, la base sobre la que se forma la memoria del individuo. Es a través de esta memoria primaria, en contacto con el mundo –el mundo real, el mundo nuestro, el mundo que nos rodea, el mundo de nuestros congéneres- es la memoria sobre la que se basa la memoria individual (de cada uno). Y, además, todas las idiosincrasias de nuestra conducta. Es la estructura sobre el que se monta el edificio del yo –el andamiaje de lo que somos cada uno, sugiere la entrevistadora-. Uno de los ingredientes de la felicidad es olvidar los malos momentos de nuestra vida, con lo cual el futuro se hace más estable y aceptamos mejor a los demás, con más cariño y tolerancia>.


    Siendo portadores de esa "memoria filética" de que dice el neurólogo hispano, cabe pensar que los individuos cuando nacemos  no somos cual "tablas rasas", porque ya traemos en los recovecos de nuestro cerebro recuerdos comunes de nuestra propia especie. Ello viene a demostrar que los filósofos andaban errados, cuando tesis epistemológicas afirmaban que el individuo viene al mundo con la mente vacía, y que todos los conocimientos que tenemos los humanos provienen de nuestra experiencia individual. A la luz del saber actual, el pensador inglés John Locke (1632-1704), considerado padre del "empirismo" y del "liberalismo" moderno, el que popularizó la locución tabula rasa, tendría hoy que revisar sus afirmaciones. Aunque parece que la expresión tiene orígenes más antiguos, remontándose a Tomas de Aquino y al mismo Aristóteles...

    Retrato de John Locke (1632-1704), pensador inglés, padre del Empirismo y del Liberalismo moderno [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].

    A tenor del investigador, la "memoria filética" constituye a modo de armazón –andamio, estructura, esqueleto- sobre el que se va posando la experiencia individual, la que adquirimos los humanos a través de los sentidos y de la propia reflexión. Imagino que a los animales en general les ocurrirá algo similar, al menos a los mamíferos superiores, y por extensión a todos los seres vivos, que ya nacen con una memoria de especie. Sobre este saber congénito se va posando la experiencia personal, la que poco a poco vamos adquiriendo. Imagino que a todos nos ocurrió en su momento, que siendo niños nos dijeron los padres, no toques la estufa, que te quemarás. Pero los humamos somos curiosos y descreídos por naturaleza, porque la experiencia de los demás no suele tener el mismo peso que la propia. El caso es que nos acercamos a la estufa encendida y nos quemamos. El conocimiento adquirido de esa forma no lo olvidamos jamás... A los gatos les sucede lo mismo, cuando les han arrojado agua caliente, del agua fría huyen...

    Propiamente, además, la experiencia individual va configurando nuestra forma de relacionarnos con el mundo, de la misma forma que la "memoria filética" nos enseña la forma de relacionarnos y de entender el mundo que nos rodea. Todo lo cual ayuda a conformar nuestro yo, lo que somos, nuestra identidad personal. Porque el cerebro es una entidad “plástica, (que) se hace a sí mismo”. Finalmente, el investigador aconseja olvidar las experiencias desagradables, “los malos momentos de nuestra vida” como sistema para ser felices. Pienso que es buen consejo, pero que no deja de ser una falacia llena de buenas intenciones. Más que olvidar lo que debemos hacer es apartar esos momentos malos de la vida, impedir que asuman el control de nuestra mente. Es la vida, el transcurso del tiempo lo que nos ayuda a mitigar el dolor de las grandes pérdidas, la desaparición de los seres queridos, un amor malogrado; experiencias que en los primeros momentos se hacen insoportables, pero que el tiempo aminora. Cuando el paso del tiempo no logra disminuir el dolor de una gran pérdida hablamos de “duelo patológico”, padecimiento que puede hacernos la vida insoportable, fastidiosa. Por otra parte, el duelo no deja de ser una adaptación emocional, no exclusivamente humana, pues hay otras especies, por ejemplo los elefantes y primates, que demuestran similares sentimientos ante la muerte de sus congéneres. Lo cual entronca, quizá, con la memoria heredada de cada especie, y de otras que le precedieron.

    En relación a la conciencia, el profesor Fuster comenta:
    • <La conciencia es un compuesto de conocimientos morales, éticos, de relación con otros, que incluye la religión, la tradición religiosa... [...] la conciencia tiene un elemento de cultura indudable y un elemento de ética, que tiene que ver con la forma de comportarnos en el mundo en que vivimos, en el mundo de los demás... El alma no está localizada en ningún lugar concreto del cerebro, el alma es una parte de la conciencia –de la misma forma que la conciencia es parte de la consciencia-. [El alma] es la parte que contiene las creencias, los elementos culturales sobrenaturales que trascienden la naturaleza humana, que contiene la esperanza, las virtudes cardinales, la ética –no sólo la ética religiosa, también la ética social- y que se funda en ciertos principios que tienen también un origen evolutivo, como son la filiación, la confianza en el prójimo...-. El altruismo se ve incluso entre poblaciones de animales, que se ayudan uno a otros... Claro, también hay enemistades entre grupos de ellos... El altruismo es una función eminentemente adaptativa...>

    
    
    Vista de Las virtudes cardinales, pintura de Rafael Sanzio (1483-1520), en las Estancias de Rafael en el Vaticano, Roma (Italia)  [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].


    Para el investigador, la conciencia se halla formada por variedad de elementos, “que incluye la religión, la tradición religiosa”, y que “tiene un elemento de cultura indudable y un elemento de ética”, lo cual se halla en relación “con la forma de comportarnos en el mundo en que vivimos”. Hasta el punto de que el individuo no puede comprenderse sin conocer su memoria –recuerdos, emociones, vivencias- y el medio cultural en que se ha desarrollado. Dice también del alma desde el punto de vista científico, como de “una parte de la conciencia”, siendo ésta la “que contiene las creencias, los elementos culturales sobrenaturales, las virtudes cardinales, la ética, y que se funda en ciertos principios que tienen también un origen evolutivo...”. Cabe decir que el alma (ánima) es un concepto inmaterial, además de invisible, propio de los seres vivos, cuya descripción, propiedades y características varía según las distintas escuelas y tradiciones filosóficas. Por alma entendemos esa “parte espiritual e inmortal del hombre, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye la esencia humana” (definición RAE). Aún así, hay quienes no creen en el alma, porque dicen no haberla visto; esto es como el que no cree en los urogallos, porque nunca los ha visto. Pero los urogallos existen, como existen las creencias, las nociones sobrenaturales, las virtudes cardinales, la ética..., todo lo cual se funda en principios evolutivos. Otra cosa es el asunto de la inmortalidad del alma, cuestión más delicada en la que no entraremos. Debe quedar claro, sin embargo, que el que creamos o no en algo no afecta a su existencia; de la misma forma que la falta de pruebas no es prueba de ausencia. Por otra parte, las virtudes cardinales ya fueron definidas desde la antigüedad por Platón (ca.427-347 a.JC), quien relacionaba la Prudencia con la razón, la Fortalezacon las emociones y el espíritu, la Templanza con los deseos y la Justiciacon el ejercicio consensuado de las demás virtudes. Asimismo, también fueron compendiadas por Cicerón (106-46 a.JC) en De Officiis, y por el sabio emperador Marco Aurelio (121-180 d.JC) en sus Meditaciones. El Cristianismo las completó con las Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad –cualidades cuya práctica nos ayuda a ser más humanos, esto es, más confiados, esperanzados y compasivos-.

    
    Detalle de La Prudencia, cuadro de Rafael Sanzio (1483-1520)  en las Estancias de Rafael en el Vaticano, Roma (Italia)  [Tomado de Wikipedia, la enciclopedia libre].


    En suma: para cuidar esta "preciosa" estructura que es el cerebro, y la memoria en particular, el profesor Fuster indica que hay que tener en cuenta cuatro preceptos: uno, la actividad mental, porque el cerebro es como todo, o lo usas o lo pierdes. Dos, laactividad física, que no sólo refuerza la musculatura, también la actividad mental. Tres, la alimentación, nutrirse adecuadamente, atendiendo a la edad y actividad de cada cual, siguiendo una alimentación equilibrada y manteniendo el peso. Y cuarto, la actividad social, es importante relacionarse, tener amigos. El célebre filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) lo dice con palabras precisas: La amistad duplica las alegrías y reduce las penas a la mitad... –hasta el punto que “no hay soledad más triste que la de un hombre sin amigos”-. Vale.


    © Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.





    [1] Teresa Viejo, La Observadora, Radio Nacional de España, El amor y Joaquín Fuster, del sábado 14 de febrero de 2015. Joaquín Fuster ha publicado recientemente el libro Cerebro y libertad (2014).Vid: http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-observadora/observadora-amor-joaquin-fuster-14-02-15/2998662/

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